martes, mayo 01, 2012

"El hombre de mármol" y "El hombre de hierro", de Andrzej Wajda

Cine político, cine social. Buen programa doble para un 1º de Mayo. Tres décadas de repaso de la historia de Polonia, desde los años 50 a los años 80 del siglo XX. Desde el estajanovismo, como símbolo de superación heroica, impuesto por la cultura del trabajo del omnipresente régimen soviético de Stalin, hasta los movimientos huelguistas protagonizados por el sindicato Solidaridad, liderado por Lech Walesa, y que tuvieron como principal "campo de batalla" los astilleros de Gdansk. Del cierre a la apertura: de un bigotudo a otro.

La clase obrera siempre debajo, siempre defraudada. La gran marcha de la izquierda que se dirige, ingenuidad de la esperanza, hacia el mismo sitio donde empezó. Un ciclo sin fin, una rueda exhausta, una opresión constante. Los ciudadanos aúpan al poder a unos líderes políticos que, más pronto que tarde, se vuelven contra ellos, con una frialdad y una dureza sorprendentes: la perdida de la inocencia llega sin anunciarse. Cría cuervos. ¿Qué esperabas? No existen los salvadores de la patria, sólo los vendedores de la nación. Pero la gran marcha de la izquierda no termina, a pesar de todo. Esta mañana, en la manifestación del 1º de Mayo, otra vez más, otra vez en la calle: dejarse ver, dejarse oír.

Andrzej Wajda es el cronista imprescindible, para los cinéfilos foráneos, del último siglo de la historia de Polonia. "El hombre de mármol" y "El hombre de hierro" comparten actor protagonista, Jerzy Radziwilowicz: del albañil Mateusz Birkut, héroe del pueblo, instrumento de propaganda prosoviética, a su hijo Maciej, figura clave en el sindicato huelguista. En ambas películas la imagen y el cine tendrán un carácter trascendental, un actor más en la trama: como herramienta idónea para sacar la verdad a la luz o para encubrirla en la mayor de las tinieblas. En ese sentido Wajda se afirma en su posición de cineasta comprometido, dispuesto a apoyar incondicionalmente la posición de Walesa en contra del gobierno comunista de Jaruzelski, un sistema que, ceguera histórica, estaba al borde de la extinción. A Wajda, como a Kieslowski, se les asocia al llamado Cine de la Angustia Moral, un cine existencialista y subversivo. A mí, sin embargo, me parece que Wajda tiene mucho sentido del humor, no en los hechos que cuenta, más bien en cómo lo cuenta. Será la buena cara del mal tiempo. Será.

domingo, abril 29, 2012

"Un tipo serio", de Joel Coen y Ethan Coen

"Un tipo serio" pasó bastante desapercibida para el gran público, situada discretamente entre aquellos dos campanazos de los hermanos Coen titulados "No es país para viejos" y "Valor de ley". También pasó desapercibida para mí en su día: la vi anoche, en DVD, y confieso que quedé algo perdido, comprendiendo el porqué de lo que había leído acerca de esta película pero, a la vez, convencido de que esta cinta, esta aparente comedia sobre la existencia cotidiana de un profesor de física judío, tiene poco de cómico y nada de cotidiano.

Los problemas existenciales de cualquier habitante del mundo moderno se atropellan en la sencilla vida de Larry Gopnik (Michael Stuhlbarg) y él, afligido y derrotado, se pregunta los motivos. Acude a la religión en busca de respuestas, porque desde su nacimiento le han educado/inculcado que su dios verdadero es el único responsable de todo. Tres rabinos: uno joven, uno mayor y uno anciano: el tercero ni siquiera querrá recibirle y los otros dos le esperan en los cerros de Úbeda. La Biblia, el Antiguo Testamento, es un compendio de documentos. Unos contienen las normas legales y los usos de convivencia ('El que se acueste con la mujer de su tío paterno...', 'No comeréis camello...', 'No tomarás a una mujer juntamente con su hermana...', en fin, todo eso tan gracioso que se cuenta en el Levítico) en vigor para tribus de pastores nómadas de hace tres milenios. Otros son interpretaciones del mundo y de la naturaleza, adecuadas al nivel científico de la época, y el resto lo forman multitud de relatos de una exactitud histórica "intachable". Con probabilidad todo ello no es más que el catálogo de la tradición, un certificado de autenticidad redactado para que los exiliados hebreos de la época babilónica pudieran reclamar sus derechos al retornar a la patria perdida. Así que, teniendo en cuenta esa finalidad, más vale validarlo por completo y no andar discutiendo si esto sí, si esto no: legitimidad absoluta de la A a la Z y el que ponga en duda el contenido de este libro a la hoguera. Un libro sin porqués, un libro infalible y que, de modo insólito, ha dirigido el rumbo de la humanidad. Y lo sigue haciendo. Pero el trasfondo de "Un tipo serio" no será una simple denuncia del dogma. Larry se gana la vida llenando pizarras de ecuaciones, difundiendo el poder de la ciencia, el genio del hombre dando respuesta a todo. ¿A todo? Heisenberg con su incertidumbre y Schrödinger con su gato, añadirán el azar necesario para inducir la duda, para justificar las decisiones arbitrarias de un ser superior: el Santo Job moderno no tiene escapatoria.

Reparto de secundarios excelentes, llenos de matices, como es norma en las películas de los Coen. Para esta ocasión, caras que en su mayoría no son muy conocidas: no habrá esta vez un gran nombre en el cartel: retorno al espíritu independiente, al bajo presupuesto, a la libertad creativa (no estará desencaminado relacionar "Un tipo serio" con "Barton Fink", una de sus obras maestras: las desventuras de John Turturro cubriendo el terror a la perdida de la inspiración artística). No habrá moraleja, no se ataran los cabos y se dejará al espectador con un palmo de narices porque no puede haber final para este conflicto: esta película no terminará nunca.

domingo, abril 22, 2012

"Quiero la cabeza de Alfredo García", de Sam Peckinpah

¿Dónde se puede ambientar un western moderno? ¿Qué territorio reúne las condiciones necesarias para, en los años 70 del siglo XX, localizar una historia de venganza que se pueda resolver a tiros? La ley del más fuerte, la no ley. Habrá que cruzar la frontera: en el lejano oeste no queda nada, busca en el cercano sur.

La deshonra. Un terrateniente mexicano de porte feudal (el mismo malvado de "Grupo salvaje": el rostro azteca, rotundo, del actor Emilio Fernández), la nobleza sin título pero idéntico poder que en siglos anteriores, ofrece una recompensa de un millón de dolares a aquel que le traiga la cabeza del que ha dejado embarazada a su hija, la cabeza de Alfredo García. De nuevo el antihéroe, en esta ocasión Warren Oates, protagonismo absoluto para un actor que era el reconocible secundario (despreciable: al que odiabas nada más verlo) de carácter en otras cintas como la propia "Grupo salvaje" de Peckinpah, o la imprescindible (otra de culto, otra que hay que ver) "Carretera asfaltada en dos direcciones", de Monte Hellman. Un gringo fronterizo, un desertor del primer mundo que se adentra en México para vivir fuera de cualquier convención social: aporrear un piano en un garito, con una mano en el gollete de una botella de tequila y la otra en las cachas de una pistola. Del brazo, una flor de burdel (Isela Vega) que puede mostrar más cicatrices aún de las que él tendrá nunca. La herrumbre en el coche, la mugre en la ropa: arrugas en la piel que se tumba en destartalados cuartuchos de hostal a pasar la resaca: libertad plena. Los personajes de las películas de Peckinpah son fieros y dispuestos a todo: la madurez del que está de vuelta, del que ya lo vivió, del que no tiene nada que perder y que vislumbra el paso del último tren. Sobrevuela la autenticidad en una puesta en escena dura, poco dada a las concesiones. Y sin embargo la violencia de sus filmes lleva siempre una firma lírica, como la cámara lenta que hace que ninguna muerte sea rápida, fugaz, sino que sea un instante congelado para que perdure en la retina.

