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sábado, diciembre 28, 2019

"Puñales por la espalda", de Rian Johnson

Los métodos policiales avanzan que es una barbaridad. El nivel técnico actual es tan abrumador a la hora de aprovechar los recursos disponibles para descubrir y catalogar pistas que conduzcan a la detención del –presunto– culpable de un crimen (ver la excelente serie británica “Line of Duty” para hacerse una buena idea del estado del arte), que la pregunta crucial acerca de “Puñales por la espalda” reside en saber si, a estas alturas, es posible plantear una trama detectivesca cuasidecimonónica como las que maquinaban las mentes geniales de autores como Agatha Christie o Arthur Conan Doyle. En ese sentido se puede entender “Puñales por la espalda” como un homenaje a un género perdido, un cluedo postmoderno en el que hasta el nombre del detective protagonista, Benoit Blanc (Daniel Craig), alude a la estirpe del mítico investigador belga Hercule Poirot. Y eso a pesar de tener cara de James Bond millennial
Ana de Armas contempla altiva, desde el balcón de la mansión, reina recién coronada, a la manada wasp que la ha tratado con el disimulado menosprecio que la América blanca más rancia reserva para su mano de obra esclava inmigrante. Así, Rian Johnson emplea también esta cinta para modelar una alegoría de la situación política que atraviesa Estados Unidos en estos tiempos vacuos y ejercer a la vez cierto derecho a la justicia poética, una suerte de victoria moral que, como todas las de esa clase, no sirve para nada. Sin embargo sí puede ser un aval suficiente para que Ana de Armas, actriz cubano-española, consiga figurar en todas las nominaciones a premios que están por llegar, y lo haga por delante de sus compañeras de reparto: el histrionismo siempre al borde de un ataque de nervios de Toni Collette o el aplomo actoral indiscutible de Jamie Lee Curtis.
Al director Rian Johnson lo descubrí en la estupenda “Brick”, aquel sorprendente paseo hard boiled por un instituto de secundaria. Su carrera continuó con éxito por los saltos temporales de “Looper” y, hablando de saltos, el siguiente fue ni más ni menos que al hiperespacio en el “Episodio VIII: Los últimos jedi”.De este modo, habiendo demostrado sobradamente su capacidad como director solvente y guionista original, apuntala su trayectoria en una de un género ausente de cualquier moda o tendencia en boga, una intriga de asesinatos en mansión antigua que en ningún momento huele a naftalina y que reverdece páginas amarillentas de viejas novelas de bolsillo.

domingo, diciembre 31, 2017

"Star Wars: Episodio VIII - Los últimos jedi", de Rian Johnson

El mayor espectáculo cinematográfico del mundo. Las aventuras y desventuras de la familia Skywalker me siguen deslumbrando como la primera vez que tuve ocasión de contemplarlas en una pantalla de cine, lo cual fue hace mucho, mucho tiempo y en una galaxia que ahora parece realmente lejana. Existe una conexión irresistible entre la música de John Williams y mi espina dorsal: apenas dos notas y mi espalda se ve sacudida por escalofríos reconfortantes, anuncios de un esperado retorno a las mejores sensaciones que nunca me haya ofrecido el cine: vuelve la aventura, la épica, la majestuosidad: abróchense los cinturones. Leía hace poco "Eastwood: desde que mi nombre me defiende", estupendo libro de Francisco Reyero en el que se hace un repaso a la trayectoria hispana del actor californiano, a las órdenes del director Sergio Leone, para encarnar al ya mítico hombre sin nombre de la Trilogía del Dólar. En el libro se destaca al compositor Ennio Morricone como pionero en cuanto a dar protagonismo a las bandas sonoras de las películas, en convertirlas en un actor más, y no cabe duda de que John Williams ha logrado ese objetivo con creces en la saga de la Guerra de las Galaxias.
El camino iniciado por J. J. Abrams con "Star Wars: Episodio VII - El despertar de la Fuerza" era alentador. Para este siguiente capítulo se ha elegido a Rian Johnson como director, una decisión acertada. Rian Johnson había escrito y dirigido títulos destacados como "Brick", película que transportaba con éxito los códigos del cine negro a un entorno adolescente, o "Looper", donde Johnson volvía al género negro pero para mezclarlo sabiamente con la ciencia ficción de las paradojas espacio-temporales y la telequinesis. ¿Y no es la telequinesis la manifestación canónica de la Fuerza? Rian Johnson era el nombre.
Dos horas y media de metraje dan para mucho. Dan para que la trama parezca a punto de sepultarse debajo de tanto peluche extraterrestre infantiloide, un vicio de marketing, un peaje de grandes almacenes que la saga ha padecido desde que inventara una nueva línea de negocio cinematográfico basado en las ventas de cualquier producto imaginable que se adornara con personajes de Star Wars: hasta el papel higiénico. Pero no resulta complicado separar esas secuencias del total, cortar en el cerebro ese celuloide desechable y preparar un montaje propio que no rebase las dos horas. Será por tanto la cinta una montaña rusa, altos y bajos. Y los altos lo son mucho. La película puede presumir de alcanzar media docena de clímax argumentales muy potentes a lo largo de la proyección, subidones emocionales que no están al alcance de cualquiera, pero sí de esta singular ópera espacial, drama megalómano que, curiosamente, combate en cada nueva entrega el maniqueísmo que la fundamenta, y en la que aún no se ha entonado el canto final.

