domingo, mayo 05, 2019

"La importancia de llamarse Oscar Wilde", de Rupert Everett

"The Happy Prince", en su título original inglés, como el nombre de su cuento más famoso, "El príncipe feliz", y como esa estatua desposeída debió sentirse Oscar Wilde en el final de sus días: no fue una golondrina: del todo a la nada. Sobre ese proceso de ruina personal, de desgraciado ocaso para el que fue máxima figura cultural y orgullo de la nación (el clamor del aplauso desaforado, el laurel del reconocimiento unánime), levanta Rupert Everett su denuncia: la caída de los dioses, de los genios, destruidos por la misma sociedad que los encumbró. En el caso de Oscar Wilde, la homosexualidad fue el crimen, la imperdonable condición humana que lo condenó al presidio primero y al destierro después.
Entronca esta película con otro título reciente, "Descifrando enigma" de Morten Tyldum, biopic del matemático Alan Turing en el que se le "acusa", nada menos, de haber ganado la Segunda Guerra Mundial. La gran recompensa le llegó pocos años después, inducido a suicidarse cuando se descubrió que, como le había pasado a Oscar Wilde medio siglo antes, su orientación sexual estaba perseguida por la ley. La moraleja de injusticia irreparable era, por tanto, más nítida en aquella película de 2015, mientras que en la cinta de Everett la cuestión de atropello colmado de sinrazón queda un poco velada al mostrar los desmanes festivos del apasionado Wilde frente al intelectualismo apacible de Turing. De ese aspecto se abusa en cierta medida, produciendo un retrato que abunda en lo sórdido y lo grotesco y a ratos aburre: también puede que la realidad supere la invención que muestran unos fotogramas: quizás cualquier relato histórico sea falso por naturaleza.
Pasan los años, las décadas, y el legado sobrevive, la obra se vuelve inmortal, bautizando con el nombre del condenado calles, teatros y centros escolares -la hipocresía de las masas produce compensaciones estériles- pero al príncipe que nunca más será feliz, todo eso ya le importa un bledo.

3 comentarios:

  1. Licantro, qué interesante el título que le pusieron. Y justo me vengo a encontrar con que tu entrada empieza contradiciendo esto. "The Happy Prince" es bien para entendidos o lectores de Oscar.
    Interesante denuncia de Rupert Everett, esta reseña dan realmente ganas de verla.
    "Código enigma" (así se la conoció acá) me gustó mucho, así que es otro punto a favor de tu entrada

    Abrazo!

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  2. Vaya un título absurdo que le han puesto aquí... al principio no reconocí a Everett con ese look a lo Mister Hyde.
    Se nota que Everett está encantado con el personaje y ha convocado a Collen Firth, su compañero de rodaje en "Another Country" y hoy película de culto.
    Me ha gustado pero creo que prefiero el biopic que Stephen Fry dedicó a Wilde hace veinte años que termina cuando empieza la versión de Everett.
    Saludos!
    Borgo.

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  3. Tengo ganas de verla, a ver si llego a tiempo que las carteleras parecen estar aquejadas de las mismas prisas que el mundo, ufff.

    Su trayectoria estuvo marcada por ser homosexual, cómo no, pero creo que su final tuvo más que ver con el hecho de no pertenecer a la clase dirigente (sin ir más lejos su amante se fue de rositas y nunca fue castigado). No olvidemos que hablamos del clasismo británico, implacable como pocos, y no iba a dejar pasar por alto la afrenta que debió suponer para la época sus escritos y actitud vital. En cuanto pudo asestó su golpe... y debió relamerse y todo, me da a mí.

    Saludos, señor Licantropunk.

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