Recuerdo la muerte en otra de sus películas, "Pat Garrett and Billy the Kid": la muerte del sheriff Baker (Slim Pickens) que, moribundo tras un tiroteo, camina hasta la orilla del rio: la belleza sublime de aquella escena, al ocaso: las películas de Sam Peckinpah desconciertan al espectador porque son capaces de lo inesperado. "Quiero la cabeza de Alfredo Garcia" también concederá un buen puñado de esos instantes. Quizás sea una de las cintas menos populares, menos conocidas en la trayectoria del director californiano, uno de los títulos que está por descubrir y reivindicar. Una de sus mejores películas.

sábado, abril 21, 2012

"Deliverance (Defensa)", de John Boorman

Esta película de 1972, de John Boorman, se puede considerar precursora (como otra suya, "A quemarropa"). Cuando se está viendo, hay un asalto continuo de referencias cinematográficas posteriores: "Rio salvaje" (1994) de Curtis Hanson, seguro. Pero también "El cazador" (1978) de Michael Cimino: la presa en el punto de mira: el perdón. O "El acorralado" (1982) de Ted Kotcheff: en "Deliverance" John Voight aparece como un Rambo asustado, con arco y todo. Y, por qué no, "Perros de paja" (1971) de Sam Peckinpah. Sí, la fecha de la de Peckinpah es anterior, casi contemporánea, pero esa escena de sodomización (squeal like a pig!), del turista o del extraño que es violado brutalmente en medio del bosque por un "indígena", del paleto humillando vilmente al urbanita, es la misma chispa de violencia que inducirá la tragedia posterior: el campo frente a la ciudad, un desprecio clasista mutuo, un odio eterno. Pero ese conflicto entre Atlanta, la capital de Georgia, y la zona rural de los Apalaches situada en el mismo estado, tendrá un ganador claro: un embalse que lo anegará todo: la naturaleza doblegada: la inundación de la América rural, profunda, territorio de endogamia, de aislamiento, de pobreza, de los parias red necks. 
 
Cuatro tipos (los protagonistas son Jon Voight, Burt Reynolds, Ned Beatty y Ronny Cox) abandonan por un día los palos de golf y deciden bajar en canoa por un rio para enfrentarse a unos rápidos que pronto ya no estarán allí. Unos pedantes llenos de suficiencia, unos payasos de ciudad a los que habrá que bajar los humos. La primera sorpresa se la llevarán en un famoso "duelo de banjos".
Gran película.


viernes, abril 13, 2012

Enciclopedia. "1001 cómics que hay que leer antes de morir", de Paul Gravett (Ed.)

Este pequeño Licantropunk cumple hoy siete años: "The seven year itch", Mr. Wilder: la comezón del séptimo año: el ánimo de seguir habitando esta madriguera. La persona que sabe todas las fechas me trae de nuevo un regalo, y de nuevo un "1001 algo", como aquel del primer año. Entonces fue de películas, ahora es de tebeos: dos medios muy cercanos: del storyboard al celuloide
En el prefacio, Terry Guilliam, el Monty Phyton americano, que dio sus primeros pasos profesionales en el mundo de la historieta (suya es, entre muchas otras que realizó, la animación de figuras recortables, siluetas de grabados antiguos, que acompaña los créditos iniciales de "La vida de Brian"), argumenta la influencia decisiva que tuvieron los cómics que leyó en su adolescencia en su formación cultural y en su visión artística: caminos de libertad plena: la necesaria subversión de la mediocre realidad para cualquier chaval que viviera en los tiempos previos a las pantallitas. La libertad creativa de las tiras cómicas, su capacidad para sostener ideas de cualquier tipo y género (fantasía, humor, crítica social y política, épica, violencia, erotismo: si lo puedes imaginar lo puedes dibujar), siempre ha superado a la del cine. Los tebeos son un gran escuela de cineastas, no solo por la obviedad del encuadre, sino también por la forma del discurso narrativo, el juego de luces y sombras, la economía de medios, el gesto del personaje. Se puede concluir que la viñeta se encuentra un paso por delante del fotograma, aunque sería más acertado percibir que existe un proceso de realimentación entre uno y otro, un tráfico de influencias enriquecedor por necesidad.
Licantropunk es un nombre sacado de un cómic, de un álbum del dibujante Max del año 1987 perteneciente a la serie "Peter Pank": qué era aquel cuento infantil invadido por tribus urbanas; qué caminos terribles y fascinantes atravesaban el territorio underground; dónde era capaz de adentrarse la imaginación.
Ojeo la enciclopedia y veo que "El Licantropunk" no está, pero sí está Max con "Bardin el Superrealista" y también otros autores españoles como Francisco Ibáñez, Victor de la Fuente, Martí, Nazario, Carlos Giménez, Miguelanxo Prado, Kim, Juanjo Guarnido. Muchos cómics que ya he leído, pero tantos otros que hay que leer: puntos de partida para seguir explorando, para continuar sorprendiéndose, para no dejar de alucinar con el talento ajeno.
Estos regalos en realidad son una condena. Una dulce condena.

miércoles, abril 11, 2012

"La fría luz del día", de Mabrouk El Mechri

A este director ya la conocía por su anterior película, que me gustó bastante: desmontando a Van Damme: "JCVD". Ahora me ha gustado menos, un thriller de espías de guión plano, del montón. Pero en el cartel relucían dos nombres: Bruce Willis y Sigourney Weaver. A ese atractivo evidente, la excusa en la taquilla, luego se sumará una película bastante lograda en las escenas de acción, en la tensión de la puesta en escena, que consigue un ritmo frenético (como aquella de Polanski, "Frenético": me la ha recordado la trama: turista despistado abducido en una cuestión de vida o muerte). Pero por encima de todo se deja ver por las localizaciones del rodaje: la costa mediterránea española (creo que Altea) y la ciudad de Madrid, sobre todo esta última. Persecuciones y tiroteos, los clásicos del género, entre la CIA y el Mossad, con el telón de fondo de la plaza del Callao, el parque del Retiro, la plaza de toros de Las Ventas, la puerta de Alcalá, etc., hacen merecer el precio de la entrada. Si acaso...

sábado, marzo 31, 2012

Novela. "Puentes y Sombras", de Fernando de Cea


En la parte de atrás del libro figura una verdad esencial: El que no lee, sólo vive una vida. Y añadiría: el que no ve películas... lo mismo. Literatura y cine: una costumbre se convierte en una necesidad.

