martes, julio 30, 2013

"Cautiva", de Brillante Mendoza

El nombre de este director filipino, un nombre tan sonoro y recordable, lleva años asomando desde las publicaciones cinematográficas especializadas: un director festivalero, una procedencia exótica, un asiduo de las carteleras de Cannes o de Berlín. Creo que nunca se había distribuido una película suya en España y ahora surgió la oportunidad en los estrenos del fin de semana: la oportunidad que condujo directa a cierta decepción.

El plantel de actores aparece encabezado por Isabelle Huppert (única referencia posible en un reparto de mayoría filipina), lo que supone un buen augurio: no recuerdo una película en la que intervenga ella (y he visto unas cuantas) que no me haya gustado. Isabelle se va a la selva, por el lado donde a Felipe II le seguía calentando el sol, formando parte de un grupo de rehenes secuestrados por unos terroristas islámicos. Los separatistas de Abu Sayyaf, reclaman la soberanía de una parte de ese archipiélago de más de 7000 islas, habitado por cerca de 100 millones de personas. Los conflictos religiosos y la redefinición de fronteras siguen siendo algunas de las excusas preferidas para no cesar de causar muertos por todo el mundo. El secuestro del extranjero, del occidental que parece un millonario cuando viaja a tierras remotas, debe ser una actividad altamente lucrativa, un método expeditivo de recaudar fondos para alimentar la lucha: las balas cuestan caras. En los créditos finales de la película aparecen los nombres de los tres guardaespaldas que han protegido a Mme. Huppert durante el rodaje en Filipinas, así que el tema no debe ser ninguna broma.

La cinta cuenta la historia de ese cautiverio, más de un año vagabundeando por una isla, en constante movimiento, viviendo en condiciones penosas y sufriendo ataques tanto del ejercito, que no tiene muchos miramientos a la hora de disparar sin distinguir entre guerrilleros o rehenes, como de distintas variedades del síndrome de Estocolmo: el roce (aunque sea un roce muy brusco) hace el cariño. Me recordó (vagamente porque hace muchos años que lo leí) "Noticia de un secuestro" de Gabriel García Márquez, seguramente el último gran libro del premio Nobel, pues Colombia es el país del que más hemos oído hablar de este tipo de sucesos, llevados a cabo por narcotraficantes o las guerrillas de las FARC (el famoso secuestro de Íngrid Betancourt que duró más de seis años) o por delincuentes comunes (la reciente experiencia de los españoles Concepción Marlaska y Ángel Sánchez, un ejemplo recurrente de secuestro express). "Cautiva" también se basa en hechos reales, acontecidos en el año 2000, y si el libro de García Márquez denunciaba los chantajes al poder por parte del cartel de Medellín liderado por el tristemente célebre (qué adjetivo tópico) Pablo Escobar, la película de Brillante Mendoza también parece querer denunciar algo: no se sabe si al gobierno filipino o a los secuestradores. Quizás a ambos.

Entre tiroteos y penurias pasan los días de una trama que (dentro de lo kafkiano de esos conflictos) debe ceñirse a lo esperable, a la noticia del telediario, y a pesar de algún intento del director por aportar detalles personales, sobre todo en cuanto a la relación del hombre con la naturaleza, convivencia necesaria y llevada a cabo entre el enfrentamiento y la armonía (hay una penosa escena malograda por mostrar una especie de flamante ave del paraíso ¡generada por ordenador!), la película se queda en convencional. Al renombrado Brillante Mendoza habrá que buscarle en otra.

