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Una de las situaciones más incómodas a las que nos podemos enfrentar es esa sensación de estar rodeado de personas que saben algo que tú desconoces. Desconocimiento, desconfianza, sin saber muy bien si son sinónimos o si lo primero nos conduce a lo segundo. Todos somos muy buenos y muy solidarios pero si es nuestro trabajo el que está en juego, entonces es un todos contra todos y sólo puede quedar uno. Muy bien las marchas protesta pero las vemos desde la ventana mientras esperamos que sean los demás los que vayan cayendo, mientras seguimos dentro no importa a qué precio.
Un método de selección de personal, el Método Gronholm. Siete personas que optan a un puesto de directivo. En la primera notificación que reciben se les informa de que uno de ellos es un topo. Te desestabilizas, ya no estás entre iguales. Miras de reojo al que tienes al lado. Es difícil jugar a ganar si a cada paso cambian las reglas del juego. El que busca una alianza será el siguiente en salir. No signal...
El argumento me ha parecido bueno, aunque en algunos casos las situaciones son poco creíbles. Porque vamos, quién no se acuesta con otro de los candidatos en un proceso de selección, así, de pie en el baño, tras haberse barajado la hipótesis de que pudieran haber cámaras, o quién pensaría en dejarlo todo tras dejarse convencer por el tan poco convincente Eduardo Noriega.
Alguien me comentó que era una película de actores. Tiene interpretaciones muy buenas, como las de Adriana Ozores, el aspirante más débil a priori, por imposición, porque así lo delata la sonrisa cargada de suficiencia de Eduardo Noriega. Ernesto Alterio, ante la encrucijada, con un dilema moral. Y Eduard Fernández, al que odias a partir de la segunda vez que abre la boca.