De cine sabe un montón Ethan, que desde el blog de Ethan lleva varios años sentando cátedra con sus críticas inteligentes a cintas de todas las épocas. También incluye secciones fijas que aparecen de cuando en cuando, como son sus disecciones certeras de secuencias cinematográficas, auténticas lecciones de técnica y estilo, en su Cine Fórum, o la mezcla gastro-cinéfila de Cine y Tapas o el detalle de adelantar las opciones más interesantes de la cartelera televisiva semanal en Cine en TV. Entre mis favoritas está el seguimiento anual, corresponsal de excepción, que realiza del Festival de Cine Europeo de Sevilla: qué hay que ver en los meses siguientes.

Resulta que Ethan también ha escrito una novela (al menos una, que yo sepa), una novela negra ambientada en Sevilla, titulada "Puentes y sombras" (Ed. Abec: cómo conseguirla: consulten a su librero de cabecera, en cualquier caso), y escrita bajo el seudónimo Fernando de Cea (es broma: para mí su autor se llama Ethan, claro: ese peliculero con sombrero de cowboy que se aleja hacia el ocaso: los autores de los blog son palabras que una vez reunidas arrojan una impresión que puede ser completamente falsa sobre quién está detrás o, todo lo contrario, reflejan la verdad esencial: así somos en realidad y el humano que me teclea es una máscara cotidiana). Que "Puentes y sombras" es muy buena lo alumbran el puñado de capítulos que he leído de ella en el propio blog de su autor y cualquiera puede acercarse por allí para comprobarlo: yo tendré que leerla hasta el final para certificar, como todo indica, que es una gran novela. Porque el libro, ese objeto mágico, ya está en mis manos.

Enhorabuena, Ethan.

domingo, marzo 25, 2012

"Los idus de marzo", de George Clooney

Cine político. Este fin de semana la causalidad (que no la casualidad) ha encadenado tres películas del género. A la que encabeza esta entrada, selección de la cartelera para una escapada al cine de sábado noche, hay que añadir "La pelota vasca" de Julio Medem y "El desafio: Frost contra Nixon" de Ron Howard, ambas desde el DVD. La de Clooney fue el colofón, cinta más relacionada, por supuesto, con la historia de presidentes estadounidenses de Ron Howard que con el vapuleado documental del no menos vapuleado director vasco, Medem (no lo había visto en su día, lo veo ahora para rematar la filmografia de Medem que me faltaba: no me extraña que lo lincharan: no me extraña no quiere decir que comparta o que entienda los motivos del linchamiento). Pero a Medem lo dejo para el siguiente número de "La caja de Pandora", ese "Made in Spain" que saldrá a la luz en el mes de mayo. Ahora toca EEUU, si bien la trama de "Los idus de marzo" sería fácilmente localizable en el proceso electoral de cualquier sistema democrático.

Le doy la razón a mi colega Deckard, patrón del estupendo blog "Tribulaciones de un replicante", cuando comparó "Los idus de marzo" con "El ala oeste de la Casa Blanca": comparar desde la inferioridad evidente de la última de George Clooney respecto de la fascinante serie creada por Aaron Sorkin. "Los idus de marzo" se queda en remedo de capítulo largo de aquella (tampoco tan largo: a mí me parece que "Los idus de marzo" termina antes de tiempo y de forma algo abrupta) pero con un empaque menor que el de cualquier guión (¡qué diálogos!) de cualquier entrega de las primeras temporadas del mandato presidencial-televisivo de Martin Sheen (Bartlet for America!). Del filme habrá que destacar su gran reparto: Ryan Goslin y George Clooney, claro: pero más aún y sobre el resto, Paul Giamatti y Philip Seymour Hoffman: tiburones de campaña electoral de vuelta de todo, de chaqueta arrugada con manchas de café y hálito de nicotina y que aportan credibilidad frente a los dones poco argumentados de Goslin y Clooney.
En esta nación puedes invadir un país, puedes iniciar una guerra sin motivos, pero no puedes follarte a una becaria
Me gustó mucho "El desafio: Frost contra Nixon". La dimisión forzada de Richard Nixon desmiente esa frase que se pronuncia en una escena de "Los idus de marzo". A él lo echaron por otros motivos, aunque lo echaron por motivos nimios (en el sentido de la frase) si los comparamos con algunos "logros" como, por ejemplo, el menos conocido de fulminar la sanidad pública en Estados Unidos (ver "Sicko", de Michael Moore). Nixon inició un proceso histórico de desconfianza hacía la clase política: una de sus mayores contribuciones fue conseguir que se le ponga el sufijo gate a cualquier escándalo político estadounidense. Tricky Dick: Dick el tramposo. El líder político es un trilero (pido perdón a los trileros), un tramposo dispuesto a todo con tal de alcanzar el poder. Un tramposo y por tanto un traidor, pero un traidor que, toda precaución es poca, exige lealtad absoluta de los que le rodean: ¿Tú también, Bruto?

A Nixon Gerald Ford, su sucesor, su vicepresidente, le concedió el indulto total. Los muertos bien enterrados en el jardín: en política es muy difícil hacer justicia, proclama George Clooney en su película. Pero, por si acaso, abrígate, presidente, que todavía estamos en marzo.

martes, marzo 20, 2012

"Melancolía", de Lars von Trier

Los cines Van Dyck de Salamanca programan durante estos días, del 5 al 22 de Marzo, el ciclo "30 Semana de Cine e Idiomas", una oportunidad única en la ciudad para disfrutar en pantalla grande de cine en versión original. Cine del bueno y a precio reducido, además: no sé como no hay tumultos en las taquillas. Merecería la pena haber visto el ciclo completo, por supuesto, pero, qué se le va a hacer, sólo ha habido oportunidad para una. Con una, sobre todo si es esta cinta y uno es de buen conformar, ya va bien: pequeñas alegrías.

Melancolía mortal: el apocalipsis según Lars Von Trier.
Dos hermanas imposibles, Justine y Claire, Kirsten Dunst y Charlotte Gainsbourg, la rubia y la morena: dos interpretaciones espectaculares. La primera de ellas se llevó el año pasado el premio de Cannes a la mejor interpretación femenina, el mismo premio que la segunda había conseguido con la anterior película del maestro danés, "Anticristo" (con Lars las actrices lo bordan: Emily Watson en "Rompiendo las olas", Björk en "Bailar en la oscuridad", Nicole Kidman en "Dogville"). A su lado Kiefer Sutherland, que tampoco está nada mal cuando tiene que colgar su placa de agente de la C.T.U. (Jack Bauer en "24"), y alejarse de los papeles de héroe de acción. Aparecen otros habituales del cine de Lars Von Trier como Udo Kier o Stellan Skarsgård (su hijo, Alexander Skarsgård, interpreta el papel del recién casado Michael: notable actor que ya dejó huella interpretando al sargento Colbert en la fantástica serie bélica "Generation Kill") y la nada desdeñable pareja formada por Charlotte Rampling y John Hurt: con padres como esos no me extraña que salgan así las hijas. Resumiendo, un reparto excelente y esforzado al máximo: una garantía.


