miércoles, diciembre 26, 2007

"Zulú", de Cy Endfield, y "Amanecer zulú", de Douglas Hickox

En 1879 se produce la llamada Guerra Anglo-Zulú, que enfrentó en tierras sudafricanas a los nativos zulúes con los soldados invasores del ejercito británico. El Imperio Zulú contra el Imperio Británico. El primero tenía aproximadamente la extensión de Portugal: el segundo era bastante más grande. El 22 de enero de aquel año, en la batalla de Isandlwana, el ejercito zulú arrolla a los ingleses. Y aunque la cifra de muertos no llegará al millar, será la gran derrota de su etapa colonial, la más inesperada, la que quedará anclada en la memoria. La mayor potencia bélica de su tiempo, superada por un ejercito armado con escudos de piel de vaca y lanzas de hierro: tecnología del neolítico contra armas automáticas. Subestimar al enemigo es un mal camino (Annual, Pearl Harbour, Vietnam) y el zulú no era precisamente un adversario menor. Formaba una infantería temible, bien organizada (no era una marea humana que se lanzaba sin más contra el enemigo: usaban tácticas de tenaza como las que dieron la victoria al cartaginés Anibal en Cannas contra los romanos o al mariscal soviético Zhukov en Stalingrado o Berlín contra el ejercito nazi), de gran fortaleza física y dispuestos a lavar sus lanzas con las sangre del enemigo. Su fiereza en el combate y la violencia de su carga podría deberse, también, a que sólo podían casarse los guerreros que demostraran su valor en el campo de batalla: demasiada tensión añadida. 25000 zulués arrasaron a 1000 casacas rojas pero, el mismo día de la victoria de Isandlwana, otros 4000 zulués no fueron capaces de vencer a 139 soldados que defendían la misión de Rorke's Drift, demostrando que Isandlwana iba a ser una excepción y que el rifle Martini-Henry del ejercito británico, bien utilizado, podía repeler cualquier ataque (un disparo de esta arma de gran calibre podía matar a un hombre, al que iba detrás y herir al siguiente: armas de destrucción masiva en pleno siglo XIX). Esas escenas, ancladas en la memoria cinematográfica, de los soldados disparando por secciones, una disparando y la otra recargando, conteniendo la carga del enemigo. Lo veías el sábado después de comer, en la televisión, casacas grises en pantallas de blanco y negro, y luego a la calle, con la emoción aún en la retina, a jugar a eso. Juegos de guerra que no dieron para más: nunca entendí la aversión al juguete bélico. Nos pasamos la infancia con el índice estirado y gritando ¡pam, pam! y luego la mayoría evitábamos el servicio militar como si fuera la peste e intentábamos librarnos por objetores de conciencia o inútiles o excedentes de cupo o insumisos: lo que fuera con tal de no ir. ¡Mili KK!. Pasó a la historia, afortunadamente. La guerra la vencieron los ingleses y el Imperio Zulú también pasó a la historia.
En "Amanecer Zulú" se representa la batalla de Isandlwana y en "Zulú" la de Rorke's Drift, aunque esta última fue rodada quince años antes. Cy Endfield es el guionista de ambas. "Zulú" fue un gran éxito, para eso presentaba el episodio heroico, y supuso el salto a la fama de Michael Caine. Tiene el aroma de las películas de aventuras que retratan la era colonial como "Beau geste" de William Wellman o “Gunga Din” de George Stenvens, pero también de algunas clásicas del genero western, cuando la caballería acudía al rescate, como en "Fort Bravo" de John Sturges. "Amanecer Zulú", a pesar de contar con Burt Lancaster y Peter O'Toole entre sus protagonistas, no es tan buena como la anterior y fue rodada en 1979 para aprovechar la conmemoración de la batalla de Isandlwana.
Buena sesión doble de cine. Para el interesado en estos temas recomiendo el excelente libro "Zulú", de Carlos Roca. De ahí ha salido la mayoría del texto de esta entrada.

sábado, diciembre 22, 2007

Exposición. Obras de la Academia Cibeles

Artistas sin complejos. Aunque puede que todo sea fruto, precisamente, de un complejo o sentimiento interno, de una compulsión que nos empuja a superar las barreras, las limitaciones, la mediocridad cotidiana que domina nuestra existencia: engañar al destino con un pincel en la mano. Alimento para el ego. O quizá, simplemente, sólo queramos matar el rato. El resultado queda expuesto al juicio público, a la implacable crítica del pueblo soberano, si bien la mayoría de los testigos mentirán chantajeados por alguna candorosa afinidad sentimental con el autor. Las mentiras piadosas. Sean bienvenidas.
El café "El Alcaraván" representa la nostalgia de la vida universitaria. Tantas tardes de invierno pasadas apoyados en el mármol de sus mesas, junto a un piano mudo y las láminas de Escher planeando sobre nuestras cabezas. Promesas de amor eterno entre carpetas repletas de apuntes y tazas vacías que un monedero exiguo, implacable, no permitía que se volvieran a llenar: todos los sueños: los rotos y los que no. Si alguien me dijera entonces que al cabo de tantos años un cuadro mío colgaría de sus míticas paredes... Aunque sea por unos pocos días: aunque fuera por unas horas.
Gracias a Aurora que me animó, a Rubén que me llevó y a Chema que me enseñó.

domingo, diciembre 16, 2007

"La dalia negra", de Brian de Palma

El escritor James Ellroy es un representante auténtico del estilo de novela negra llamado hard boiled: el investigador tiene que patearse las calles, visitar los bajos fondos y machacar a un par de confidentes antes de resolver los casos, ya que sentarse a pensar delante de la chimenea en Baker Street sirve de poco al común de los mortales. Además, adereza sus tramas con los trapos sucios de figuras simbólicas del siglo pasado, siendo uno de los más reconocidos cronistas de la historia unrevealed norteamericana de la segunda mitad del siglo XX. En este género, mi favorito. Sin duda.
Si tuviera que quedarme con una de las novelas de James Ellroy, probablemente me quedaría con "América", retrato de la situación política y criminal (términos que pongo juntos de forma nada casual) de Estados Unidos en la época del asesinato de Kennedy. El autor describe con destreza y pasión este escenario y los personajes que lo protagonizaron: la desmitificación de mártires automáticos como Martín Luther King o John F. Kennedy por medio de la indisimulada descripción de su licenciosa vida privada; las espeluznantes personalidades de personajes repletos de poder como J. Edgar Hoover, Howard Hughes, Jimmy Hoffa: caricaturas despiadas; el movimiento anticastrista encabezado por nombres de la mafia como Sam Giancana o Jonny Rosselli, que quieren recuperar su lucrativa isla-casino-burdel del Caribe, de la que salieron por piernas en la Nochevieja de 1958. "América" tiene su continuación en "Seis de los grandes", no tan buena como la primera, y falta la publicación de una tercera que conformará su anunciada trilogía americana.
Y alrededor de estos conocidos nombres, algunos legendarios, se colocan otros personajes anónimos característicos de su obra, preferiblemente policías violentos, políticos municipales corruptos, empresarios de negocios turbios y mujeres fatales desdichadas y maltratadas hasta el hartazgo. "La dalia negra" tiene su leitmotif en el asesinato de una de estas chicas malas, arrancada del lumpen por su belleza para terminar muriendo en las cloacas de la alta sociedad. Esta basada en un caso real: en 1947 aparece en un descampado de Los Angeles el cadáver de Elisabeth Short, joven aspirante a actriz, brutalmente despedazado y con signos de haber sufrido tremendas torturas antes de morir. Ellroy construye con maestría el relato de este crimen, presentándolo como la ineludible consecuencia de los vicios enfermizos de una clase social rica y poderosa que se cree por encima de la justicia y que, encerrada en sus mansiones hollywoodienses, ha perdido el contacto con la realidad.
La película tiene, sin embargo, peor suerte que la novela. La otra adaptación cinematográfica que he visto de una novela de Ellroy es "L.A. Confidential", de Curtis Hanson, y me pareció bastante mejor que la de "La dalia negra". Puede que fuera por su magnífico reparto, que representaba fielmente los papeles de los personajes de la novela. Russell Crowe era el perfecto poli malo y Kim Basinger es la foto que sale en el diccionario junto a la definición de femme fatale (apartado rubias). Los protagonistas de "La dalia negra", Josh Hartnett y Scarlett Johansson, no alcanzan el punto cínico y frío característico de un personaje genuino de novela negra, quizá porque son demasiado jóvenes y saludables como para parecer atormentados y de vuelta de todo. Al director Brian de Palma mejor dedicarle unas líneas en otra película de mayor puntuación (un vistazo rápido a su filmografía y se me ocurren media docena, incluida alguna obra maestra como "El precio del poder"). En "La dalia negra" dejará su sello en las escenas de acción a cámara lenta pero abusando innecesariamente del recurso (aquella escalera con cochecito de niño en caída libre de "Los intocables de Eliot Ness" o la muerte de Al Pacino acribillado a balazos en "El precio del poder": la sangre se te congelaba en las venas al contemplar esas escenas). Pues eso, para hablar de Brian de Palma mejor utilizar otra película de más mérito, ya que James Ellroy ha monopolizado esta entrada. Meritoriamente.

