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Ha obtenido reconocimiento internacional debido, en gran parte, a sus interpretaciones de un yakuza despiadado, hierático, imperturbable: apóstol de la ultraviolencia. Camino de éxito bañado en sangre, como se manifiesta en la secuencia del taxista que conduce con dificultad por una carretera sembrada de cadáveres. Sin embargo en esta secuencia, como en el resto de su obra, es otro el tono que también se distingue, un toque cómico de humor elemental, de gracia sencilla, inocentona: el taxi avanza despacio porque se han metido dentro dos personajes muy gordos. La misma risa que surge del público que contempla la patada en el trasero que un payaso le da a otro en la arena del circo es la que provocan los porrazos de los concursantes de Takeshi's Castle, o la carcajada que surge al oír la palabra malsonante pronunciada por Kikujiro: chistes intemporales y universales.
"Takeshis´" propicia el encuentro entre el director, el asesino y el clown. Da la impresión de que es el homicida el que predomina, sucediéndose las escenas de tiros en las que los mismos personajes mueren una y otra vez en tiroteos sin sentido, como indicándole al espectador que todo es una farsa, un espectáculo gratuito en el que el propio Kitano es acribillado a balazos y en los bultos de su chaqueta se adivinan los mecanismos que sueltan sangre de mentira: esto es lo que hay y júzgalo como quieras: el actor mata al director y lo libera de la esclavitud de su propia obra. No queda claro si quiere decirnos que por su parte se terminaron las películas violentas o justo todo lo contrario.
"Takeshis´" en plural reuniéndolos a todos, todos los posibles, todos los que ha habido, todo el ego resumido en una película, y también el apóstrofe del final indicando la propiedad, la responsabilidad y que es sin duda su obra más personal.