En 1879 se produce la llamada Guerra Anglo-Zulú, que enfrentó en tierras sudafricanas a los nativos zulúes con los soldados invasores del ejercito británico. El Imperio Zulú contra el Imperio Británico. El primero tenía aproximadamente la extensión de Portugal: el segundo era bastante más grande. El 22 de enero de aquel año, en la batalla de Isandlwana, el ejercito zulú arrolla a los ingleses. Y aunque la cifra de muertos no llegará al millar, será la gran derrota de su etapa colonial, la más inesperada, la que quedará anclada en la memoria. La mayor potencia bélica de su tiempo, superada por un ejercito armado con escudos de piel de vaca y lanzas de hierro: tecnología del neolítico contra armas automáticas. Subestimar al enemigo es un mal camino (Annual, Pearl Harbour, Vietnam) y el zulú no era precisamente un adversario menor. Formaba una infantería temible, bien organizada (no era una marea humana que se lanzaba sin más contra el enemigo: usaban tácticas de tenaza como las que dieron la victoria al cartaginés Anibal en Cannas contra los romanos o al mariscal soviético Zhukov en Stalingrado o Berlín contra el ejercito nazi), de gran fortaleza física y dispuestos a lavar sus lanzas con las sangre del enemigo. Su fiereza en el combate y la violencia de su carga podría deberse, también, a que sólo podían casarse los guerreros que demostraran su valor en el campo de batalla: demasiada tensión añadida. 25000 zulués arrasaron a 1000 casacas rojas pero, el mismo día de la victoria de Isandlwana, otros 4000 zulués no fueron capaces de vencer a 139 soldados que defendían la misión de Rorke's Drift, demostrando que Isandlwana iba a ser una excepción y que el rifle Martini-Henry del ejercito británico, bien utilizado, podía repeler cualquier ataque (un disparo de esta arma de gran calibre podía matar a un hombre, al que iba detrás y herir al siguiente: armas de destrucción masiva en pleno siglo XIX). Esas escenas, ancladas en la memoria cinematográfica, de los soldados disparando por secciones, una disparando y la otra recargando, conteniendo la carga del enemigo. Lo veías el sábado después de comer, en la televisión, casacas grises en pantallas de blanco y negro, y luego a la calle, con la emoción aún en la retina, a jugar a eso. Juegos de guerra que no dieron para más: nunca entendí la aversión al juguete bélico. Nos pasamos la infancia con el índice estirado y gritando ¡pam, pam! y luego la mayoría evitábamos el servicio militar como si fuera la peste e intentábamos librarnos por objetores de conciencia o inútiles o excedentes de cupo o insumisos: lo que fuera con tal de no ir. ¡Mili KK!. Pasó a la historia, afortunadamente. La guerra la vencieron los ingleses y el Imperio Zulú también pasó a la historia.
En "Amanecer Zulú" se representa la batalla de Isandlwana y en "Zulú" la de Rorke's Drift, aunque esta última fue rodada quince años antes. Cy Endfield es el guionista de ambas. "Zulú" fue un gran éxito, para eso presentaba el episodio heroico, y supuso el salto a la fama de Michael Caine. Tiene el aroma de las películas de aventuras que retratan la era colonial como "Beau geste" de William Wellman o “Gunga Din” de George Stenvens, pero también de algunas clásicas del genero western, cuando la caballería acudía al rescate, como en "Fort Bravo" de John Sturges. "Amanecer Zulú", a pesar de contar con Burt Lancaster y Peter O'Toole entre sus protagonistas, no es tan buena como la anterior y fue rodada en 1979 para aprovechar la conmemoración de la batalla de Isandlwana.
Buena sesión doble de cine. Para el interesado en estos temas recomiendo el excelente libro "Zulú", de Carlos Roca. De ahí ha salido la mayoría del texto de esta entrada.
¡¡Qué recuerdos de tardes de sábado!
ResponderEliminarTras el telediario, los dibujos, la película y a la calle. ¿Por qué los niños españoles ya no juegan en la calle?
Estupenda reseña,o reseñas que haces a un filme extraordinario. Desconocía por completo el libro de Carlos Roca, y me lo apunto.
ResponderEliminarSiempre es un placer para mi el ver como todavía se recuerdan a directores como George Stevens (Raíces profundas y Gigante)a William Wellman, al gran poeta John Ford, y sobre todo a John Sturges, que iluminó mi infancia en la pantalla grande con La gran evasión y Conspiración de silencio.
Tu reseña dá para mucho.Excelente entrada.
Un fuerte abrazo.