domingo, diciembre 09, 2007

"Alemania año cero", de Roberto Rossellini

Neorrealismo alemán. Rodada en Berlín durante el verano de 1947, no se gastó en decorados. El cuerpo aún estaba caliente. Ciudad sepultada bajo escombros donde tres millones y medio de cadáveres tienen que volver a aprender a vivir. Muertos cansados, sin vida ni esperanza. No se rinden cuentas, pueblo derrotado que agacha la cabeza porque no supo vencer: la vergüenza es esa, no la derivada de los actos cometidos: el vencido siempre es el asesino, el genocida. Los soldados de la Wermacht, asfixiados de calor en Africa, congelados por el frío en Rusia, supieron cumplir su deber: fueron héroes para sus compatriotas y ahora se esconden de ellos como los topos de todas las posguerras. Discos con discursos del Führer resuenan en la Cancilleria abandonada.
La falta de trabajo, de alimentos, hace de la mezquindad entre vecinos un drama cotidiano; ruina, ruin. La esperanza llega en trenes cargados de patatas. Estraperlo, colas de racionamiento, mercado negro. Los americanos, franceses, británicos, son los reyes de la noche, de los salones de baile donde las berlinesas acuden a venderse por cuatro cigarrillos: veinte marcos al cambio.
La cámara sigue a Edmund, embrión ario abortado antes de madurar: mitad candoroso y mitad maquiavélico. Se cruzará con su inquietante maestro de dedos gelatinosos, repugnante hasta el vómito, como caperucita se encontró con el lobo: la supervivencia a toda costa hace brotar los peores instintos. Edmund lo aprenderá pronto y cometerá el más vil de los pecados, el último crimen del III Reich. El milagro alemán será sin duda la resurrección de Lázaro, aunque a Rossellini tal cosa ni se le pasó por la imaginación. Claro, por eso fue un milagro.

domingo, diciembre 02, 2007

"El mercader de Venecia", de Michael Radford

La trama de esta obra de Shakespeare es sobradamente conocida. Un usurero llamado Shylock, de religión judía, le concede un préstamo al caballero Bassanio. Este, gambitero de escasos recursos económicos y que quiere conquistar a su amada con el dinero del crédito, presenta el aval de Antonio el mercader. Los créditos con intereses estuvieron muy mal vistos durante la Edad Media, suponiendo un conflicto de índole moral y religiosa: el pecado de usura, nada menos. Esa actividad económica era en su mayor parte realizada por judíos ricos de la época que, no teniendo bastante con ser considerados los asesinos de Jesucristo, eran tratados con desprecio por su fama de avaros y codiciosos. Los poderosos, los nobles, la realeza les debían mucho dinero, malgastado en guerras y palacios, así que medidas como los edictos de expulsión promulgados por los Reyes Católicos durante el siglo XV iban un paso más allá de la defensa de la fe, convirtiéndose también en una forma eficaz de cuadrar las cuentas del estado. "The economy, stupid". Siempre lo ha sido.
Shylock no va a pedir ningún interés por el préstamo concedido. Ningún interés en ducados, claro, porque la condición que impone en el contrato es que si al cabo de tres meses no se le ha devuelto el dinero, se quedará con una libra de carne de Antonio. Cobrar en carne, muy distinto a cobrar en especie. En fin, alguno daría un brazo con tal de perder de vista la hipoteca.
"El mercader de Venecia" nunca había sido llevada al cine debido a su patente carácter antisemita. Al parecer está vez no se ha realizado una adaptación literal del texto de modo que no se dieran de arder los cines donde se estrenara la película. No he leído la obra de teatro original así que no sé que cambios se han hecho para rebajar el tono del texto: a mi entender, los judíos no quedan muy bien parados en esta película: el original debe ser tremendo.
Shakespeare está muy presente en el cine moderno, con dos tipos de adaptaciones, unas fieles al original y otras más o menos alejadas. En este segundo grupo se encuentran desde las que sólo cambian la ambientación o la época y mantienen el texto, hasta otras que simplemente representan algún pasaje o están vagamente inspiradas en alguna obra. Por ejemplo, "Ran" de Akira Kurosawa (basada en"El rey Lear"), "Mi Idaho privado" de Gus Van Sant (en "Enrique IV"), "Romeo + Juliet" de Baz Luhrmann (textos de "Romeo y Julieta" en boca de pandilleros de diseño) o "El rey León" de la factoría Disney ("Hamlet" o el cachorro llamado Simba). De las del primer grupo, de las adaptaciones fieles, me quedo con esta y con el "Hamlet" de Franco Zeffirelli (aunque el papel de Hamlet lo hiciera Mel Gibson, ya ves. Las de Kenneth Branagh, por otro lado, no me han gustado). Al Pacino en el papel de Shylock o Jeremy Irons haciendo de mercader, le dan lustre a la cinta y también están muy bien realizados el pasaje del juicio en presencia del Gran Dux de Venecia o los retratos de los típicos enredos románticos del dramaturgo inglés. Buena película.
El director Michael Radford también dirigió "El cartero y Pablo Neruda" y ahora está preparando la adaptación cinematográfica de la novela "La mula", de Juan Eslava Galán. Tengo el libro por aquí pero aún no lo he leído. A ver si lo leo antes de ver la película y, por una vez, realizo una comparación con fundamento.

domingo, noviembre 25, 2007

"La posesión", de Andrzej Zulawski

Comienza la historia con un pequeño drama hogareño. En el Berlín de la guerra fría se deshace la familia de un espía. Un agente del servicio secreto, casado y con un hijo, ve como se desmorona su vida doméstica. Nunca estás en casa, he conocido a otro, se acabó el amor. Desavenencias cotidianas, sí, pero ciertos detalles impulsan a pensar que hay algo más detrás del problema conyugal. La investigación del triángulo amoroso pondrá al descubierto un cuarto vértice, un inesperado visitante del dormitorio: el diablo entra en la alcoba y ya no hay forma de echarlo.
Se podría pensar que es una película de género, una de terror, pero el director pone en juego multitud de factores que hacen que sea difícil encasillar esta película a la ligera. Un drama familiar reconvertido en un relato de cine fantástico cercano al de terror, con retazos de cine negro, o más aún: una película de espías.
En "El premio", de Mark Robson (aquella en la que Paul Newman hace de premio Nobel de literatura borracho y mujeriego que se ve arrastrado a una trama de espionaje), al personaje de Edward G. Robinson le surge un gemelo del Este dispuesto a suplantarlo para así poder asomarse a los secretos de Occidente. En "La posesión" será un método kafkiano el que obtenga el doble ideal: la metamorfosis del otro. El coito con un ectoplasma diabólico dará forma lentamente, noche tras noche, al perfecto clon del protagonista (amor con el íncubo, como en "La semilla del diablo", de Roman Polanski: el cruce entre la doncella y el diablo dan lugar a un ser superior). La familia será suplantada por otra familia, quién sabe con qué siniestras intenciones. La posesión de la mujer será el catalizador de la transformación, la necesaria fagocitación de un ser vivo para alimentar a otro.
En esta película las interpretaciones son llevadas al extremo. Los actores protagonistas, Isabelle Adjani y Sam Neil, se asoman a precipicios de locura, de angustias incontrolables. Isabelle Adjani realiza una escena recreando un ataque de posesión, al estilo de "El exorcista", en un pasillo del Metro de Berlín, que es de lo más estremecedor que yo haya visto nunca. El aspecto profundamente psicológico de la cinta se combina brutalmente con grandes dosis de sangre e inquietantes picadoras de carne y cuchillos eléctricos. Toques gore que la ponen en contacto con las clásicas películas de David Cronenberg.
Una película de difícil interpretación, en la que las intensas actuaciones de sus protagonistas (impresionante Adjani, sorprendente Neil), frenéticas y perturbadoras, llevarán al espectador al desconcierto y al desasosiego. De eso se trata.

lunes, noviembre 19, 2007

El barcelonés Max gana la primera edición del Premio Nacional de Cómic

Max, Premio Nacional de Cómic

Abrir el periódico y recibir una buena noticia: en contadas ocasiones.
Este nuevo "Premio Nacional de" ya es en sí mismo una gran noticia. Es un reconocimiento del cómic como Arte, por instituciones que no suelen darle la importancia que merece. El cómic se ha enriquecido viviendo en un mundo paralelo, ese indefinido underground, circulando como contrabando entre personas extrañas en la elección de sus gustos y de sus aficiones: salirse del camino marcado. Sin embargo, hace años, era bastante fácil que en tus manos cayera un número de El Víbora, de Cimoc, de Makoki, de Rambla, de Madriz, de Metal Hurlant: se vendían casi en cualquier quiosco de mediano tamaño. Pero poco tiempo después, casi de repente, si el personaje del tebeo no llevaba antifaz y mallas o no tenía cara de japonés desmelenado con grandes ojos, se volvió una especie en extinción.
Espero que iniciativas como esta sirvan para sacar el cómic adulto de su estado actual de hibernación latente, sobre todo en el panorama editorial español, y que algún día vuelvan a ser mercancía de venta común. Quizás en el futuro, dentro de unos siglos, algún artista del cómic español tenga su obra expuesta en el Prado, el Reina Sofía o el que toque y sus ilustraciones adornen algún tratado de historia del arte. Más de uno lo tendría merecido.
No se podía haber elegido un mejor primer ganador para este premio. Mi más sincera enhorabuena, sobre todo porque el premio se concede por su última obra "Bardín el Superralista", publicada en 2006 y que ya había ganado en el Saló del Còmic de Barcelona de este año. Después de tantos años es complicado seguir en la cumbre.
Y, por supuesto, sin Max este blog no hubiera existido, claro.

