A propósito del diputado por Aragón Pablo Echenique, apareció un detalle que hizo saltar mis resortes cinéfilos. Resulta que el conocido dirigente del partido Podemos escribió hace un par de años en el periódico digital eldiario.es, un artículo con el llamativo título "Discapacitado y más feliz que tú... sí, que tú". Este título, que podría hacer aparecer un sonrisa irónica en los labios del bípedo más autosuficiente de la manada, anuncia un texto de tono provocador en el que se rebate la extendida costumbre de asociar discapacidad e infelicidad, costumbre que no puede tener nadie que haya contemplado alguna vez la excelente película dirigida por Marco Ferreri y con la firma de Rafael Azcona en el guión. El caso es que Pablo Echenique tiene un cochecito.
Sí, así es, yo ya sabía lo felices que eran los poseedores de, llamémoslo así, un cochecito. Sólo había que ver a Don Anselmo dispuesto a todo por conseguir uno: lo que sea: vender las joyas de la abuela, perder el uso de las piernas o incluso el límite del genocidio familiar. Lo que haga falta con tal de salir de excursión con sus colegas moteros de tres ruedas, inopinados Ángeles del Infierno de marcha por los alrededores de Madrid, arrasando con todo. O casi. Recuerdo haber visto en mi infancia algún cochecito de aquellos y, por supuesto, no haber sentido ninguna lástima por su ocupante. Quizás todo lo contrario. Ya hubiera molado subirse a uno y conducirlo un rato, a quién no le hubiera gustado probar aquello. Para Don Anselmo el deseo se asienta más que en una necesidad de movilidad en un símbolo de pertenencia: como tener una bomber o unos martens o una harley: el cochecito es el tatuaje iniciático, el peaje de entrada a la secta. Y no hay secta que no nuble el entendimiento.
"El cochecito" sorprende no sólo por el tratamiento nada condescendiente que se hace de la discapacidad o por su rotundo humor negro que de puro negro quiere desembocar en un final nigérrimo al que el poder censor de la época no dudó en meterle mano, sino que sorprende también por su atrevimiento visual, con planos nada acostumbrados para el cine español de 1960, incluidas secuencias de rodaje cámara en mano que tiemblan sin la steadicam que está por llegar, pero que realzan el vigor dramático de la historia: el terror a la discriminación y el olvido desde la perspectiva del pobre viejo que no se siente un venerable anciano, el drama de Don Anselmo: Pepe Isbert, protagonista absoluto, actor inmortal que se erige como epítome de la mayoría de las mejores películas rodadas en España bajo el auge asfixiante del régimen de Franco. Se puede hablar, por tanto, del cine de Pepe Isbert, y considerarlo de lo que más merece la pena ver de entonces, y entre esa indispensable colección de títulos de su filmografía, cómo no, la asombrosa "El cochecito". Verla y, claro, darle la razón a Echenique.
"Cuando cada uno de los comensales el aparcacoches le acercaba el Audi, el Mercedes o el BMW, Rafael Azcona se despedía del grupo en la acera blandiendo con orgullo de residente el bonobús de jubilado y se dirigía a la parada. (...) Azcona decía que la gran comedia en el cine italiano murió el día en que los guionistas se hicieron ricos y dejaron de ir en autobús."
ResponderEliminarManuel Vicent, Póquer de Ases
Es cierto, se ha perdido por completo la capacidad de observar, por eso ya no se hacen grandes películas sobre las cosas pequeñas pero terribles. Desde el balcón de mi casa se ve un parque municipal muy deprimente donde van a jugar los jubilados a la petanca. Por lo visto cada uno del grupito debe llevar su juego de petanca cuando le toca, pero hay un jubilado que no tiene ese juego porque su mujer lo tiene acorralado con el dinero de su mísera paga. Hay que ayudar a los hijos y los nietos que están todos parados, dice su mujer en el súper, y no estamos para comprar juegos de petanca. El viejo se sienta muy cerca del grupo para observarlos jugar y alude, cuando le preguntan, que a él no le gusta jugar a la petanca. Los otros lo saben y se ríen de él y lanzan las pelotas con aspavientos ante él. Es muy desgraciado y nada le gustaría más que formar parte de ese grupo de decrépitos jubilados de la España más negra. ¿Dónde estás Azcona? ¿Dónde estás Ferreri? ¿Dónde estás Berlanga?
Un abrazo, amigo.
Faltan miradas inteligentes, sutiles. Sí, sentido del humor hay mucho, pongo la radio y está llena de cómicos haciendo chistes: el sentido chusco de la vida. Pero la profundidad en la observación no hay forma de encontrarla, porque hay que experimentarla directamente, no a través de la pantalla: a través de la ventana, en todo caso, como bien dices: hay que patearse la calle, conocer el barrio, hablar con la gente. Y eso ya no se lleva.
EliminarOpino lo mismo que Machuca... imaginas la de maravillas que podrían hacer Azcona, Ferreri, Berlanga, con esta crísis de pega y corta de nuestros tiempos?
ResponderEliminarY sí, qué maravilla de película, qué mala leche tan cotidiana. Qué de risas cada vez que la veo, con esa risa que sale del humor más negro y real sin contemplaciones. Como se echa de menos ese atrevimiento. Qué cosas verdad? quién lo diría.
Saludos!
Crisis de pega y corta, ja, ja , qué acertada definición. "El cochecito" se hizo bajo un régimen dictatorial brutal y uno piensa que ahora sería imposible hacerla, porque no habría valor para hacer un retrato social tan falto de prejuicios. El prejuicio se utiliza en la modernidad como una manta, una protección, y el lenguaje políticamente correcto es la venda antes de la herida. Una pena, en fin.
Eliminar... Y me encanta lo que dices de que existe una importante galería de buenas películas donde el protagonista es Pepe Isbert. Hace poco me descubrieron Los dinamiteros de Juan García Atienza. Una gozada.
ResponderEliminarBeso
Hildy
Pues esa no la he visto aunque conozco el título. A ponerle remedio.
EliminarMr. Licantropunk, recuerdo haberla visto hace una punta de años y me habia gustado. Cordiales saludos.
ResponderEliminarSí, yo también la vi hace muchos años y ahora, al revisarla, me ha producido una sensación totalmente distinta a la de antaño. La perspectiva de la edad, de la experiencia: hay un cine que sólo se puede ver desde ahí.
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