domingo, noviembre 30, 2008

"El amigo americano", de Wim Wenders

Te queda poco tiempo de vida y recibes una oferta que no puedes rechazar. I'll make him an offer he can't refuse. Una gran suma de dinero a cambio de cometer un crimen: la oportunidad de arreglar la herencia de tus deudos. Qué más te da, si te quedan dos cortes de pelo. Pero ¿qué es más atractivo en la motivación de un hombre corriente a la hora de decidir la firma de ese contrato mefistotélico? ¿la recompensa o la posibilidad real de atravesar el límite, de rebasar la frontera que delimita al hombre honesto del delincuente? Atragantarse con el mordisco jugoso de la fruta prohibida. It's better to burn out than to fade away, como decía el Kurgan en "Los inmortales". Mejor quemarse que consumirse.
A Tom Ripley, el personaje creado por Patricia Highsmith lo han interpretado grandes actores: Alain Delon, John Malkovich, Dennis Hopper, Matt Damon. El papel de Dennis Hopper es el que más se aleja de la forma que le ha dado el resto. El menos elegante, atildado, seductor. El más alocado, colgado (eso seguro), salvaje. Con su mono de trabajo y su sombrero de cowboy. El que más me gusta.
Retrato de Europa en construcción, primera generación de posguerra. Las nuevas construcciones junto al Sena, flamantes y modernas, contrastan con la decrepitud del puerto de Hamburgo: vencedores y vencidos. El amigo americano, omnipresente en esa reconstrucción europea, es el invitado que lleva una semana acostándose en tu casa, en el sofá cama del cuarto de invitados y que te sonríe pícaramente con el conocimiento cierto de que en realidad la casa, el cuarto y el sofá cama son suyos. Europa vendida a los usamericanos, al amigo americano.
Las casas del puerto, resquebrajadas y ruinosas, llenan la atmósfera de colores desvaídos configurando una estética reconocible, llena de melancolía, marca de autor. Pero la cinta no aporta sólo metáforas históricas, también una intriga criminal plena de suspense y tensión. El anodino Zimmermann (gran Bruno Ganz) sale de su taller de enmarcar cuadros y se sumerge en su brutal destino y, de paso, hará un amigo.

domingo, noviembre 23, 2008

"Ararat", de Atom Egoyan

Las circunstancias del rodaje de una película histórica pondrán en relación el drama que se está filmando y las vidas de las personas que participan en la realización del mismo: armenios que se asoman, encaramados al odio de las historias que han escuchado desde la niñez, a la tragedia del origen de su exilio: la violenta matanza que desencadenó la diáspora de su pueblo. El genocidio armenio.
El propio director, descendiente de armenios, formará parte de su guión en el personaje de Edward Saroyan (interpretado por Charles Aznavour, francés de padres armenios: su canción Ils sont tombés evoca a los muertos del genocidio). Exorcizar los demonios familiares, los odios ancestrales que se incorporan al código genético durante generaciones. En la película cobra protagonismo la figura del pintor Arshile Gorky, que vivió los hechos y cuya obra "El artista y su madre" es símbolo del doloroso recuerdo. Las manos inacabadas o borradas. Manos de madre muerta de hambre, de sufrimiento: el detalle más lacerante.
Llamar o no genocidio a la muerte de más de un millón de armenios es cuestión de debate. Los agresores defienden que lo sucedido fue una acción de guerra; los agredidos piensan que fue un intento de exterminio: el intento premeditado de acabar con una etnia que había vivido durante milenios al este de Anatolia. Ambas partes tenían el mismo pasaporte (turcos todos ellos), pero distinta religión. El sempiterno leitmotiv de la más grandes barbaridades de la historia de la humanidad.
Durante la Primera Guerra Mundial, el Imperio Otomano está perdiendo su batalla en el frente oriental. Rusia, al otro lado de la frontera, promueve el nacionalismo armenio que lleva ya décadas enfrentado al poder central turco. Conseguir un aliado afín no tiene precio en tiempos de guerra. Así, la excusa de la amenaza de una quinta columna, será el detonante de la matanza. Primero la desmovilización de todos los soldados armenios del ejercito otomano; segundo la detención de las élites; tercero la deportación. Todos los pasos llevados a cabo con la mayor violencia posible, con el propósito de lograr una rebelión: la justificación del ataque implacable del ejercito, como si el genocidio con atenuante de defensa propia fuera menos genocidio. Campos de concentración, exilio masivo, torturas y violaciones. Desolación y muerte.
Alemania es la única nación que ha reconocido haber realizado un genocidio sobre su propio pueblo. Será porque fue derrotada hasta las cenizas. Turquía niega el suyo. Y España...

