La detención de otro jefe narcotraficante mexicano volvió a desatar tiroteos y bloqueos de carreteras en tres municipios del... La muerte de una joven mexicana, cuyo cuerpo desmembrado fue encontrado hace unos días cerca de la frontera con Estados Unidos... En México, algunos carteles de la droga, como el que asesinó a 43 estudiantes, tienen nexos directos con... ¿Usted se cree todas esas noticias que, a cada poco, nos asaltan desde el telediario? ¿Es capaz de entender que en una nación donde la democracia es el sistema de gobierno que impera desde hace casi un siglo, se pueda alcanzar tal nivel de descomposición social? ¿No será todo exageración, sensacionalismo?
Aparte de los noticieros, muchos otros ya lo habían contado. Recientemente el libro "CeroCeroCero" de Roberto Saviano (no lo recomiendo en exceso: Saviano, aunque sea por motivos desgraciados, se ha convertido en su propia obra: demasiado ombligo en el texto), panorama mundial del tráfico de cocaína. O en las estupendas novelas negras de Élmer Mendoza como "Balas de plata" o "El amante de Janis Joplin". O, desde el otro lado de la frontera, "El poder del perro" de Don Wislow. Y uno de los primeros que me lo contaron, Arturo Pérez Reverte con "La reina del sur", novela mecida por los acordes rancheros de "Los tigres del norte": narcocorridos prohibidos, esos que invitan a poner unos pesos delante del busto sincrético de Jesús Malverde, patrón sicario. En cine no se puede dejar de mencionar "Traffic" de Steven Soderbergh, película que expuso el problema delante de millones de espectadores de todo el mundo, aunque si tuviera que destacar una filmografía profunda en sus reflexiones, cintas sin miedo que ponen el dedo en la llaga y aprietan con fuerza a ver si logran sanear el miembro, entonces las obras del director mexicano Luis Estrada son las indicadas: tanto "La ley de Herodes" como "El infierno" son valiosos relatos cinematográficos, colmados de humor negro, acerca de la surrealista situación de la sociedad mexicana, un ecosistema dominado por una corrupción tan brutal como la violencia que la genera y la salvaguarda, un ciclo lunático que no lleva a ninguna parte.
En "Heli" Amat Escalante no toma prisioneros, describe sin piedad el terror que se infiltra en la vida cotidiana, que lo abarca todo y a todos. Esta desoladora película resulta de una claridad rotunda: nadie se libra y ningún lugar es seguro: ni en la casa ni en la calle, ni con la policía ni mucho menos con los narcos. Cuando se vive en zonas donde la sociedad desciende al abismo de decidir que seguir vivo un
día más es estupendo, que llegar a casa por la noche sano y salvo es
un logro, entonces sin duda se está en guerra. No es extraño que muchos decidan seguir el camino del narco, al menos esa opción permite morir matando y alcanzar la pasta que el trabajo honrado, pero esclavo y sin futuro, nunca proporcionará en un entorno viciado hasta la nausea. Escalante lo cuenta, como muchos otros que mencioné, con el objetivo bien abierto pero nada de humor. Ni siquiera negro.
lunes, abril 27, 2015
domingo, abril 19, 2015
"La sal de la tierra", de Herbert Biberman
Diez personas se negaron a responder las preguntas de la Comisión de Actividades Antiamericanas, diez cineastas que a partir de entonces quedarían apuntados en la Historia del Cine como "Los Diez de Hollywood": Alvah Bessie, Herbert Biberman, Lester Cole, Edward Dmytryk, Ring Lardner Jr., John Howard Lawson, Albert Maltz, Samuel Ornitz, Adrian Scott y Dalton Trumbo. Su resistencia a colaborar con un disparate inquisitorial, que pretendía asfixiar cualquier desviación ideológica que se apartara en lo más mínimo del canon capitalista, provocó que desde aquel 24 de noviembre de 1947 figuraran en una infame lista negra: multa, prisión y la imposibilidad de trabajar para Hollywood a no ser que cambiaran su actitud, confesaran y, aún peor, denunciaran a otros compañeros de profesión sospechosos de comportamiento subversivo. Esa lista negra se engrosaría hasta alcanzar, en 1951, la cifra de trescientos veinticuatro nombres.
