Hace unos meses escribí sobre "El hombre de los puños de hierro", película dirigida por RZA y presentada (marketing, marketing) por Quentin Tarantino. Debió presentarla y salir corriendo: el deseo de ser Tarantino, de crear una película que se le parezca y no lograrlo ni por asomo: el guión, claro, en primer lugar y sobre todo, ese documento que, bien trabajado, detalla todo lo que debe aparecer en el celuloide. Y los guiones de Tarantino son muy buenos en cuanto a que mezclan adecuadamente cine de entretenimiento (casi tres horas de proyección de "Django desencadenado" sin aburrir al personal: no está al alcance de cualquiera) con obras de propósitos más elevados, susceptibles de presentarse en Cannes, por ejemplo, sin el menor rubor.
La historia planteada en "Django desencadenado" es en realidad la misma de "El hombre de los puños de hierro": la venganza, el ajuste de cuentas después de padecer las más salvajes tropelías. Las circunstancias en las que se desarrolló el modelo económico de la esclavitud, la estructura de relaciones laborales más antigua y prolongada que ha experimentado el ser humano, tienen argumentos de sobra (cualquiera que viera en televisión "Raíces" y las penurias de Kunta Kinte -hace demasiadas décadas- tiene una idea certera del asunto) para que el ojo por ojo campe a sus anchas por los fotogramas y, aunque parezca que el viaje de Django, su odisea, tiene como meta recuperar a su amada, será el tinte sangriento el que domine sobre el romántico.
Propone Tarantino que la epopeya de Django (Jamie Foxx) sea alegoría de otra historia trágica, legendaría, el mito germánico de Sigfrido, cazador de dragones, personaje heroico dispuesto a superar pruebas sobrehumanas con tal de conseguir la mano de la valquiria Brunilda. Colocar a Django al nivel de capacidad guerrera de Sigfrido, e incluso superarlo: Django invencible, sin dolorosos talones de Aquiles o molestas hojas de tilo. Resulta que el esclavo liberado pasa del azadón al arma de fuego con una infalible habilidad mortal que no es fruto de ningún adiestramiento, sino que es un valor innato, señalado por los dioses: deus ex machina. Esa falta de argumentación de capacidades es un punto débil: las películas de Tarantino están repletas de asesinos expertos bien justificados: el señor Rubio (Michael Madsen) bailando con su cuchilla de afeitar, Jules (Samuel L. Jackson) recitando pasajes de la Biblia antes de apretar el gatillo, los complicados trámites de separación entre La Novia (Uma Thurman) y Bill (David Carradine), o, mi favorita, la terrorista cinéfila Shosanna Dreyfus (Mélanie Laurent) fulminando al III Reich en un cine de París: celuloide vengador. Con estos antecedentes, el desenlace de las aventuras de Django resulta algo pobre: las fantasmadas son un gran recurso para el cine de acción pero hay que elaborarlas a la perfección, deben resultar creíbles en su inverosimilitud. El final de "Django desencadenado" será lo peor de la cinta: infantil, chabacano, poco trabajado, un final que deja mal sabor de boca.
La película va de más a menos, para qué nos vamos a engañar, y empieza a disminuir cuando desaparece el genial personaje del doctor Schultz interpretado por el excelente actor Christoph Waltz (el coronel Hans Landa de "Malditos bastardos": Quentin Tarantino lo colocó de súbito en la cima). El pigmalión de Django es un carácter deslumbrante, desde que hace su aparición, y los fotogramas que comparte Waltz con Leonardo DiCaprio (Calvin Candie), Don Johnson (Big Daddy) o el casi irreconocible Samuel L. Jackson (Stephen, ese tío Tom en lo más peyorativo del término) son lo mejor de la película.
Cazadores de recompensas elegantes, negreros sádicos hasta la caricatura, luchadores mandingos y espartacos desencadenados, para un western nada crepuscular (¿"Silverado" de Lawrence Kasdan fue la última? Pocas películas "del oeste" modernas, que no sean remakes, huyen de la melancolía como telón de fondo), que se asoma a la estética del spaguetti western (cameo de Franco Nero incluido) y al Peckinpah más salvaje. O quizás a estas alturas Tarantino ya sólo se asoma a sí mismo.