domingo, noviembre 18, 2007

"Bienvenido a la casa de muñecas", de Todd Solondz

Relato agridulce del fin de la infancia. Dulce porque se deja abierta alguna puerta a cierto tono cómico, característico de este director, pero ante todo prevalece el sentido triste de la cinta. Momento del despertar sexual lleno de mitos, de ideas confusas. Brandon le dice a Dawn "Te violaré a las tres", con la misma intención con la que quedabas a la salida del colegio con el compañero que te había tocado las narices: ajustar cuentas. Maricón, puta, violar, follar o incluso morir. Términos que se pueden usar en la infancia pero que raramente se percibe a esa edad su significado real. Se sabe que son palabras que no se deben decir y con eso basta para darle fuerza a una amenaza. Enciendes un cigarrillo y el mechero bic asoma por los dos lados de la mano.
La humillación cotidiana de la escuela, no sólo por parte de compañeros tan dotados para la tortura psicológica como el más fino especialista de la CIA, si no también de algunos profesores que encontraban en humillar al alumno uno de sus recursos pedagógicos más socorridos (hablo del pasado: cuando yo empecé la escuela todavía vivía Franco. Ahora, lamentablemente, se esta pasando al otro extremo y es el maestro el humillado, el agredido). En mi clase todos tenían su mote, como si fuéramos un equipo de futbolistas argentinos: cebolla, spaghetti, jirafa, rebotilla, garufo, butanero, cocacola, drácula, etc, etc. Algunos eran especialmente crueles, como a un compañero mío que le llamaban "el sida". Un día a una chica se le ocurrió insultarle diciéndole que tenía el sida, dos o tres que estaban alrededor rieron la gracia (?) y el pobre se quedó con el sambenito cuatro largos años, todo el bachillerato. Nadie quería tratos con él, como si fuera un apestado, un leproso, y todo por tamaña tontería. Acabó haciéndose soldado profesional, qué menos. Y no es broma lo que cuento.
El refugio del hogar tampoco existe porque la familia está a la defensiva. Conocedora de la que se le viene encima con la adolescencia se pone en guardia, cerrando el círculo de la incomprensión. Ambiente hostil, agobiante, sin salida, donde cualquier vía de escape es una posibilidad de salvación. Los adolescentes se van de casa, se fugan en el mejor de los casos. En el peor, se van del todo: tendencias suicidas. Otra vía de escape errónea es la violencia proyectada contra el más débil, como si los mayores les dejaran a los pequeños el encargo de mantener el castigo al nuevo, al novato, como una tendencia genocida escondida entre tanto ADN.
Sobre este caos de hormonas esta película realiza una mirada muy coherente del problema, una historia que no recurre a problemas de drogas o de maltrato infantil para explicar un drama cotidiano, propio del primer mundo, de sociedades avanzadas donde los hijos bien cuidados y alimentados enferman de mediocridad, de soledad, de incomunicación, autistas incapaces de manejar el alud de mensajes, de estímulos, de señales que reciben a diario y sin ningún control: la sociedad de la confusión produce un estado de insatisfacción permanente.
Por lo general no me gustan las actuaciones de los niños en las películas y me parece que suelen estar sobrevaloradas y premiadas con demasiada facilidad. No hay nada que enternezca con más eficacia a un adulto que la imagen de un niño pequeño o de un cachorro, aunque sea de tigre (verás cuando crezca). Pero en este caso las actuaciones son sobresalientes, sobre todo la de Dawn, la protagonista, que consigue transmitir fielmente al espectador el cúmulo de problemas que cruelmente asolan su existencia.
El cine de Todd Solondz parece que se ha hecho sin gastarse un duro (en esta película es a la vez productor, director y guionista: espíritu de cine independiente). La historia transcurre en un pueblo cualquiera, el casting parece hecho en la parroquia del barrio, el vestuario es corriente tirando a hortera y las canciones son una pena. La patina de realidad que da verosimilitud a la trama. Muy buena, por cierto.

sábado, noviembre 10, 2007

"Scoop", de Woody Allen

Londres, alta sociedad inglesa, romance entre personas de distintas clases sociales, asesinatos, Scarlett Johansson, Woody Allen. ¿Has visto "Match point"? No, "Scoop", pero se parecen mucho, o a mí me lo parece. Dos películas tan iguales, tan distintas.
"Scoop" sería "Match point" si en "Match point" hubiera actuado Woody Allen. Como una de ellas se limitó a dirigirla, han salido dos películas diferentes. Y es que su actuación, sus gestos, sus chistes condicionan el carácter de sus filmes: comedias de Woody Allen: si sale él, el drama es imposible. A Scarlett Johansson le sucede lo contrario: no la veo graciosa, solamente agraciada (pero es buena actriz aunque sus registros, sus papeles, deban ser otros), que es algo muy distinto. Su actuación en "Scoop" me parece forzada, poco natural, como si estuviera nerviosa ante el examen de hacer reír al público. Sin embargo convierte el problema en adorable ingenuidad y así consigue salir del paso.
"Scoop" le ajusta las cuentas a "Match point" permitiendo que la asesinada venza al asesino en la siguiente película, cerrando el círculo, dándole a la anterior el final feliz que no tuvo.
Y todo lo demás que pasa en la película (las actuaciones del mago, los difuntos que acompañan a la muerte en el barco, las apariciones del fantasma del periodista, la sala de los instrumentos, las fiestas) son las delicias que hacen que no apartes la vista de la pantalla durante 90 minutos. Una comedia de Woody Allen. Otra gran comedia.

From Wikipedia:
  • Scoop (term), a news story, particularly connotating a new or developing story with aspects of importance and excitement, normally an exclusive for the journalist involved

domingo, noviembre 04, 2007

"Días de gloria", de Rachid Bouchareb

En 1940, el ejercito alemán invade Francia pulverizando a su paso al ejercito francés. Se rompe la delgada (que se creía infranqueable) línea Maginot y se hacen prisioneros a 1.400.000 soldados franceses. El país se divide en dos: la zona ocupada por los alemanes al norte y el régimen títere de Vichy al sur, dirigido por Petain, el general victorioso de la Primera Guerra Mundial. Quedan los territorios de las colonias y allí, otro general, Charles de Gaulle, creará un ejército después de que los aliados liberen el Norte de Africa. La mitad de ese ejército de 500.000 hombres estará formado por población indígena. Argelinos, marroquíes, tunecinos, senegaleses. Los africanos de De Gaulle. Voluntarios para reconquistar la madre patria. Una misma bandera, un mismo himno, un mismo fin. Pero distintos derechos, distinto trato, incluso distinta comida. Carne de cañón. Con la victoria llegará la desilusión: ni igualdad, ni libertad: fraternidad nunca la hubo. Cuidadanos de segunda que ni siquiera cobraban la misma pensión de guerra que sus compatriotas de la metrópoli. Sin embargo de algo sirvió a las tropas norteafricanas cruzar el Mediterráneo y contemplar la realidad europea de la Segunda Guerra Mundial: el intocable amo blanco, el todopoderoso, había sido puesto de rodillas en su propio país: no era invencible. Muchos de esos veteranos de guerra argelinos nutrirán las filas del Frente de Liberación Nacional de Argelia durante la Guerra de Independencia de finales de los años 50.
En la película se cuentan esos días de gloria de las tropas coloniales que participaron tenazmente en la liberación de Francia. Gloria particular, íntima, oculta, tan lejos de la gloria mítica y reconocida de la résistance o de la Columna Leclerc. La trama y la puesta en escena guardan un gran parecido con "Salvar al soldado Ryan", de Steven Spielberg, sobre todo el final: la defensa del puente, los últimos supervivientes, la visita al cementerio 60 años después. Sin embargo el propósito principal de la película y del director, de origen argelino, será hacer hincapié en la denuncia de las condiciones de desigualdad en las que lucharon aquellos soldados. Su estreno propició que el debate por esta injusta situación se abriera en Francia, de modo que el gobierno francés decidió en el año 2007 igualar todas las pensiones de los veteranos de guerra. Esas leyes de la memoria histórica. Tan tarde y tan mal. Aunque más vale tarde. Y pájaro en mano, claro.

martes, octubre 23, 2007

The 30th Anniversary of Punk

In 1977 I hope I go to heaven
Cos I been too long on the dole
And I can't work at all

Danger Stranger
You better paint your face
No Elvis, Beatles or The Rolling Stones
In 1977

In 1977 knives in west eleven
It ain't so lucky to be rich
Sten guns in Knigthsbridge

In 1977 you're on the never never
You think it can't go on for ever
But the papers say it's better
I don't care
Cos I'm not there
No Elvis, Beatles or The Rolling Stones
In 1977

