domingo, agosto 04, 2019

"Razzia", de Nabil Ayouch

Vidas cruzadas. El canon del género lo proporciona el nombre de la película de Robert Altman, basada en los relatos de Raymond Carver, pero muchos otros títulos han dado lustre al catálogo: "Crash" de Paul Haggis, "Babel" de Alejando González Iñárritu, "Happiness" de Todd Solondz o incluso "Pulp Fiction" de Quentin Tarantino. Las tramas se alimentan de vivencias personales que de repente son atravesadas por historias ajenas, puntos de contacto que transforman rotundamente las solitarias existencias de cada cual.
El maestro. En "El primer hombre", el imprescindible (y póstumo e inacabado) relato autobiográfico de Albert Camus, realiza el premio Nobel francés que se formó a partir de un pobre muchacho pied noir argelino, una semblanza extraordinaria de su maestro: la existencia salvada y elevada a las más altas cotas intelectuales que puede alcanzar un ser humano gracias al enorme esfuerzo de aquellos viejos profesores: pasas más hambre que un maestro de escuela, se decía: la educación como valor primordial: la sociedad como reflejo certero de su sistema educativo.
Casablanca. No hay otro ejemplo en el mundo de una ciudad tan vinculada a su mito cinematográfico. Michael Curtiz no rodó ni un solo plano en aquel puerto africano del Atlántico, pero aquello no importó para trasladar su nombre español a la inmortalidad y concederle al lugar un aura de destino sagrado: tan real como inexistente: tuvieron que abrir un Café de Rick para que el turista encontrara el final de sus sueños de seductor: play it again, Sam.
Razzia. La película da un salto en la historia de Marruecos, entre el año 1982 y el año 2015, para realizar un relato crudo del tiempo perdido. La penetración de la religión en la vida cotidiana, y ante todo en los usos sociales y en la educación, es denunciada por la cinta como un retroceso catastrófico: inmovilismo cultural, persecución del diferente y desesperanza juvenil. El abrupto tránsito estético (de la intensa belleza de un pueblo perdido en los paisajes semidesérticos de la cordillera del Atlas, hasta llegar a la ruina urbana de Casablanca convertida en una megalópolis moderna), da fe del fracaso de un estado autoritario, fallido y sin futuro. El ancestral matriarcado bereber se constituye en oposición vitalista al rígido patriarcado musulmán, como si se tratara de un movimiento partisano: la resistencia se esconde en la vieja medina baidaní y contempla con resignación las revueltas populares ejercidas como válvulas de escape, germen de primaveras árabes fallidas (ver la estupenda película "Clash" de Mohamed Diab) que siguen colmando de cadáveres el mar Mediterráneo.

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