Dos hermanas, dos historias y un prólogo fascinante, hipnótico, igual que en "Anticristo", y de nuevo indagar en la mente, hurgar en la angustia, en la depresión de la que ha sido víctima el director, ese loco. De nuevo determinar que la vida es un lugar terrible y que más valdría que apareciera un planeta asesino en el firmamento, un planeta que, en magnífico choque destructivo, colisionara con el nuestro y acabara con todo: la melancolía mata: la bilis negra que asfixia el impulso vital de levantarse y afrontar un nuevo día. La música de Wagner impregna la película de principio a fin, avasalladora, espectacular, inmensa: el sentimiento wagneriano, como cantaba Pablo Carbonell (aquellos días del estado volcánico: ¡ignición!, ¡magma!). Una música trascendente y épica: romanticismo megalómano. Si "El árbol de la vida" de Terrence Malick era el lado optimista, la cosmogonía creadora, el nacimiento, "Melancolía" es el contrapunto necesario para dar equilibrio al universo. Es curioso constatar las similitudes (en negativo: el reverso) entre ambas cintas, las dos del mismo año, posiblemente las mejores de la cosecha: dos directores, dos películas, dos genios.

Película creada para quitarle el aliento al espectador, para derrotar su ánimo exhibiendo una alegoría de destrucción absoluta: íntima y universal: primero la chica y después el mundo. El tópico dice que es un cine que no deja indiferente a nadie. Menos mal, porque en realidad es la única cualidad que hace que el cine avance, que el esfuerzo de realizar una película merezca la pena. Ya se verá después cuáles fueron obras maestras.

domingo, marzo 11, 2012

"Blackthorn", de Mateo Gil

Cuatro premios Goya se llevó este notable western, premios de esos que llaman premios técnicos, como si fueran la deleznable morralla frente a los otros, a los artísticos. Pero la fotografía de este filme está ahí, premiada ante todas las demás, y la fotografía es el epicentro del arte cinematográfico: sin fotogramas de celuloide no eras nada, proyector amado, aunque ahora tengas un nieto digital. Los farallones de Arizona mudan en altiplano andino y el Llano Estacado ahora es el impresionante salar de Uyuni, de modo que la épica del paisaje avasallador del muy lejano oeste se hace presente una vez más, poderosa y rotunda: el territorio indómito, testigo mudo de la avaricia humana. Una vez más.
Crepuscular, por supuesto, tan crepuscular que se atreve a poner sobre su caballo al mítico Butch Cassidy, avejentado y oculto en Bolivia, que no murió en aquel tiroteo contra los soldados, no, en "Dos hombres y un destino" de George Roy Hill, y que ahora en vez de la cara del difunto Paul Newman tiene la de Sam Shepard, que borda su papel, motivo más que suficiente para ver "Blackthorn" (recuerdo "Elegidos para la gloría" de Philip Kaufman, epopéyica película del año 1983 en las que aparecen algunas de las que serían caras habituales del cine estadounidense posterior como el propio Shepard, pero más aún, Ed Harris, Dennis Quaid, Scott Glenn, Fred Ward, Lance Henriksen: una película generacional de grandes actores). Crepuscular y maniquea, pues ese es otro de los rasgos definitorios del género, buenos contra malos, aunque ya hace muchos años que descubrimos que los indios no eran los malos y que el héroe es políédrico: lo mostró Ethan Edwards como nadie: John Wayne en "Centauros del desierto" de John Ford: el héroe está sujeto a fuerzas que vapulean su destino: Ulises, ¿de dónde vienes?: hacer lo que se debe hacer es transitar por un lugar terrible.
Un western nominado a mejor película del año 2011. Casi seguro que en 25 años de historia del premio, es la primera vez que sucede, la primera vez que ese género alcanza tanto honor en España. Decía Santiago Segura en su genial intervención durante la ceremonia de entrega, que "Vente a ligar al oeste", de Pedro Lazaga, era la última que él recordaba. Francamente, yo no la recuerdo, seguro que aquella era una gran película. "Blackthorn", aunque no se trate de una obra maestra, perdurará en mi memoria.

sábado, marzo 03, 2012

"Luces rojas", de Rodrigo Cortés

Pocas ocasiones como la de ayer, la ocasión de acudir a ver una película el día de su estreno, que además es la película de un paisano, de un vecino de tu misma ciudad. Aún más, vamos al cine deslumbrados todavía por aquella fantástica película de hace dos años, "Buried", la realización anterior de Rodrigo Cortés: un listón muy alto que no sabemos si el director será capaz de superar. Aquel gran éxito parece que le ha abierto las puertas a mayores presupuestos y grandes nombres en el reparto. La actuación más destacada es la de Cillian Murphy, cara que sonará de "Origen" de Christopher Nolan o de sus apariciones como el Espantapájaros en los dos Batman del propio Nolan, "Batman begins" o "El caballero oscuro". Sin embargo su nombre en el cartel quedará a la sombra de dos entradas destacadas de la enciclopedia universal del cine: Sigourney Weaver y Robert De Niro: no está nada mal para un director criado a este lado del rio Tormes. La estrella de ambos se ha apagado un tanto durante el siglo XXI, si bien parece que la veta actoral de De Niro está más agotada que la de Sigourney Weaver, cuya actuación resulta más convincente que la de su compañero de reparto (son de la misma generación de actores, más o menos, pero, por lo que pobremente recuerdo, me parece que es la primera vez que coinciden en una película: el que conozca lo contrario que me ilumine, por favor). A mí el aspecto de Robert De Niro en "Luces rojas", me recuerda a Ángel González Quesada, poeta salmantino muy ligado a la primera trayectoria artística de Rodrigo Cortés, cuando ambos actuaban en el "Café Teatro de La Vega". De hecho el poeta hace el personaje del presentador en "Concursante", el primer largometraje de Rodrigo Cortés, cinta protagonizada por Leonardo Sbaraglia, que también aparece en "Luces rojas". Resumiendo, "Luces rojas" me recuerda más a "Concursante" que a "Buried", sin duda alguna. Y si Ángel González Quesada hubiera hecho el papel del mentalista Simon Silver en "Luces rojas", nadie hubiera notada la diferencia salvo al mirar el D.N.I.

Cuando un escultor esculpe, por ejemplo, un conejo a partir de un bloque de piedra, el artista puede resumir su tarea argumentando que él sólo se ha dedicado a quitar de la piedra todo aquello que no se parece a un conejo, en concreto a la imagen de un conejo en particular, aquella que habita en su cabeza: el conejo siempre ha estado dentro de la piedra, diría el escultor, únicamente me he limitado a apartar estorbos de la mirada para que los demás también pudierais verlo. Por tanto el escultor juega con ventaja porque sabe qué figura surgirá al final mientras que el resto le vemos aporrear un pedrusco con una maza y un cincel. Si es un mal escultor, quizás en vez de un conejo aparezca una vaca y el escultor diga que eso era lo que él quería obtener, una vaca, y se quede tan tranquilo. Pero este no es el caso: el conejo siempre estuvo dentro de la chistera: ¿cómo esconder un mirlo blanco en una bandada de mirlos comunes? Pintándolo de negro, claro.

