domingo, febrero 07, 2021

"Bajocero", de Lluís Quílez

Durante los años setenta y ochenta del siglo pasado, se hicieron múltiples películas, muy violentas, en las que un héroe (o antihéroe) en solitario, un campeón invencible heredero de los míticos guerreros griegos, combatía el mal con pocas palabras y muchos disparos: el ánimo sacrificado de poner orden en el mundo, de equilibrar el fiel de la balanza más allá de consideraciones morales o contratos sociales ilustrados. En esa tendencia cinematográfica de gran éxito y popularidad, se puede considerar como título primordial del género a "Harry el Sucio" de Don Siegel, con el inspector de policía Harry Callahan, interpretado por Clint Eastwood, impartiendo la justicia que a una parte de la ciudadanía, harta de corrupción y recovecos judiciales, le parece tan obvia como necesaria: la transformación del servidor de la ley en su intérprete: el funcionario público que aparta los legajos que le estrujaron la retina cuando estudió las oposiciones y que juró defender cuando le dieron una placa. Adiós a todo eso. Recuerdo que a esas películas muchos críticos les ponían la etiqueta de "cine fascista", un epíteto, el de fascista, que se sigue empleando con la misma ligereza en la actualidad, hasta diluir su significado. En cualquier caso, solía tratarse de cine policiaco muy entretenido en el que siempre había un momento en el que el espectador, expectante, se preguntaba si el justiciero de turno sería capaz de apretar el gatillo: el ángel o el diablo, cada uno sentado en un hombro. De poli bueno a poli malo sin necesidad de dos actores y en un viaje sin retorno.

"Bajocero" (no entiendo la necesidad de esta redacción errónea para el título) es una película española cuyo protagonismo está ocupado por el Cuerpo Nacional de Policía: atendiendo al éxito reciente de la serie "Antidisturbios" de Rodrigo Sorogoyen, sólo cabe decir ¡Más madera! El traslado nocturno e invernal de unos presidiarios de un penal español a otro dará lugar a un buen thriller, tan bien realizado como estupendamente actuado, una película que da lustre a las películas de acción rodadas en España. Esa cuerda de presos la compone un catálogo diverso de estereotipos criminales, seis ejemplos de identificación simple: el rumano violento, el inmigrante lumpen, el contable corrupto, un yonqui fuera de época, el viejo chorizo nacional y, para cerrar este grupo salvaje patrio, el delincuente juvenil. El ladrón bueno, el ladrón malo: ¿a quién le ofrecerá redención el guionista y a quién condenará irremediablemente? Sin duda, será un reflejo de lo que la propia sociedad detenta en la actualidad cual masa rencorosa y atemorizada, atribulada por los brutales crímenes y las horrendas violaciones que han arrasado los noticieros de los últimos años. Sin comentar nada más para que el que no haya visto la película tenga ocasión de reflexionar sobre lo escrito, solo queda añadir que esta película no hay quien se la crea: imposible que Javier Gutiérrez, con su altura, hubiera pasado las pruebas físicas para acceder a la Escuela Nacional de Policía de Ávila (Abulae in caelo inmotum lumen). Aunque, claro, hace nada interpretó a un entrenador de baloncesto... La magia del cine.

1 comentario:

  1. La película no está mal: tiene un punto de giro casi al principio y otro casi al final, además de mucha acción y suspense. Pero lo mejor es lo bien que estamos haciendo las cosas desde el cine de género, que es el que crea masa de público.
    Saludos.

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