Hace unos días fuimos al cine a ver esta película. Después de ver "Balada triste de trompeta", máxima aspirante a coleccionar premios Goya en la próxima fiesta (este año puede ser una fiesta pero de las que acaban con una estocada hasta la bola: al director de la academia o a la ministra del ramo) del cine español, jugueteaba (tú porfía pero no apuestes, que decía mi abuelo) con la posibilidad, inducida por la coherencia, de no ver ninguna película española más que se estrenase en el futuro. Ahora resulta que el único coherente es el director de la triste balada, Álex de la Iglesia, y los demás somos unos blandos y unos bocas. Así que de nuevo a poner en la balanza el celuloide patrio, esperando, como siempre, que el espectáculo guste: en este caso no se defraudaron las expectativas. Buena película.
Guión de Paul Laverty, colaborador habitual del director Ken Loach (y pareja de la directora): cine social y realista, indica el prospecto. En el año 2000 se produjeron revueltas populares en Bolivia debido a la privatización del suministro público de agua, decisión que estuvo acompañada de un encarecimiento brutal del recibo: la guerra del agua de Cochabamba: también el agua, se lamenta el pueblo desposeído de toda riqueza: otro expolio más. Sin embargo en esta ocasión el levantamiento triunfó y el gobierno dio marcha atrás (y salimos del cine, llegamos a casa y vemos Egipto en las noticias; "Cuidado, que nos quedamos sin hijos de puta", encabeza su comentario Isaac Rosa en Público; el dictador es un hijo de puta pero es nuestro hijo de puta, el que apacigua nuestro miedo al moro maaaalo con un régimen autoritario de corrupción y pobreza: nos da más miedo una mezquita que una catedral y son la misma cosa).
Los distintos gobernadores que tuvo el Nuevo Mundo, de Cristóbal Colón en adelante (y después de la independencia también, en muchos de los casos) eran unos hijos de puta. Nuestros, claro: la película arrastra muchos complejos de culpa y los pone de manifiesto: mano de obra barata, extras para el rodaje a 2 dolares diarios. Porque la película contiene otra, una histórica: Colón frente a Bartolomé de las Casas: conquista y codicia frente a piedad y denuncia. Metacine: productor y director negociando y peleando por su sueño en fotogramas; egos artísticos buceando en un vaso de whisky y soledad; actores rebeldes y actores malos: la película ante todo que el show debe continuar.
Tres actores excelentes haciendo un gran trabajo: Luis Tosar, Gael García Bernal y Karra Elejalde, pero sobre todo este último: sus apariciones de secundario son de lo mejor de la cinta. La película contiene algunas escenas sobresalientes: el helicóptero transportando la cruz, el ensayo en el jardín después de la comida, las guerrillas urbanas en la ciudad. Y algunas fallidas como la pretendida catarsis popular en la crucifixión de los indios o un abrazo increíble junto a una carabela donde debería haber bastado un sincero apretón de manos: poca cosa, en fin, para que el resultado se pueda ver afectado.
Icíar hizo las Américas y le fue bien. Pero después de ver las cuatro candidatas a mejor película sin duda me quedo con "Buried".
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