martes, mayo 29, 2007

"Yo soy la Juani", de Bigas Luna

Bakalas, chonis, tunning, música máquina, pirulas: mundo solo apto para menores de treinta o mayores acompañados. Las conclusiones son demoledoras: a ellos solo les interesa irse de marcha, el sexo a discreción y ganar pasta para gastársela en que su coche sea el más hortera de todos; a ellas, irse de compras, triunfar al estilo OT y operarse las tetas: demasiados tópicos o quizá sean puñeteras realidades y a mi me pillan algo viejo y trasnochado.
Los retratos generacionales son ejercicios complicados en los que es fácil caer en la generalización cuando realmente se está presentando una porción mínima de la juventud de cualquier época. "Quadrophenia", "Rebelde sin causa", etc: cada cual que elija la suya. Yo me quedo con "Todo es mentira" de Alvaro Fernández Armero y me voy a Cuenca.
El director demuestra tener bastante buena puntería en la elección de los actores: convincentes y entregados, como pasa en todas sus películas. Su filmografía se distingue por potentes actuaciones llevadas al límite con una fuerte carga erótica, que en ocasiones roza la pornografía aunque este no sea el caso. De todas la que más me gustó fue "La teta y la luna" y su apariencia de cuento de amor circense. En "Yo soy la Juani" se atreve a mirar unas cuantas generaciones más abajo, a un mundo que supongo que no frecuentará demasiado pero que le debe atraer por encontrarse más allá del límite de la sociedad bienpensante, un muro por encima del que no se debe mirar sino quieres saber qué hacen en realidad tus hijos cuando salen por la noche. Hipocresía familiar. Aún así, me ha parecido una trama un poco floja.
Pero siendo consecuente con mi idea de que toda película tiene algo aprovechable, en este caso la banda sonora me ha permitido descubrir un estupendo grupo: "Facto Delafé y las Flores Azules".

miércoles, mayo 23, 2007

"Shaolin Soccer", de Stephen Chow

Hay una gran cantidad de películas que giran alrededor del mundo del deporte. La palma se la llevan las producciones americanas e incluso hay algunas bastante buenas como "Un domingo cualquiera", "Carros de fuego" o "Los búfalos de Durham" (dejemos aparte las de boxeo, donde hay auténticas obras maestras: también es un deporte aunque las películas de este genero suelen centrarse en la parte más cruenta del asunto). Viendo alguna de ellas incluso logras entender las reglas tan extrañas que tiene que cumplir un jugador de béisbol o de fútbol americano para marcar un tanto. El saber no ocupa lugar.
Mezclando balompié y la Segunda Guerra Mundial, nada menos, John Huston dirigió en 1981 "Evasión o victoria". A estas alturas, un clásico. El gol que Pelé le marca a los soldados alemanes nos hizo dar un brinco a todo el público que asistía a la proyección: mejor que ver, por lo general, a la selección española. Hace muchísimo que ví esa película en el cine España, un cine que, como tantos otros de esta ciudad, pasó a la historia (lista de cines que había en Salamanca a principio de los 80: Gran Vía, Bretón, Patio de Comedias, España, Coliseum, Taramona, Victoria, Salamanca, Van Dyck, Llorente y alguno más que se me pase: solo queda el Van Dyck). Entonces una película podía estar meses en cartel. Ahora hay 4 multicines, la mayoría en centros comerciales, todos echan las mismas películas para adolescentes y solo uno, Van Dyck, suele tener la película que te interesa. Cierro el arrebato nostálgico.
"Shaolin Soccer" mezcla fútbol y kung-fú, nada menos también. Comedia made in Hong-Kong, por supuesto. Su guión pueril e intrascendente esta adornado por unas espectaculares escenas de pateo de balón: entre "Bola de dragón" y "Campeones" pero no es de dibujos animados. Solo para frikis del césped, el orsait y el esférico... y de Bruce Lee. Fútbol es fútbol.