No soy muy de Tarantino, y no lo voy a ser a estas alturas. Me quedo con sus primeras dos películas.
ResponderEliminarSaludos
Bueno, mejor estar prevenido, ya, a pesar de la expectativa que trae. Un abrazo.
ResponderEliminarPues no sé si es que me pilló de buenas o que, pero yo disfruté de principio a fin, y eso que, por lo que había leido, me temía que en esta película, la autoindulgencia de Tarantino, que siempre hace tambalearse sus películas, iba a lograr hundirla. Me pareció que la película mantenía nivel en todo momento a pesar de ser larga, y el epílogo, ese gran problema del cine de acción de hoy en dia, no me molestó lo más mínimo. Creo que Tarantino esta sacando lo mejor de si mismo desde que se ha dedicado a abrazar abiertamente los generos, pasados por su particular óptica, eso sí.
ResponderEliminarSi te apetece leerle la entrada que el dedicamos:
http://lagatacongafas.blogspot.com.es/2013/02/el-esclavo-cool.html
Saludos
Todo cristo hablando de ella y sigo sin verla.....Habra que ponerle remedio. Cuidate
ResponderEliminarCreo que el próximo Tarantino llevará la impronta de Ozores: ya es lo que le falta.
ResponderEliminarPsssss, Tarantino no es lo mío. Me aburre soberanamente. Y es que con los muertos en las pelis me pasa como con chistes: si hay demasiados pierden la gracia.
ResponderEliminarY en las suyas hay tantos... qué pereza! jeje
Saludos mañaneros
Estoy totalemente de acuerdo contigo en todo. Yo sí soy tarantiniana, vaya por delante. Pero hasta a los fans más entregados se nos atraganta un poco el exceso de "tarantinadas". Durante más de la mitad de la película estuve disfrutando en cada imagen, en cada macarrada, en la interpretación del genial Waltz, pero desde la lucha mandinga empecé a removerme en el asiento. Esa especie de amplificación del desenlace, de regodeo en sí mismo que hace Tarantino, me bajó un poco la emoción inicial... a pesar de todo, me lo pasé estupendamente y creo que hay escenas de antología del cine, como la parodia al KKK.
ResponderEliminarBesos
Me encantan los cárteles de la película con los que has ilustrado la reseña, no los había visto. El primero es alucinante.
ResponderEliminar... Pues sí te doy la razón que la película pierde con la desaparición del dentista cazarrecompensas (genial Waltz)...
Aun así es una película que permite un análisis y una disección bastante interesante, ¿verdad? No te quedas sin tema de conversación después de su visionado.
Besos
Hildy
Ethan: "Malditos bastardos", la que hizo antes de "Django desencadenando", me gustó mucho, así que de momento salvamos a Tarantino.
ResponderEliminarDarío: cada cual que opine: ver y opinar.
León: me gusta su cine y "Django desencadenado" me estaba gustando mucho en algunos pasajes, pero el final... lo que he escrito.
Plared: son estrenos que atraen a muchos.
Pirulo: espero que nombrar a Ozores no sea para mal.
Marga: pues entonces mejor ni acercarse: aquí hay masacres.
Lula Fortune: coincido totalmente en tus apreciaciones. Ese pasaje del Klan está muy bien.
Hildy: los guiones de Tarantino suelen estar llenos de personajes que por sí mismos merecen una película entera: se pueden hacer muchas películas a partir de una de Tarantino.
Saludos a todos.
Mr. Licantropunk, aun no he podido verla, este film al igual que muchos, tiene opiniones divididas, pero algo me dice que no es lo mejor de su director, pero por otro lado quiero creer que va a ser un buen film. Saludos.
ResponderEliminarUna decepción 'Django', no me esperaba un clásico pero sí una película más divertida. Apenas aparecen esos diálogos crujientes marca de la casa, y como siempre, qué pena que sus pelis estén tan vacías. ¿Cuándo encontrará messieur Tarantino algo para lo que tan bien sabe hacer: contar? Un saludo!
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con lo que dices. La estrella de la película es el Waltz ese.
ResponderEliminarSin la menor duda, además
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