jueves, junio 13, 2019

"Operación Overlord", de Julius Avery

El día 6 de junio se celebró el aniversario de uno de los eventos bélicos más famosos y notorios que hayan tenido lugar: el desembarco de las tropas Aliadas en la península francesa de Normandía en 1944, o, como se conoció por su nombre en clave, la Operación Overlord, golpe de mano que supuso un punto de inflexión en el trayecto de la Segunda Guerra Mundial. Buscando un título cinematográfico propicio para conmemorar la efeméride como un cinéfilo cabal, una de las referencias obvias sería "Salvad al soldado Ryan", de Steven Spielberg. Sería y lo es: disfruté de nuevo de la mejor reconstrucción que se haya realizado nunca en fotogramas de la trampa mortal que supuso para el ejército estadounidense atravesar la playa Omaha en aquella fría mañana de junio: la mejor que se haya realizado nunca y, muy probablemente, la mejor que nunca se realizará: veinte minutos de metraje para la eternidad.
A modo de remate tenía a mano una película que se titula, precisamente, "Operación Overlord", cinta presentada el año pasado en el Festival de Sitges. Teniendo en cuenta la idiosincrasia del certamen, cabía suponer que la parte épica de la jornada histórica enfocada sería reconducida hacía otro género, el fantástico, territorio sin dios ni amo, y muchas veces sin sentido: suposición correcta. La mística elucubrativa que ha acompañado durante décadas a descabelladas teorías sobre oscuros científicos nazis empeñados en experimentos dantescos que condujeran a obtener un superhombre ario invencible, toma protagonismo en la película. La cinta se inicia con una recreación bastante lograda de los arriesgados lanzamientos de paracaidistas sobre suelo francés que tuvieron lugar en la madrugada del día D. Pero superada la mitad de la proyección, el ánimo historicista es desplazado hasta otra ocasión por la imaginación más desbocada. Desde los combates de Cráneo Rojo contra el Capitán América, pasando por los videojuegos para los que "Wolfestein" fue padre innegable, el monstruo nazi (¡Hail Hydra!) ha dado mucho juego a la hora de configurar villanos a los que hay que matar sí o sí. "Operación Overlord" se queda en otra trama más para alimentar esa leyenda negra, un cuento de terror gore atiborrado de maniqueísmo y de tópicos del género.
Pero lo que más me llamó la atención de la película es que el protagonista fuera un soldado de la 101 división aerotransportada de raza negra, mismo color de piel que el del sargento de la compañía. Que yo recuerde, en la de Spielberg aparecen muchos soldados, pero todos de una escrupulosa raza blanca. Y no por racismo, sino por fidelidad histórica. Era escasa la intervención de soldados negros en primera línea de combate en el ejercito USA de la Segunda Guerra Mundial (de no ser por unos pocos batallones formados íntegramente por combatientes afroamericanos), pues eran destinados en su mayoría a tareas auxiliares: cocinas y letrinas: el Buffalo Soldier norteamericano atravesando el racismo galopante de los años 40 en Estados Unidos. Tener como protagonista al bravo soldado Boyce, solo se puede entender como una fantasía más.