miércoles, mayo 26, 2010

"Syndromes and a Century", de Apichatpong Weerasethakul

La obra de este director tailandés ya visitó este blog: su opera prima, el fantástico cadáver exquisito encadenado que es "Mysterious object at noon". El pasado domingo Apichatpong Weerasethakul (repítase tres veces hasta quedarse con el nombre) recibió la Palma de Oro del festival de Cannes por su película "Uncle Boonmee who can recall his past lives", el galardón más prestigioso (posiblemente) del cine mundial. El anuncio de ese premio ha hecho tragar quina a algún crítico de cine (mi ínclito paisano, por ejemplo) famoso por su inquina (precisamente) hacia los directores que empiezan por "A": Abbas, Almodovar... Apichatpong. Así que a la espera de poder ver esa cinta merece la pena consumir otro pedazo de la filmografía de este cineasta, una bala que guardaba en la recámara de mi filmoteca desde hacía tiempo.
"Syndromes and a Century" tiene pinta de comedia de hospital: ni alocada como "MASH", ni petulante como el "Dr. House", sino la sonrisa que surge de escuchar diálogos tranquilos que terminan de modos insólitos. Un pequeño hospital en medio del campo: un monje budista que sueña con manadas de pollitos rencorosos que quieren partirle las piernas; otro monje que le gustaría haber sido DJ de discoteca; médicos militares que no soportan la visión de la sangre; dentistas con vocación de Sinatra; eminencias de la hematología que pretenden curar mediante la imposición de manos (esta escena me recordó el comienzo de "El espejo" de Andréi Tarkovski) y que le dan a la botella de buena mañana: personajes que quieren ser otros personajes y cuya contradicción interna sitúa la tradición enfrente de la modernidad: nostalgia del pasado dominado por la reencarnación, la medicina tradicional, la naturaleza invasora que pasa a ser invadida. El contraste se agudiza mediada la proyección, un ejercicio de estilo que retoma el argumento inicial situándolo en un gran hospital de la ciudad: los males de los pacientes son esencialmente los mismos: enfermedades del alma.
Escenarios abiertos, limpios (recuerda a Theo Angelopoulos aunque sus elipsis son más breves... afortunadamente); pabellones de hospital pulcramente blanqueados de luz artificial; pasillos llenos de ventanales abiertos al verde del exterior: encuadres que buscan insistentemente simetría, armonía geométrica, perfección, un exceso en la puesta en escena para la segunda parte de la película: las prótesis artificiales frente a las orquídeas del jardinero.
Me gustó más el cuento infinito de "Mysterious object at noon", su estructura sorprendente, su gran imaginación, pero cualquiera de las dos servirá para que el espectador ponga en la balanza la obra de este joven director que alcanzó la grandeur el pasado domingo. Merecido, me atrevo a asegurar.

Otra buena noticia para esta semana: Jafar Panahi ha salido de la cárcel.

martes, mayo 18, 2010

"Todos nos llamamos Alí", de Rainer Werner Fassbinder

El miedo devora el alma.
El director rodó esta película en menos de un mes, aprovechando el parón entre dos rodajes (prolífico director, autor hiperactivo: su entrada en imdb muestra 43 títulos dirigidos en 16 años: las drogas que consumía para mantener el ritmo fueron las mismas que le llevaron a la tumba con apenas 37 años: start/stop, la diabólica montaña rusa de la adicción). Cuenta el romance entre una viuda alemana en edad pre-jubilar (impresionante interpretación de Brigitte Mira) y un emigrante marroquí que ha acudido a la llamada del milagro germano, del país arrasado y vencido que no se puede reconstruir por sí mismo por falta de mano de obra nacional: los campos de batalla y los campos de la muerte, la guerra y el exilio (a él lo interpreta El Hedi ben Salem, a la sazón amante de Fassbinder: otra muerte desgraciada ya que se ahorcó en la celda de una cárcel francesa el mismo año, 1982, en el que poco después moriría el director alemán debido a una sobredosis). Esta pareja desigual se conoce una noche en un bar, se van a vivir juntos y después se casan: como tantos otros. Pero estos lo harán contra todo y contra todos: vecinos, familia, compañeros de trabajo: el desprecio al emigrante, ese bulto sospechoso, una condición que se arrastra hasta nuestros días en vez de quedarse anclada en fotogramas de 1974, se suma al escándalo de la señora que se lía con un hombre algunas décadas menor: furor entre sábanas.
Un día se van de vacaciones hartos de estar hartos, huyendo del rechazo. A la vuelta, de forma impensable, todas las barreras se derrumban: la aceptación social, la ausencia de conflictos externos, será sin embargo la que dejará al descubierto la diferencia de edad y los propios prejuicios de cada uno: Fassbinder, mirada poliédrica, incansable búsqueda de sesgo autodestructivo, ausencia total de mojigatería y sobrado afán de provocación, no permite un giro convencional a la trama sino que apura los puntos de vista que ofrece la situación planteada en la cinta. Y así, una peliculita de quince días resulta ser una de las mejores de su filmografía.

