domingo, noviembre 07, 2021

"Madres paralelas", de Pedro Almodóvar

'Sí, voy a ser mamá, voy a tener un bebé, para jugar con él, para explotarlo bien', cantaba Pedro Almodóvar en la televisión en el año 1983, formando insólito dúo bizarro, feriante y carnavalero junto a Fabio McNamara. Aquella actuación libertaria y cachonda no hay motivo para identificarla con una declaración de intenciones vitales, pero cierto es que el personaje de la madre, como carácter genérico, ha estado muy presente en la trayectoria cinematográfica del director manchego. Tanto es así que muchos de sus mayores éxitos, incluyendo dos premios Oscar, han tenido a la maternidad, en cuanto a sus circunstancias y su influencia en la vida de cualquiera, como leitmotiv de las tramas: "Todo sobre mi madre", "Hable con ella", "Volver", "Dolor y gloria". En ese sentido, "Madres paralelas" sería la eclosión de ese impulso anunciado en plena Movida de querer ser madre. Y por partida doble, además.

Las confusiones en las áreas de maternidad de los hospitales propician que se sacudan genealogías y se alteren estirpes familiares de modo incógnito. Sin embargo puede surgir la sospecha, desde ella pasar a la certeza (vía moderna del análisis de ADN) y, por último, optar por consolidar el secreto familiar o desatar el drama de enderezar el entuerto de los bebés intercambiados. Almodóvar opta por ambos caminos y al espectador le cuesta empatizar emocionalmente con la situación planteada. Los diálogos en esta ocasión aparecen artificiales y fríos, de modo que este portentoso director de actrices no logra el punto sentimental deseable: melodrama desangelado, por mucho que Penélope Cruz intente potenciar (que siempre le sale muy bien) el aspecto costumbrista de la puesta en escena: ella y Aitana Sánchez-Gijón serán lo mejor de un reparto que no convence.

Madres paralelas, tramas paralelas. Por el metraje discurre otro asunto, un tema que toma relieve en el prólogo y en el epílogo de la cinta, y que se centra en las fosas comunes llenas de cadáveres de los ejecutados por parte del bando golpista de la Guerra Civil y que aún no han sido desenterrados de las cunetas para ser depositados en una sepultura digna. Y es en este segundo conflicto planteado por la película donde peor se comporta el guion y la puesta en escena, dando una impresión pobre de secuencias improvisadas o, cuando menos, no suficientemente trabajadas. Quizás se intentó dar un mensaje político por encima del propiamente artístico que se le presupone a un cineasta consagrado como Almodóvar: sentidos forzados que suelen salir fatal y, así, desnaturalizar el resultado de un filme que en ninguna de sus facetas consigue destacar: ni mueve, ni conmueve.