Todos los caminos me llevan al infierno.
Pero ¡si el infierno soy yo!
¡Si por profundo que sea su abismo,
tengo dentro de mí otro más horrible!
"El paraíso perdido", John Milton
El mundo, el demonio y la carne, los enemigos del alma, tres partes en las que se divide la película, anunciando que cualquier virtud que se pretenda mostrar está prohibida y que el único camino a señalar será el que conduce a las puertas de la perdición: atravesar la entrada a la estancia coronada por un lagarto negro, que en la película simboliza la última casilla de un juego sin premio. Pulsión de muerte, como teorizaba Sigmun Freud en "Más allá del principio del placer": de la "Venus de las pieles" de Leopold von Sacher-Masoch a "Justine" de Sade, de "La historia de O" de Pauline Réage a la última transgresión cinematográfica de Lars Von Trier en "Nymphomaniac". Bárbara, la niña de fuego de la canción de Manolo Caracol (al final incluyo una versión de ese tema realizada por Pony Bravo: no pretendo decir que sea mejor que la original, pero yo la he oído más veces): La Niña de Fuego te llama la gente y te están dejando que mueras de sed. De Eros a Tánatos.
Magical girls, uno de los múltiples subgéneros de los que está dotado el manga japonés (Carlos Vermut procede del mundo del cómic), niñas con habilidades mágicas, poseedoras de un objeto que les confiere un poder especial: el traje de Yukiko y su imprescindible varita mágica son el talismán apropiado para derrotar los terrores de la infancia, peor aún, del desfiladero de la adolescencia, peor aún, de la angustia irredenta de la edad adulta. El estilo de dibujo, lolitas japonesas de ojos lunares esculpidas en cera con sabor a fresa, esconde cierta perversión, deseos inconfesables de otakus descarriados, perturbados por la visión de la cosplay más bella de la última comic-con.
"Diamond flash", aquella película de superhéroes (más cómic por tanto), ópera prima de Carlos Vermut, creaba una atmósfera irreal, también se alimentaba de magia: de brujería en realidad, de legiones del mal contras fuerzas del bien. En "Magical girl", su segunda película, ha mejorado la estructura del guión resultando una cinta mucho más accesible que la ciertamente bizarra y desconcertante (no por ello mala) "Diamond flash". Y gana sobre todo en interpretaciones. Los actores de "Magical girl" realizan a la perfección su cometido. Todos son víctimas, formándose dos pérfidas relaciones ama-esclavo: de un lado Alicia (Lucía Pollán), la niña que quiere ser mágica, y Luis (Luis Bermejo) el padre desesperado por complacer a su hija; del otro Bárbara (Bárbara Lennie), que aparece como una antigua magical girl desolada por un poder que no supo controlar o que el resto del mundo no supo entender (los descarrilados de los cauces de la normalidad) y Damián (José Sacristán) profesor de Bárbara cuando era niña, al que un momento mágico encadenó, para siempre, al destino de la chica.
Pero esas dominaciones cambian de signo, de sentido e incluso de pareja, a lo largo de la trama, que termina volcándose en ambientes sórdidos y escenas violentas (aunque Carlos Vermut tiene el gran acierto de ser sutil y no explícito a la hora de mostrar barbaridades), moduladas por el pulso inigualable de la voz de José Sacristán (qué mal se les entiende a algunos actores jóvenes en el cine español actual, más allá de que estén más o menos dotados para la interpretación: cuando hay que hablar no vale eso de lucir abdominales y poner ojitos: son incapaces de vocalizar, dándote ganas de activar los subtítulos del DVD, así que si aparece algún maestro como Sacristán en pantalla y empieza a hablar, tus oídos se estremecen como si estuvieran escuchando una sinfonía de Beethoven). Diamond Flash era el nombre de un superhéroe salvador: de Diamond a Damián. De superhéroe a antihéroe.
El laberinto en que la película amenaza con llegar a convertirse, jeroglífico sin manual de instrucciones (el puzle inacabado de Damián), se solventa con acierto, generando una cinta extraña que logra mantener en todo momento la atención del espectador. Desenlaces fatales, pero círculos cerrados, aunque sin dar todas las explicaciones: en la vida real no existen las varitas mágicas. Además, así, haciéndote discurrir sobre lo visto y oído, esto del cine es mucho más interesante.
Aún no he visto esta peli, así que nada puedo comentar salvo que me atrae mucho. Lo que sí, qué gusto leerlo tan seguido, siempre es un placer.
ResponderEliminarSaludos.
Sí, estos días he tenido una "avalancha" de publicaciones. Mi media ronda una entrega semanal: seguro que es lo que se queda.
EliminarNo conseguí disfrutar de la película. Me dejaban totalmente fría sus personajes y con pocas ganas de saber qué o cómo y en ningún momento conseguí entrar en la historia, qué le vamos a hacer. Todo muy bien puesto, no digo que no, pero no conseguí interesarme por los trasiegos, y mira que había... ufff.
ResponderEliminarPero estoy de acuerdo contigo en cuanto a la dicción de Sacristán, qué gozada escuchar sin tener que forzar ni el oído ni la comprensión!!
Saludos!
¿Te fijaste que, para ser profesor de literatura, tenia una biblioteca, esa que empeñaba, realmente pésima, ja, ja? Desde luego que le podían haber buscado otra profesión el guión, pero supongo que les gustaba esa imagen inicial de alguien vendido sus libros, como el que vende sus joyas.
EliminarYo la incluí entre lo mejor del año pasado. Una gozada con Sacristán, como dices, dando clases de actuación y dicción
ResponderEliminarCoincido con todo lo que comentas, pero si me quedo con algo es con Sacristán recomponiendo si gesto y preparándose para matar como un torero antes de la faena. Increíble.
A ver cuando veo Diamond Flash.
Saludos
José Sacristán me suena que estaba nominado a los Goya por esta película: no se lo darían porque... ¿Por qué? Bueno, se lo llevó Karra Elejalde por "Ocho apellidos vascos", uno de los peores papeles de su carrera. Qué cosas. La que sí que agarró fue Bárbara Lennie y me parece bien. Ya digo que las interpretaciones de esta cinta creo que son formidables. Y "Diamond Flash" merece la pena, película sorprendente.
EliminarExactamente eso: una cinta extraña, un jeroglífico sin respuesta. No sé, me quedé pegada a la pantalla hasta el final, pero tuve la sensación, incómoda, de no haberla entendido del todo.
ResponderEliminarUn abrazo.