sábado, julio 27, 2013

"El ansia", de Tony Scott

Por la senda de hemoglobina bélica y feroz de "Abraham Lincoln: cazador de vampiros", hacia otra historia vampírica, mucho más estilizada y sensual, en esta ocasión: poco tienen que ver una con otra, aparte de la implacable sed de sangre. Tres décadas separan ambas producciones y si "Abraham Lincoln: cazador de vampiros" resulta convencional para la época actual, incluida la transgresión del mito nacional de Lincoln (ya no se respeta nada, es cierto, pero Mel Brooks o Monty Python ya daban abundantes muestras de ello long time ago), "El ansia" (1983) resultó más impactante en su día, tanto como incomprendida: fracaso en taquilla y rechazo de la crítica. A principios de los años ochenta el noir se vuelve blue. Las películas se llenan de atmósferas oníricas ambientadas en grandes estancias atravesadas por largas cortinas blancas mecidas por el viento, en penumbras azuladas espantadas por el vuelo intruso de unas cuantas palomas urbanas, mientras llueve en la calle iluminada de neón y una tenue música electrónica se inserta suavemente en la acción. Cuero negro y gafas de sol para apagar las estrellas de la noche. Ridley Scott, Michael Mann, Adrian Lyne, Alan Parker. La estética cinematográfica que se establece en aquella década para el cine comercial de prestigio es muy reconocible: la new wave lo invade todo: la música, la publicidad, la imagen. Nuevos románticos engullidos por la máquina del tiempo.

Catherine Deneuve, David Bowie y Susan Sarandon. El erotismo que desprende este ménage à trois vampírico es incuestionable, arrebatador, más aún, claro, cuando la ambigüedad de Ziggy Stardust desaparece de escena y las dos actrices, que nunca se han distinguido por su pudor frente a la cámara, prenden fuego a los fotogramas con tanta pasión como elegancia. La vampira Miriam (Catherine Deneuve) busca compañía para mitigar su soledad milenaria. Compañía a cualquier precio, amistad a la fuerza, el amor a las cadenas para una relación de sumisión absoluta: el ansia y la opción de aplacarlo establecen una alegoría directa con los años de la eclosión del SIDA y la adicción a la heroína dominando las calles. El vampiro es un drogadicto y Sarah (Susan Sarandon) escenifica a la perfección el mono del dependiente, el terror compulsivo de la abstinencia. El drogadicto es un esclavo. Miriam y Sarah: Lakmé y Mallika: Catherine Deneuve toca al piano el pasaje del "Dúo de las flores" de la ópera "Lakmé" de Leo Delibes (Tony Scott volvería a utilizar esa melodía, esa canción, en otra escena inolvidable: el duelo verbal entre Dennis Hopper y Christopher Walken en "Amor a quemarropa") y ese momento de sensualidad contenida es suficiente aval para disfrutar de la primera película de Tony Scott, fallecido recientemente, un director que, aunque irregular en los recursos que ponía en escena ("El ansia" tiene un final..., eso, irregular), solía contar con buenos repartos y no tenía por costumbre aburrir al espectador con sus películas. No es poca cosa.

viernes, julio 26, 2013

"Abraham Lincoln: cazador de vampiros", de Timur Bekmambetov

Pues lo que anuncia el título, ni más ni menos: el insigne mandatario, ejemplo inigualable para generaciones venideras, es en realidad un shaolin del hachazo bañado en plata. Cuando escribí sobre "Lincoln", de Steven Spielberg, y "La conspiración", de Robert Redford, películas grandilocuentes (¿qué querrá decir grandilocuente?) y panegíricas (eso sí sé lo que quiere decir: algo sobre el proceso de amasado en la industria panificadora postmoderna) como pocas en cuanto a ensalzar la figura del occiso presidente de Estados Unidos, intuí la posibilidad de que "Abraham Lincoln: cazador de vampiros" fuera el vistazo certero y necesario a la cara oculta de tanta bondad y virtud: no hay yin sin yang.

Y la película no ha decepcionado en absoluto: expresa de modo claro y contundente las verdaderas motivaciones del antiguo presidente, ese liberador de una raza que pasó siglos oprimida por otra: la codicia sin límites de unos monstruos sedientos de sangre, de sanguijuelas humanas que, al parecer, no se extinguieron durante los feroces combates de la Guerra Civil estadounidense. La película no decepciona porque es completamente honesta: enseña lo que pone en el cartel, y el que la vea esperando otra cosa, el que no piense que se mete en un mashup cinematográfico sin prejuicios de ningún tipo, se perderá una película de acción (llamar terror a lo que muestra esta cinta no viene a cuento) estupendamente realizada (combates que recuerdan a "Matrix" de los hermanos Wachowski o a "300" de Zack Snyder) y con la feria del efecto especial generado por ordenador funcionando a todo trapo (excepto en la nariz postiza que le han colocado al protagonista: el empaste se ve a la legua). Sí, Lincoln era eso. No tengo duda alguna.

