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domingo, septiembre 25, 2016

"The Purge: La noche de las bestias", de James DeMonaco

Entre las 19:00 del día 21 de marzo y las 7:00 del día 22 de marzo, en ese intervalo de 12 horas, cualquier crimen será legal, y por tanto no se producirá ninguna detención o enjuiciamiento de los ciudadanos que decidan ejercer actos violentos sobre el resto de la población. Se podrá emplear el tipo de armamento que se desee, exceptuando explosivos, bazucas, granadas, o cualquier otro arma de poder destructor superior. Durante ese tiempo, los servicios de emergencia estatales, como son bomberos, policías o ambulancias, estarán desactivados. Esta es la premisa sobre la que se asienta la trama de "The Purge", la abolición temporal del contrato social de Rousseau, del orden establecido, del imperio de la ley, una cláusula al margen de la constitución estadounidense para un futuro cercano.
La película asegura que, gracias a ese desenfreno violento del vecino contra el vecino, el "Duelo a garrotazos" de Goya en versión yanqui, el país ha logrado un crecimiento económico inusitado y unas tasas de paro despreciables. ¿Sería imaginable que una sociedad civilizada permitiera desmanes semejantes? Antecedentes los hay. Por ejemplo la Sharia, ley islámica que concede derecho de venganza a los familiares de un asesinado, leitmotiv de la reciente "Lejos de los hombres" de David Oelhoffen, protagonizada por Viggo Mortensen, y que transporta, de modo magnífico, aires de western al desierto de Argelia en la época de la guerra de independencia contra el poder colonial francés. Y muchos siglos antes, el ejemplo se encuentra en Esparta, donde existía la costumbre de la Krypteia, rito iniciático para los jóvenes guerreros espartanos, que eran soltados en el monte para que durante la noche asesinaran a todos los ilotas (casta de esclavos) que les viniera en gana. Esta lucha desigual entre ricos y pobres es la que realmente pone de manifiesto "The Purge": la purga, entendida como la masacre de sujetos indeseables para las clases altas, es decir, la caza del que no dispone de medios para pasar esa noche bien guarecido en casas convertidas en fortalezas. Eso y el ya tan familiar cariño de los habitantes de Estados Unidos por su arsenal doméstico, mascotas que gustan de sacar a pasear de vez en cuando, y, puestos en ello, poner a prueba en institutos, centros comerciales, o cualquier otra aglomeración de personal: decía André Bretón que el mayor gesto del surrealismo sería salir a la calle con un revólver en cada mano y ponerse a disparar, de modo azaroso, hacia la multitud: Estados Unidos, ese país surrealista: sólo hay que fijarse en que Donald Trump puede ser su presidente.
Pero todas estas divagaciones sólo se apuntan en "The Purge". En realidad la cinta apenas ahonda en las causas que llevan a una nación a promulgar un edicto semejante, algo que le otorgaría a la película un interés mayor, y se centra en ser una película de acción más, al estilo de "Asalto a la comisaria del distrito 13", pero no tanto en la versión de John Carpenter sino en el remake moderno de Jean-François Richet, también protagonizada por Ethan Hawke al igual que "The Purge": Mr. Hawke, ese flamante premio Donostia, pero que lo es por hacer películas que no son las mencionadas en esta entrada. Y se puede ir más atrás de aquella comisaría de Detroit, y con más acierto, aproximándonos a la casa que Dustin Hoffman defendía en "Perros de paja" de Sam Peckinpah, porque "The Purge" desemboca en la misma violencia sin control y acaba siendo violencia por violencia, un baño de sangre sin mayores pretensiones. Queda sin embargo un epílogo de empaque, una escena que invita a pensar cómo será el día siguiente para vecinos que han estado a punto de matarse y que se encontrarán, casualmente, en la cola de la pescadería. ¿Serán capaces de esperar un año?