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Las mafias y los sistemas dictatoriales tienen mucho en común. Sistemas de fuerte jerarquía donde el líder es el dios supremo; códigos de silencio impuestos más allá de la quietud de las lápidas; enriquecimientos ilícitos dirigidos por anteponer el beneficio al escrúpulo, la ambición a la piedad. Sólo la familia, la sangre en realidad, es el resquicio donde se permite realizar demostraciones sentimentales y el fiero león implacable puede convertirse en un padre cariñoso. El padrecito, como llamaban a Stalin. Padre, padrecito, padrino: figuras paternales: Saturno devorando a sus hijos.
Supongo que la impronta de "El Padrino" de Coppola es tan poderosa y tan característica, que cualquier capo cinematográfico moderno debe someterse a la comparación con el gran Brando y la actuación de Armin Mueller-Stahl resuelve el examen con soltura (este actor hizo otro gran papel como antiguo criminal de guerra que va a juicio defendido por su propia hija en la película "La caja de música" de Costa-Gavras). Del mismo modo Vincent Cassel realiza a la perfección el papel de príncipe destronado, de heredero indigno del jefe que nunca podrá ni soñar en emular su magnifico reinado, más cerca del débil Fredo que del brutal Sonny Corleone. Y así, dentro de esta comparación entre familias criminales, queda la comparación de los infiltrados, la de Michael Corleone con Nikolai Luzhin. Porque el personaje de Al Pacino también es un infiltrado en un mundo al que no desea pertenecer, el héroe que queda atrapado en la red que más quiere evitar. Sometido a un destino impredecible, termina sentándose en el lugar más odiado: como le pasa a Viggo Mortensen en el final de "Promesas del Este".
Cronenberg se asoma de nuevo al cine negro de gansters y mafias aportando sus toques característicos (psicosangrientos), como ya hiciera en "Una historia de violencia" y, como en aquella ocasión, Viggo Mortensen está esplendido en el papel protagonista, algo que ya no es ninguna sorpresa. Perfecta mirada fría en un fibroso cuerpo tatuado que recuerda el de Max Cady. Puede que haya tenido que luchar a muerte desnudo contra dos matones chechenos en unos baños públicos, pero también puede que le baste esta noche para hacerse con la ansiada estatuilla. Nunca se sabe.
Excelente final, justo en el punto en el que debían aparecer los títulos de crédito: no había que dar más explicaciones. Sólo sembrar alguna duda.