domingo, julio 14, 2013

"El hipnotista", de Lasse Hallström

Estocolmo, la capital europea más peligrosa (¿dónde quedó el símbolo del estado del bienestar?), un lugar emponzoñado de sangre y violencia, un arrabal de criminalidad a la altura del Poisonville de Dashiell Hammett o el Sin City de Frank Miller. O así se puede pensar si se hace caso a la tramas que el boom de literatura nórdica, género negro venido del frío, ha arrojado a las estanterías más inquietantes de las librerías que aún están por cerrar, un maná literario (los editores y los libreros defienden el best seller como el salvavidas económico que les permite dar salida a los títulos que realmente merecen la pena) iniciado por el éxito tremendo de "Los hombres que no amaban a las mujeres" de Stieg Larsson y a cuya estela se han unido multitud de apellidos escandinavos. Aparte del título mencionado de Larsson, una lectura disfrutada, apenas me he adentrado en otras páginas del aluvión norteño. Se detecta cierta tendencia a introducir personajes superdotados y a mí en lo criminal me gusta el estilo hard boiled: inspectores que tienen que patearse muchas calles y apretar muchas tuercas (qué eufemismo) para solucionar sus casos. Muchas veces ni eso. James Ellroy, Jim Thompson, Raymond Chandler o Ian Rankin, encabezarían ese lista implacable.

"El hipnotista", adaptación de la novela de Lars Kepler, ya nos avanza en el cartel de dónde va a salir el Deus ex Machina que engrase el engranaje judicial. No me resisto a comparar "El hipnotista" con una serie de televisión, otra intriga criminal, también localizada al norte, en Copenhague, "Forbrydelsen", de Søren Sveistrup. ¿Será verdad que el mejor cine de género actual es el que se hace para televisión? Porque es cine, igual, sí, con la ventaja de que desarrollar una historia para la caja tonta no se circunscribe a la duración de un metraje convencional, sino que se puede alargar lo que se crea necesario (siempre y cuando el público responda y la audiencia cubra las expectativas comerciales de las cadenas) y además a las televisiones en los últimos años parece que se les han caído de los ojos las vendas de la censura y la mojigatería. La primera temporada de "Forbrydelsen" (se ha hecho una versión para la televisión estadounidense llamada "The Killing", que no he visto) podría convertirse en una película de una docena de horas y aún así no soltaría al espectador hasta el final: la detective Sarah Lund (Sofie Gråbøl) y la penumbra danesa atrapándote sin remedio. ¿Por qué contar en dos horas lo que puedes contar en trece? Sí, los cines también se despueblan porque las series han despertado: la cartelera atrae más en el prime time del canal privado que en la marquesina del cine amenazado de extinción.

La película de Lasse Hallström (de su carrera se pueden destacar "Las normas de la casa de la sidra" o "Atando cabos"), cineasta emigrado tempranamente a Hollywood y retornado a casa para hacer "El hipnotista", resulta bastante convencional, entretenida, con el aliciente de ver paisajes cubiertos de nieve (me vino a la mente "Fargo" de los hermanos Coen) y gente abrigándose mientras aquí padecemos un asfixiante mes de julio. Apetece mucho darse una vuelta por el norte: hay tanto que ver: Ingmar Bergman, Carl Theodor Dreyer, Aki Kaurismaki, Tomas Alfredson, Lars Von Trier, Gabriel Axel, Thomas Vinterberg, Lukas Moodysson, Nicolas Winding Refn. Un largo viaje.