domingo, noviembre 16, 2008

"Calles de fuego", de Walter Hill

Una fábula de rock n' roll.
Leía "Chamamé", la espléndida novela del argentino Leonardo Oyola, una road novel salvaje y vertiginosa sobre dos delincuentes brutales y su suicida carrera sin redención. En un pasaje uno de ellos decide tatuarse una frase en el antebrazo: A ningún lado, ya, traducción certera de Nowhere Fast, el título de la canción que aparece al comienzo de "Calles de fuego". Encontrarme el homenaje a la película de Walter Hill me dejó sin aliento. Pensaba que yo era el único flipado de este mundo que situaba esa película en la propia lista de culto y no, resulta que Manuel "Perro" Ovejero, un delincuente homicida, terror del asfalto y amante del rock n' roll, tiene los mismos gustos que yo. Hay que ver. Supongo que la película también le gusta al escritor de la novela, ya que la menciona. Es fácil establecer paralelismos entre la novela y el film: el mencionado "Perro" encaja en el papel de Tom Cody y su amistad peligrosa, Noé "El Pastor" (ese sorete, como le llama continuamente: en Argentina se usa para calificar a una persona de baja moral, despreciable; bueno,también significa mierda), sería sin duda el psicopata Raven Shaddock. Y si para ver la película en idioma original pongo subtítulos, también me habrían hecho falta para leer la novela y entender con soltura su banda escrita (sí, el argentino es un idioma distinto del castellano; la novela da prueba de ello).
En "Calles de fuego" Raven Shaddock (Willem Dafoe) secuestra a la cantante Ellen Aim (impresionante Diane Lane de 19 años). Un mero capricho: dos semanas de amor loco y después a secuestrar a otra. El suceso provoca el retorno de Tom Cody (interpretado por Michael Paré, un notable actor que pasó a la historia, no así sus dos compañeros de reparto que han mantenido un gran nivel en su carrera), antiguo novio de la cantante, perfecto tipo duro: el héroe con mirada de cowboy que se enfrentará al enloquecido motero rocker. Estética cincuentera que domina al completo la puesta en escena: rockabilly, tupés, teddy girls, motos custom, hells angels, grupos motown. Mucha música, incluidos los acordes de la guitarra de Ry Cooder prolongando en un vacío de vértigo la vibración de la cuerda: el momento del reencuentro. Y por encima de todo un romance. A true romance.
Mítica.

Otro gran Nowhere Fast:

sábado, noviembre 08, 2008

"El sur", de Victor Erice

"El sur" termina con Estrella (Icíar Bollaín) introduciendo en una maleta sus objetos más queridos: el péndulo de su padre (Omero Antonutti), la caja de puros con las estampas andaluzas (el sur protagonista de la cinta: la nostalgia aniquiladora) y un enigmático recibo de una conferencia telefónica: la última llamada del suicida. Espera un taxi que la lleve a la estación de trenes y así iniciar un viaje al pasado de su padre, a la tierra de la juventud de éste, a los motivos que han hecho que se pegue un tiro. Un viaje hacia el sur. Y aquí llega el final de la proyección. Acompañando en su melancolía al difunto Agustín Arenas, el espectador, abatido a fotogramas, vencido por el buen cine, contempla satisfecho la aparición de los títulos de crédito. Obra maestra.
Sin embargo, en esta ocasión, al fin del programa le sucede una entrevista realizada a Víctor Erice. Relata el director, con cierta pena a pesar de los años pasados (25), que la película permanece inacabada. De los días planificados de rodaje, sólo se alcanzó la mitad de ellos. El productor, Elias Querejeta, se presenta en Santo Domingo de la Calzada (el rodaje tiene varias localizaciones: Zamora, Ezcaray, Estella, etc.) y le comunica al director que hay que dar por finalizado el rodaje con el material que se ha rodado hasta el momento. La puta pela. Eso sí, acuerdan montar una primera versión y más adelante finalizar la copia definitiva. La historia según la marca el guión: pacto de caballeros. Tras la participación en Cannes y el éxito de su estreno en España, el productor se desdice. Mejor no tocar, a ver si nos la vamos a cargar. El autor traicionado.
Cuenta Víctor Erice, en una maravillosa sucesión de spoilers de una proyección imaginaria, cómo era el deseado retorno al sur. La hija encontró bajo la almohada de su cama el péndulo de su padre como el encargo póstumo de realizar el viaje de retorno que él nunca se atrevió a llevar a cabo. En Carmona, tierra de su familia paterna, Estrella descubrirá a su oculto hermanastro Octavio, fruto del romance de su padre con la actriz Irene Ríos, y surgirá entre ambos un cierto amor incestuoso: el fin de "El sur" será un cierre de puertas entornadas, una atadura de cabos sueltos. El joven ha sido educado por un tío que iba a interpretar Fernando Fernán Gómez, en lo que se supone que sería otro gran papel del ya mítico actor. Suponer, porque la emoción que emplea el director al contar lo que no fue, es tan grande, tan buenas y meditadas sus explicaciones, que al espectador no le quedará más remedio que pensar, al final de la charla, que sí, que ha visto "El sur" acabado. El montaje del director que nunca fue rodado.
Genuino momento cinéfilo.

