El pasado fin de semana he visto dos películas que, sorprendentemente, se parecen mucho. Y apunto la sorpresa porque cuando me pongo a ver una película intento saber de antemano lo menos posible de su argumento, de modo que encontrarme una serie de similitudes entre los títulos elegidos, vistos uno a continuación del otro, no puede achacarse a ninguna premeditación y sí a la más fortuita de las casualidades.
Antes de ver la que da nombre a esta entrada, en concreto un día antes, vi "Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas" de Apichatpong Weerasethakul, ganadora de la Palma de Oro de Cannes en el año 2010: primera coincidencia: la de Angelopoulos ganó el mismo premio en 1998. Y entre que decido o no ponerme a escribir sobre el tío Boonmee, veo "La eternidad y un día". No se hable más: programa doble en el blog.
En el rincón tailandés, Boonmee (Thanapat Saisaymar) y en la esquina griega, Alexandre (el genial actor suizo Bruno Ganz: ese asalto está ganado, me temo). Los dos son viudos gravemente enfermos que viven el presente sumidos en el dolor del cuerpo y la desesperación del alma: mirar al pasado con nostalgia, aquellos años de plenitud física y momentos felices: es la melancolía la que enferma al que echa de menos un mundo perdido. En la de Weerasethakul los fantasmas se presentan después de cenar, en la sobremesa, realismo mágico en la jungla tropical, y conversan con los vivos. Habitantes de universos paralelos que encuentran una puerta para verse, hablarse, abrazarse, cuidarse unos de otros y hacerse compañía. Para Angelopoulos, por otro lado, los fantasmas sólo pueblan los recuerdos y el pasado es un idílico día de verano al borde del mar. Veraneantes de ropas blancas bajo un sol luminoso, despreocupación de clase alta que baila en lujosas casas junto a la playa y pasea su ocio en yates de postal, contrastando con el presente lluvioso y triste de Alexandre: mafias que explotan a pequeños niños inmigrantes como símbolo de una sociedad en la que se ha extinguido el refugio perfecto de la familia, del clan: el hombre occidental moderno pierde sus referencias, sus asideros, y se desmorona irremediablemente. Alexandre es el fantasma, en realidad, un espectro con gabardina que se aparece en la fotos del pasado y no al revés.
¿Para qué seguir penando? Ambos, Alexandre y Boonmee, confían sin ningún asomo de duda en que la muerte es el reencuentro, una idea de vida ultraterrena que está más allá de toda lógica y que, sin embargo, es universal: Grecia y Tailandia, tan lejos, tan cerca.
Ver una película de Theo Angelopoulos (encabeza el post la suya porque me gustó más que la otra; Apichatpong Weerasethakul me deslumbró con su cine original y asombroso en "Mysterious object at noon" o en "Syndromes and a Century" pero en esta ocasión no ha llegado a encandilarme como en aquellas) es como viajar a uno de esos países en los que en vez de andar atrasando o adelantando la hora en el reloj es mejor abandonarlo en el fondo de la maleta. No existe el tiempo, la prisa, la premura: abandonad toda impaciencia. Sólo así se puede disfrutar de este cine, de esta perfecta poesía de celuloide.
Ahora que lo pienso, en eso también se parecen.
Bueno... la verdad es que no sé que decir... Angelopoulos... y el otro más raro todavía... En el próximo dejo el doble de comentario.
ResponderEliminarNo he visto ninguna de la dos... pero estoy de acuerdo contigo, la impaciencia mata el disfrute del cine. Vaya, y de cualquier otro disfrute o pensamiento...
ResponderEliminarSaludos mañaneros!
La de Angelopoulos... no me gustó demasiado. Es un cineasta que no me acaba de llenar. Tiene buenos momentos, pero el resto se me hace pesado.
ResponderEliminarCon Apichatpong en cambio he disfrutado cada una de sus propuestas (esta última menos), siendo para mí su mejor obra "Syndromes and a Century" .
Un saludo.
Tomás Serrano: puedes decir "jo, qué bien escribes". Y ya está, yo tan contento.
ResponderEliminarMarga: pues no puedo por menos que recomendar ambas y paciencia. Las tres cosas.
Crowley: Angelopoulos va ganando puntos, poco a poco. De coñazo insufrible a "stop: pon atención que te lo estás perdiendo". Será la edad, claro.
Saludos a todos.
Estoy de acuerdo contigo en que lade Angelopoulos le gana por goleada. Hace muy poco que he visto la otra, obviando cualquier comentario en mi blog. Seré tajante, con tu permiso: extremo aburrimiento, poesía para autistas, no sentía nada igual desde el último film de Albert Serra. Y eso que Myusterious object at non me llegó, seguro que por el experimento que propone la película. Eso sí, si encuentro los títulos de crédito de Uncle Boonmee, los planto en una entrada.
ResponderEliminarSaludos.
Pues me encanta Anguelópulos, te alabo el gusto. Precisamente, esta semana hemos revisado Paisaje en la niebla, obra maestra.
ResponderEliminarLa obra de Weerasethakul me resulta totalmente desconocida. Le pondré remedio.
Saludos