miércoles, julio 31, 2019

"Toy Story 4", de Josh Cooley

¿Cómo cargarse una trilogía redonda, completada en su día de una forma brillante? Pues realizando una cuarta parte totalmente innecesaria. Pocas veces un tercer episodio fue el mejor de una trilogía cinematográfica: así fue con "Toy Story 3". Para la "Trilogía del dólar" de Sergio Leone también, con "El bueno, el feo y el malo", aunque no sabría si ponerla detrás de "Por un puñado de dólares", la primera entrega: a la par al menos (sí, el enlace que he puesto para "Por un puñado de dólares" lleva a "Yojimbo" de Akira Kurosawa, pero ya debería usted saber que son la misma película: si no lo sabía, lea el texto). En el caso de la "Trilogía del corazón dorado" de Lars Von Trier, sí pienso que la tercera, "Bailar en la oscuridad" es la mejor, aunque he de suponer que la mayoría opinará que ese lugar más alto del pódium lo debe ocupar "Rompiendo las olas": no en mi nombre. Y por completar una trilogía de trilogías de referencia para "Toy Story", que dispongan de un tercer capítulo sobresaliente, propongo la "Trilogía del Señor de los Anillos" de Peter Jackson y su "El retorno del Rey": para ésta no hay entrada en el blog porque Licantropunk no había nacido aún, pero tengan claro que disfruté intensamente de su Batalla de los Campos de Pelennor: en realidad, las tres partes de aquella magistral saga me parecieron magníficas. Y sí, "Toy Story", por supuesto, merecía ser considerada una de las mejores trilogías de la Historia del cine. Ya no.
Nueve años después del broche esplendido que fue "Toy Story 3", la máquina de escupir merchandising se pone a trabajar a todo vapor: atrapar a una nueva generación juguetera, pero sobre todo a padres dispuestos a gastarse el dinero en el capricho fortuito de un niño atiborrado de cacharros. Sin embargo la moraleja que la cinta procura engendrar será otra (como ya intentaba lograr otra película alrededor del mundo juguetero, "La Lego película"): propiciar que nuestros tiernos infantes fabriquen su propios juguetes: imaginación y reciclaje: potenciar el vínculo afectivo sobre el posesivo, fantasear en vez de tanto acaparar. El mensaje, sin embargo, no podrá ser más contradictorio para el ánimo consumista que dirige a la compañía Disney y le confiere carácter de multinacional ubicua en el negocio del entretenimiento: miré en derredor y todo lo que contemplé pertenecía a un ratón sonriente que llevaba guantes y vestía pantalón corto.
Woody, indómito cowboy, busca nuevos horizontes: la vida aventurera del juguete que va de mano en mano, siempre de paso, ronin sin señor, mercenario al servicio de un amo distinto con cada nuevo amanecer: la fuga constante del destino patético de ser un juguete abandonado. Hay un amigo en mí, cuando eches a volar y, tal vez, añores tu dulce hogar.

lunes, julio 29, 2019

"Spider-man: lejos de casa", de Jon Watts

El Grand Tour. Las clases pudientes anglosajonas tenían la costumbre, en siglos pasados, de enviar a sus retoños de viaje por Europa cuando estos alcanzaban la mayoría de edad (una cifra que era algo superior a la actual: la irresponsabilidad de ser responsable de tus actos presenta una alarmante tendencia a descender en cuanto a los cumpleaños requeridos para ello). De este modo se consideraba que completaban su formación personal, tanto en idiomas como en experiencias vitales; itinerarios lentos que permitían atesorar sin problemas el recuerdo del paisaje y que propiciaban etapas en las que se visitaban sin prisa vetustas ciudades que alguna vez fueron capitales de grandes imperios: antiguas poblaciones monumentales, esencialmente de Italia, Francia y Centroeuropa, si bien alguno de estos viajeros tuvo el "valor" de incluir España en su trayecto, como fue el conocido caso de Washington Irving y su inmortal paso por Granada en 1829.
Peter Parker, excelente estudiante, también merece su Grand Tour, su viaje de fin de curso, aunque hoy en día realizar el salto transoceánico se ha vuelto un trámite anodino y falto de emoción (más allá de padecer jet lag o de que te pierdan las maletas) y el único romanticismo lo aporta la ocasión de pasar más tiempo con aquella chica del pupitre de atrás que te ha traído de cabeza todo el año académico. Coleccionar amores, coleccionar selfies: la vacuidad mediocre que configura el carácter moderno.
El recorrido por Venecia, Praga o Londres (catálogo de metrópolis transformadas en parques temáticos en las que el mayor riesgo es que acaben sepultadas por el peso de tanto turista indocumentado), sirve de excusa a los estudios Marvel para que el Hombre Araña se haga hombre de verdad, recoja la extinta antorcha de los Vengadores (apagada sin reparo en "Vengadores: Endgame") y, ante todo, Tom Holland tome ya el testigo de Robert Downey Jr. como la cara reconocible de una de las franquicias más exitosas y rentables que se haya rodado nunca: que el peso de la taquilla por venir recaiga sobre tus jóvenes hombros. Menos samba y más trabajar.