El comienzo de "Cold War" es tan vibrante que hace sentir cierta pena de que la película no continúe por esa senda, mostrando una road movie de búsqueda antropológica por los cauces de antiguas rutinas folclóricas europeas. Ese inicio me retrotajo ipso facto a ciertos instantes de mi infancia, recuerdos festivos en los que la gaita y el tamboril resonaban entre las piedras domadas de las calles de hermosos pueblos anclados en la Edad Media. En Salamanca, durante los años de la Transición, tuvo gran protagonismo cultural el etnólogo -ya fallecido- Ángel Carril, que dedicó su carrera a la recopilación y conservación de un modesto patrimonio sentimental, más cercano a las plazas populares que a los grandes teatros, y que resulta ser tan importante como frágil: canciones y romances que se perderán con la muerte del último intérprete: la cadena de transmisión oral interrumpida abruptamente por la eclosión de la modernidad.
"Cold War" empieza así y es de admirar que una película de hora y media abarque tanto, caminando poco a poco hasta desvelar su verdadera trama, que es la de dos amantes atravesados por un telón de acero, por un sentimiento de esquizofrenia, por no saber a qué lugar pertenecer: deslocalización y paranoia. Polonia bamboleada por uno u otro invasor: el liberador que deviene en conquistador. Aseguran que el general Charles de Gaulle estaba deseando que sus aliados estadounidenses y británicos pasaran de largo hacia Alemania, no sea que tuvieran la tentación, que seguro que la tenían, de convertir Francia en un protectorado: de Vichy a Mc Donalds's. Los soviéticos, sin embargo, parecían tenerlo mucho más claro y el régimen estalinista no solo ocupó palacios presidenciales e instalaciones militares, sino que se propuso dominar las mentes de sus subyugados: mejor loar al omnímodo Stalin que bailar al son de decadentes canciones de taberna: memoria incómoda de tiempos burgueses: la fiesta terminó.
La vía del exilio como salida sensata ante una atmósfera que se vuelve irrespirable. Pero, ay, la tierra tira mucho, sobre todo cuando es un espacio considerado como propio: no hay escapatoria porque no hay peor prisión que la que se construye uno mismo: la sensatez se convierte en locura simplemente con chasquear los dedos, y ningún lugar es bueno cuando en él no se encuentra la persona amada. Y ese final... de ese final mejor no dar pistas.
Me ha gustado mucho. No había visto una película con un inicio tan vibrante desde "La grande belleza". Y esa fotografía en blanco y negro, y una relación tan soterrada pero a la vez tan intensa. Además, dura lo justo.
ResponderEliminarSaludos!
Borgo.
Buena referencia "La grande belleza": películas que son capaces de condensar el espíritu de una época.
EliminarLa tengo que ver. Polonia tuvo la (mala) suerte de ser el interior del sandwich, el que formaban Alemania y la URSS.
ResponderEliminarSaludos
Con "Ida" me pareció que Pawel Pawlikowski tenía muchas cosas que contar sobre cómo entendía su país. Y "Cold War" ha reafirmado aquella sensación.
EliminarVengo de ver un documental larguísimo sobre la Segunda Guerra, no vendría mal aprovechar el envión y ver esta película
ResponderEliminarDespués te cuento
Abrazo Licantro!
No sé si la Segunda Guerra Mundial preparó a los habitantes del planeta para lo que vendría después: de repente aliados contra Hitler se volvieron enemigos mortales. La Guerra Fría desbordó las peores expectativas.
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