domingo, julio 07, 2013

"La mejor oferta", de Giuseppe Tornatore

El cine como refugio, oasis, no sólo por la evasión de la mente, inmersa durante un par de horas en vivencias ajenas, sino con el más prosaico fin de escapar del clima: cualquier excusa es buena para ir al cine, esta asfixiante canícula también. Geoffrey Rush dirigido por Guiseppe Tornatore, dice el cartel, y quizás sea la mejor opción de la cartelera: la mejor oferta, tal cual. En mi caso la balanza se inclina por el actor australiano más que por el director italiano. De Tornatore "Cinema Paradiso", sí, aquella hermosa declaración de amor cinéfilo, nostalgia de espectáculo popular, la magia al alcance de todos. Sin embargo se empleaban unos resortes de conexión sentimental con el espectador excesivamente facílones: tan bella como tramposa. En cuanto a Geoffrey Rush, me ha parecido siempre acertado en sus actuaciones. Desde "Shine" de Scott Hicks, el papel que le dio fama mundial, Oscar de por medio, interpretando a un pianista, genio precoz, obsesionado con la música de Rachmaninov. O cuando mostró la sonrisa borrada, el lado menos divertido del gran Peter Sellers en "Llámame Peter" de Stephen Hopkins, o el éxito reciente de "El discurso del rey" de Tom Hopper. Hasta de pirata fantasmagórico (el capitán Hector Barbossa de la saga "Piratas del Caribe" de Gore Verbinski) está bien este tipo. Toda una garantía, en fin.

"La mejor oferta" construye una relación amorosa dominada por la incapacidad de dos personajes para demoler las barreras que han dispuesto ellos mismos a su alrededor, un caparazón infranqueable al que habrá que echarle mucha paciencia para abrirlo. Rush como Virgin Oldman recuerda a Jack Nicholson en "Mejor... imposible" de James L. Brooks, aquel escritor maniático, Melvin, que configuró el arquetipo cinematográfico de la neurosis. Pero el atildado Oldman tiene una faceta sexual mucho más interesante: el fetichismo de retratos femeninos, obras de arte de todos los tiempos que colecciona compulsivamente. Así, el objeto de su deseo, la joven Claire (Sylvia Hoeks), sería la belleza lánguida de una mujer salida de un cuadro, una madonna renacentista, pálida y distante, el último pedazo de "El jardín de los Finzi-Contini" de Vittorio de Sica: la antigüedad, la decadencia, lo extinto. La pintura toma vida, juntos al fin, un encuentro representado en un ambiente de misterio y decrepitud que contrasta con fuerza con otro de lujo y mediocridad. Vaya, realmente estoy disfrutando esta película.

Si la envoltura que el mundo del arte proporciona a la cinta y a ese amor imposible no fuera suficiente, la trama contiene además una intriga realmente buena, una incertidumbre que se va adueñando del público, que intuye que algo va a pasar, que esta historia esconde una amenaza que se va desentrañando lentamente. Qué será, será. Tornatore (written and directed) opta por una solución tan espectacular como rebuscada, un giro que más que atar cabos conduce al espectador directamente hacia la incredulidad y el desconcierto. Y es una pena. La navaja de Ockham nunca está a mano cuando de verdad hace falta (qué bonita es la sencillez, a veces) y yo para ver espectáculos de trileros prefiero ir los domingos al Rastro. Claro que también habrá a quien le parezca un cierre espléndido. Vean y decidan.

lunes, julio 01, 2013

Revista. La Caja de Pandora nº 6 "Políticamente incorrecto"

Desde hoy se puede disfrutar (espero) de la lectura de un nuevo número de la revista "La Caja de Pandora". La clave elegida en esta ocasión para dar cohesión temática a las ciento y pico páginas de las que consta el magacín, es lo políticamente incorrecto, un término que en realidad ya ha tenido gran presencia en los anteriores números de la revista. Así pues, encontrar una película que apunte contra la ortodoxia no ha de ser una tarea difícil: cine y cineastas transgresores, un montón, sí, pero es mi intención que el artículo tenga el ánimo de buscar más lo sutil que lo evidente.

Este pequeño Licantropunk contribuye con un escrito sobre la película "Relámpago sobre agua": el rodaje de los últimos días de Nicholas Ray, colocados en la perspectiva cinematográfica de su amigo y colega, el director alemán Wim Wenders. Fotogramas agónicos, dolorosos, desde los que habrá que escapar veloz en busca de la huella del gran Nick Ray, uno de los cineastas más brillantes de Hollywood durante los años cincuenta y en cuya obra, en lo mejor de ella, se encuentra un rotundo espíritu inconformista y crítico con la sociedad de su tiempo.