"1977" - The Clash

The 30th Anniversary of Punk

lunes, octubre 22, 2007

"Una verdad incómoda", de Davis Guggenheim

En el año 1999, también se produjo una alarma a escala planetaria. Se trataba del conocido como Efecto 2000. La informática tiene su fundamento en las bases de datos y un dato sin fecha no suele servir de mucho, al menos a efectos contables. Se corría el riesgo de que los programas fallaran si se habían tratado las fechas con dos cifras para registrar el año en vez de con cuatro. O sea, 80 en vez de 1980. Al llegar el año 2000, los programas mal realizados tendrían en cuenta sólo el valor 00 y al intentar restar la fecha de un año anterior, 99, se produciría un error fatal. Sin ir más lejos, cualquier recibo que se pagase anualmente corría el riesgo de no ser cobrado. El apocalipsis tenía por tanto fecha y hora y las empresas se lo tomaron muy, muy en serio. No quedó línea de código sin revisar y se establecieron turnos de guardia especiales para que en la nochevieja de 1999 se hiciera frente a cualquier contingencia. Llegó el 01-01-2000 00:00:00, y no pasó nada. ¿Se magníficó un problema que no tenía por qué producirse o, como sucedió realmente, se hizo todo lo posible para evitarlo?
El documental "Una verdad incómoda" es esencial para comprender de una manera simple el problema que supone el aumento de las emisiones de CO2. Abrumadora cantidad de datos, de gráficas, de evidencias, que no pueden ser ignoradas. Se aportan algunas soluciones que pueden ser controvertidas, como la del uso de los biocarburantes, pero que no deben impedir que prevalezca el sentido último del reportaje: alertar de un problema real, mundial, catastrófico.
Y, sin embargo, he visto el documental esta noche en un canal de pago (al final dice una voz en off: 'Anime a sus conocidos a ver esta película': quiere decir a que paguen por verla) cuando debería haberse emitido ayer justo antes de la salida de la Formula 1 o antes del próximo Barcelona-Real Madrid (o durante, en vez de, después de). O repartirse el dvd de forma gratuita junto a un diario nacional en vez de que te regalen un reloj de plástico.
Otra verdad ruborizante es el protagonismo vergonzante que se le da al narrador del documental durante el mismo, eximio Nobel de la Paz: se le pinta como un adalid de la causa: debería haber hecho más cuando estuvo en el gobierno de su país: él sí podía. En realidad da igual mientras todo abunde en darle más publicidad al asunto, que probablemente es el mayor mérito que se le puede dar al ínclito conferenciante: los estadounidenses son los genios mundiales del marketing (incluso le dieron un Oscar por su actuación).
En el año 2000 el caos tenía día y hora. Ahora no se va a tener esa ventaja. Más vale empezar ya a pagar la factura de la reparación, si es que todavía tiene arreglo, claro.

domingo, octubre 21, 2007

"Bienvenido Mr. Chance", de Hal Ashby

Nadie sabe de dónde viene, de dónde ha salido (¿y quién es él?), pero a todos les parece un tipo genial. Un par de golpes del destino le colocaron en compañía de los poderosos. Estos, que tienen destrozados sus nervios, su salud, por la exigencia de sus cargos, por el afán de atar todos los cabos, siempre buscando el doble sentido de las frases, encuentran en Chance el jardinero una fuente inagotable de sentido común: la coherencia del absurdo: el orden que emana del caos. Así que las sentencias más intrascendentes pueden parecer citas de Confucio, más aún si las pronuncian una boca sin asomo de malicia, unos ojos cándidos e inocentes: un tío bien vestido. Chance, el rey del zapping, anticipa la sabiduría del hombre moderno: la televisión como fuente única de cultura. Es el mesías que va a simplificarlo todo reduciendo a escombros las teorías insondables de la macroeconomía global, portador implacable de la navaja de Ockham, caminante impoluto sobre las aguas fecales de las cloacas del poder.
La película es una crítica sutil de los mecanismos del poder y de los personajes que lo detentan. Peter Sellers se había visto obligado durante los años setenta a realizar varias secuelas de "La Pantera Rosa", lo que le había llevado a detestar al personaje de Clouseau (me gustó mucho "Llámame Peter", de Stephen Hopkins, un biopic de hace pocos años que se adentra en la turbulenta vida personal de Peter Sellers, interpretado por Geoffrey Rush). El actor consigue el reconocimiento postrero (moriría al año siguiente) con el papel de Mr. Chance , demostrando unas dotes para la actuación contenida lejanas de los ticks del histriónico inspector francés.
"Forrest Gump" era la consecución del sueño americano a través de la honradez y el esfuerzo, no importaba ser el más tonto de la clase. En "Bienvenido Mr. Chance", puede que sólo importe ser el más tonto de la clase. Y, como recuerda Louise la criada, ser de raza blanca. Y llevar traje cruzado y corbata, claro. Gran película.

domingo, octubre 14, 2007

"Diamante de sangre", de Edward Zwick

Estoy leyendo el libro "Armas, gérmenes y acero" del biogeógrafo (vaya titulación, ¿dónde se estudiará) Jared Diamond. El objetivo del mismo es intentar comprender por qué el reparto de poder y riqueza del mundo actual está establecido tal y como lo conocemos. Por qué unas zonas de la Tierra han evolucionado económicamente y culturalmente de un modo y no de otro. Aunque visto el tono inicial del libro, la pregunta se formula mejor como por qué los europeos sometieron y exterminaron a los indígenas americanos, africanos o australianos y no al revés. Por qué hubo un Congo belga y no una Bélgica congoleña. Desde la posición de salida, el colonialismo iniciado a finales del siglo XV, las diferencias tecnológicas y organizativas ya eran lo suficientemente grandes como para que los ganadores contaran con una ventaja imbatible. Pizarro, que sólo contaba con 200 soldados, capturó y sometió en Cajamarca al inca Atahualpa a pesar de que este contaba con un ejercito de 80000 hombres. Lo que no logró Leonidas en las Termópilas, lo consiguió el audaz extremeño en los Andes. ¿Por qué no fue al revés? ¿Por qué no cruzó Atahualpa el Atlántico y secuestró a Carlos I?
Los distintos países africanos se libraron del yugo colonial durante el siglo XX, pero la independencia política soñada no trajo consigo la independencia económica. El hombre blanco no se marchará nunca mientras quede un dolar por ganar. Guerras enquistadas durante décadas: a río revuelto... ya se sabe. El cine de los últimos años ha vuelto frecuentemente su mirada a ese cúmulo de penalidades: "Hotel Rwanda", "El jardinero fiel", "El último rey de Escocia", incluso "Black Hawk derribado", gran cine bélico, y sobre todo "La pesadilla de Darwin", el documental que supera cualquier ficción: no hay guión que dramatice mejor lo que sucede en África.
"Diamante de sangre" es la peor de todas ellas. No hay peor pecado en una película que el que no te la creas y esta lo comete sin posibilidad de indulgencia. Un guión sin continuidad lleno de diálogos pueriles, tópicos y Leonardo Di Caprio metido a mercenario sudafricano con escenas a lo Rambo. No me la creo. Ya me pasó con otra de este director llamada "En honor a la verdad", donde Meg Ryan hacía de piloto heroico de un helicóptero de combate: singular, cuando menos (de Edward Zwick, sin embargo, me gustó "Tiempos de gloria", aquella de un batallón integrado exclusivamente por antiguos esclavos durante la guerra de Secesión de Estados Unidos, con Matthew Broderick, Denzel Washington y Morgan Freeman).
Han retirado de las estanterías británicas "Tintín en el Congo" por su contenido racista. Desde luego que es así: políticamente incorrecto desde nuestra óptica actual. Pero es que se publicó en los años 30 del siglo XX, contexto histórico dónde debe situarse ese cómic. Yo lo leí de pequeño, asi que debo ser un racista de mierda. ¡Fuera el tebeo de la estantería y fuera el inmigrante de nuestra sacrosanta nación! Esquizofrenia y modernidad.

domingo, octubre 07, 2007

"Zodiac", de David Fincher

Zodiac, el asesino del zodiaco. A finales de los 60 y principios de los 70, un loco homicida aterroriza el estado de California. La figura del asesino en serie se suele caracterizar porque elige sus víctimas de forma bastante azarosa. Pasabas por allí y recibiste un tiro en la cabeza: el terror de los inocentes: nadie está a salvo. También es característico que el asesino, ávido de notoriedad, deje su firma en el lugar del crimen, como el naipe que dejaba el asesino de la baraja que actuó en España en el año 2003 (el del zodiaco, el de la baraja, el del tarot, el del ajedrez: la muerte como un juego más cuando la víctima no es el fruto de una venganza o de un odio personal, sino un daño colateral en la partida que se juega contra un ego superlativo y desquiciado). Y por supuesto los mensajes anónimos. Los de Zodiac fueron muy famosos porque a ellos se añadían unas notas codificadas con caracteres extraños que se pensaba que podían dar la pista clave de la identidad del asesino. Los periódicos de la época las publicaron como si fueran los dameros de las páginas de pasatiempos. Las cartas del asesino también sirvieron para inspirar el personaje de Scorpio, el malvado francotirador que aparece en "Harry el sucio", de Don Siegel, y que se estrenó en medio de la investigación de los crímenes de Zodiac (gran escena de los protagonistas acudiendo al cine para ver la película que logra lo que ellos no consiguen: Harry no sigue los procedimientos habituales, claro).
Mientras que Scorpio termina alegrándole el día a Harry Callahan, Zodiac arruinará la vida privada de los investigadores y periodistas que pretenden darle caza. Un caso que en la actualidad se ventilaría con un par de análisis de ADN y un spray de luminol, se enquista durante años. Caso abierto. Las pruebas son insuficientes, circunstanciales. La caligrafía, los antecedentes, la cronología, los testigos, los sospechosos. "-Pero soy poli. No puedo demostrarlo -Que no lo puedas demostrar no quiere decir que no sea verdad -Tranquilo Harry el sucio", le dice el inspector Toschi al dibujante Graysmith.
El director parece alejarse de su estética característica ("Seven", "El club de la lucha", "La habitación del pánico"), para realizar un thriller tranquilo que recuerda a "Todos los hombres del presidente", de Alan J. Pakula, no sólo por la ambientación, muy lograda, que pone a ambos filmes en la misma época, sino también por el modo en que se desarrolla la actuación de los protagonistas, siguiendo cada pista meticulosamente y empleando los análisis caligráficos en vez de la Magnum 44. Pero ya que también se hace referencia en la película a "Bullitt", de Peter Yates, además de a la ya mencionada "Harry el sucio", se puede pensar que existe un pequeño homenaje a ese cine de la época de los crimenes de Zodiac en el que se mezclaba acción e investigación criminal, protagonizado por superpolicias solitarios e indómitos, que hacían puré los bajos de los coches mientras descendían a toda velocidad las cuestas de San Francisco y para los que todos los casos acababan cerrados.