En 1953 el director Herbert Biberman y otros integrantes de la lista como el productor Paul Jarrico, el guionista Michael Wilson o los actores Will Geer y Rosaura Revueltas, parecen tomar la decisión de que ya que te acusan, que sea por algo. Apartados de la industria hollywoodiense, con la producción independiente del Sindicato Internacional de Mineros y Trabajadores de Minas y Fundiciones, ruedan en Nuevo Mexico una genuina película de izquierdas, reivindicativa y social, de auténtica lucha obrera. La trama está basada en las huelgas que sacudieron en 1951 a la compañía minera Delaware Zinc Co., de Silver City, y en la película van a aparecer conflictos no sólo relacionados con el mundo del trabajo, con la mejora de las condiciones laborales y salariales que los mineros de origen mexicano reclaman sin descanso, sino también problemas de índole racista (los anglos y los panchos) y, de modo más intenso aún, de liberación de la mujer. Y todo ello tratado de forma inteligente, bastante alejada de dogmatismos sectarios, obteniendo una obra viva (muchos de sus actores no eran profesionales, aportando un verismo extraordinario a la cinta) que resulta insólitamente actual. Tristemente actual.
Demasiada agitación para los tiempos apasionados por lo inmóvil del Macarthismo. Al rodaje se le opusieron trabas de todo tipo (entre otros muchos problemas con los que se encontró la película, la actriz protagonista Rosaura Revueltas fue encarcelada y expulsada de Estados Unidos y tuvo que volver clandestinamente al país para terminar su trabajo) y tras su noche de estreno la película fue boicoteada y prohibida de facto hasta una década después. Sin embargo alcanzó éxito internacional y fue premiada en numerosos festivales. En la actualidad es una de las cien películas preservadas para la posteridad por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. Lo que no implica que a todos los congresistas estadounidenses les guste la película, claro.
En 1953 el director Herbert Biberman y otros integrantes de la lista como el productor Paul Jarrico, el guionista Michael Wilson o los actores Will Geer y Rosaura Revueltas, parecen tomar la decisión de que ya que te acusan, que sea por algo. Apartados de la industria hollywoodiense, con la producción independiente del Sindicato Internacional de Mineros y Trabajadores de Minas y Fundiciones, ruedan en Nuevo Mexico una genuina película de izquierdas, reivindicativa y social, de auténtica lucha obrera. La trama está basada en las huelgas que sacudieron en 1951 a la compañía minera Delaware Zinc Co., de Silver City, y en la película van a aparecer conflictos no sólo relacionados con el mundo del trabajo, con la mejora de las condiciones laborales y salariales que los mineros de origen mexicano reclaman sin descanso, sino también problemas de índole racista (los anglos y los panchos) y, de modo más intenso aún, de liberación de la mujer. Y todo ello tratado de forma inteligente, bastante alejada de dogmatismos sectarios, obteniendo una obra viva (muchos de sus actores no eran profesionales, aportando un verismo extraordinario a la cinta) que resulta insólitamente actual. Tristemente actual.
Demasiada agitación para los tiempos apasionados por lo inmóvil del Macarthismo. Al rodaje se le opusieron trabas de todo tipo (entre otros muchos problemas con los que se encontró la película, la actriz protagonista Rosaura Revueltas fue encarcelada y expulsada de Estados Unidos y tuvo que volver clandestinamente al país para terminar su trabajo) y tras su noche de estreno la película fue boicoteada y prohibida de facto hasta una década después. Sin embargo alcanzó éxito internacional y fue premiada en numerosos festivales. En la actualidad es una de las cien películas preservadas para la posteridad por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. Lo que no implica que a todos los congresistas estadounidenses les guste la película, claro.