jueves, mayo 13, 2010

"Tetsuo, el hombre de hierro", de Shinya Tsukamoto

'Una obra maestra del cyberpunk japonés', anuncia la portada del DVD. Cyberpunk: cibernética y personajes outsider: estética industrial y sociedad underground. La invasión tecnológica a la conquista de la vida común, un virus invasor que amenaza con convertirnos a todos en cacharrería andante: se empezó con un móvil en el bolsillo de la chaqueta y se terminará con uno implantado en el cerebro. Neil Harbisson es el primer cyborg reconocido oficialmente por un gobierno: consiguió que el gobierno británico le permitiese aparecer en la foto de su pasaporte llevando una cámara junto a los ojos, un dispositivo (eyeborg) que le permite escuchar los colores ya que nació con acromatopsia: veo todo en blanco y negro, como le pasaba a Mickey Rourke, el chico de la moto, en "La ley de la calle" de Francis Ford Coppola. Cyborg: cibernética y materia orgánica: hay muchos en el cine: Robocop, Terminator, Eduardo Manostijeras (también), Ash o Bishop en la saga "Alien", Roy Batty en "Blade Runner"... 'La luz que brilla con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo. Y tú has brillado con mucha intensidad, Roy', le dice su padre, el Dr. Eldon Tyrell, intentando consolar al desquiciado replicante.
Una mañana un hombre que está afeitándose descubre un trocito de metal clavado en la cara. No, en realidad sale de la cara, de su interior: Gregorio Samsa postmoderno. La transformación será un proceso doloroso, agónico, pero al final será una condición aceptada: el cyborg es un ser poderoso, una evolución artificial del ser humano hacia un estado superior, la superación de infranqueables barreras y limitaciones: no está nada mal aunque tenga que pasar el resto de su existencia alimentándose metiendo los dedos en un enchufe.
Fábricas abandonadas y túneles del metro, amasijos de cable y de metal, sangre que parece aceite de motor debido al blanco y negro en que está rodada la cinta (un gran acierto que aumenta su condición de película experimental, de cortometraje largo de una hora de duración donde el director lo hace todo -escribir, dirigir, filmar, montar, efectos especiales, actuación- y consigue hacerlo bien), mutaciones y mutilaciones, rollo sexual violento y ambiente claustrofóbico, angustia y ansiedad: Cronenberg, Lynch, Ballard. El rodaje debió ser una proeza: los fotogramas delatan la condición artesanal de la producción: no hay apenas informática en el cine de ciencia ficción de finales de los ochenta. Destaca el stop motion empleado en las escenas en las que los personajes se desplazan por la ciudad o en escenas de transformación o de acción, con mucha influencia manga, como no podía ser de otro modo.
Tetsuo, como el amigo de Kaneda que se vuelve malvado en "Akira", otro gran cyberpunk.
Certifica David-san, consultor particular en escritura japonesa, que el nombre Tetsuo se escribe con los kanji de hierro y de hombre.
O sea, así: 鉄男.
Arigatô. Gracias.

