domingo, febrero 27, 2022

"La crónica francesa (del Liberty, Kansas Evening Sun)", de Wes Anderson

Pocos cineastas pueden presumir de tener un sello de autor inconfundible, una estética personal y fácilmente identificable que haya sido confirmada a lo largo de una filmografía sólida e innegociable. Éste sería el caso del director estadounidense Wes Anderson, un nombre que ya es un adjetivo, al adueñarse de un estilo visual único que alcanza todos los aspectos de los fotogramas que genera: desde su reconocible paleta de colores pastel hasta la extenuante minuciosidad artesanal de sus decorados. Para sus guiones suele componer personajes tan atildados en su vestuario como excéntricos en su comportamiento, tan cotidianamente desapasionados como repentinamente intrépidos. Estas características de su mirada y de su escritura se detectan sin problemas al revisar títulos destacados de su trayectoria artística como "Academia Rushmore", "Moonrise Kingdom", "Los Tenenbaums", "El Gran Hotel Budapest" o "Fantastic Mr. Fox". Gran director.

La última película de Anderson se autoproclama como homenaje a la profesión de periodista, en concreto a los reporteros que, a lo largo del siglo XX, instauraron firmas de prestigio en revistas refinadas como "The New Yorker". Para ello, construye una trama episódica alrededor de la corresponsalía francesa de un periódico de Kansas, conformando varias historias o relatos sueltos como los que uno se puede encontrar en cualquier suplemento dominical. Sin embargo, la ubicación de las crónicas en Francia fuerza que el homenaje se realice, en realidad, a la cultura francesa, esa a la que Wes Anderson, como buen norteamericano, delata una admiración indisimulable. El director de Houston, Texas, tampoco puede ocultar su condición de cineasta "de línea clara", convirtiendo Angulema, capital francesa del cómic, en la localización de rodaje de su película, transformándola en la ficticia ciudad de Ennui-sur-Bláse. El cine de Tati, de Truffaut, de Godard, el Mayo del 68, el film noir, las vanguardias artísticas, l'amour fou y hasta la gastronomía gala tienen espacio en "La crónica francesa".

Demasiado parece querer abarcar Wes Anderson en esta cinta, tan abarrotada que acaba por resultar inabarcable: tres (o más) películas en una, disparadas sin pausa y sin piedad hacia el espectador. Un factor novedoso en ésta es el empleo del blanco y negro para algunas partes del metraje, un detalle cromático nunca visto antes en su filmografía (que yo recuerde) y que por inesperada distrae más que apuntala. Decenas de rostros conocidos, muchos de ellos habituales en la historias de Anderson, hacen pensar que se cotiza la posibilidad de salir en sus películas, aunque sea brevemente: mucho talento junto pero en esta ocasión tanto como aparentemente desaprovechado. Sea así que, "La crónica francesa", termina siendo un soufflé tan crecido que llega a reventar, me temo, mon ami.

domingo, febrero 20, 2022

"El poder del perro", de Jane Campion


Hace poco argumentaba, desde mis modestas posibilidades argumentales, si "Río Grande" de John Ford, reconocido western clásico, era o no precisamente eso, un western. Sobre "El poder del perro", gran favorita para los premios Oscar que están al caer, he oído y leído opiniones en las que se polemizaba sobre idéntica cuestión, es decir, encuadrar la cinta nítidamente en el género de referencia o llevarla al cajón de inclasificables junto a otros ejemplos como "Johnny Guitar" de Nicholas Ray, "Dead Man" de Jim Jarmusch, "El topo" de Alejando Jodorowsky y un largo etcétera. Hace muchos años, décadas en realidad, escuché a no sé cuál crítico cinematográfico que el western es la venganza. Punto. Entonces, respetando ese axioma, "El poder del perro" es puro western, tan extremo, tan alejado hacia el oeste, que llega a cruzar el océano Pacífico: un rótulo de la película proporciona la localización y el año del drama: "Montana, 1925", pero hasta el último fotograma del metraje ha sido rodado en Nueva Zelanda, tierra natal de Jane Campion (otro western moderno también fue rodado íntegramente en ese país, "Slow West" de John Maclean: ¿será Nueva Zelanda una nueva meca del cine? Del western se llega al eastern).

Una vez establecida la característica primordial de la película, habrá que demolerla: pederastia, complejo de Edipo, muerte por veneno, epicureísmo y estoicismo, misantropía y misoginia, vanidad intelectual y literatura clásica. El afinado e inteligente guion de Jane Campion se da una vuelta alegórica por la antigua Grecia, mostrando relaciones masculinas entre maestro y pupilo que ahora serían inaceptables pero que en el periodo arcaico se consideraban honorables y enriquecedoras, así como era predominante entonces el menosprecio hacia la figura de la mujer, apartada de los círculos intelectuales y únicamente habilitada para tareas religiosas (ni siquiera podían encarnar papeles en el teatro, donde eran hombres los que interpretaban a los personajes femeninos: Medea era él).

Western griego rodado en Nueva Zelanda, por tanto. Gran película en cualquier caso, merecedora de todos los galardones que se le quieran otorgar y que en ese sentido puede ser la obra, producida y distribuida por Netflix, que al fin consiga torcer el brazo de los académicos de Hollywood hacía el reconocimiento del cine generado por las plataformas de video bajo demanda, forma de consumo audiovisual que domina el panorama de hoy en día y para la que la batalla del público fue ganada hace ya mucho tiempo. Porque de lo que no hay ninguna duda sobre "El poder del perro" es de que es cine. Y Cine con mayúsculas.