domingo, mayo 20, 2007

"Hannah y sus hermanas", de Woody Allen

El cine de Woody Allen es un género fílmico por si mismo y esta película, sin duda, es un arquetipo de tal categoría. Comedias que surgen de las vivencias de la clase media-alta neoyorquina, grupos de economía pudiente con inquietudes culturales de vanguardia y que se consideran herederos de los beatnik de mediados del siglo XX, aunque solo sea por la estética. Arquitectos melómanos, economistas poetas, vestidos con jerseys de lana, recorren las galerias buscando cuadros de pintores malditos que queden bien colgados sobre la chimenea de la mansión (54 millones por un Rothko ¿y ese quién es? ¿Rothko Sifredi?). Opera y jazz: la música de los nobles y la música de los esclavos, fagocitadas por bohemios con pasta atrapados en sus contradicciones, eternamente insatisfechos: carne de psicoanalista (en "Match Point" terminarán liandose a tiros, culminando violentamente la necedad de sus ambiciones).
Hay dos películas: la de las tres hermanas y la del personaje interpretado por el director.
Tres hermanas. Mia Farrow, Hannah, ejerce de actriz triunfadora, casada feliz, mientras que sus hermanas han tenido distinta suerte. Las apariencias ocultan la envidia que la situación de Hannah produce en sus hermanas: una de ellas se liará con el marido de Hannah, mientras que la otra escribirá un libro donde desvelará detalles de su vida privada (además de enamorarse del primer marido de Hannah, el propio Woody). Mia Farrow se encontrará en la vida real con un argumento similar al de esta película, solo que el marido no se enamora de una hermana, sino de su propia hija: la realidad que supera todo lo que se te ocurra.
Woody Allen encarna el papel de un estresado productor de televisión (se ha estrenado la serie de televisión "Studio 60" en Canal +, donde se puede comprobar cómo se alcanza un nivel de estrés de grado superlativo trabajando en ese medio). Hipocondriaco y paranoico, iniciará la búsqueda del sentido de la vida (su transición al catolicismo dará lugar a los pasajes cómicos más logrados de la película). El personaje lo repetirá miles de veces pero siempre logrará sorprender (ha dirigido más de 40 películas en 40 años de carrera: vaya marca).
Obra maestra llena de diálogos inteligentes, una de este director de las que no se pueden dejar de ver. Y disfrutar.

domingo, mayo 13, 2007

"Apocalypto", de Mel Gibson

Violento, brutal, sanguinario. ¿El qué? ¿La película o el mundo que se refleja en ella?
Continuamente vemos la imagen de un crucificado: en las cabeceras de las camas, en las aulas de los colegios (ya menos), en los salpicaderos de los coches, en nuestro propio pecho. Nos hemos acostumbrado a esa visión hasta tal punto, nos resulta algo tan natural, que pasamos los ojos sobre ella sin darnos cuenta de lo que en realidad representa: un hombre torturado brutalmente hasta la muerte. Y el castigo era el acostumbrado en el imperio romano que era la imagen de la cultura frente a la barbarie. Solo hay que recordar la escena final de "Espartaco", con la Vía Apia repleta de cruces, para hacerse una idea de como se las gastaban las civilizaciones antiguas (bueno, las modernas no les van a la zaga ¿en qué alelo de nuestra herencia genética figurará la falta absoluta de piedad?).
Asi que si a Mel Gibson se le va la mano con el ketchup, no creo que lo haga para enardecer a los eruditos de las culturas precolombinas, ni que tampoco sea motivo para ello. Se trata más bien de una característica definitoria, de un sello personal que se extiende por toda su filmografía. Recuerdo que antes de ver "Braveheart" ya me advirtieron de que la sangre salpicaba la pantalla y cuando se estrenó "La pasión de Cristo", fueron ríos de tinta los que corrieron durante meses. Solo ha dirigido cuatro películas, pero ha demostrado tener talento como realizador: debajo de la hemoglobina palpita una historia. "Apocalypto" es un viaje al salvajismo primitivo, pero reinvidicando la vida en sintonía con la naturaleza. La vida lejos de ejércitos, sacerdotes, reyezuelos. Tiene una ambientación impecable, muy trabajada (y mucha pasta invertida, claro: se ve en cada fotograma: los escenarios, los maquillajes, el vestuario). El ritmo furibundo de una película de aventuras, que mantiene la tensión hasta el final. Ni siquiera le afecta haber usado el lenguaje maya para los diálogos, lo que obliga a la inmensa mayoría de la platea a tener que leer en la parte baja de la pantalla.
En esta caso, más que en muchos otros, hay que olvidar la personalidad del director, separarla de su obra, no pensar que es un gilipollas, y dejarse llevar por el frenesí de las imágenes. Al fin y al cabo, en su día hizo de Mad Max.