jueves, enero 14, 2010

"Cuento de invierno", de Eric Rohmer

Una mujer y tres hombres. Ante un cruce de caminos, ella no sabe cuál escoger. En realidad lo sabe muy bien, pero se adentrará en cada uno de los senderos: las mujeres en el cine de Eric Rohmer son personajes femeninos poderosos que, aunque sometidos a incertidumbres y dudas perennes, son dueñas de sus decisiones y es el hombre, débil pelele amoroso, el que acaba sin opción. Félicie juega con sus amantes mientras espera que aparezca su verdadero objetivo, Charles, aquel amor de verano con el que perdió contacto por una confusión absurda al dejarle sus señas. Toda esperanza de rencuentro parece perdida.
Casualidad y azar, pero religión como MacGuffin que hace que pase algo. El mismo argumento del filósofo Blaise Pascal para justificar la necesidad de la religión y el acierto del creyente en Dios (“El corazón tiene razones que la razón ignora. Hay que apostar siempre a favor de la existencia de Dios, pues si no existe no perdemos nada, y si sí existe ganamos todo; en cambio, si apostamos a favor de su no existencia, no ganamos nada si no existe, y si sí existe habremos perdido todo”) que aparece en "Cuento de invierno", ya lo incluyó el director en "Mi noche con Maud", otra obra maestra de indecisiones: Maud es el diablo que tienta a Jean Louis: lo imperdonable en este caso es no haber pecado.
El cine de Rohmer muestra personajes ante encrucijadas vitales: la chica que no sabe donde ir de vacaciones en "El rayo verde", un asunto trivial que termina agobiando al propio espectador, o Adrien, el protagonista de "La coleccionista", que intenta manipular los devaneos sexuales de la joven Haydée (la coleccionista... de hombres), una batalla perdida de antemano. Caracteres cotidianos retratados sin ningún artificio y que se desenvuelven con una naturalidad extraordinaria, logrando un cine narrativo de diálogos profundos e ironías sutiles donde al espectador le es muy sencillo sentir empatía con las situaciones planteadas. La vida misma, la vida de cualquiera. Gran cine.
Un maestro que ya es eterno, uno de los protagonistas de la Nouvelle Vague que se ha ido a hacerle compañía a Truffaut y que deja un legado cinematográfico imperecedero.

5 comentarios:

  1. Pues como bien has dicho, un maestro eterno y del que gracias al cielo nos quedan muchas obras que disfrutar. Aún recuerdo la película que vi en mi adolescencia y me introdujo el gusanillo de Rohmer y la nouvelle, Pauline en la playa... Simplemente deliciosa.
    Saludos

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  2. Homenaje al que ya no podrá volver a crear.
    Me gusta la cita del argumento de Pascal. Razonar lo irracional.
    saludos.

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  3. Bonito homenaje a Rohmer, aunque mi cuento favorito es el de Verano y le juré amor eterno después de ver una de las películas más deliciosas que se han hecho nunca: "Pauline en la playa".

    Poniendo aparte sus películas históricas, que a mí me interesan menos, todas las pelis de Rohmer configuran un mundo propio al que siempre apetecerá volver.

    Un saludo!

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  4. Crowley: gran director. Dentro de la nouvelle vague, era el que realizaba un cine más sencillo pero capaz de atrapar por completo al espectador.

    Akebono: la religión como juego de azar. El argumento de Pascal dice que sí crees y al final no hay premio, no has perdido nada: eso es un error: una existencia desperdiciada. Se ve muy bien en "El septimo sello" de Ingmar Bergman: el caballero templario que en la antesala de la muerte duda y teme que su lucha haya sido estéril.

    Deckard: me quedo con "Mi noche con Maud", aunque no he visto una película de este director que me haya decepcionado: será que no he visto las suficientes.

    Saludos.

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  5. Yo me quedo también con "Maud" y más de una noche..., pero eso ya lo sabes, amigo.
    Saludos!

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