domingo, agosto 05, 2018

"Amante por un día", de Philippe Garrel

Francesa, en blanco y negro y en versión original. No serían suficientes esas características para resultar una película interesante, por supuesto, pero no cabe duda de que conlleva ingredientes esenciales. ¿Acaso no fue el cine creado así (aunque los hermanos Lumière no usaran micrófono), con estos tres componentes ? La parte interesante de "Amante por un día" reside en su condición de cine desposeído, de rasgos minimalistas, de ser una película en la que destaca la economía de medios y la libertad creativa: cine de autor. Aires de la Nouvelle Vague perviven en esta cinta de Philippe Garrel, cineasta precoz que realizó sus primeros rodajes en aquellos años de deconstrucción del lenguaje cinematográfico creado setenta años antes.
El narrador en off ya trae a la memoria tantos viejos filmes vistos, rodados por jóvenes turcos que ansiaban el control total de sus obras y derrocar el poder del guionista ajeno. Primeros planos que desbordan el encuadre con rostros femeninos de honda mirada, ojos melancólicos que recuerdan a los de Anna Karina, Françoise Fabian, Anne Wiazemsky, y que ahora pertenecen a las actrices Esther Garrel y Louise Chevillotte y sus dramas sentimentales. Una puesta en escena (centro de gravedad del cine de la Nouvelle Vague) austera que se refleja en la vida cotidiana de los personajes, en sus ropas, en la casa que habitan, en los bares y restaurantes que frecuentan, que se muestran ajados por el tiempo: puertas desencajadas y paredes necesitadas de una mano de pintura. La ambientación no es neutra sino intensa, para enmarcar adecuadamente las pasiones incontroladas de Jeanne, de Ariane y de Gilles, tercero en discordia para una película en la que destacan sus personajes femeninos, interpretado por Eric Caravaca: el mítico sex appeal del desgarbado profesor universitario.
El mundo contemplado desde la cama (ahí escribía su obra Marcel Proust), centro del universo, Freud al poder, un egocentrismo existencialista absoluto que también dominó gran parte de aquel cine francés de los sesenta: chauvinismo y grandeur. Jeanne, la hija de Gilles, grita ¡acción!, pone en marcha la trama con una ruptura sentimental y cierra el ciclo, atravesando mientras tanto amores de otros, al transcurrir setenta y seis minutos, nada más. Economía en el metraje, por tanto, también, demuestra el director, dejando patente, a su vez, que para contar la historia que uno pretende contar, no hace falta aburrir al personal.

2 comentarios:

  1. Que tal Licantropunk!
    Otra de esas joyas que apetece ver de vez en cuando. Haces referencia a una "economia de medios", efectivamente, creo que esa especie de sello es lo que la hace grande ademas de esa puesta en escena que destacas que al final la dota de una gran credibilidad. Creo recordar que ya anteriormente en decadas pasadas tenian problemas con los rollos de celuloide, vamos, que eso de repetir las tomas 20 veces nada de nada, pues aun asi es sorprendente las verdaderas obras maestras que se han filmado.
    Venga, un saludo!

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    1. Aunque la película es de este año, hace homenaje a todo aquel cine que se hacía improvisando, se hacía como fuera: rodar o morir. Por ejemplo, el montaje de "Al final de la escapada" de Godard parece completamente rompedor, con cortes durante una misma secuencia, pero fue obligado porque las bobinas de celuloide de las que disponían eran muy cortos. Serendipia al servicio del cine.

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