domingo, septiembre 30, 2007

"Las tortugas también vuelan", de Bahman Ghobadi

Los kurdos habitan un país que no existe, una tierra despedazada. Un erial desolado que tiene la desgracia añadida de un subsuelo millonario: la maldición de Oriente medio, las arenas empapadas en oro negro. Perseguidos, masacrados, represaliados por los cuatro estados en los que se reparte su territorio (Irán, Iraq, Siria y Turquía), en los últimos tiempos el régimen de Sadam Hussein demostró tenerles una especial ojeriza. Sadam Hussein había sufrido un atentado al atravesar una aldea kurda en 1982. Las represalias fueron brutales y decenas de miles de kurdos las padecieron. Encarcelamientos, ejecuciones, ataques con gas mostaza: el genocidio de un pueblo como objetivo poco disimulado. Así pues, el odio a la tiranía baazista estaba asegurado y los rumores del segundo ataque norteamericano a Iraq, la famosa foto de las Azores, llenaban de esperanza los campos de refugiados kurdos en la frontera turca (el gobierno turco tampoco ha tenido miramientos a la hora de sofocar las ansias independentistas kurdas). El espejismo del americano salvador, al que en la escena final se da la espalda.
Todo conflicto bélico tiene a los niños como sus víctimas más desamparadas. Niños mutilados, huérfanos, violados, ciegos, enfermos, abandonados, que aquí se ganan la vida desactivando minas con sus propias manos: niños mancos. La película no ahorra crudezas cuando presenta al espectador los horrores que la guerra produce en los niños, aunque el tono general es en realidad otro más amable. Niños que se ayudan, que se dan besos, que se cuidan unos a otros, que se comportan como tales aunque se apoyen sobre unas muletas y vivan en un lodazal cercado por alambre de espino. Rozan la realidad caminando entre dos mundos, el de los adultos que ha sumido sus vidas en la ruina más absoluta pero al que se aferran para intentar sobrevivir (madurar o morir), y el suyo propio, donde todavía queda alguna esperanza de que su existencia se ajuste a sus fantasías más que a sus malditas realidades.
El suicidio de un niño es un acto abominable, solo comparable al asesinato de otro: la tragedia más atroz. No hay peor final.

lunes, septiembre 24, 2007

"Naturaleza muerta", de Jia Zhang-Ke

La construcción en China de la presa de las Tres Gargantas, la más grande del mundo, en el río Azul (o Yantze: cuando yo iba al colegio los ríos de China eran el Amarillo, el Azul y el Rojo: fácil de memorizar), sirve de marco referencial para esta historia. El progreso necesita energía, muchísima, y no se va a detener porque para lograr sus objetivos haya que anegar varios cientos de pueblos y haya que cambiarle la vida a cientos de miles de personas. Lo que haga falta con tal de que todos tengamos un teléfono móvil en el bolsillo. "Tenemos el agua al cuello con tanto puto pantano", cantaba Robe Iniesta. Pueblos, valles, campos, sumergidos por el furor hidroeléctrico del franquismo: siete embalses sólo en Salamanca. Alguno como el de Almendra, verdaderos mares interiores. Inmensa quietud.
El minero Han Samming y la enfermera Shen Hong viajan a la ciudad de Fengjie para buscar a sus respectivos cónyuges. La búsqueda se realiza entre los escombros de una ciudad que esta siendo demolida poco a poco, a golpe de mazo, por un ejercito de termitas implacables: trabajo de chinos. Demoler para inundarlo todo, como una absurda paradoja del sistema, de la inutilidad del cambio. Buscan sin saber muy bien lo que se van a encontrar, como buzos submarinos en una operación de rescate. La ciudad se hundirá en las aguas del río y en su remolino amenaza con tragarse a las personas que compartieron su vidas. Los habitantes desahuciados construyen su nueva vivienda en los ojos de un puente; los muros desventrados de las casas se abren a la ola que ha de arrasarlo todo; los arqueólogos luchan contra el tiempo para recuperar los vestigios de un tiempo irrecuperable: todo esfuerzo será vano. El minero y la enfermera pertenecen a otro lugar. Ponen sus vidas en pausa y se adentran en una naturaleza muerta, en un momento irrepetible que pronto será cubierto por el polvo del pasado.

sábado, septiembre 15, 2007

"Videodrome", de David Cronenberg

Estuve viendo un programa llamado "Strutter" en el canal MTV. En el, un cómico llamado Mike Strutter (clavado al personaje de abogado que hace Sean Penn en "Atrapado por su pasado") se pasa media hora privando, esnifando y vomitando gilipolleces sobre unos vídeos que van apareciendo en el espacio: choques brutales, trompazos tontos a lo Jack Ass, vídeo clips musicales que le sirven de excusa para insultar sin freno a los cantantes, algunos desnudos y lucha libre extrema: de esto último puedo asegurar que nunca había visto nada tan salvaje: programa para encefalogramas planos, como casi todo lo que emite este canal.
Casualmente, al rato, me pongo a ver "Videodrome", y es como si el mundo que la película anticipaba en 1983 se hubiera hecho realidad. Un director de un pequeño canal de televisión se dedica a buscar vídeos impactantes. Porno blando y violencia dura: atrapar al espectador. La búsqueda de esas imágenes, que en la película se realiza mediante el pirateo con parabólica de señales de satélite, es también un anticipo de los sitios web modernos que se dedican a almacenar los vídeos colgados por los internautas: sexo y violencia a la carta.
"Videodrome" es un programa donde se ve a gente que está siendo golpeada y torturada (el sadomasoquismo está muy presente en la cinta) por unos encapuchados. Visualizar ese canal hace que el sistema nervioso del espectador se abra a determinados estímulos ocultos en la señal de televisión, de modo que se logra establecer un control mental en el cerebro de la audiencia (hay tantos programas que lo consiguen: vaya novedad). Es un factor utilizado en otras películas como "La naranja mecánica", "El mensajero del miedo", "Ringu". El infectado empieza a alucinar y la violencia se desata. En este caso es James Woods el encargado de apretar el gatillo y Deborah Blondie Harry hace de doctora adicta a la disciplina inglesa: mejor la segunda que el primero, más creíble (no se si es un halago, vistas las escenas que tiene que llevar a cabo la famosa cantante).
El director se esfuerza en materializar las alucinaciones de James Woods, con unos efectos especiales que han quedado anclados en la historia del género y que son característicos de su cine de los ochenta: casquería, sangre, deformidades: mucha fantasía. Se juega con el espectador, al que llegado un punto le cuesta distinguir qué es locura y qué es realidad. Cronenberg quiere corporeizar las pesadillas de la sociedad moderna y que castiguen la falta de moral: la telebasura como encarnación del mal. También reivindicar la realidad frente a tanta virtualidad y eso en una época en que los juegos de ordenador se reducían a dos rectángulos jugando al tenis sobre fondo negro y las películas se podían alquilar en soporte de video Betamax. Cine visionario.
Long live the new flesh!

martes, septiembre 04, 2007

"Caótica Ana", de Julio Medem

En la película "Patton", de Franklin J. Schaffner, proclama el personaje del famoso general interpretado por George C. Scott ante unas ruinas romanas: 'Era aquí. Este fue el campo de batalla. Los cartagineses que defendían la ciudad fueron atacados por tres legiones romanas. Los cartagineses eran valientes, pero los romanos los aniquilaron. Las mujeres árabes despojaban a los muertos de sus túnicas, espadas y lanzas. Yacían desnudos. Hace 2000 años. Sí. Era aquí.' Patton pensaba realmente que era la reencarnación de antiguos guerreros y el guión de esa obra maestra (firmado por Coppola) utiliza la conocida anécdota para una de las escenas más características de la película.
Pues de reencarnación parece que va "Caótica Ana". Creo. Una joven pintora ibicenca, criada y educada por su padre en una cueva (!!!) junto al mar Mediterráneo (flower power, marihuana, nudismo y arte naíf), es descubierta por una mecenas de artistas que la lleva a Madrid a una escuela para jóvenes talentos. Después de una crisis nerviosa que le produce la visión de una langosta en una marisquería de la capital (???), la hipnotizan (???) y empieza a hablar en árabe (???) lo que lleva a pensar (???) a sus amistades, que en la persona de Ana se han reencarnado mujeres que a lo largo de la historia han sufrido muertes violentas. Aunque pueda parecer lo contrario, a partir de ese punto la película empieza a coger un poco de ritmo después de un comienzo bastante tibio. Este creo que era el capítulo 7, ya que la trama esta dividida en capítulos desde el 10 hasta el 0, como la cuenta atrás que realiza el hipnotizador cada vez que la somete al tratamiento. O mejor, como un combate de boxeo que va a acabar con el guión hecho trizas sobre la lona del ring. Del 7 al 2, la cosa no va mal del todo, algún buen momento que recuerda pasados esplendores cinematográficos, pero a partir de ese punto se hunde irremediablemente.
Se salva la excelente actuación de Manuela Vellés en el papel protagonista, actriz debutante que promete una gran futuro: papel muy complicado resuelto magníficamente. Pero esta obra es un bache (muy gordo en mi opinión) que no hace justicia a la buena trayectoria del cineasta. Medem se pone trascendente al estilo new age, incluso chamánico-renovado, para cerrar una historia que me parecía que partía de una idea original y que podría haber dado lugar a una trama mejor, en la línea de un gran director/guionista ("Vacas", "Tierra", "Lucia y el sexo": no faltan ejemplos para corroborarlo). La esperpéntica escena con indios norteamericanos en un bar de una reserva y la zafia crítica a la guerra de Irak, sin pizca de gracia (igual es que quería ajustar cuentas con los promotores de aquella estúpida polémica que se produjo a raíz del estreno de su documental "La pelota vasca": pues el chiste es malo, sin elegancia), terminan por desearte un rápido final a una sesión de cine que ha hecho que se desperdicie una estupenda tarde de septiembre. Bueno, no se puede ganar siempre.