Película de detectives desarmados, de francotiradores de la lógica, de cazafantasmas (Sigourney Weaver aparecía, long time ago, en "Los cazafantasmas" de Ivan Reitman, aunque del otro lado de la línea de sal: las fuerzas oscuras), de fantasmas de los que arrastran cadenas por las noches y también de los otros, de los que pretenden ser más de lo que son. Destapar fraudes y engañabobos y entronizar a la diosa razón. El escultor juega con ventaja, decíamos. Rodrigo Cortés, guionista y director, coloca delante del espectador multitud de acertijos, de triquiñuelas, de juegos de manos, planteando constantemente la misma pregunta: ¿hay truco? ¿es verdad o es mentira? ¿dónde está la bolita? Imposible contestar: múltiples respuestas. El director se guarda el as en la manga pero eso tampoco se puede saber: no se ve la baraja, no se ve la manga. Película tramposa y no se entienda como peyorativo el adjetivo: las trampas son parte del juego planteado en esta cinta: la parapsicología es la ciencia del embuste. Dejarse llevar y que los cabos se aten solos o no, porque tampoco está tan mal salir del cine sin todas las respuestas.

martes, febrero 28, 2012

Cortometraje. "La barra de pan", de Tomás Serrano

Desde Waldo Walkiria World, "El sol del membrillo" revisado a "La forma de la baguette": un objeto cotidiano que pasa a ser algo extraordinario: el McGuffin del proceso creativo. Y buena técnica cinematográfica, sin duda.

No se lo pierdan.


THE BAGUETTE from TOMAS SERRANO on Vimeo.

Y de paso celebrar que en Nueva Entrada ha aparecido un número redondo, el 400. ¿Qué mejor que celebrarlo con los amigos?

martes, febrero 21, 2012

"Shame", de Steve McQueen

Sostenía Pasolini que su película "Saló o los 120 días de Sodoma" era una denuncia contundente de la opresión que ejercieron los regímenes fascistas durante la primera mitad del siglo XX. Más allá de una revisión contemporánea de la obra literaria del marqués de Sade escenificada en una república de nunca jamás, más allá de fotogramas colmados de vejaciones y perversiones sexuales de toda índole, más allá de la violencia impía y de la obscenidad pornográfica, había un mensaje, una intención política. Poco después del estreno de esa obra maestra, en el año 1975, Pasolini murió asesinado.

El espectador de "Shame" (no confundir a su director con el chico de Cincinnati) deberá también ser capaz de separar la paja (perdón: chiste malo, pero tenía que hacerlo) del grano. "Shame" es el retrato de un joven ejecutivo, un hombre elegante, un gentleman moderno, una fachada pulida que en realidad enmascara a un desquiciado estajanovista del sexo: la historia de una adicción compulsiva, de una caída desesperada. Un retrato tan colmado de detalles que dejan "La Gioconda" a la altura de un boceto apresurado: demasiados detalles, explicaciones sobrantes: la sutileza, esa desconocida (me recordó a "Muerte en Venecia" de Luchino Visconti: me la recordó por todo lo contrario). Aún así, un extraordinario actor, Michael Fassbender, exigido al máximo en el que creo que es su primer papel como protagonista absoluto, y una cinta llena de lirismo, con esa banda sonora tan acertada, aunque sea el lirismo de las mujeres muertas de "Henry, retrato de un asesino" de John McNaughton. Tres escenas por poner ejemplos de brillantez: una cacería de miradas en un vagón de Metro, sin aliento y sin piedad; una carrera nocturna por Nueva York filmada con el ojo de Jim Jarmusch; la demora intencionada en la interpretación del tema "New York, New York": crooner rubia de voz aterciopelada. Sí, una cámara osada pero siempre colocada con acierto. Fassbender como un personaje de Fassbinder.

Pero íbamos al grano, es decir, el mensaje que demandaba Pasolini: el egoísmo del hombre moderno, cuál si no. Tanta provocación, tanto escándalo en el celuloide para acabar convertida en una película moralizante.
Ay, el sexo sin amor.
Pero "Love is all", dice The tallest man on Earth:

domingo, febrero 12, 2012

No al préstamo de pago en bibliotecas


Falleció Germán Sánchez Ruipérez, una vida alrededor del libro. Desde la librería Cervántes a la editorial Anaya, y de ahí a la fundación que lleva su nombre, el peñarandino siempre haciendo patria: de Salamanca al mundo entero. El fomento de la lectura como una obsesión vital, una labor permanente, inacabable: una piedra de Sísifo siempre a punto de rodar ladera abajo.
La campaña en defensa de las bibliotecas públicas no es nueva, ya lleva años en marcha. En el año 2004 se publicó un manifiesto en oposición a que las editoriales recibieran una compensación económica, un canon, por los prestamos que se realizaran de sus obras. Parece que aquella idea, pergeñada cuando la palabra canon estaba tan de moda, no prosperó. Pero de nuevo arrecia la tormenta, esta en vez en forma de recortes presupuestarios, así que se están llevando a cabo diversas convocatorias de protesta como la reciente marea amarilla. La cultura no importa, la cultura es algo secundario, la cultura no da de comer.
¿Cómo se explica la necesidad compulsiva de leer a alguien que nunca ha sentido ese afán? Francisco Machuca apuntó en su día una frase de Alberto Manguel: 'Las campañas de lecturas son hipócritas. Cualquier gobierno prefiere un pueblo estúpido a uno inteligente'.
Esa cita encabezaba un estupendo artículo acerca de la obra "Manifiesto personal" de Ana Mª Moix: iletrados políglotas. El hombre moderno es apto para leer en varios idiomas pero al enfrentarse a un texto largo es incapaz de entender nada de lo escrito: al cabo de un rato se pierde, su concentración se desploma, el leve esfuerzo intelectual le supera irremisiblemente. Leer, pensar, alimentar la mente. Poco hay que parezca más necesario.
Yo he sido siempre un ratón de biblioteca: pasar la vista por anaqueles llenos, deslizar la mirada como si fuera un dedo por el lomo del libro y escoger. Cada portada una promesa, cada autor una esperanza. Y cuando me hice mayor y tenía con qué gastar, ese reflejo adquirido me condujo a multitud de librerías, a hacer lo mismo, a elegir, pero a pagar en esta ocasión. Y lo sigo haciendo, felizmente, mientras se pueda permitir uno el dispendio. Y también sigo acudiendo a la biblioteca, cada semana, y esto me gustaría poder seguir haciéndolo siempre, sin pararme a pensar si llevo algo suelto en el bolsillo.

La web de la campaña en defensa de las bibliotecas públicas es: http://noalprestamodepago.org/

¡Libro!¡Todos somos contingentes, pero tú eres necesario!

miércoles, febrero 08, 2012

"Los Muppets", de James Bobin

Los Teleñecos. Aquel "El show de los Teleñecos" que se emitió en España hace treinta años y que era el hermano mayor de "Barrio Sésamo": la rana Gustavo como personaje que enlazaba entre ambos programas pero en vez de Epi, Blas, Coco, Triqui o Draco, las marionetas protagonistas de "El show de los Teleñecos" eran Peggy, Fozzy, Gonzo, el cocinero sueco o Animal: estereotipos capaces de llegar a un segmento de edad más amplio que eran acompañados en su show por grandes estrellas invitadas (Bop Hope, Vincent Price, Julie Andrews, Peter Sellers, Brooke Shields, Marty Feldman, Carol Burnett y otros muchos), el firmamento audiovisual de la época para un espectáculo vespertino al estilo de "Saturday Night Live". Ese aspecto de producción adulta que presentaba "El show de los Teleñecos", unido a las constantes referencias al pasado, al inconfundible carácter de cada uno de los personajes (el romance imposible entre Gustavo y Peggy, el humor desterrado de los chistes de Fozzy, la heroicidad a prueba de bomba de Gonzo o ese ícono intemporal del rock que es Animal martilleando brutalmente su batería), pero inconfundible para espectadores mayores (como poco) de treinta años, hacen que "Los Muppets" sea una película que puede conducir a los niños al despiste. Igual que la reciente "Los Pitufos" destrozaba las creaciones del dibujante Peyo trasladándolas a un tiempo y un espacio (Nueva York y el siglo XXI) que no eran los suyos pero  adaptándolas a la vez a los "supuestos" gustos infantiles actuales, en "Los Muppets" el espíritu de Jim Henson permanece sin alterar, lo cual es de agradecer.

