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El efecto del 3D es espectacular: te pones las gafas y empieza la fiesta. Pero el cerebro, ese desconocido, se adapta al artificio y empieza a no fijarse tanto en las imágenes (¡hala!, ¡qué bonito!, ¡uy!, ¡casi me da!) para empezar a fijarse en la película. Es decir, deja de lado el cómo se cuenta para pasar al qué se cuenta. Si el efecto lisérgico de las gafillas dura toda la cinta, será una suerte, pero como a los quince minutos las neuronas se asienten... se acabó la fiesta.
"Avatar" es un burdo Pocahontas del espacio con grandes dosis de new age y chamanismo trasnochado, ecologismo de salón y vacua crítica postcolonialista (cuando ya no quedaba un indio en el far west, genocidio oculto, la gente empezó a decir lo buenos que eran), que empalaga hasta el hartazgo con imágenes de tupidos bosques cuajados de florecillas fosforescentes y estilizados pitufos extraterrestres tamaño Gasol con aires gatunos: ideal para ilustraciones que adornen románticos dormitorios adolescentes (siempre que usted quiera que sus hijos terminen suicidándose). La única idea interesante es la de la transformación del marine inválido en la de su avatar todopoderoso, un concepto que, sin embargo, es familiar para cualquier internauta: navegantes de la red que al llegar a casa después del trabajo introducen un usuario y un password para reencarnarse en otra personalidad, más aún, en lo que uno quiera. En un presunto cinéfilo, también. De cualquier modo la idea no es nueva ni tan siquiera para el cine: Neo entrando en "Matrix", pongo por caso.
"Avatar" se queda en película de animación de las de Disney antes de comprar Pixar. Supongo que el miedo a poder amortizar un juguete tan caro conduce a la infantilización absurda de la historia: hay que llenar la platea sea como sea. Y a fe mía que lo han conseguido: lleno hasta la bandera un día tras otro. Feria del 3D. Pero más dinero no implica mayor creatividad, claro. Quizás mayor espectáculo y cierta salvación de las salas. Eso hasta que se lancen al mercado las gafas de realidad virtual y cada cual se monte la feria en su casa. Un par de navidades y las tiendas repletas de ellas. Ya me lo dirás.