Película francesa, genuinamente europea: si la hubieran hecho en Hollywood, la rubia se hubiera casado con el pijo en vez de tirarse por la ventana. Vaya, ya conté el final, si bien es un final muy previsible. Al principio parece adentrarse en los laberintos de la vida marginal de los suburbios de las grandes ciudades: los sin techo, la economía sumergida, el desarraigo familiar, incluso el problema de la vivienda, asuntos estos que la hubieran convertido en una obra muy digna, a lo Ken Loach. Cine denuncia. Sin embargo, entre todos los caminos posibles el hilo de la trama opta por coger el peor destino, convirtiendose en una cansina historia de amor adolescente. Amores imposibles, amistades rotas, comas irreversibles. Ay.
Quizá, en fin, sea una gran película y simplemente yo me esperaba otra cosa. Quizá no son horas.
Eso si, hay que verla entera, aunque sólo sea por escuchar la melodia de Yann Tiersen que acompaña a los títulos de crédito. Cine europeo.
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