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Gus Van Sant escoge a un joven skater (la elección es acertada: el patinete se desliza en un espejismo de facilidad, la caída siempre esta a punto de suceder: además con la música y la iluminación adecuadas, la belleza de las imágenes es rotunda, por supuesto) para mostrar la angustia y la desesperación de las faltas irreparables. La confesión, la aceptación, como única vía de escape.
"Paranoid Park" es la tercera de tres películas dedicadas a la muerte. "Elephant", la mejor de las tres, muestra desde distintos puntos de vista -testigos, asesinos y víctimas- el día de la celebre matanza del instituto Colombine: esta primera habla del asesinato brutal y premeditado. La segunda, "Last Days", la más extraña de ellas hasta reducirse a un ejercicio de estilo, son los imaginados last days de Kurt Cobain, el rockero estandarte del grunge que se suicidó a la edad de 27 (como Jim, Janis y Jimi: después de la J la K) encarnado en un tal Blake que vaga sin rumbo y sin encontrar un asidero que aleje su dedo del gatillo de la escopeta (como buscaba el protagonista de "El sabor de las cerezas" de Abbas Kiaorostami: el suicidio al final del callejón). Y así, "Paranoid Park", la tercera, será la muerte por accidente aunque no por ello menos dolorosa. Trilogía maestra.
La semana pasada oí hablar del estreno de "Paranoid Park" (dos años tarde) a la crítica de cine de "El ojo crítico" de Radio1. Minusvaloraba esta película, desaconsejando con fervor a los oyentes que pasaran por taquilla para ir a verla: esta muy lejos de aquella obra maestra del director que fue "El indomable Will Hunting", decía con la implacable temeridad de un francotirador serbio. ¡Vivir para oír!