El espíritu de Jim Henson. La primera sorpresa es encontrar el sello Disney al principio de la película. Resulta que Disney compró Los Muppets en el año 2004 (por lo que leo en Wikipedia, Sesame Street no, eso pertenece a otra compañía). Dos firmas que rivalizaron por el cetro de rey del entretenimiento infantil durante años, ahora dirimen sus diferencias con un cheque del ratón Mickey: como le pasó a Pixar. Así que la paradoja máxima es que "Los Muppets" es una película de Disney que comienza con un corto de Pixar (una maravilla llamada "Small Fry", protagonizada por los personajes de Toy Story y que ya merece el precio de la entrada): Disney ha fagocitado a la competencia: si no les puedes... ¡compra!

Los Teleñecos se juntan de nuevo para salvar su viejo teatro, para luchar contra un especulador (cuando yo era pequeño los malos siempre eran los rusos. Conclusión: se extinguió la Unión Soviética. Ahora el malo de las películas siempre es el capitalismo... O sea, tranquilos, que en un par de décadas esto de la crisis está arreglado y para siempre. Fijo). Dos hermanos que parecen Epi y Blas, solo que Blas se ha hecho humano y ha perdido la mala leche, se ponen en marcha, junto a la rana Gustavo, el líder de los Teleñecos (el propio Jim Henson fue siempre su titiritero: nada casual), para reunir al resto del grupo: como Yul Brinner y Steve McQueen en "Los siete magníficos" de John Sturges. Números musicales de esos que se pone a cantar y bailar hasta el cartero (o Chema el panadero), actores humanos que parecen más ñoños que los muñecos de felpa a los que dan la réplica, cameos como los de Mickey Rooney (¡ahí va!, exclaman las abuelas en el patio de butacas), Whoopi Goldberg (¡anda!, dicen las madres) o Selena Gomez (¡toma!, gritan las hijas: cameos para todas las edades, como se puede comprobar) y los ojitos de Jack Black (representante de las estrellas hollywoodienses que tocan: ¡ay!) como la estrella invitada para el espectáculo con el que piensan recaudar fondos y restaurar su rutilante pasado. Qué más da el guión: nostalgia para cuarentones: esta película no es para los niños de ahora (en la película aparece el programa de éxito para el público infantil de la cadena que va a emitir el show: "Punch Teacher!" es su nombre: el signo de los tiempos), es para aquellos que rieron con las gracias de los Teleñecos.

En los créditos finales se canta el tema que menos nos costó aprender en nuestra infancia: "Maná, Maná": salí del cine el domingo con la canción en la cabeza, tomamos un café en un bar, llegamos a casa, vi "Neds" de Peter Mullan, me acosté y al levantarme por la mañana,... ahí seguía.
A ver a quién le pasa lo mismo:

jueves, febrero 02, 2012

"El cuchitril de Joe", de John Payson

Nosotras llegamos antes y nos marcharemos después. Hemos alquilado este planeta indefinidamente. Las cucarachas treparán por el tallo de las flores que crezcan abonadas por el último cadáver humano.
Esta es la frase con la que amenazan al pobre Joe, atado al suelo de su apartamento como un Gulliver urbanita, las cucarachas que "comparten" piso con él. Dicen, los que saben de catástrofes planetarias, que las cucarachas sobrevivirían a un hipotético holocausto nuclear. No les falta razón. Después de ver esta película, una comedia gamberra a la par que romántica y tremendamente escatológica, en la que el protagonista, Joe (interpretado por Jerry O'Connell), demuestra tener un coeficiente intelectual digno de la sinapsis de la mierda que esparce (en su propio piso: no sé como las cucarachas no se mueren de asco) y recolecta (profesión: recogedor de pastillas de urinario gastadas; bueno, también se dedica a cosechar excrementos animales -guano- en su tiempo libre: un estajanovista de mierda, en fin), mientras que los malotes que quieren echarle de su apartamento (malignos en versión especulador inmobiliario de opereta) tienen pinta de ser incapaces de robarle un caramelo a un niño sin que les trinquen, después de ver esto, digo, las cucarachas parecen unas superdotadas cuando las pones al lado de su vecina especie bípeda. De hecho ellas son lo mejor de la película, una producción de la MTV del año 1996 en la que los efectos de animación todavía se logran mediante técnicas de stop motion y manejo de marionetas. También salen cucarachas de verdad: en los créditos aparece un roach wrangler, Ray Mendez, hábil domador, vaquero que ha conducido su pequeño ganado con antenas en otras películas como "El silencio de los corderos" de Jonathan Demme o  "Creepshow" de George A. Romero (aquel episodio final llamado "La invasión de las cucarachas": "They're Creeping Up On You!", título original más apropiado al estilo Creepshow),  producción de género en la que había una escena con cucarachas que seguro que será inolvidable para cualquiera que haya visto aquella cinta ochentera. Y se me ocurre mencionar un excelente relato de Patricia Highsmith titulado "El observador de caracoles", que resulta muy apropiado para terminar de poner a prueba nuestro amor por el mundo de los insectos, sobre todo si a miles de ellos les da por recorrer nuestra epidermis. Sin embargo al ver "El cuchitril de Joe", el referente más nítido que me ha venido a la memoria en cuanto a cucarachas (Kafka aparte) han sido los cómics de Gilbert Shelton. Sus relatos psicotrópicos de las aventuras de "Los Fabulosos Freak Brothers" y en concreto las del gato de Fat Freddy en el álbum "La guerra de las cucarachas", del año 1986, darán la clave estética certera para el cuchitril de la película. La estética, que no el guión: el mundo underground, lumpen y pasota de las viñetas de Shelton está apenas esbozado en la cinta. Una pena. Eso sí, seguro que verla "fumado", el estado natural del famoso trío de brothers, aumentará automáticamente la puntuación crítica del film.

