La Tierra Media espera,
no sé si volveré.
"Aventuras"
La dama se esconde
La dama se esconde
El inesperado viaje de Bilbo Bolsón: En un agujero en el suelo, vivía un hobbit. Viaje iniciático, un camino sin retorno: el que parte no será en ningún caso el mismo que regresa. La apasionante aventura que, a todos los que disfrutaron de su lectura en el tránsito de la infancia a la adolescencia (otro viaje sin retorno), les resultará inolvidable. Los relatos de Tolkien se instalan para siempre en la memoria como una experiencia vivida más.
En su trilogía cinematográfica de "El Señor de los Anillos", Peter Jackson dotó al universo tolkieniano de una estética acertada e inconfundible: personajes rotundos y recreados con fidelidad al texto, para una épica que se vuelve poderosa en las escenas necesarias pero que también permite el sentimiento místico o mitológico sin que en ningún caso el discurso se vuelva pedante y almibarado. Como adaptación de una obra literaria que requería una ambientación excepcional, "El Señor de los Anillos" fue un éxito. Así que el acierto de esta primera parte de la anunciada trilogía de "El Hobbit" será la continuidad, y a cualquiera que disfrutara, en la década pasada, con las películas de "El Señor de los Anillos" probablemente le encantará este episodio. Mismos o parecidos personajes (buenas actuaciones, sobre todo su protagonista, Martin Freeman, un Bilbo sobresaliente), mismos paisajes (incluyendo la increíble geografía neozelandesa que Peter Jackson descubrió al mundo) y, muy importante, las mismas melodías de Howard Shore, permitiendo la identificación emocional inmediata: las puertas de Rivendel, las suaves laderas de La Comarca o la amenaza oculta de Sauron el Nigromante, aparecen a la vez que unos acordes inconfundibles.
"El Hobbit", el libro, ha tenido siempre la consideración general de cuento para niños, si bien sería más indicado pensar que guarda cierto equilibrio entre lectura para el público infantil y adulto (la calificación de edades se ha establecido en mayores de siete años: poco me parece, pues en mi opinión la película requiere cierto "empaque" en el espectador: orcos a punto de ser descabezados que cabalgan sobre lobos, esos terroríficos wargos: la Tierra Media es un mundo violento). La película también procura ese equilibrio: al principio, la reunión de enanos en la morada de Bilbo, en La comarca, me recordó a una serie de televisión de hace muchos años, "El cuentacuentos", de Jim Henson, donde John Hurt presentaba una historia, un cuento para niños, acompañado de un perro de peluche que era la típica creación de la factoría Henson. Y creo que también me vino a la mente aquel storyteller de finales de los 80, a la luz de las velas, por una iluminación un tanto extraña, teatral, poco cinematográfica: el famoso 3D rodado a 48 fps. Sin duda es el mejor 3D que haya visto nunca, aunque no he visto muchos: más luminoso, más nítido, más detallado. Desde luego espectacular si es bien utilizado, sobre todo en una producción de las características de "El Hobbit", llena de abismos y cavernas: impresiona verlo. El problema de este 48 fps, que ha generado cierto debate sobre la naturaleza del cine (un debate estéril en mi opinión: se confunde la técnica con el producto: es la técnica la que está al servicio de un fin y un espectador no tiene por qué saber ni remotamente cómo se ha rodado una película), es que captura "demasiada realidad", con el riesgo de que la caracterización del personaje puede llegar a arruinarse y, súbitamente, romper el encantamiento. En fin, poca cosa que no impide el disfrute ininterrumpido de la proyección de más de dos horas y media de película: sean 24 o 48, los fotogramas siguen engañando a la perfección la imperfección de mi cerebro.
La noche de angustia atrapados por los trolls, esperando la claridad del alba; el duelo de acertijos en la oscuridad (¿qué tengo en el bolsillo?), frente al desgraciado Gollum; combatir trasgos hasta la extenuación y volar a lomos de águilas majestuosas. Momentos anclados en páginas leídas hace muchos, muchos años, y que ahora despiertan en la memoria con la emoción de antaño.
A esperar, impaciente, la segunda.