viernes, agosto 31, 2007

"Death Proof", de Quentin Tarantino

Igual que hay chalecos a prueba de balas, resulta que también existen los coches a prueba de muerte. De ahí, el título: si los fabricaran en serie todo el mundo compraría uno, aunque solo lo hubiera en negro y con una calavera pintada en el capó.
En la línea de sus últimas películas, los dos volúmenes de "Kill Bill", el director Quentin Tarantino vuelve a construir la trama alrededor de un hombre malo, psicópata asesino, y de una mujer que imparte justicia (mujeres en este caso), aunque para ello demuestre una falta absoluta de piedad y un infinito impulso homicida, a la medida de los actos del malvado. Ojo por ojo. Esta atracción fatal por el girl power más salvaje le lleva en este ocasión a cambiar las katanas y las artes marciales, por los típicos bólidos made in Detroit que aparecían en las películas americanas de los setenta: desde "Bullit" a "Los locos de Cannonball": la cosa es tener algo a mano para que los protagonistas se maten entre sí. La secuencia de la persecución es también un claro homenaje a aquellas películas, rodada sin ayudas digitales.
Para completar el revival se introducen fallos de celuloide en la proyección, cortes, perdidas de color (la copia era buena: primera sesión del día del estreno: nadie silbó a la cabina de proyección aunque alguno se quedará con ganas) y se le da el papel protagonista a Kurt Russell, contrapunto además al ingente grupo de chicas que sale en la película. El viejo Kurt tiene una larguísima carrera cinematográfica. Temprana estrella infantil reciclada en hombre de acción, hace aquí a la perfección de Stuntman Mike, al estilo de tipo duro Serpiente Plissken de "1997: Rescate en Nueva York" pero cambiando el parche en el ojo por una cicatriz en la cara (comento la actuación de Russell porque la de las actrices se comenta sola: muy guapas y muy buenas -actrices- sobre todo la especialista rubia Zoe Bell: se gana el sueldo sobradamente).
Se recrea a la perfección el ambiente del bar de Austin, donde hace un cameo el propio Tarantino, entre chupitos de bourbon Wild Turkey y discos en la jukebox. Creo que en la cinta se abusa de los típicos diálogos marca de la casa: demasiado intrascendentes: sobran un par de ellos. Llega un momento en que la cháchara te saca de la película (tengo un amigo que cuando le cuesta coger el sueño, le dice a su mujer que le cuente cosas de su cuñada y de su suegra: mejor que contar ovejas) y en realidad solo hay dos escenas de acción: los altibajos son más bajos que altos. Aún así resulta entretenida y algún pasaje te deja con la boca abierta (la escena del primer choque, donde se repite el impacto cuatro veces seguidas desde distintos ángulos, tiene un montaje sobrecogedor).
Con esta y "Planet Terror", que no he visto, supongo que se habrán terminado los homenajes a la serie B. O se habrá empezado una nueva moda, quién sabe.

"El festín de Babette", de Gabriel Axel

A un humilde pueblo de la costa danesa, en pleno siglo XIX, llega una exiliada francesa, Babette. Los habitantes del lugar forman una pequeña comunidad religiosa, una secta protestante muy puritana que lleva una existencia dura, acostumbrada al rigor del clima y a vivir apartada del menor lujo. Babette, que ha sufrido la perdida de sus familiares durante la época de la Comuna de París, se integra a la perfección en este recóndito rincón rural, conviviendo con dos solteronas que se dedican al cuidado de los ancianos y a rezar con sus vecinos, temerosos de Dios. Ella había sido un importante chef en sus años parisienses así que un día, después de haber ganado a la lotería, decide preparar un banquete lleno de delicias de la cocina francesa para obsequiar a sus amables anfitriones. Y aquí esta la clave de la película: el pecado de la gula. Los pobres invitados al festín, alimentados durante años a base de sopa de verduras, bacalao seco y pan de cerveza, consideran los manjares que les ofrece la francesa una incitación al pecado, un ejemplo de las tentaciones que les pueden conducir de cabeza a las calderas de Pedro Botero si se dejan caer en ellas.
La idea de la persona que irrumpe en una sociedad cerrada para alterar las estrictas normas de convivencia acatadas en paz durante años me ha recordado a la situación creada en "Dogville", de Lars Von Trier, donde la llegada del personaje de Grace (interpretada por Nicole Kidman: fantástica actuación, gran película) provoca que afloren los peores sentimientos de los habitantes de Dogville.
En este caso, la opípara cena va a producir el efecto contrario: los suculentos platos y los deliciosos vinos que van a pasar por el mantel, conseguirán ablandar al recio grupo de estrictos protestantes: el placer de los sentidos llevará al éxtasis del espíritu. La preparación del banquete, filmada con esmero, es un pequeño libro de cocina y algunas de las escenas, verdaderos bodegones de la pintura barroca.
La película también dedica un apartado a revisar las ocasiones perdidas, las encrucijadas que el ser humano encuentra en su vida y elegir un camino u otro siempre supone algún tipo de pérdida: queda el consuelo del valle de lágrimas y la ilusión de pasar a mejor vida: los sueños rotos.
Al final, el arte redentor en cualquiera de sus múltiples facetas, incluida la gastronomía, como una forma de eficaz de aportar felicidad y reafirmar la voluntad creadora del artista más allá de honores, reconocimientos o riquezas, por el simple placer de crear.

(Foto: profiteroles de remolacha y yogur del restaurante "El Bullí". Cortesía de El Especiero)

lunes, agosto 27, 2007

"Mi hermosa lavandería", de Stephen Frears

Conflictos (y amores) raciales en el marco de una lavandería de un barrio obrero londinense. Dos jóvenes mantienen una relación sentimental: uno es de procedencia pakistaní y quiere triunfar a toda costa, ya que su entorno familiar solo ansía la prosperidad en los negocios, aunque su riqueza sea fruto del delito; el otro es un inglés de clase obrera que le ha tocado vivir los duros años de crisis económica del thatcherismo de la primera mitad de los ochenta, años de paro, huelgas, cierre de minas y de fábricas: juventud desencantada, ociosa, sin salida: odio al inmigrante que progresa, que tiene negocios y al que se le suplica un puesto de trabajo: de esclavo a amo. Se invierte el orden de las clases sociales y la situación desemboca en violencia. Así que en la película no se acierta a descubrir si el escándalo esta en que la pareja sea del mismo sexo o de distinta raza. Primer gran papel de Daniel Day-Lewis. Sin apenas decir palabra en toda la película, borda su actuación. Ultimamente no trabaja mucho, en el cine claro, porque creo que hace unos zapatos formidables (al parecer incluso rechazó el papel de Aragorn en "El Señor de los Anillos").
El director Stephen Frears tiene una mirada muy aguda a la hora de insertar matices y puntos de vista muy astutos que diseccionan los aspectos más interesantes de las tramas de sus películas. De su obra me gustó mucho la comedía costumbrista "Café irlandés", los amores cortesanos de la aristocracia aburrida e intrigante de "Las amistades peligrosas" (donde descubrí a John Malkovich y Uma Thurman) y, como no, "The Queen", quizás su obra más lograda.

miércoles, agosto 15, 2007

"Roma", de Federico Fellini

"Fellini's Roma", su título inglés, indica sin rodeos de qué trata la película: la visión personal, personalísima, que el director tiene de la ciudad de Roma.
Comienza con la idealización del niño que escucha en la escuela hablar de historia antigua, del pasado de esplendor imperial, legendario: las frases de Julio Cesar, el mito fundacional de la loba que amamanta a Romulo y Remo (importante imagen felliniana). La familia entera que acude al cine (incluida la doméstica) y un plano contrapicado de la pantalla de cine vista desde la primera fila: cuando eramos niños la pantalla nos parecía aún más grande, colosal, y teníamos tendencia a colocarnos en las primeras filas: ahora nos costaría una tortícolis.
El primer viaje a Roma en los albores de la segunda guerra mundial, sitúa el centro de la nostalgia del director, los años felices del descubrimiento de la ciudad. La llegada en tren. La pensión llena de personajes estrambóticos. La cena en la calle entre vecinos, llena de gritos y algarabía: la alegría de vivir. Como colofón a este pasaje, una prostituta gorda entre las ruinas de los arrabales de la ciudad, señal de la perdida de la virginidad, de la inocencia.
La trama salta al momento del retorno a la ciudad treinta años después, la época actual para el año de realización de la película. En estilo documental, aparece el propio director, se accede a Roma por una autopista abarrotada, entre campos poblados de grúas y edificios en construcción. La lluvia, el humo, el barro, hacen que parezca un territorio de guerra, una advertencía al viajero que se adentra en terreno peligroso. Se puede interpretar como una dura crítica al crecimiento urbano caótico y esto quedará aún más patente cuando la cámara se introduzca en las obras del Metro, símbolo de la profanación de las raíces de Roma, de sus entrañas. Los obreros toparán con una antigua casa romana enterrada, un auténtico tesoro arqueológico con paredes llenas de magníficos frescos que se verán estropeados por el aire del exterior: la modernidad que rompe con la cultura tradicional, que no respeta las convenciones del pasado.
Tantas imágenes que merecen por si mismas una reflexión: el vodevil y sus actores aficionados y el público con su guirigay de gallinero; los ligues en el refugio antiaéreo; los burdeles para soldados de permiso que parecen manicomios y las casas de citas para generales y ministros, entre oropeles y terciopelo rojo; la decadencia de la aristocracia romana y el poder eclesiástico, Roma eterna, los auténticos reyes de Italia. Mención aparte merece el desfile de moda religiosa y su espectacular puesta en escena, la escena más característica de esta película: los curas en patines alcanzan antes la salvación: el mundo moderno debe adaptarse a la Iglesia, no al revés.
La riqueza inmensa de un cine extraordinario, audaz, lleno de sentido del humor y de simbolismo, sirve al director para enaltecer el pasado, su pasado, y mostrar su desilusión por el presente, su presente también ya que la película es del año 1972 y ahora los cosas son distintas. O no.

