Si parpadean se lo pierden.
Esa frase se hizo famosa en su día, pronunciada por un periodista deportivo justo antes de comenzar la transmisión televisiva de las carreras de Fórmula 1. Para alguien ajeno al cine de Michael Haneke, para los que ese nombre les suene a películas de esas de cineclub, de las que seguro que te aburres a los cinco minutos de empezar la proyección, les parecerá que la frase no puede encajar en la obra cinematográfica del director austríaco, y que sería más propia de las producciones de Georges Pan Cosmatos, John McTiernan o, más modernos, Michael Bay o J. J. Abrams. Pero no, resulta ser Michael Haneke el que logra condensar, sin piedad, tu atención en un plano fijo en el que tendrás que demostrar paciencia de francotirador hasta que la pieza se ponga a tiro, hasta que repentinamente tus cejas se eleven hacia el techo de la sala, sobresaltadas por un suceso inesperado.
Haneke, la dureza. A este cineasta perturbador se le ha calificado con frecuencia de frío y distante, de colmar sus fotogramas geniales de un espíritu pesimista desolador, incapaz de aventar resquicios de esperanza para una especie humana, en concreto su variedad europea, que se muestra sórdida y violenta, carente de cualquier virtud. Captado el mensaje crítico, Michael Haneke emprende intenciones de humilde enmienda y se propone finiquitar su última película con un final feliz. Y así es. O no. Porque el mensaje postrero que manda la cinta al surgir sus títulos de crédito en la pantalla negra, es que los finales felices son opciones morales sujetas a la impresión única de cada espectador.
"Happy End" retrata a una familia rica, poseedora de una empresa constructora, habitante de la ciudad de Calais en el norte de Francia. Una vez más se contemplará una historia que dejará bien claro que la abundancia de dinero cubre los gastos pero no alcanza para comprar la felicidad. Los diversos componentes del clan familiar, tres generaciones unidas por la depresión vital, dejarán patentes las angustias emocionales de los desagradecidos estómagos colmados occidentales. La trama funcionará como cierta continuación de la anterior película de Haneke, la magistral "Amor", de nuevo con Jean-Louis Trintignant en un reparto excelente, y de nuevo otra gran musa del director, Isabelle Huppert. Junto a estos dos gigantes consagrados del cine francés, destaca la joven Fantine Harduin, patético ángel de la muerte abandonado a su suerte en un mundo inquietante de adultos neuróticos. Haneke aprieta pero no ahoga. O sí.
Mr. Licantropunk, a este drama social lo tendre en cuenta, por lo pronto me quedo con su redaccion, saludos.
ResponderEliminarPues no sé si definirla como drama social, la verdad: sátira social más bien. Pero si una película resultase inclasificable, mejor que mejor.
EliminarLa película la vi hace casi un año, y ahora se estrena aquí. Misterios de la distribución. Ah! Me gustó, Haneke casi nunca defrauda.
ResponderEliminarAsí es, la hemos visto dentro de la cartelera. Ha sido una larga espera para ver una nueva película de Haneke, ya hace bastante de "Amor", pero tiene usted razón: no defrauda.
EliminarQue tal Licantropunk!
ResponderEliminarTomo buena nota, me resulta interesante tu reseña. Muy bien traida y desarrollada esa referencia a Lobato.
Seguro que la vere.
Saludos!
Bueno, me parece que no era exactamente el ínclito Antonio Lobato el que la pronunciaba, sino otra periodista que hacía las retransmisiones con él y del que no recuerdo el nombre. Lobato era más de decir "Magic Alonso"...
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