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martes, agosto 25, 2015

"Qué extraño llamarse Federico", de Ettore Scola

El título de la película está tomado de los versos de otro Federico, del poema de Lorca "De otro modo": Llegan mis cosas esenciales. / Son estribillos de estribillos. / Entre los juncos y la baja-tarde, ¡qué raro que me llame Federico! El "raro" pasó a ser "strano" en la traducción italiana de los poemas del granadino (com'è strano chiamarsi Federico!) y extrañamente se ha quedado en la vuelta al español del título de la película. Federico y Ettore, nombres raros, les dice una prostituta, que recuerda a Anouk Aimée, a la que la pareja de directores de cine recogen en uno de sus paseos nocturnos en macchina, garbeos insomnes a la caza de conversaciones, de imágenes, de transeúntes fellinianos que sirvieran para construir su mítico imaginario. A mí no me parecen extraños. Federico por supuesto que no, en desuso en todo caso, una más de las denominaciones repudiadas por una modernidad iletrada y mediocre. Y el de Ettore tampoco, curiosamente, sólo sea por las tantas veces que Anna Magnani pronuncia el nombre de su hijo en la magnífica "Mamma Roma" de Pier Paolo Pasolini, alargando entre la resignación y la alegría la e inicial. ¡Eeeettore!
El biopic cinematográfico suele construirse basándose en recuerdos de otros. Se parte del interés por un personaje más o menos conocido, y la recopilación de hechos vitales del mismo desemboca en un retrato firmado que intente desvelar las claves de su existencia. Ettore Scola no ha tenido más necesidad que recurrir a las fuentes de la propia memoria. A propósito del vigésimo aniversario de la muerte de Fellini, Scola, amigo íntimo del gran maestro, desempolva el álbum de fotos, daguerrotipos felices, y elabora un alegre palimpsesto sentimental en el que al grabado ajeno termina superniendo los recortes de la vida de Scola, algo que a la vez que aporta veracidad al informe, lo llena de caracteres subjetivos. El retrato de Federico, el retrato de Ettore. No conozco la obra de Ettore Scola, clásico director de comedias italianas. Me temo que de la cinematografía de aquel país me he dedicado, esencialmente, a devorar títulos de directores cuyo apellido terminaba en "ni": Fellini, Rossellini, Pasolini, Antonioni. Seguro que a Scola también merece la pena descubrirle (bueno, no hay que exagerar, he visto películas de muchos otros directores italianos, películas que me han deslumbrado: De Sica, Visconti, Bertolucci, Moretti, Monicelli, Olmi, Pontecorvo, Garrone, Sorrentino, etc. Italia es uno de los grandes países de la Historia del Cine).
La película arranca con brillantez, los tiempos teñidos de sepia en los que ambos iniciaron sus carreras profesionales trabajando en el semanario satírico "Marc'Aurelio", escuela del chiste mayúsculo del humor gráfico, en la época en que existían publicaciones que vendían cientos de miles de ejemplares y apuntalaban a dibujantes, escritores y sus creaciones de cita semanal, como personajes de máxima popularidad. Buenos tiempos para el papel impreso que ya nunca volverán. El ambiente de la redacción de "Marc'Aurelio" construido por Ettore Scola me recuerda al mostrado por Óscar Aibar en "El gran Vázquez", al dibujado mucho antes por Carlos Giménez en "Los profesionales", o más recientemente por Paco Roca en "El invierno del dibujante": humildes oficinas editoriales rebosantes de creatividad y de ilusión por la sagrada tarea de maquetar las páginas de un periódico. 
Tras esa revisión de la juventud, la película (en la taquilla del cine la clasificaban como documental: no lo parece) se enreda en un vaivén de instantáneas improvisadas, como un anciano senil que desgrana sus recuerdos y al que le resulta, paradójicamente, más sencillo desenredar lo más antiguo. El estudio 5 de Cinecittà donde Fellini realizó la mayoría de sus obras, los ya mencionados paseos nocturnos, las figuras imprescindibles de Marcello Mastroianni y Giulietta Masina, los cinco premios Oscar, su multitudinario funeral. Y pasajes de sus películas: el circo y la melancolía mezclándose para engendrar una alegría de vivir inacabable.