lunes, agosto 13, 2007

"Ratatouille", de Brad Bird

La historia del genio en la sombra o también del negro literario. En esta película es patente quién es el responsable de las extraordinarias recetas que asombran a los comensales del restaurante Gusteau's pero son muchas las ocasiones en las que es difícil distinguir la paternidad de la obra. Y me ha venido a la cabeza la reciente disputa entre Alejandro González Iñárritu y Guillermo Arriaga, director y guionista respectivamente de grandes películas como "Amores perros", "21 gramos" y "Babel". ¿Quién es realmente el autor de una película? ¿El director? ¿El guionista? ¿El actor protagonista? ¿El secundario que hace un gran papel, recibe un Oscar y saca una película del anonimato? (lo más justo, desde un punto de vista materialista, sería adjudicarle la película al productor, que para eso paga las facturas). No hay duda de que es un trabajo de grupo, solo hay que fijarse en las interminables listas de nombres que aparecen en los títulos de crédito. A diferencia de una novela o de un cuadro, que suelen ser tareas que se llevan a cabo en soledad (la soledad del artista), una producción cinematográfica moderna requiere de la participación de un ejercito de personas. Y si la victoria de Trafalgar se atribuye al almirante Nelson, que encima murió durante el combate, me parece justo que en el cine una película sea del director, el responsable de tomar las decisiones artísticas últimas que dan forma a lo que se va a ver en la pantalla. O así supongo que será en la mayoría de las ocasiones.
Brad Bird es director y a la vez guionista de "Ratatouille", así que supongo que no había ninguna rata tirándole de los pelos durante el rodaje (no se si es correcto llamar rodaje al periodo de tiempo durante el que se hace una película de animación: por extensión, lo usaremos: creo recordar que en "Monstruos S.A.", al acabar la filmación, se inventaban tomas falsas de los actores animados: muy divertido).
La compañía de animación Pixar es la reina indiscutible a la hora de realizar películas de dibujos animados generadas por ordenador, no solo por la calidad absolutamente perfecta de la imagen lograda, sino porque las historias que cuentan son originales e interesantes (no los revienta-clásicos que solía cometer Disney: ahora Pixar les pertenece por completo: la gallina de los huevos de oro). Y en este caso, la historia de la rata chef que despunta en la alta cocina, es una historia muy buena, muy recomendable. El éxito de los cocineros televisivos como Karlos Arguiñano, divulgadores de la alquimia de los fogones y las excelencias del perejil, o el prestigio enorme de Ferrán Adriá (ver el blog de El Especiero para más información sobre el chef de El Bullí) han acercado al gran público las caras de los protagonistas de las estrellas de la guía Michelín. Este película contribuye aún más a desmitificar el mundo de los menús a 300 euros (Anybody can cook, como dice el título del libro de cocina del minichef Remy). Pero también el mundillo malévolo de la crítica gastronómica y de cualquier otro tipo (del cine, por supuesto), con el personaje genial y arquetípico del crítico Anton Ego, frío y despiadado, que realiza una estupenda diatriba final contra la figura que el mismo representa.
Las roedores están de moda, en las pantallas de los cines y en los campos de Castilla, sin duda la película del verano.
Y la primera vez que Alicia ha ido al cine. Inolvidable.

viernes, agosto 10, 2007

"La noche de los girasoles", de Jorge Sánchez-Cabezudo

El precio de dar marcha atrás, de poder borrar de un plumazo las consecuencias del acto que nunca quisiéramos haber cometido. La violencia que se desata desnuda y que crea un punto de inflexión en la existencia del manso, del pacífico, del comedido, convirtiéndolo en un asesino impío. Se puede limpiar la sangre, esconder el cadáver, pero siempre quedará la culpa amarrada como una sanguijuela a la conciencia del culpable, más si, como es el caso, la víctima es un inocente, el cuerpo del delito que casualmente pasaba por allí.
Cine negro ambientado en la España rural que, como una especie de subgénero, suele contar historias de crímenes truculentos (hay otros ejemplos como "El séptimo día" de Carlos Saura, "Jarrapellejos" de Antonio Giménez Rico, "Pascual Duarte" de Ricardo Franco e incluso "El crimen de Cuenca" de Pilar Miró o, por qué no, "Los santos inocentes" de Mario Camus: grandes directores y alguna que otra obra maestra). Se introducen otros temas como el despoblamiento del campo, el tedio y la falta de oportunidades de la vida de los pueblos y, no podía faltar, los rencores y odios enconados entre vecinos de huerto.
La trama se aborda desde distintos puntos de vista de los personajes. El primero, el del verdadero criminal que en esta película actúa como Mac Guffin que desatará el resto de acontecimientos y el último, el del guardia civil que parece que va a resolver el caso pero que quedará atrapado en sus propios dilemas morales. Buenas actuaciones de excelentes actores y buen estreno para un director novel. La intriga se diluye un poco según avanza la película, puede que por cierta falta de ritmo o porque el desenlace final es un tanto ingenuo. Ese cabo de la guardia civil que haría morir de envidia al mismísimo Grissom del CSI de Las Vegas. Ese caimán.

miércoles, agosto 01, 2007

"El Séptimo Sello", de Ingmar Bergman

El caballero cruzado que juega al ajedrez con la muerte, sentados ambos entre las rocas de la costa del mar Báltico, en un atardecer apacible que alarga las sombras e ilumina los rostros. Escena clásica de la historia del cine, perteneciente a una película que cumple ahora cincuenta años y que la identifica aunque no la explique por completo. El juego solemne, lleno de gravedad, imagen tan poderosa, oculta otra parte de la trama mucho más mundana que transcurre entre amores pastoriles y bufonadas de juglares: los dos lados de la vida, conformados por tristezas y alegrías, aunque en la película predominen las primeras.
El guerrero retorna a su hogar tras pasar largos años luchando en un conflicto bélico sin sentido. Su fe empieza a quebrarse al sentir cerca el final de sus días, atormentado en la duda de la existencia de Dios, presencia intangible e inalcanzable que quizá no se trate más que del propio miedo a la muerte. La partida sabida perdida de antemano, será una excusa para ganar tiempo e intentar dilucidar sus inquietudes.
Se presentan sin ambigüedades todos los sufrimientos causados por el ideal cristiano del medievo: las sangrientas cruzadas, la quema de herejes, el dolor extremo de los penitentes, la identificación de la peste con la maldición divina. Si tanto sufrimiento no encuentra su justificación en la contemplación de Dios tras pasar el umbral de la muerte ¿de qué ha servido todo? Así, el escudero será el contrapunto pragmático y realista, como siempre, al ideal caballeresco: después no hay nada.
El director/escritor sueco plantea en esta película los problemas derivados de la fe más acusada con mano maestra, desde el profundo conocimiento de la religión y sin remilgos a su historia más cruenta. Murió hace dos días. Ya tiene la respuesta.

domingo, julio 15, 2007

"Takeshis´", de Takeshi Kitano

Takeshi Kitano, el director, se encuentra con Beat Takeshi, el actor. Trastorno bipolar de una figura acostumbrada a dirigirse a si mismo, artista poliédrico atrapado en su propia obra.
Ha obtenido reconocimiento internacional debido, en gran parte, a sus interpretaciones de un yakuza despiadado, hierático, imperturbable: apóstol de la ultraviolencia. Camino de éxito bañado en sangre, como se manifiesta en la secuencia del taxista que conduce con dificultad por una carretera sembrada de cadáveres. Sin embargo en esta secuencia, como en el resto de su obra, es otro el tono que también se distingue, un toque cómico de humor elemental, de gracia sencilla, inocentona: el taxi avanza despacio porque se han metido dentro dos personajes muy gordos. La misma risa que surge del público que contempla la patada en el trasero que un payaso le da a otro en la arena del circo es la que provocan los porrazos de los concursantes de Takeshi's Castle, o la carcajada que surge al oír la palabra malsonante pronunciada por Kikujiro: chistes intemporales y universales.
"Takeshis´" propicia el encuentro entre el director, el asesino y el clown. Da la impresión de que es el homicida el que predomina, sucediéndose las escenas de tiros en las que los mismos personajes mueren una y otra vez en tiroteos sin sentido, como indicándole al espectador que todo es una farsa, un espectáculo gratuito en el que el propio Kitano es acribillado a balazos y en los bultos de su chaqueta se adivinan los mecanismos que sueltan sangre de mentira: esto es lo que hay y júzgalo como quieras: el actor mata al director y lo libera de la esclavitud de su propia obra. No queda claro si quiere decirnos que por su parte se terminaron las películas violentas o justo todo lo contrario.
"Takeshis´" en plural reuniéndolos a todos, todos los posibles, todos los que ha habido, todo el ego resumido en una película, y también el apóstrofe del final indicando la propiedad, la responsabilidad y que es sin duda su obra más personal.