miércoles, octubre 09, 2013

"Brick", de Rian Johnson

"Brick" es una película sorprendente: los códigos del cine negro, de la literatura más negra aún (Raymond Chandler, James Ellroy, Dashiell Hammett), puro hard boiled transportado al ecosistema cruel de la High school estadounidense. Sin la menor concesión a la alegría juvenil, al gozo despreocupado de transitar la primavera de la vida, se muestran personajes adolescentes de vuelta de todo: cinismo nihilista frente a la codicia depravada que debería presentarse, sin ser invitada y en cualquier caso, al menos un par de décadas después.

Marlowe grunge, el empaque demoledor de Robert Mitchum encarnado en un chaval con pinta de no matar una mosca. Pero, cuidado, porque los gafitas miopes albergan bastante mala leche tras el cristal: no frotar la lámpara si no se quiere que salga el genio (lo que le pasaba a Clark Kent cuando se introducía en una cabina telefónica o al doctor Bruce Banner cuando alguien lo ponía verde: la transformación la disparan causas ajenas, la conversión es un efecto, la violencia un mal necesario).

Un cadáver en un túnel cercano, chicos malos en la cafetería de la esquina: la Dalia Negra vuelve a estar muerta y Poisonville nunca se ha limpiado. Cuando, rondando los dieciséis, deambulábamos por el barrio, poseíamos un conocimiento exacto de cuáles eran las calles y los portales, de quiénes eran los tipos, de en qué momento debía uno evitar un encuentro y cambiarse de acera. Nunca estuvimos más enterados del mapa del lumpen delictivo que en aquella época en la que conocer el terreno más que necesario era inevitable, así que "Brick" me trae a la memoria una sensación arcana que, ahora, en transito permanente de casa al trabajo y viceversa, se me antoja no vivida: la edad adulta aporta una angustia de supervivencia irreal, difícil de satisfacer, mientras que en aquellos años ajustar cuentas o hacer las paces era mucho más sencillo y eficaz.

Opera prima del director de "Looper", thriller de ciencia ficción sorprendente también, película de hace poco que se quedó sin entrada en el blog. Tendré que volver a verla para rellenar algún hueco... temporal. Joseph Gordon-Levitt protagonizando ambas con siete años de diferencia en los que su porte de tirillas de "Brick" evoluciona hacía un poco probable embrión de Bruce Willis en "Looper". Lo que desde luego se aprecia en las dos es a un interesante director y guionista llamado Rian Johnson, del que habrá que seguir pendiente. ¡Vaya! Me cuenta Internet que también ha dirigido varios episodios de "Breaking Bad", entre ellos el número 14 de la quinta temporada, titulado "Ozymandias", uno que elevan (dicen por ahí, yo aún no lo he visto) al puesto de mejor episodio de la serie. Buena línea para el currículum vítae, sin duda.