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Un
trailer del libro. Supongo que si la película no me hubiera pillado cuando voy por la página 151 de su edición de bolsillo (8 euros bien gastados), la sensación final que me hubiera quedado sería diferente. Pero estas son las circunstancias que, sin duda, nublarán mi juicio al escribir estas líneas.
En la película la trama avanza por cuatro cauces que se entrelazan sin tocarse, al libre albedrío del director: los dos aprendices de gánster que quieren emular a Tony Montana en "El precio del poder" (la celebre escena de un escuálido joven disparando una metralleta en calzoncillos); el joven repartidor que pretende cambiar las bolsas de plástico llenas de comestibles del supermercado por el calibre 9 mm de una
beretta: aprender a morir soportando un disparo a quemarropa parapetado detrás de un chaleco antibalas; los contratistas de recogidas de basura que buscan agujeros tamaño estadio (la reducción de costes, esencial en cualquier actividad capitalista) para enterrar bidones de residuos peligrosos: Nápoles está hasta el cuello de mierda, no sólo por los miles de toneladas de basura abandonada en sus calles; el sastre Pascuale, genuino símbolo de la bonanza que se levanta sobre la economía sumergida, talleres clandestinos que visten el glamour astronómico de Hollywood: oxigeno para que las grandes firmas apuntalen sus beneficios sobre el trabajo esclavo: porcentajes inalcanzables cuando las cosas se hacen como deben. Tanto asunto atractivo, tanto tema interesante. Y sin embargo poco explicado, inacabado, insuficiente para que el espectador que no tenga el libro a mano alcance a entender la magnitud del problema.
Si alguna virtud tiene el libro de Roberto Saviano, en el que está basado la película, es lo bien que quedan reflejados en el los mecanismos del Sistema (ningún napolitano lo llama Camorra, al parecer, utilizándose este otro nombre: eufemismos). Sus negocios en el mercado textil, la estructura jerarquizada del narcotráfico, las inimaginables formas de extorsión y ajustes de cuentas y, lo más terrible, su mimetismo con la población local y su tejido productivo, de forma que se acaba pensando que la Camorra es su único medio de subsistencia, el motor de su sociedad. Al escritor le han condenado a muerte: algunas páginas del libro parecen un listín telefónico por la cantidad de nombres que figuran en el: por decir las verdades perdí las amistades, que dice el refrán. Así que Roberto Saviano se convertirá en un merecido símbolo de búsqueda de la verdad y de deseo de justicia. La pluma es más poderosa que la espada. O no.
La película funciona en su estética de arrabal, pero poco más o menos que cualquier documental de "Callejeros". Rodada en parte en
Las Velas, esos edificios enormes como pirámides: vetustos y decrépitos como ellas, también. Siniestras madrigueras de criminales, vigiladas por pequeños
palis que desde la infancia recibirán como única alternativa vital la violenta vida del clan mafioso.
Denuncian que Garrone pactó con la Camorra para poder realizar el rodaje de la película. Será por eso que el autor de la "Gomorra" filmada no ha recibido la misma sentencia tajante que el de su hermana escrita. Con uno que se muera..., como decía el
payaso.