viernes, julio 13, 2007

Concierto de Miguel Bosé

Más allá de su música, que no me congratula nada salvo esas canciones que por oídas tantas y tantas veces suenan tan familiares como "La de la mochila azul" (y reconozco que tiene una buena voz, como ha demostrado esta noche: profunda, personal, grave: arrullando a los cientos de fans que han disfrutado con su concierto), me parece más interesante la estética del personaje. Su estilo camaleónico tiene paralelismo con la evolución del aspecto de David Bowie desde Ziggy Stardust hasta sus últimas experiencias con Tin Machine (me refiero a como lucen en las fotos, no a las melodías que interpretan, claro). Lo encumbró la televisión pública, donde apareció constantemente durante muchos años y supo jugar la baza de la ambigüedad sexual, usar los vestuarios más extravagantes y practicar los movimientos de baile más originales para mantenerse como referente de modernidad y rebeldía. Incluso tuvo programa propio, "El séptimo de caballería". Estar en el candelero: durante mucho tiempo fue el español más sexy en todas las encuestas habidas y por haber, inagotable fuente del deseo. Tu vales mucho, nene, hasta Almodovar se dió cuenta.
Resurge "Don Diablo". "Simpathy for the Devil" con ritmo de conga.

domingo, julio 08, 2007

"Mi Idaho privado", de Gus Van Sant

Dos jóvenes sin techo se prostituyen para ganar algo de dinero. Venden su cuerpo en los retretes públicos, al borde de las carreteras, en moteles de neón. A hombres o mujeres, al que le haga falta y este dispuesto a pagarlo. Sexo sin amor. Uno de ellos, Keanu Reeves, es un niño rico con porte de dandy, Oscar Wilde vagando entre vagabundos, con aire de suficiencia y rebelde despreocupación, dispuesto a cumplir su shakesperiana traición al lumpen que le venera, mesías de arrabal. El otro, River Phoenix, es un minino da rua sin vía de escape, chapero lunático que sufre de narcolepsía, que se despierta desamparado en medio de cualquier parte, de Idaho, de Portland, de Seattle, de Roma, y que persigue el rastro de su madre, detonante de traumas infantiles, para intentar frenar los ataques que van a terminar por sumirle en la más profunda locura.
La película no me ha gustado tanto como "Elephant" o "Drugstore Cowboy", quizá por el efecto teatral de algunos pasajes que buscan acercarla a la obra de William Shakespeare en la que se inspira, pero que la alejan del realismo preciso para vislumbrar el drama social y existencial que reside en el guión de la cinta (ya pasó algo similar en "Drugstore Cowboy"). El director se asoma a los ambientes gays más sórdidos, prostitución urbana de jóvenes adolescentes, aunque no le falta el sentido del humor a la hora de retratar algunas perversiones. Gran interpretación de los dos protagonistas. En algunas escenas parece que River Phoenix se haya ayudado más de la cuenta para obtener inspiración, sin embargo hay pasajes que recuerdan a las actuaciones del mismísimo James Dean.
River Phoenix murió de sobredosis el 31 de Octubre de 1993, con 23 años. Sí, la misma edad de Ian Curtis.

domingo, julio 01, 2007

"Pi", de Darren Aronofsky

Un matemático intenta descubrir el modelo numérico que permita predecir el comportamiento de la bolsa de Nueva York. Sin embargo su búsqueda no persigue un fin materialista, la bolsa es un terreno que permite una rápida comprobación de la exactitud de sus simulaciones. El problema real es la comprensión del mundo y de las leyes naturales que lo dirigen, el determinismo que surge de un comportamiento azaroso a primera vista: el orden que surge del caos. Teoría fractal, razón áurea, series de Fibonacci, atractores de Lorenz, el juego del Go o el número pi, son distintas formas de aproximarse a la solución final. Cuestiones que pueden sobrepasar la capacidad humana de entendimiento, de modo que el camino del conocimiento estará lleno de sacrificio, de sufrimiento, de obsesiones enfermizas (conozco a algún matemático que en algún momento de la carrera se le fundieron los plomos: alguno no ha llegado a recuperarse). Por tanto el conocimiento absoluto pertenecería al orden divino y en la película es la idea que predomina: en la cábala hebrea el que sabe la clave se acerca a Dios: la clave es el nombre verdadero de Dios.
El director intenta representar los procesos mentales del desesperado protagonista, su agónica tarea. Una mente alterada que se adentra en visiones surrealistas (hormigas dalinianas, retazos del Buñuel de "Un perro andaluz"), que se aparta del mundo que le rodea destrozado por la paranoia, la angustia que sacude su cerebro. El uso de drogas, prefacio de la siguiente película de Aronofsky, "Requiem por un sueño", como única forma de detener la idea que nunca descansa, de mitigar el dolor de la derrota, con un montaje frenético que ilustra la toma de cada dosis combinada con la música electrónica de fondo que no le da ni un respiro al protagonista.
Al final, sólo el idiota se puede permitir esbozar una sonrisa. Sólo el ignorante descansa.

sábado, junio 30, 2007

Concierto de los Rolling Stones

Aunque los credos se entierren en el polvo,
aunque la fe muera y los hombres olviden,
estos curtidos dioses de poder y lujuria
aún se aferran a la vida.

Viejos dioses que nunca mueren, malignos,
demacrados por las deudas pendientes:
incienso y fuego, sal, sangre y vino
y una musa con tambor

Robert Graves, "Proscritos"

Este poema, tan certero, figura al inicio de la biografía de los Rolling Stones escrita por Stephen Davis. Viejos dioses en edad, que no en capacidades. Así, un concierto de este grupo bien puede confundirse con una ceremonia religiosa, la celebración del culto al Rock & Roll. Un culto antiguo, además: me dijo Boris que la canción más moderna de las que interpretaron era "Start me up" y esta apareció por primera vez en el LP "Tatoo you" de 1981.
Cualquier historia de la música popular del siglo XX puede ilustrar su portada con el archifamoso icono de la lengua (un siglo en imágenes: la cruz gamada, la hoz y el martillo, la cara del Ché, el símbolo del átomo, etc.) y cualquier recopilación de canciones que se realice dentro de unos siglos y que pretenda acompañar esa historia, seguro que contendrá "Satisfaction": la cantaron a escasos metros de donde yo estaba: un gran recuerdo para la alforja.
Viejos dioses, ¿por qué siguen actuando?. Para saber que lo siguen siendo, por supuesto.
Simpatía por los Stones. Que sigan rodando.

domingo, junio 24, 2007

"Frágiles", de Jaume Balagueró

A esta misma hora se emite un programa de radio llamado "Milenio 3". Se dedica al campo de los sucesos paranormales, los avistamientos de ovnis, los crímenes que dejaron huella. Casas encantadas y apariciones fantasmales. En alguna ocasión han dedicado reportajes a edificios antiguos (la diputación de Sevilla, el palacio de Linares o el banco de España en Madrid), grandes mansiones históricas dedicadas ahora a labores públicas, donde se dice que suceden cosas extrañas. Oír hablar de ese tipo de temas, pasada la medianoche, puede hacer que te arropes más de lo acostumbrado y este programa lo lograba (ahora ya no, la verdad: todos estos sucesos carecen de la menor prueba en que apoyarse y en cuanto se indaga un poco, se desmoronan como un castillo de naipes: recuerdo las caras de Belmez y la decepción que me llevé cuando vi las fotos de las famosas "teleplastias": dibujitos de hollín encumbrados por algún teleplasta). Lo que más me llamaba la atención era el gran número de vigilantes nocturnos que llamaban al programa o mandaban mensajes, contando sus experiencias que, por lo general, tiraban a estremecedoras. Alguna vez me ha tocado pasar la noche en un hospital, acompañando a un enfermo, y he sentido cierta inquietud al ir a buscar una botella de agua a la máquina a las tres de la madrugada. Será sugestión por esos pasillos grandes y silenciosos, en penumbra, llenos de rincones oscuros. Será el olor químico que lo invade todo o los profundos suspiros de los ocupantes de las habitaciones. El hálito del dolor. Será eso.
"Frágiles" está ambientada en un hospital infantil que se encuentra en el fin del mundo y que se cae de viejo. Historia de fantasmas como tantas otras. Su virtud esta en la ambientación lograda. La segunda planta del hospital se presenta como un paraje de auténtica pesadilla, un pabellón abandonado y decrépito capaz de hacer que se desborde la imaginación del más templado. Jaume Balagueró ya apuntaba maneras en "Los sin nombre", demostrando que se podía hacer cine de terror sin caer en el susto fácil, el grito estridente o la sangre a raudales. Escenarios opresivos, personajes atormentados y siniestros: la mirada de los locos, de los deshauciados. "Frágiles" quizá sea un poco más comercial, construida para un público más amplio. Claro, la protagonista es Ally McBeal, nada menos.
En fin, a ver quien es el guapo que se atreve ahora a llegar hasta la cama.