El que sí parece bastante retratado en la película es el movimiento grunge y no sólo por lo guarro que está todo. Poster de Pearl Jam por aquí, cómic de Peter Bagge por allá. Kurt Cobain ya estaba muerto en el año del estreno de la película, pero la MTV aún le prestaba en aquella época gran atención al estilo musical que "Nirvana" popularizó como ninguna otra banda: el grunge era (y lo sigue siendo) sinónimo de buena música rock. El mismo protagonismo lo tenían "Beavis and Butthead", que persistían como iconos reconocibles de la cadena: irreverente, gamberro, rebelde, juvenil.  You play the guitar on that MTV, cantaban los Dire Straits en "Money for nothing". Money, esa es la clave. El feísmo grunge, su pesimismo autárquico, no es muy rentable en términos económicos, para qué nos vamos a engañar, no anima mucho a ir de compras: debe extinguirse y dejar paso a caminos de gasto desaforado. El anunciante siempre tiene la razón: en 1997 llega el impresionante éxito de las "Spice girls" y todo se va al garete. Peinados caros, maquillaje a toneladas y mucha, mucha ropa de marca. Posh, la spice pija, es el modelo de chica que triunfa y que se lleva al guapo del Manchester United. La MTV arrincona la música y llegan los realitys. Los vídeos musicales, el modelo de canciones con imágenes a emitir durante las 24 horas del día, el concepto sobre el que se fundó la cadena, el soporte en el que habían dado sus pasos cinematográficos primordiales directores de cine tan relevantes como David Fincher, Spike Jonze, Anton Corbijn, Michel Gondry y otros muchos, parece que ya no interesa. Larga vida al Rock&Roll, pero con la música a otra parte. Los guitarrazos entrecortados ya sólo sirven para vender esa gilipollez de ser rebelde mediante el consumo, un mensaje muy eficaz para convertir a los jóvenes sin sueldo en los mayores compradores del planeta: ráscate el bolsillo, papá: el deseo de ser punk pero pasando primero por la sección de moda juvenil de "El corte inglés". En realidad, el deseo de ser famoso y perpetuar el parasitismo vital. Ya lo cantaba Siniestro Total: Yo quiero ser Alaska / ser una pegamoide / follarme a un androide / y quedarme con vuestra pasta. Qué razón tenían.

El primer videoclip que emitió MTV en 1981 fue el famoso "Video killed the radio star", tema del grupo británico "The Buggles". El título no era verdad, quién lo iba a decir. La radio ha sobrevivido y goza de buena salud. Lo que realmente ha muerto..., eso a "The Buggles" ni se le pasó por la cabeza.

domingo, enero 29, 2012

"Mi enemigo íntimo", de Werner Herzog

La asociación artística establecida entre el director Werner Herzog y el actor Klaus Kinski, ha sido una de las más fructíferas, en cuanto al nivel cinematográfico alcanzado, de la historia reciente del cine mundial (historia reciente, dices, cuando ya han pasado más de dos décadas desde su última colaboración, "Cobra verde", del año 1988, las dos décadas, desde 1991, que lleva Klaus Kinski criando malvas, no sé si en California, donde murió, o, cadáver retornado a Dánzig, donde nació, ciudad que ya no se llama así, ni es el territorio mencionado en los libros de historia, el corredor de Dánzig, una de las obsesiones hitlerianas, pero me voy del tema, el tema es que me parece reciente lo que pasó hace mucho tiempo, tiempo exacto que se mide con precisión alemana, en segundos, días y todo eso, pero la memoria es egocéntrica, la memoria del tiempo es relativa y se estira y se encoge como la medida del tiempo en los sueños, y se encoge hasta replegarse por completo en la vejez, "Arrugas", el tremendo cómic de Paco Roca que ahora se ha estrenado como película dirigida por Ignacio Ferreras, ¿para qué?, una redundancia inútil pasar el cómic a fotogramas, pero vuelvo al cine que es la única memoria que no queda sepultada sino que permanece viva en el celuloide: cualquiera que esta noche vea por primera vez una película de Herzog protagonizada por Kinski, me dará la razón: será reciente para él. Con suerte, además, será inolvidable). También es una de las más conocidas por tormentosa, tumultuosa, amor-odio, ni contigo ni sin ti: amantes apasionados siempre peleados. Igual se llevaban fenomenal y todo este asunto de la enemistad no era más que una maniobra publicitaria. Quién sabe.

Al menos tres de sus cinco películas juntos serán obras maestras: "Aguirre, la cólera de dios", "Nosferatu, vampiro de la noche" y "Fitzcarraldo". A Kinski sin Herzog no le recuerdo un nivel semejante. A Herzog sin Kinski, sí: "El enigma de Kaspar Hauser" y "Stroskez": ahora Bruno S. (S de Schleinstein: mejor S.: gracias), antítesis de Kinski: donde todo era gesto ahora es la nada del hieratismo; donde la ira explotaba sin contención en unos ojos enloquecidos ahora hay timidez y ternura en una mirada huidiza: la verborrea frente al silencio; donde había un rubio loco ahora uno moreno, pero loco también. Nadie como Herzog supo explotar caracteres tan antagónicos, cada uno en su película. Pero, ¿y si en la vida privada Klaus Kinski resultaba ser un oasis de cariño y Bruno S. un lunático violento? El espectador no debe juzgar al actor detrás del personaje: el telón, la pantalla y la platea, son una frontera impenetrable a la verdad.

"Mi enemigo íntimo" es un ajuste de cuentas post mortem, una cinta filmada en 1999, 8 años después de la muerte de Kinski. Werner Herzog, que parece dolido por algún apunte de la autobiografía de Klaus Kinski (no será para tanto, sólo le proporciona a Herzog una serie de adjetivos como: miserable, mosca cojonera, rencoroso, envidioso, apestoso, ambicioso, codicioso, maligno, sádico, traidor, chantajista, cobarde y farsante: casi se acaba el diccionario él solo), recorre algunas de las localizaciones en plena selva amazónica que fueron testigo de los rodajes más salvajes y peligrosos que nunca se hayan realizado, poniendo a-la-par-a-parir (mayormente) a su colega Klaus, mediante el sutil método de entrevistarse a sí mismo (mayormente, también). ¿Quién era la víctima? ¿El director que padecía los ataques de rabia de un divo de la actuación, egocéntrico y presuntuoso? ¿El actor que se exponía a escenas rodadas en condiciones penosas de seguridad, condenado durante semanas a la dura vida de la jungla virgen? Herzog se esfuerza en conseguir testimonios que apuntalen su denuncia y los obtiene, pero en casos como los de Claudia Cardinale (en "Fitzcarraldo") o Eva Mattes (en "Woyzeck") no lo tienen tan claro: Klaus Kinski era un romántico, sin duda. Le faltó entrevistar al propio Kinski. Claro, ya no se podía, ya se había muerto: menos mal: quizás en vida de Kinski Herzog no hubiera tenido los ... arrestos suficientes para entrevistarle, ni mucho menos para hacer esta película. Un tipo que fue capaz de filmar su idea descabellada de subir un barco de 300 Tm por una colina embarrada (lo que hizo Werner Herzog en sus películas sudamericanas es un monumento a la voluntad del hombre; díselo a los que ahora hacen cine colocándole a los actores unas mallas negras llenas de lucecitas y pidiéndoles que pongan cara de susto mientras miran a una X en el suelo, que son unos rápidos en un rio, o a una X en el cielo, que es un amanecer lleno de niebla en Machu Picchu; díselo que no se lo van a creer) empleando sogas y poleas, acobardado ante un peso pluma: un tipo flaco, sí, pero temperamental, ojo.
A mí, con sinceridad, me da igual saber quién era bueno cuando se apagaban las luces y la cámara: cada cual tendría sus manías, como todo el mundo (casi todo el mundo, en realidad: la megalomanía sigue estando al alcance de pocos y en menos casos aún se mezcla con genialidad). Lo que no me deja indiferente es el cine que lograron juntos. Nada indiferente.

domingo, enero 22, 2012

"El señor de las moscas", de Peter Brook

¿Qué te llevarías a una isla desierta? Si esa pregunta me la hubieran hecho cuando yo tenía 10 años, mi respuesta podía haber sido, sin mayor extrañeza, que me llevaría la media hora de recreo. Y aquel periodo cotidiano y anómalo, esa ruptura con el poder establecido que se producía a diario y en la que, de modo paradójico, surgían relaciones de poder alternativas a la del aula y la familia, es en el que se encuentran un grupo de escolares ingleses en una remota isla deshabitada del pacífico, en los años de la Segunda Guerra Mundial: un largo recreo sin la presencia castradora de ningún adulto. La rígida educación de los colegios británicos se pulveriza a la vez que quedan hechos trizas sus flamantes uniformes escolares.