sábado, noviembre 01, 2008

"Z", de Costa Gavras

Cine político. Un diputado de izquierdas (interpretado por Yves Montand) es asesinado a la salida de un mitin. Los poderes fácticos (¿qué narices significará fáctico?) ven en la figura de ese político, que habla de libertad y pacifismo, un riesgo, un ataque a sus privilegios adquiridos a través de la imposición, del terror: propaganda y mano dura para perpetuarse en el poder.
La película es del año 1969 y está llena de espíritu sesentayochista. Al principio cuesta situar la trama en un país determinado. Europeo, seguro. A primera idea Francia, sólo sea por el idioma de la película, o incluso España, ya que el guionista es Jorge Semprún: en ambos países podría darse fácilmente un magnicidio de esas características en aquellos años. Pero la nacionalidad del director y las referencias a la monarquía (incluso la típica foto de despacho oficial: un rey y una reina, aunque sus rostros tapados por el intencionado reflejo de un foco) desvelan que el atentado se produce en Grecia.
Así, la película está basada en un suceso real: el político asesinado es Gregoris Lambrakis, lider del movimiento pacifista griego. En aquel tiempo los militares de ultraderecha tenían mucho poder (pocos años después se iniciaría una dictadura militar, aquella que terminó llevando al exilio a Constantino, el hermano de la reina Sofía) y veían todos los ismos (socialismo, comunismo, pacifismo, anarquismo) como una plaga que había que exterminar. En concreto la plaga del oidio, un hongo que ataca las viñas y que, de forma muy didáctica, se muestra a un grupo de militares al principio de la película cómo se combate. El oidio. Casual.
Dos matones de lumpen montados en un motocarro al que llaman el "kamikaze" irrumpen entre la multitud y, sin detener el vehículo, golpean con una porra en la cabeza del diputado que morirá en un hospital pocos días después. La investigación posterior destapará una trama urdida entre grupos de ultraderecha, militares conservadores, policías corruptos y jueces marioneta. La maestría del director convierte la trama en una sátira descarnada del proceso policial y judicial en el que se afirma la imposibilidad de alcanzar cualquier clase de justicia. Los tentáculos del poder alcanzan cualquier rincón y sus cloacas llegan a todo y a todos.
Hope
, proclama Barack Obama, invadiendo con esa pretendida consigna revolucionaria las pantallas de los televidentes, a golpe de talonario, claro. El discurso dialéctico de dos candidatos reducido a que uno quiere aumentar los impuestos y el otro reducir el gasto. Poco más. Si a Obama lo asesinaran antes del martes no creo que fuera por sus ideales, como le sucedió a Lambrakis, si no por motivos aún más estupidos: el color de su piel (si a Obama se lo cargan mañana, yo no tengo nada que ver, que conste; es más, ojalá gane).
La película se aleja de los parlamentos y las tribunas para mostrar la política de calle, el poder del mensaje directo. Las masas enfervorecidas, de uno otro bando, que se lían a golpes ante la pasividad policial: la dialéctica de los puños. El candidato convertido en héroe del pueblo, que sabe que se la juega en cada frase, en cada gesto, que se encamina hacía la muerte en una plaza sin escoltas ni defensas. El mártir inevitable.
Indispensable película.

El significado del título: the large Z, referring to the popular Greek protest slogan "Ζει" meaning "he (Lambrakis) lives."