¿Se puede escribir poesía después de Auschwitz?, se preguntaba el filósofo alemán Theodor Adorno.
Campo de exterminio de Treblinka, con una productividad diaria que alcanzaba 15000 unidades. Un tren llegaba al apeadero de la entrada del campo y en tres horas (¡en tres horas!) su cargamento quedaba transformado en cenizas, en humo que salía por las chimeneas, en partículas que cubrían el cielo de toda Europa, en polvo que quizá aún sigamos respirando. Empujadores, peluqueros, limpiadores, jaladores, horneros, excavadores: grupos de judíos que colaboraban a golpe de látigo y de hambre y que necesitaban el exterminio para asegurar su propia supervivencia, paradoja terrible con la que es imposible convivir. Serán muchos de los que salgan vivos de los campos cuando se liberen y serán también los testimonios más demoledores, los que conmuevan al espectador hasta el tuétano.
Trenes de la muerte atraviesan el continente, cruzando pueblos donde los lugareños se pasan el pulgar por el gaznate, símbolo certero de un odio secular. La compañía de ferrocarriles alemana cobraba al estado (en realidad se pagaba con lo requisado: el judío pagaba su muerte de principio a fin) por cada viajero, si bien ofrecía tarifas para grupos y los menores de cuatro años viajaban gratis: el holocausto a precios de excursión a la playa. Criterios económicos, evaluación de costes, como los que estremecían al leerlos en la magnífica novela "Las benévolas" de Jonathan Littell. "Shoah" es el momento de mirar y de oír, durante casi diez horas de filmación: nadie debería ver esta película, todo el mundo tiene que conocerla. Rodada entre finales de los setenta y principios de los ochenta, todas las imágenes son contemporáneas, ninguna es histórica: raíles que atraviesan bosques desiertos, campos de cultivo, y que van a parar a descampados en ruinas donde asoma alguna chimenea o llegan hasta campos de concentración en los que se han preservado las instalaciones para preservar la memoria: turismo de masacre. Y mientras tanto hablan víctimas y verdugos creando un documento imperecedero y que seguirá siendo doloroso dentro de siglos. Hablan hasta romperse y arrastran consigo al observador del otro lado de la pantalla. En Israel, en Estados Unidos, en Polonia, en Alemania, en Corfú. Nazis que ahora sirven jarras de cerveza en Frankfurt o escriben guías de viaje de los Alpes, polacos que viven en las casas que antes ocupaban los ricos del pueblo o que recuerdan con pavor la vida del ghetto de Varsovia y judíos, por supuesto, eterna diáspora. Uno de ellos cuenta como, rodeado de cadáveres por todas partes, pensó que era el último judío. Casi lo consiguen.
El director interroga a los testigos sin piedad, consciente de que el celuloide generado será inigualable por ningún papel mecanografiado, por ningún artefacto arqueológico: en primera persona: yo estaba allí, yo lo vi, yo sobreviví.
Esta película duele.
Me crees si te digo que lleva en casa como desde hace un año? y que aún no tuve el valor de verla?
ResponderEliminarDuele y como sé que mucho ando esperando el momento en el que pueda verla sin deshacerme. Si con Primo Levi, y sin imágenes, ya dolió... ufff.
Pero necesaria, ajá.
Saludos mañaneros.
Pronto la veré. Como siempre, excelente tu reseña.
ResponderEliminarMagnífica tu entrada, Lincatropunk.
ResponderEliminarTengo pensado incluir dentro de poco una cosita en el blog sobre "Shoah" (donde el espectador siente el horror, gracias a los testimonios), en contraste con "Noche y niebla" (donde el espectador , solamente, ve el horror, gracias a las imágenes de archivo). Dos maneras diferentes de abordar el mismo tema...
Un saludo,
Yo no la veré. Tampoco olvidaré lo que me contaste. Imposible.
ResponderEliminarsaludos
Mr. Licantropunk, como siempre sus entradas son muy buenas; que horror. que horror. Un saludo.
ResponderEliminarShoah es como una de mis grandes asignaturas pendientes cinematográficas. He tenido innumerables ocasiones de verla, bueno no tantas -pero la pasaron por la filmoteca y la tuve en DVD-. De momento, no me he atrevido
ResponderEliminarFamosa película documento, yo la tengo pendiente, aunque por el momento ya he tenido bastante con Las benévolas. Y Garbo el espía que me ha tocado comentar en la sección dvd de la revista.
ResponderEliminarFeliz Año 2011 y a seguir con ganas de hablar de cine.
Marga: en parte me siento un sádico recomendando esta película. Pero me parece un documento muy valioso.
ResponderEliminarTomás Serrano: prepara café porque ya sabes que son muchas horas, aunque no recomiendo de verla del tirón, por supuesto. Está repartida en cuatro partes de dos horas. Yo la vi en varios días.
Kez: qué interesante. Estaré pendiente de tus entradas.
Akebono: tú ya la viste.
Belknap: gracias. El mayor horror siempre está fuera de ese género al que tu blog es tan aficionado.
Ibán: la verdad es que es un ejercicio de resistencia, no sólo por el tema: maratón cinematográfico.
Blanca: la historia de Garbo es tremenda. A ver si veo el documental. De momento, leeré tu crónica.
Saludos a todos y quiero daros las gracias por pasar por aquí y dejar constancia de vuestras visitas. Cada letra vuestra es un premio enorme para mi.
Seguro que es sobrecogedora, pero de momento la conservo ahí, aparcada. Tu entrada, aunque me ha gustado mucho, le renueva tarifa para el "parking", de momento.
ResponderEliminarLicantropunk, feliz año nuevo, y que no sea el último a felicitarte a través de este medio.
Hasta pronto ;)
La empezamos a ver y... nada, no es del tipo que me interese. Decepcionante. No tengo paciencia para esos paseos iniciales en barca...
ResponderEliminarPues no me extraña que la hayas dejado, la verdad: es una película que requiere mucha paciencia no solo por su duración sino también por su estilo pausado. Pero lo de la barca es el principio, principio: no has llegado ni a la media hora, je, je.
ResponderEliminarSaludos.