Un hombre enterrado vivo: una historia rodada por completo en el interior de un ataúd. La sinopsis conocida antes de ver esta película hace que la primera pregunta en aparecer sea si la película logrará mantenerse a flote durante la hora y media de duración anunciada. Mantener la cámara en un espacio tan reducido, rodando el previsible sufrimiento de la víctima, su angustia y su desesperación, se antoja un intervalo de posibilidades dramáticas tan estrecho como la caja en la que está confinado el protagonista. Por suerte hace un par de décadas que se inventaron los teléfonos móviles: canal de comunicación inmediata con el fuera de campo, con el resto de nombres de los créditos: el actor Ryan Reynolds (una actuación meritoria más allá del esfuerzo físico que debe haber realizado al pasar tantas horas encajonado: el chico debe estar el forma: al menos marcaba musculito en la otra película en la que recuerdo haber visto esa cara, "Blade: Trinity" de David S. Goyer) acompañado de una docena de voces, además de la breve aparición de una chica en un vídeo recibido en un móvil. Cobertura, batería, llamadas perdidas, número oculto: vocabulario tecnológico de principio de milenio que, bien administrado, puede ser ingrediente de primer orden para el mejor suspense cinematográfico: la trama apura hasta la hez los recursos disponibles para arrastrar al espectador en un ritmo vertiginoso. Claustrofóbicos abstenerse: es imposible no ponerse en la piel del personaje en ciertos momentos de la cinta: hiperventilación y palpitaciones.
Voces al otro lado de la línea, soledad a este lado. Solo, el hombre solo, metáfora del hombre en crisis abandonado a su suerte por gobiernos y empresas. Hombres solos que devoran a otros hombres solos mientras los líderes evalúan los costes y minimizan las perdidas. El director Rodrigo Cortés (al parecer es gallego de nacimiento, aunque yo le conozco como paisano salmantino: actuaba en un trío humorístico, absurdo e irreverente, llamado "Las tres gracias" que hacían sus apariciones en el mítico "Café teatro de la Vega": noches de reír hasta llorar en un teatro de variedades cabaretero y genial) y el guionista Chris Sparling aprovechan la ocasión para mandar mensajes nada subliminales a un mundo convulsionado a escala global. La película es compleja a nivel técnico, complicada de rodar, pero eso no ha sido excusa para descuidar la historia, todo lo contrario, una trama impecable. Merecerá la pena verla en versión original aunque el doblaje realizado es muy bueno. Y del final mejor no avanzar nada: suenan aplausos al final de la proyección: será que el director juega en casa. Será que es una buena película.
El miedo a ser enterrado vivo, un terror muy común en siglos pasados en los que para la medicina era complicado determinar, en algunos casos, la muerte cierta del finado. Por si acaso incluyan en sus últimas voluntades llevar el teléfono móvil (total, ya no lo sacamos del bolsillo nunca: lo más probable es que en la funeraria se olviden de sacarlo) en el postrer viaje en vez de las monedas para pagar al barquero. Y que la batería esté bien cargada, claro.
Yo es que tengo un sentimiento ambiguo antes esta cinta. Por un lado curiosidad y ganas de verla. Por otro lado me da un yuyu....
ResponderEliminarPues si no pasa nada, el miércoles la veo, así que me reservo la opinión para entonces. Eso sí, tengo muchas ganas de verla y muchas esperanzas en ella.
ResponderEliminarSaludos
No la he podido ver todavía, pero intentaré que caiga esta semana. Tengo ganas de ver el resultado del experimento: 90 minutos en un espacio tan reducido, es realmente innovador, no por la idea sino por la duración, y parece (por lo que dices) que logra sostener la trama. También por ver qué utilización hace del lenguaje propio del cine, porque por lo que deduzco de tu texto todo sucede fuera del contexto de lo que se puede ver y bastante habrá que imaginarlo por las conversaciones telefónicas, que deben estar muy elaboradas para eso, o no sé, quizás hay algo más que se me escapa... Lo mejor será no perdérsela.
ResponderEliminarUn saludo ;)
Me recuerda "La obsesión" ("Premature burial") de Roger Corman. Saludos.
ResponderEliminarMe ha gustado bastante. Por cierto que Angelus me ha pisado la idea: creo que sería una buena sesión doble "Buried" y "Obsesión" de Roger Corman. Borgo.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAcabo de salir del cine. Me ha gustado. En plena era de los super efectos especiales, es un ejemplo de cine en estado puro.
ResponderEliminarY yo me la tendré que perder porque no voy a ser capaz de disfrutarla sin que me dé algo... sólo de leerte ya me da brincos el estómago, ays.
ResponderEliminarImposible pero saludos a ti.
hijoeputa: el yuyu está totalmente justificado.
ResponderEliminarCrowley: espero que la esperanzas no se vean defraudadas. En mi caso, no lo fueron.
Babel: técnicamente es un derroche. Y el lenguaje: Hitchcock salido del... ataud.
Angelus: esta tarde he ido a la biblioteca y me he agenciado la película que mencionas. A ver qué tal la comparación.
Miquel Zueras: voy a por esa sesión doble. Bueno, con unos días entre una y otra.
X: has definido perfectamente el cine que Rodrigo Cortés ha puesto en pantalla.
Marga: pues será una lástima: cine sensación.
Saludos a todos.
Cine español de calidad sin necesidad de caretos de series de culebron ni caspa.
ResponderEliminarUn buen director que tiene ideas propias y muy internacionales.
La vi anoche y aun estoy recobrando el aliento...llevaba tiempo sin ver tus reseñadas. De todas formas decir que Cortés es el nuevo Hitchock me parece un poco demasiado.
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