miércoles, febrero 11, 2009

"Queridísimos verdugos", de Basilio Martín Patino

Más cornadas da el hambre.
Con ese epitafio se podría cerrar la proyección de este fantástico documental y el espectador moderno, escandalizado ante tanta barbarie, debería poner mucho cuidado antes de emitir sentencia.
Tres pobres desgraciados, hartos de hambre y de penalidades, veteranos en guerras civiles y en frentes rusos, en trileros de feria y estraperlistas de necesidad, en chivatazos y cuartelillos, aceptan un empleo siniestro: si no lo haces tu, ya lo hará otro. Administradores de justicia, se autoproclaman, poniendo el cargo junto al nombre en pulcras tarjetas de visita: después del juez, ellos.
El documental los junta en la bodega de un mesón desconchado, trasegando vino para desatar la garganta y que fluya su terrible anecdotario (la celebérrima película de Berlanga le puso el humor negro a la profesión: Martín Patino se lo borra de un plumazo). Jarabo, la envenenadora de Valencia, Monchito, el gitano de Almendralejo, Salvador Puig Antic. Crónica negra del siglo XX español congelada en portadas de "El caso" (resulta difícil pensar que el ya mítico periódico, que ojeábamos furtivamente en la niñez, colgara hoy día de los escaparates de los quioscos: fotos demasiado duras para los tiempos hipócritas del políticamente correcto) y en titulares rotundos que anunciaban Sentencia Cumplida, nombrando al ajusticiado y ocultando la identidad del encargado de girar la manivela del garrote vil: extensión de la mano del caudillo, la mano del dios que quita, del dios que da.
También aparecen las opiniones de los médicos y abogados que se vieron envueltos en el proceso de las ejecuciones. Inmensa diferencia entre las opiniones de estos (y en los entornos de unos y de otros; profesionales de éxito entrevistados en sus lujosos despachos: el contraste es brutal entre clases sociales y se hace patente en la cinta) que guardan recuerdos horribles de los momentos de la ejecución, y el pragmatismo estoico de los verdugos: un ajusticiamiento, bien o mal hecho, vale mil duros, dietas incluidas. La cruda realidad.
El documental supone, desde el presente, un vistazo intenso a la España de 1973, un viaje en el tiempo que, dejando de lado la faceta violenta de la sociedad que se quiere reflejar, se inunda de nostalgia al contemplarlo tantos años después. Mirada de niño que se reencuentra en determinadas imágenes, vetustas, sepias. Las ropas, las palabras, los coches, la gente: una magdalena proustiana tras otra.
Hasta el aire: todo cambió. Y la pena de muerte es un recuerdo lejano.

6 comentarios:

  1. Martín Patino es uno de los grandes directores poco reconocido. Casi todo lo que he visto de él tiene un muy buen ritmo cinematográfico, aunque esta que comentas la conozco sólo de referencias. Hace como un año, saltó la noticia de que Patino quería comprar los derechos de todas sus películas y colgarlas en internet, aunque no se supo más de ello.
    Buscaremos "Queridisimos verdugos"... me picó la curiosidad tu reseña...

    Saludos!

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  2. Ajá, yo también la buscaré... tiene muy buena pinta y la desconocía.

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  3. Babel: una trayectoria fiel a si mismo: personal y alejada de cualquier interés comercial. Me informaré de lo que cuentas de haber puesto sus películas a libre disposición.

    Margot: muy buena y muy interesante. En la biblioteca pública de Salamanca la tienen... por si sirve.

    Saludos.

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  4. Desde luego,todo un referente a lo que respecta a esa moda que se llama; rescate de la memoria,cuando nadie ha leído a Proust,no por lo que cuenta,sino de todo lo que no se puede recordar.De Martin Patino me fío.

    Un abrazo.

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  5. Y sin embargo el 73 no está lejos del 75, cuando ya comienza la supuesta Transición y la España libre. Una muestra de la España dura, la del fascismo y la pobreza extrema, a pesar de mi pesimismo político, creo que nunca estaremos tan mal como entonces. Buen cine recordatorio.

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  6. Francisco Machuca: ¿sería el director consciente, cuando realizó la película, de que estaba dejando constancia de un epílogo? Lo que ahora es memoria, entonces era cruda realidad. Y otra que me interesa más ¿qué hace de Martín Patino un director "desconfiable"?

    Blanca: también creo que peor que entonces es imposible (bueno...). Y sin embargo me produjo nostalgia de caminos polvorientos, tabaco negro y calendarios de Curro Romero de Torres: la pupila impregnada en la niñez.

    Saludos.

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