Otra princesita para la máquina de escupir merchandising. Las niñas ya no quieren ser princesas, cantaba Joaquín Sabina en los tiempos heroicos (y la canción continuaba diciendo que a los niños les da por perseguir el mar dentro de un vaso de ginebra: versos geniales sobre la perdida de la inocencia: "Pongamos que hablo de Madrid", del disco "Malas compañias" de 1980: ya ha llovido), pero la frase no tiene por qué ser verdadera: muchas sí quieren ser princesas, sobre todo cuando son pequeñas. Y la factoría Disney, ubicua, fortalece ese anhelo y se aprovecha de él en la mayoría de sus producciones: fábrica de sueños para que los padres se rasquen el bolsillo.
"Enredados" es una revisión de "Rapunzel", el antiguo cuento germano sobre una joven de largos cabellos que vive prisionera en una torre y que arroja su melena por la ventana para que un príncipe (azul, claro) la rescate. El resultado es una entretenida mezcolanza de géneros, desde la fantasía al romántico, pasando por el musical y el cine de aventuras, donde no falta la bruja malvada obsesionada con la belleza (trasunto más o menos cercano de Cher, en esta ocasión): tampoco faltará una muerte violenta que ponga fin a sus maldades: otra marca de la casa.
Se abandonan los clásicos acetatos animados, que se utilizaron hasta la reciente "Tiana y el sapo", de Ron Clements y John Musker (me gustó más que "Enredados", al menos en lo que se refiere a los números musicales: toques jazz para una trama localizada en Nueva Orleans), para entregarse por completo a la generación informática de dibujitos tridimensionales, mucho más apropiados, por supuesto, para exprimir la taquilla 3D. Echaré de menos ese modo de animación, una estética que ya no volverá, pero también eché de menos cuando abandonaron los doblajes "latinos", aquellos acentos fantásticos, con el estreno de "La bella y la bestia", de Gary Trousdale y Kirk Wise (en todas estas películas los directores van por parejas, como si les diera miedo ir solos al país de los "dibus"), en 1991 (también llovió desde entonces, incluso nevó). Al final a todo se acostumbra uno. A aburrirse en un cine, no, a eso no nos acostumbraremos nunca. Tampoco ha sido el caso. Y los niños encantados. Bueno, sobre todo las niñas. Esas princesas.