sábado, agosto 04, 2012

"Cuento de primavera", de Eric Rohmer

La primavera es época de cambios, de mudanzas, aunque la metamorfosis no vaya más allá de una transformación de vestuario: si hay suerte, perder el abrigo en un parque, si no, sepultarlo en el ataúd que duerme junto a tu cama: hibernación veraniega. En cualquier caso la primavera será la oportunidad de situarse en un punto de vista distinto: ¡Luz, más luz!, como demandaba Goethe antes de morir.

En "Cuento de primavera" el armario donde se guarda la ropa y la cama donde se duerme, no necesariamente se encontrarán en la misma habitación, ni tampoco en la misma casa: el hogar propio es cuartel de invierno, refugio seguro al que se retorna cuando se terminan las historias, cuando se acaban las perdices del cuento: el cepillo de dientes en un vaso ajeno, reflejo raro en el espejo del cuarto de baño de la casa del o de la amante, un traslado más o menos duradero: lo que dura el amor. A Jeanne (Anne Teyssèdre), profesora de filosofía de bachillerato, el fin del romance o, al menos, la duda de su continuidad, la pillan con su viejo apartamento ocupado temporalmente por una prima y su novio. Pasajero en transito, con la bolsa bajo el brazo, se cruzará con la joven Natacha (Florence Darel) en una fiesta. Natacha le ofrecerá otra cama, otro armario, otro vaso para el cepillo de dientes. Por ofrecerle, más adelante hasta le ofrecerá a su padre, Igor (Hugues Quester), que en la actualidad sale con una chica llamada Ève (Eloïse Bennet) a la cual Natacha no soporta. Natacha y Jeanne salen charlando de la fiesta, disparando confidencias, y Eric Rohmer ya te ha atrapado, ya estás deseando saber cómo continuará esta historia.

Las señas de identidad del cine de Eric Rohmer: poderosos personajes femeninos, dueñas de su destino, frente a las que los hombres no parecen más que peleles a merced del viento; relaciones afectivas ambiguas, llenas de dudas e inconformismo; un plano trascendente que convierte la duda en duda existencial, filosófica; puesta en escena de ambiente cotidiano que propicia pasajes llenos de diálogos inteligentes que se desarrollan con la mayor de las confianzas: confesiones, sinceridad, naturalidad. Un cine con el que el espectador se puede identificar (la emoción cercana) y que arrastrará irremediablemente al que sepa escuchar con atención y paciencia.

2 comentarios:

  1. Interesante, sobre todo por el poder femenil y el pelelismo masculino...

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  2. Y en todas las que tiene, que tiene un montón, pasa lo mismo. Tal cual.
    Saludos.

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