martes, julio 18, 2017

"Silencio", de Martin Scorsese

Acusar a esta película de proselitismo sería tan obvio como superfluo: el espectador común siempre manifestará sentimientos de compasión hacia las víctimas y de repulsa hacia los inquisidores, sea la religión que sea sobre la que se ponga el foco, pues la libertad de culto es uno de los derechos fundamentales del ser humano. Pero en este caso se trata de cristianismo: es la religión católica, su historia más doliente, la retratada, y el anticlericalismo moderno encontrará un hueso duro de roer en esta cinta, retrato de persecuciones y martirios: los malos son los otros. Y, sin embargo, ese no es el tema de la película.
Veo esta adaptación fiel que ha realizado Martin Scorsese de la novela homónima del escritor japonés Shūsaku Endō y lo que contemplo es la ilustración certera de la duda, de una manera mucho más evidente pero con el mismo cariz intelectual que ya se encontraba en "La última tentación de Cristo" del propio Scorsese (no hará falta tirar de psicoanálisis para descubrir motivaciones de pensamiento en algunas de las obras del cineasta neoyorquino) o, apuntando a la obra maestra en esto de describir la Duda, en "El Séptimo Sello" de Ingmar Bergman: la partida de ajedrez que todos jugaremos algún día, ateos incluidos. O sobre todo.
Iconos y reliquias. Los orígenes del cristianismo, sus fundamentos primigenios, fueron traicionados en los sucesivos concilios que han reformado la Iglesia a través de su historia ("La Iglesia católica" de  Hans Küng como referencia bibliográfica nada farragosa para entender una evolución, esa sí, realmente compleja), reformas que tuvieron en sus primeros tiempos el objetivo nada disimulado de aumentar la parroquia: una religión universal para el imperio mundial de entonces, el romano. Despejar dudas aproximando el mensaje de Jesucristo al paganismo de los amuletos, los ritos de fertilidad y la protección de una miríada de semidioses del santoral: santos y vírgenes a los que pedir y rogar, uno para cada día: Santa Bárbara para dominar el rayo, como si fuera el nórdico Thor, la Virgen del Carmen como trasunto de Poseidón o rezarle a San Antonio para buscar pareja (¿qué dios pagano se empleaba para esto? ¿Meetic?). Y si lo que se quería era alcanzar la contemplación divina por la vía rápida, nada mejor que el martirio: aquellos niños, Justo y Pastor, que, nos contaban en el colegio, fueron ejecutados por negarse a apostatar de sus creencias, tiernos infantes elevados a los altares durante las persecuciones del emperador romano Diocleciano, época sangrienta para los seguidores de la cruz.
Dos jóvenes jesuitas interpretados por Andrew Garfield y Adam Driver, desembarcan clandestinamente en Japón en el siglo XVII, últimos soldados de una batalla perdida, misioneros en tierra hostil. El peso de la película recae en Andrew Garfield, aquel chico que también protagonizara un ejemplo reciente de sacrificio en "Hasta el último hombre" de Mel Gibson, un actor expresivo dotado para el blockbuster. Pero quizás Adam Driver, ese "Paterson" de Jim Jarmusch, hubiera conseguido una interpretación más profunda, más sentida, menos pasional, entendiendo pasional como una pasión barroca de Semana Santa andaluza: el calvario y el dolor místico colmando vidrieras y retablos. El arte occidental se dedicó en su mayoría y durante muchos siglos a ilustrar el mensaje de la Iglesia de Roma para que una población analfabeta lo captara con el menor esfuerzo: cada catedral un cómic repleto de torturas y sufrimiento, un horror que parece lejano, remoto, ajeno. En la actualidad el cristianismo es una de las religiones más perseguidas en el mundo, creyentes que continúan a escondidas en sus propios países. Silencio.

7 comentarios:

  1. Aún la tengo pendinte de ver. En cuanto saque un rato me pondré a ello.
    ¡Saludos!

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  2. ... se me escapó en los cines pero tengo muchas ganas de verla.

    Me ha encantado esta frase de tu artículo: "Cada catedral un cómic repleto de torturas y sufrimiento, un horror que parece lejano, remoto, ajeno". Y es que es verdad las catedrales están llenas de imágenes que cuentan diversas historias.

    De Scorsese siempre me apetece ver todo y tengo bastantes expectativas en Silencio. Y sobre todo este director nunca me deja indiferente.

    Beso
    Hildy

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    1. Gran director. Scorsese no necesita demostrar nada y me parece estupendo que se atreva con historias tan a contracorriente como la de "Silencio", un autor capaz de asumir riesgos.

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  3. Mr. Licantropunk, la tengo pendiente, y me la apunto, el tema religioso es muy interesante y es bueno que el cine lo trate. Saludos.

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    1. A Scorsese le van a caer (le habrá caído ya: no es un estreno ni mucho menos) todo tipo de palos por esta cinta. El tema religioso en el cine, del cristianismo sobre todo, sólo parece que recaba aplausos cuando se trata de ponerlo a caldo.

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  4. Será como dicen que los grandes directores siempre filman la misma película? Quizá...

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