lunes, mayo 10, 2010

"A través de los olivos", de Abbas Kiarostami

A principios de los noventa (del siglo pasado, claro: los ochenta, los noventa, ¿cómo se llama la primera década del siglo XXI? ¿los diez?: pues suena bastante mal) se produjo un terremoto devastador en Irán, el peor de su historia. El director Abbas Kiarostami viaja al norte del país a rodar una película, en realidad una trilogía de la que "A través de los olivos" es la tercera y última: no he visto las dos primeras que, por supuesto, habrá que ver.
Actores reclutados entre los habitantes de la zona: ¿qué sucedería si la pareja que tiene que interpretar el papel de un matrimonio estuviera formada, en la vida real, por dos chicos del pueblo, una joven estudiante y su incansable pretendiente? Ella, una huérfana por causa del terremoto que ahora vive con su abuela. El, un albañil que no tiene una casa que ofrecerle a su pretendida, condición indispensable para que la abuela de ella consienta el enlace: el enamorado pobre con más esperanzas que opciones, como si fuera un personaje sacado de "Las mil y una noches": el humilde muchacho que se quiere casar con la princesa al final del cuento. A toda costa. Ain't no mountain high enough.
El director salta al set de rodaje encarnado en el único actor profesional de la cinta (Mohamad Ali Keshavarz, según los créditos: advierte al espectador de su condición al principio de la película: metacine nada más comenzar), y se pone a alcahuetear, convirtiendo la historia en una posible comedia romántica situada en el país de los ayatolás. Tomas y tomas de la misma escena para un director inasequible al desaliento, lo mismo que Hossein es sordo a las negativas que obtiene en respuesta a sus sueños: la fe inquebrantable del joven es el símbolo del pueblo que logra superar la mayor de las tragedias.
Camionetas que transitan senderos que atraviesan pueblos derruidos, que no desiertos, propiciando conversaciones con aquellos que hallen por el camino. Campos de olivos que se aferran a la tierra, inmunes a temblores, espectadores silenciosos de las vidas de esa curiosa especie bípeda.
Cine que conmueve y que asombra.

sábado, mayo 01, 2010

"Alicia en el País de las Maravillas", de Tim Burton

"¿Alicia? ¿eres tú?", preguntan desconcertados los habitantes de la mente (alucinante, otros dicen que alucinógena) de Lewis Carroll cuando ven aparecer ante ellos a la supuesta niña que les visitó en el siglo XIX y les lanzó a la fama universal. "Te falta tu muchedad", le suelta el sombrerero loco, personaje que parece tonto pero que de tonto no tiene un pelo: se ve a la legua que se la han querido dar con queso: una Alicia de pega. "Te faltó tu muchedad", le diría yo a Tim Burton en el improbable caso de que coincidiéramos en la cola del supermercado. "Tu peor película": eso nunca me atrevería a decírselo, pero lo pienso. Bueno, de aquel infame "El planeta de los simios" que realizó hace unos años también pienso que es su peor película. Empate a malas.
El personaje del cuento que regresa años después al mítico país de sus aventuras, una Alicia veinteañera y casadera (la lamentable escena del principio, la de la petición de mano, ya era un mal augurio: a esas alturas quedaba la esperanza de que Alicia cayera por el hueco del tronco del árbol y empezase la película que habíamos ido a ver, no la que finalmente vimos) cargada de problemas familiares que siempre es mejor que se queden a este lado del espejo. Empezó a recordarme a "Hook" de Steven Spielberg, otra triste revisión de un gran clásico de la literatura infantil (Gran Bretaña debería declararle la guerra a Estados Unidos por haber masacrado sus tesoros literarios), donde Robin Williams interpreta a un patético Peter Pan entrado en años, kilos y dioptrías. Y si en "Hook" una de las máximas preocupaciones fue disimularle la calva al protagonista, en "Alicia el País de las Maravillas" ha sido taparle las vergüenzas a la muchacha después de tanto engrandecimiento y encogimiento corporal: ropa grande, ropa pequeña. Eat me, drink me. Kill me.
Alicia regresa al País de las Maravillas, paisaje tiranizado por la Reina de Corazones, como un mesías salvador: como si fuera Neo en "Matrix" o Aragorn en "El Señor de los Anillos". Y a esta última se me acaba pareciendo la película, los ratos que Morfeo (no el de "Matrix", el otro) me permite abrir un poco los ojos. He leído que se le excusa el bodrio a Tim Burton anteponiendo que se trata de un encargo. De Disney para más inri: la decoración de la Capilla Sixtina también era un encargo a Miguel Angel, pongo por caso. Lo bien hecho bien parece y ya que te pones y te gastas un pastón... Pues eso.
No recomendada para menores de 7 años (qué suerte tienen los puñeteros) pero me cuesta comprender el motivo: algún bicho descabezado (aparte del gato de Cheshire, de las pocas criaturas que mantienen el tipo en este engendro burtoniano) pero ni de lejos es el espectáculo sangriento de "Sweeney Tood" o el truculento (y magnífico) "Sleepy Hollow". Así que si un niño puede ver al surrealista Bob Esponja sin pestañear, también puede ver esta película con menores riesgos psicológicos. Y seguramente la disfrutará mucho.
A Alicia le ha encantado "Alicia", pero los dos hemos pagado lo mismo por la entrada. No es justo.