domingo, octubre 24, 2021

"Un día más con vida", de Raúl de la Fuente y Damian Nenow

Hace muchos años que leí "Ébano", el libro canónico del escritor Ryszard Kapuściński, genuino manual para periodistas con alma de reporteros dispuestos a cualquier sacrificio con tal de obtener una información, una entrevista, una primicia que otro cualquiera no podría redactar porque nadie más habría osado traspasar la última frontera, la línea del frente, la tierra de nadie que conduce a un punto desde el que lo más probable es que no se vuelva. "Ébano", junto a los formidables diarios de viajes de Javier Reverte, como "El sueño de África", me aportaron una visión y un conocimiento del continente africano que me parecieron completamente veraces y esclarecedores: lecciones magistrales de periodismo: trasmisores eficaces de la idea de la realidad de la vida de los habitantes de un continente tan cercano geográficamente como incógnito, una intuición de sabiduría universal que yo no habría vislumbrado de ningún otro modo.

"Un día más con vida", película basada en la obra homónima de Kapuściński, relata las peripecias del reportero polaco en Angola durante el año 1975: el país, recién descolonizado por los portugueses, se enzarza en una cruenta guerra civil por el poder (alimentada, como era costumbre en la época de la Guerra Fría, por la rivalidad geoestratégica, ideológica, social y económica de Estados Unidos y la U.R.S.S.) que durará hasta el año 2002 y que se convertirá en la más larga de todas las que surgieron, casi sin excepción, tras el vacío de poder que deja la salida de los países europeos al abandonar los gobiernos de sus antiguas posesiones africanas: territorios aún rebosantes de riquezas naturales que atraían como moscas a codiciosas manos tanto extranjeras como locales: la multinacional y el dictador, ese milagro económico.

Ryszard, o Ricardo, como le llaman en la cinta usando la lengua materna de casi 500 años de dominación, quiere viajar hacía el sur de Angola para entrevistar al misterioso comandante Farrusco, un exparacaidista del ejercito portugués que se ha pasado a las filas del MPLA (Movimiento Popular de Liberación de Angola) facción mayoritaria del pueblo angoleño y de inspiración marxista (otra constante en la época: los independizados del yugo colonial eligen izquierda) y que combate a los militantes del UNITA (Unión Nacional para la Independencia Total de Angola) y del FNLA (Frente Nacional para la Liberación de Angola) apoyados militar y económicamente por la CIA (Central Intelligence Agency: las ingentes sopas de siglas que saltaban desde los telediarios de nuestra infancia y que luego resultaron reducirse únicamente a los dos lados del mismo tablero de ajedrez, daba igual el país o el año). De nuevo un viaje al corazón de las tinieblas y el paralelismo con la obra de Joseph Conrad es evidente: Ricardo como Marlow, Farrusco como Kurtz: de nuevo un par de europeos fascinados y horrorizados por la violencia desnuda, por el entorno salvaje, por la injusticia rotunda de la crueldad sin límites. La película, hipnótica en su estética, mezcla el cine de animación con los testimonios documentales de aquellos que acompañaron a Kapuściński (fallecido en 2007) en su odisea al sur: al sur, siempre al sur, alegoría eterna del descenso a los infiernos. el norte virtuoso, el sur pecador. 

La trama es poderosa en la dirección inequívoca de su mensaje de denuncia del opresor, afirmando con rotundidad la situación caótica y brutal del momento, señalando sin ambages a los héroes del bando del que toma parte sin dudarlo y tampoco vacila al afirmar que el reportero de guerra es también motor de la historia y elemento clave en lograr cambiar su rumbo al optar por exponer o guardar silencio con el contenido de su libreta de notas. Eso sí, la hora y media de metraje se hace corta, se despierta el ansia de ampliar el tema, de saber más de aquel periplo asombro. Menos mal, oh yonquis del conocimiento, que las librerías están abiertas los sábados por la tarde.

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