lunes, junio 15, 2020

"Victoria", de Sebastian Schipper

Para acceder al paraíso de los planos secuencia, muchos son los llamados pero pocos los escogidos. De tanto en tanto acontece, que no es poco, un estreno cinematográfico que alardea de su condición de poseer, en todo o en parte, la pirueta técnica del esplendoroso plano secuencia, ese encadenamiento de fotogramas, sin cortes ni pegamento, que presume de atesorar el arcano indescifrable del dominio del Séptimo Arte. Sin embargo, de todo hay en la viña del Señor, y planos secuencia haberlos haylos, pero algunos tan falsos como innecesarios. Ejemplos recientes de ese trampantojo de prestidigitador petulante los encontramos en títulos como "Birdman o (la inesperada virtud de la ignorancia)" de Alejandro González Iñárritu o "1917" de Sam Mendes. Otros, clásicos perdurables, forman parte de la Historia del Cine, como la secuencia inicial de "Sed de mal" de Orson Welles o la firma de Alfred Hitchcock para "La soga", cinta de factura teatral en la que las pequeñas interrupciones de continuidad las provocan la ineludible necesidad de remplazar las bobinas de celuloide. Existían, por tanto, limitaciones tecnológicas que impedían que un plano secuencia genuino alcanzase la longitud de un largometraje.
Así, para el rodaje en el año 2002 de los fabulosos noventa minutos que dura "El arca rusa", el director Aleksandr Sokurov empleó una extraordinaria novedad que acabaría revolucionando los formatos cinematográficos y que fue la de rodar en digital. Como apoyo de almacenamiento se utilizó un enorme disco duro que se transportaba en una mochila, cerquita siempre del infatigable cámara. Sí, en estas películas el que lleva la cámara debe disponer de una buena capacidad cardio-pulmonar, y para las casi dos horas y media del plano secuencia puro de "Victoria", esa importancia individual queda resaltada en el primer nombre que aparece en los créditos: Kamera: Sturla Brandth Grøvlen.
Victoria (impresionante papel de Laia Costa: protagonista absoluta) es una chica española que vive en Berlín y trabaja en una cafetería. Victoria: las ilusiones frustradas de la juventud actual, hiperpreparada y a la vez obligada a abandonar su país para conseguir, no ya trabajar en la profesión que ha elegido y estudiado, sino simplemente ganar un magro sueldo y subsistir. La película comienza con Victoria bailando de madrugada en un tugurio del barrio berlinés de Kreuzberg. Allí conoce a un grupo de amigos que está celebrando un cumpleaños, una peña de macarras de esas de las que te hacen cambiar de acera si los ves venir de frente a las cinco de la mañana. Pero Victoria, harta de estar harta, parece ávida por apuntarse al primer bombardeo que se cruce en su camino. Y eso será la película, un intenso bombardeo, un atracón de adrenalina lleno de verismo y que terminará con una cara de agotamiento absoluto en las caras de sus intérpretes, aspecto que, con bastante seguridad, no ha tenido la menor necesidad de maquillaje. Y el cámara ni te cuento.