
A partir de los años 50 del siglo XX, se produce la mayor competición científica y tecnológica que haya conocido la historia: la carrera espacial. Se podría asimilar al mundial de fútbol que se está disputando en estos días. Sana competencia entre dos naciones. Contribución al avance de los pueblos. Los logros de la civilización. La paz mundial. Valores universales que se pueden convertir en pura propaganda, pues la realidad suele tener dos caras (hoy se pública en www.rebelion.org un excelente artículo titulado
"El fútbol es Cosa Nostra", de Victor Ego Ducrot, donde se da una visión amplia de los intereses económicos que hay más allá de los noventa minutos del partido).
Al fin, la carrera espacial no fue más que una faceta más de la guerra fría. Había que superar a la Unión Soviética a cualquier preció. Kennedy lo prometió y lo cumplió pero no sobrevivió para verlo, devorado por su propia ambición: el poder absoluto (recomiendo leer "América", de James Ellroy).
La película cuenta lo que sucedió alrededor del famoso "Houston, tenemos un problema", que supuso uno de los grandes fracasos de la NASA: misión no cumplida. El Challenger hizo plof hace ya veinte años y el Columbia estalló al regresar a la Tierra en el 2003. Desde entonces no se levanta cabeza: demasiado dinero para tan poco beneficio económico y además, si solo compite uno, no hay carrera y la victoria pierde lustre. Sin embargo, la tripulación del Apollo XIII consiguió sobrevivir tras siete días de penurias, lo que sirve a la película para convertirlo (probablemente con razón) en el mayor éxito de la NASA. Hay que tener en cuenta que la nave era más parecida a un seiscientos que al Halcón Milenario y, además, la tecnología de hace treinta años comparada con la actual desluce mucho. Es la mejor parte de la película, la que transcurre en la sala de control de Houston, con sus técnicos nivel premio Nobel devanandose los sesos mientras se tupen a tabaco y café, pero pariendo brillantes soluciones. Para que digan que fumar es malo. Lo demás, el espíritu americano, la familia feliz, los rezos, la bandera, el camino recto (tremendo cuando Tom Hanks y Bill Paxton, padres amantísimos de múltiple descendencia, miran de reojo al promiscuo Kevin Bacon, convertido en el villano de la película), todo eso mejor no fijarse, como en tanta otra americanada.