Ver una nueva película de Tim Burton se ha vuelto algo parecido a encontrase con una antigua novia: en el pasado hubo momentos felices, a qué dudarlo, pero pensar que alguno de esos instantes va a repetirse es una esperanza vana. Eso sí, no pasa nada por tomarse un café juntos antes de despedirse, quién sabe hasta cuándo. Nuestra relación pasó un primer momento de crisis con el estreno en 2001 de "El planeta de los simios", una película en la que realmente te cuestionabas que Tim Burton la hubiera dirigido o simplemente se limitara a poner la firma al final de los créditos: un trabajo mercenario en tal caso, un encargo alimenticio y pagador de facturas que, en fin, a cualquiera puede sucederle. Venga, te perdono. Sin embargo el romance se rompió definitivamente, ay, tras "Alicia en el País de las Maravillas", esa producción traidora que me pilló con el hype en máximos históricos y que demolió mis expectativas dejándolas cual castillo de naipes transformado en montonera. De los naipes al servicio de su majestad la Reina de Corazones, por supuesto.
Así que contemplo este remake de "Dumbo", remake digital y postmoderno, con la misma inquietud crítica que las vacas dirigiendo su mirada al expreso de las quince treinta. Disney lleva un tiempo empeñada en corporeizar sus míticos acetatos, dando rostro de actores populares a personajes de sus clásicos imperecederos y sustituyendo su fantástico zoológico de dibujos animados por replicantes generados por ordenador: el fin de la fábula y del cuento popular, génesis de su éxito, cercenando de paso cualquier mínima posibilidad de resultar políticamente incorrecto ante la idiotizada e inquisitorial conciencia del espectador actual: mucho cuidado con maltratar a latigazos a la madre de Dumbo y ni se te ocurra que el animalito se emborrache junto al ratón Timothy para dar a luz a una de las secuencias más lisérgicas, surrealistas e inolvidables de la factoría del ratón Mickey. Este milagro de la transustanciación, el paso del verbo a la carne también conocido como refrito live-action, lo ha aplicado Disney ya en películas como "La bella durmiente", "Cenicienta", "El libro de la selva", "La bella y la bestia" o "Aladdin", de las cuales no he visto ninguna pero contando el abundante número de ellas y de las que están por venir, no cabe duda de que debe ser un gran negocio.
"Dumbo", el de 1941, era la adaptación de un breve cuento de la época, la típica historia de "patitos feos", una producción que no tenía mayor pretensión que amortiguar el fracaso económico de "Fantasía" y que, gracias a la libertad minimalista concedida al equipo de animación, se convirtió en uno de los mayores éxitos del sello para aquella década. Cuando una cinta se convierte en una gran cinta, la única motivación para realizar de nuevo esa película que se me ocurre es meramente económica: aprovechar que la publicidad y el marketing son automáticos al repescar el mérito de un icono globalmente reconocible (todas las orejas de soplillo del mundo lo han padecido) y engordar taquillas a la vez que se merma la consideración artística del autor de la copia.
¿Dónde está el universo burtoniano que nos encandiló, aquellos personajes oscuros y deformes que, sin embargo, estaban dotados de una vitalidad sorprendente y terminaban siendo el anti-héroe que ponía orden en el mundo? Tim Burton aportaba esperanza a las infancias desdichadas y a las adolescencias sensibles. En este sentido no cabe duda de que el cuento del extraño elefantito, de la criatura monstruosa y rechazada, encaja en las típicas historias del cineasta de Burbank. La única crítica soterrada que encierra el argumento del nuevo "Dumbo" se encuentra en la persecución que padece el circo tradicional a manos de la bienpensante sociedad del siglo XXI. El ecosistema circense era una forma de vida nómada y de dudosa legalidad laboral, una tarea aventurera que ha sufrido además la prohibición en muchos lugares de realizar actuaciones con animales, una de sus señas de identidad. Nada que objetar a que todos los trabajadores reciban el salario que merecen, ningún animal sufra el menor maltrato y los empresarios paguen los impuestos debidos, pero la troupe es difícil de mantener y las cuentas no salen. Del circo, aquel espectáculo del que disfrutábamos a diario en la televisión en blanco y negro (olvídate de que ahora se permitieran algunas de las letras de las canciones de "los payasos de la tele" o el slapstick ingenuo de sus bofetadas), a la hora de la merienda, y en vivo cuando llegaban las ferias de septiembre, sólo quedarán en el futuro los circos para pijos estilo "Cirque du Soleil": megaproducciones con un precio desorbitado en la entrada y al alcance únicamente de bolsillos desahogados: de entretenimiento popular a espectáculo elitista. Lo que es seguro es que para ver circos siempre nos quedarán las sesiones del parlamento.
Ufff!!!...
ResponderEliminarPues mira que me gusta Burton, pero con esta no me he atrevido.
ResponderEliminarMe ha encantado tu blog, me quedo de seguidora y te invito a que te pases por el mío si te apetece (es Relatos y Más, es que aparecen dos en el perfil).
Un abrazo.