La ruptura.
Silencios, miradas huidizas, emociones contenidas, frases breves de esperanza y de rechazo: una noche en vela por la muerte del amor. Se escenifica el fin de la relación de una pareja formada por Riccardo (Paco Rabal) y Vittoria (Monica Vitti) y para ello se realizan todos los planos, todos los ángulos de cámara, produciendo un catálogo cinematográfico de múltiples posibilidades de filmar en el interior de una habitación. La visión del director se manifiesta geométrica y predispuesta a capturar la arquitectura (interior y exterior) del espacio de rodaje.
La Bolsa.
El mundo moderno crea sistemas incomprensibles de generación de beneficios (el capitalismo ficción de Vicente Verdú en versión Sixties), ocultando a su vez el destino de todo el dinero que se pierde: juego de tahúres dedicados a desplumar incautos. La Bolsa de Roma ocupaba en los años de la película el edificio del antiguo Templo de Adriano: augures que realizaban predicciones basadas en el vuelo de los pájaros se reencarnan en corredores de bolsa con el mismo poder de adivinación y las mismas opciones de acierto y de error: dos milenios de historia y no se ha aprendido nada. Los broker en acción desarrollan una coreografía poderosa de gestos y gruñidos, el ring del parquet lleno de apuestas y de tongos, pelea de gallos, que no escapa al ojo certero del director.
La pasión.
Vittoria, belleza sensual de rubia latina se encuentra con Piero (Alain Delon), lobo de las cotizaciones con piel de cordero. Flirteo lleno de sobreentendidos, pura química actoral que aparece cuando al celuloide se le otorgan el máximo de matices. Carga erótica arrebatadora en escotes fugaces y en tirantes rotos, en dos que se buscan y se estrellan, pero el uno contra el otro.
El eclipse.
Epílogo donde desaparecen los protagonistas. Vuelve la experimentación cinematográfica del comienzo y ahora la clave está en el montaje. Las calles desiertas anuncian la llegada de la noche, o de un apocalipsis nuclear o de un eclipse. De un final, sin duda. A mi me pareció un final magistral.
Bueno, ese paso de cebra me es familiar, aunque ya supondrás que no la he visto.
ResponderEliminarGrande Antonioni.
ResponderEliminarSin duda un final magistral que yo tomo como apocalíptico.
ResponderEliminarMuy grande esta película y este drector.
Saludos
Me encanta el idioma cinematografíco de Antonioni. Yo tengo La Notte, L´Avventura y Crónica de un amor. Tres actrices estrella, Jeanne Moreau, Monica Vitti y Lucia Bosé.
ResponderEliminarAntonioni era un poeta, un artista con mayúsculas.
Lo dice Alain Delon en un momento de la película: Un minuto aquí vale millones. Y ese final contado a base de planos breves y puramente cinematográficos, un potosí. Yo también lo creo.
ResponderEliminarSaludos
Tomás Serrano: Es verdad, no había caído. ¿Leíste que mencioné "arquitectura"?
ResponderEliminarJordim: genial, sí.
Crowley: a mi sin embargo me pareció una gran broma, ese final.
Blanca: un referente creador con dominio absoluto de su arte.
Babel: él y ella están inmensos en esta película. De hecho he divido esta entrada en partes porque es una película que cuenta cosas distintas empleando distintas formas de contarla. Y ahora me doy cuenta de que no hablé de la fiesta "africana" que es otro punto fuerte.
Saludos a todos.
No he visto el eclipse, sino la noche... aunque algo me dice que comparten mucho, como pocos todos esos adjetivos sobre la incomunicación y esas calles vacías de las que hablas
ResponderEliminarEn realidad creo que la tengo bajada. A ver si me pongo con ella...
La conclusión es lo que hace grande esta película. Pero hay que ver las otras dos. Al final, la falta de comunicación entre las personas es la misma que entre los objetos. La abstracción es la verdad para Antonioni.
ResponderEliminarLa peli más difícil de ver de la trilogía.
Maravillosa.
ResponderEliminarPiet Mondrián
Maravillosa.
ResponderEliminarPiet Mondrián