domingo, mayo 13, 2007

"Apocalypto", de Mel Gibson

Violento, brutal, sanguinario. ¿El qué? ¿La película o el mundo que se refleja en ella?
Continuamente vemos la imagen de un crucificado: en las cabeceras de las camas, en las aulas de los colegios (ya menos), en los salpicaderos de los coches, en nuestro propio pecho. Nos hemos acostumbrado a esa visión hasta tal punto, nos resulta algo tan natural, que pasamos los ojos sobre ella sin darnos cuenta de lo que en realidad representa: un hombre torturado brutalmente hasta la muerte. Y el castigo era el acostumbrado en el imperio romano que era la imagen de la cultura frente a la barbarie. Solo hay que recordar la escena final de "Espartaco", con la Vía Apia repleta de cruces, para hacerse una idea de como se las gastaban las civilizaciones antiguas (bueno, las modernas no les van a la zaga ¿en qué alelo de nuestra herencia genética figurará la falta absoluta de piedad?).
Asi que si a Mel Gibson se le va la mano con el ketchup, no creo que lo haga para enardecer a los eruditos de las culturas precolombinas, ni que tampoco sea motivo para ello. Se trata más bien de una característica definitoria, de un sello personal que se extiende por toda su filmografía. Recuerdo que antes de ver "Braveheart" ya me advirtieron de que la sangre salpicaba la pantalla y cuando se estrenó "La pasión de Cristo", fueron ríos de tinta los que corrieron durante meses. Solo ha dirigido cuatro películas, pero ha demostrado tener talento como realizador: debajo de la hemoglobina palpita una historia. "Apocalypto" es un viaje al salvajismo primitivo, pero reinvidicando la vida en sintonía con la naturaleza. La vida lejos de ejércitos, sacerdotes, reyezuelos. Tiene una ambientación impecable, muy trabajada (y mucha pasta invertida, claro: se ve en cada fotograma: los escenarios, los maquillajes, el vestuario). El ritmo furibundo de una película de aventuras, que mantiene la tensión hasta el final. Ni siquiera le afecta haber usado el lenguaje maya para los diálogos, lo que obliga a la inmensa mayoría de la platea a tener que leer en la parte baja de la pantalla.
En esta caso, más que en muchos otros, hay que olvidar la personalidad del director, separarla de su obra, no pensar que es un gilipollas, y dejarse llevar por el frenesí de las imágenes. Al fin y al cabo, en su día hizo de Mad Max.

3 comentarios:

  1. Ey, se te echó de menos...

    A mí es que el Gibson me cae como una patada en las narices. No soporto su fundamentalismo, su machismo neandertal y la estupidez supina que adivino al leer alguna de sus entrevistas (ya no lo hago, me cansé jajaja). Y siempre pensé que los directores acaban filtrando sus ideas en sus películas, sobre todo los necios...

    Va, me pasé? jajajaja. Sorry, me puede la visceralidad, ays!

    Un beso!!

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  2. La verdad que es un cineasta que no gusta nada como persona, pero resulta cuanto menos interesante que realice estas superproduciones de una manera tan integral, con su propia lengua, lo que lo hace más histórico. Al fin y al cabo, a mi la Pasión me gustó, desde el punto de vista visual, como filmación, como un ajuste al ambiente real de la época. Desde luego no desde el punto de vista creyente, que no lo soy. Sin embargo me pareció pasional en todos sus poros.

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  3. margot: la imagen pública del director desluce su obra, aunque ¿cuántas veces nos sucede esto con creadores de todo tipo? Escritores, cantantes, pintores. Podría formar una pequeña lista y seguro que Mel estaría en los puestos de cabeza.

    Zuriñe: coincido con tus opiniones. "La pasión de Cristo" tiene algunas tomas de gran belleza, de auténtica poesía visual. Lo que pasa es que sólo se va a recordar la brutal paliza. Inevitable recuerdo, claro, por larga, por violenta y por sádica.

    Saludos

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