Los alumnos del antiguo colegio "San Mateo" de Salamanca no teníamos patio para el recreo. Eran los años de superpoblación infantil del baby boom español de los años 60 y 70 y, en nuestro colegio, el patio suministrado en su construcción sólo daba de sí para que jugaran los parvulitos. El resto, de 6 años en adelante, a la calle a jugar: ni vallas, ni vigilantes, ni reglas: la calle era nuestra. Un tropel de niños, todos varones (el colegio mixto era una rareza en aquellos tiempos), mezcla de edades, se adentraban en un territorio lleno de crueldad y nobleza, de juegos violentos y amistad a prueba de bomba: raro era el día en el que no brotaba la sangre de las rodillas, las rozaduras en las palmas de las manos, los arañazos mezclados con el sudor y el barro en la piel. También, como se ve en la película, se empuñaban palos, se mataban insectos (¡pobre del animalillo que quedara al alcance de esa turba, ya fuera reptil o roedor!), nos empujábamos, nos arrojábamos piedras: grandes rocas que rodaban (el rey de la montaña) ladera abajo en las escombreras del desarrollismo franquista: charcos en invierno, polvo en verano: el barrio en las afueras. Nunca, como entonces, volvimos a estar tan aferrados al aire libre y a la tierra. Ahora se apunta a los videojuegos como uno de los causantes de la violencia infantil. ¡Ay, si vieran cómo pasábamos el rato entonces, que no teníamos maquinitas! Sí, estamos vivos de milagro: cada día una aventura. La inocencia infantil enterrada en el recreo, al lado de otras miles, camposanto de generaciones que se suceden infatigables unas a otras.

Con esos antecedentes (casi criminales), los hechos que se cuentan en la película basada en la novela homónima de William Golding, no deberían sorprender lo más mínimo. ¿Cómo se comportarán unos niños en una isla desierta? Como se cuenta en la película, ni más ni menos. Entre la imitación del adulto (intentos de organización social y jerárquica) y el propio bagaje genético (la tribu y la vuelta a la condición de cazador-recolector de la caverna) se generará un ecosistema donde sólo cuente la supervivencia del más fuerte: la ofrenda de la cabeza del cerdo que es la del propio Piggy, representa al eslabón más débil, al que más recuerda a la civilización dejada atrás. De Robinsón a Kurtz, de Daniel Defoe a Joseph Conrad, en lo profundo sigue habitando la bestia, el salvaje. Se añade el terror impío del cuento infantil, el chantaje emocional para que comas, para que obedezcas, para que te portes bien, una táctica que perdura en el mundo adulto: del infierno dantesco de la religión al drama amenazante del paro: de la negación del contrato social de Rousseau a la instauración de la doctrina del shock de Friedman: del estalinismo totalitario al darwinismo capitalista.

La mirada reprobadora del oficial de marina toca la campana: hay que volver a clase.
No, la película no me sorprende, lo que me sorprende es cuán profundo estaba todo este recuerdo sepultado.

domingo, enero 15, 2012

"Rashomon", de Akira Kurosawa

Aquí, en la puerta de Rashomon, vivía un diablo y dicen que se fue por miedo a los hombres
Rashomon era una de las puertas de la ciudad japonesa de Kioto en la época medieval. Refugio de malhechores, muladar de hombres, inclusa callejera de niños abandonados. Tres hombres se resguardan de la lluvia bajo las magras tejas del pórtico semiderruido y conversan sobre un crimen reciente del cual dos de ellos, un leñador (Takashi Shimura, el inolvidable protagonista de otra de Kurosawa, "Vivir") y un sacerdote (Minoru Chiaki, otro habitual de las películas del director japonés), han sido testigos del juicio.
Un cluedo japonés: ¿quién mató al señor Kanazawa (Masayuki Mori)?
  1. El bandido Tajomaru (Toshiro Mifune: sinónimo de Kurosawa) con su espada después de haber violado a la mujer de Kanazawa (Machiko Kyo; ella y Masayuki Mori también serían pareja protagonista en otra película japonesa mítica, "Cuentos de la luna pálida" de Kenji Mizoguchi).
  2. La señora Kanazawa con una daga, incapaz de soportar la vergüenza implícita en la mirada glacial y acusatoria de su marido.
  3. El propio Kanazawa, suicidado en deshonra, que da testimonio post mortem por boca de una médium en uno de los pasajes más alucinantes de la cinta.
Testigos y acusados aportan sus distintos puntos de vista (me viene a la memoria el libro "Nunca le des la mano a un pistolero zurdo", la novela debut de Benjamín Prado): quién dice la verdad, quién miente. A la vez, en los fotogramas, un genio del cine realiza un catálogo impresionante de ángulos de cámara, de movimientos, de iluminación, de puesta en escena, una lección fundamental de ojo cinematográfico. Una obra maestra.
Toshiro Mifune es un pícaro duende del bosque, un sátiro insaciable lleno de vitalidad, de nuevo bordando el papel de antihéroe, como en "Los siete samuráis", como en "Yojimbo", como en "Sanjuro", arquetipo auténtico del aventurero indómito, de la espada a sueldo que sin embargo acaba siempre sirviendo a la mejor causa. En "Rashomon" la épica se aleja para dejar al descubierto la patética realidad: las espadas tiemblan de miedo en las manos de los guerreros y no hay valor en el combate si no es con un buen trago de saltaparapetos, insuflado en esta ocasión por el rencor de la humillación, un motor poderoso en el espíritu de los cobardes: el egoísmo es el dios único.
Decía Kurosawa que "Rashomon" era una reflexión sobre la vida.
El mundo es un lugar terrible.

lunes, enero 09, 2012

Revista. La Caja de Pandora nº 3 "Especial Asesinos"

(Ilustración de Tomás Serrano para "La Caja de Pandora nº 3")

Infeliz año nuevo, parece decirnos este nuevo número de "La Caja de Pandora", que para su tercera entrega le da un repaso siniestro a un tremebundo zoológico humano de psicópatas asesinos, de cruentos homicidas, de bestias despiadadas de afilado cuchillo y poco reparo a la hora de usarlo.
Páginas y páginas de puñaladas, degüellos, estrangulamientos, balazos y cualquier otra forma imaginable de matar: matar de todo menos de aburrimiento.
Este lunático Licantropunk, desesperado monstruo ávido de celuloide sanguinolento, contribuye con un par de hachazos cinematográficos: "El cebo" de Ladislao Vajda y "Justino, un asesino de la tercera edad" de Santiago Aguilar y Luis Guridi (La Cuadrilla). Pero ojo, que el mango de este hacha (de todas) está sujeto por cuatro manos: Akebono, claro: cómplices en el delito.
Felicidades a todos los que han puesto su esfuerzo e interés en este número: si les pagaran por ello seguro que no lo iban a hacer mejor.

La revista se puede descargar desde aquí.