lunes, abril 13, 2015
10 años de Licantropunk
Hace unos días, apareció en Tembladeral de sílabas, el imprescindible blog de Angelus, el título de un poemario que me sedujo al instante: "Aullido de licántropo". El nombre de ese libro, del poeta jerezano Carlos Álvarez Cruz, y la estupenda crítica que Angelus escribió sobre él, apuntaban a que esos aullidos serían un regalo acertado para celebrar el décimo aniversario de este pequeño Licantropunk. Y así se lo chivé a Akebono, la persona que hace todos los regalos, que recuerda todas las fechas: otro año más. Gracias, gracias. Además, como en tantas otras ocasiones, la condición de que esa recomendación llegara desde otro blog sería doblemente certera, renovando el bendito tráfico de influencias que esta década bloguera ha supuesto. Compartir una afición, que en realidad es devoción, con otros comulgantes del celuloide, una forma de prolongar el placer de ver una película hasta mucho tiempo después de que aparezca el The End en la pantalla. Pensar el cine: incrustar el recuerdo en la memoria, recuperar el sentimiento, paladear el rescoldo de la emoción experimentada.
Aullidos de un licántropo cinéfilo. El contador de visitas del blog muestra una cifra que me parece apabullante. Ya me resultaría pasmoso que una décima parte de esos visitantes hubiera leído la entrada visitada, pero si encima les hubiese gustado, aunque sólo fuera un poco, quizás una línea, un adjetivo bien colocado, o, mejor aún, incitar a ver la película de la que se hablaba, entonces la recompensa sería invaluable para mí. Mi agradecimiento a todos ellos, sobre todo a aquellos que tuvieron la inmensa generosidad de redactar un comentario. Decía Albert Camus que los que escriben con claridad tienen lectores y los que no, comentaristas: no sabía el escritor francés lo feliz que le hace a uno esa retroalimentación de opiniones. A los paseantes asiduos, con los que en algunos casos llevo manteniendo correspondencia cibernética durante muchos años, amigos míos (no voy a nombrarlos por no cometer la torpeza de dejar alguno en el tintero: ellos saben que lo son: la mayoría tiene su rincón dispuesto en la parte derecha de esta página), miles de gracias. Seguimos en contacto.
Aullidos de un licántropo cinéfilo. El contador de visitas del blog muestra una cifra que me parece apabullante. Ya me resultaría pasmoso que una décima parte de esos visitantes hubiera leído la entrada visitada, pero si encima les hubiese gustado, aunque sólo fuera un poco, quizás una línea, un adjetivo bien colocado, o, mejor aún, incitar a ver la película de la que se hablaba, entonces la recompensa sería invaluable para mí. Mi agradecimiento a todos ellos, sobre todo a aquellos que tuvieron la inmensa generosidad de redactar un comentario. Decía Albert Camus que los que escriben con claridad tienen lectores y los que no, comentaristas: no sabía el escritor francés lo feliz que le hace a uno esa retroalimentación de opiniones. A los paseantes asiduos, con los que en algunos casos llevo manteniendo correspondencia cibernética durante muchos años, amigos míos (no voy a nombrarlos por no cometer la torpeza de dejar alguno en el tintero: ellos saben que lo son: la mayoría tiene su rincón dispuesto en la parte derecha de esta página), miles de gracias. Seguimos en contacto.
miércoles, abril 08, 2015
"Home. Hogar dulce hogar", de Tim Johnson
Dreamworks Animation ha producido varias películas realmente buenas: "Kung Fu Panda", "El origen de los guardianes", "Cómo entrenar a tu dragón" o "Los Croods" (otras franquicias como "Shrek" o "Madagascar" han tenido enorme éxito pero no entran en mi lista de preferencias). Destacadas películas de dibujos animados que no eran la que lleva por nombre "Home". En esta ocasión, como en muchas otras, se adapta a la pantalla un cuento infantil, un best seller en Estados Unidos, que teje una historia de amistad chachi entre un alienígena tontuno y una niña perdida que busca a su mamá. Con esos postes extiendan ustedes el resto, sustrayendo de la mente lo más básico para generar hora y media de entretenimiento familiar sin muchas pretensiones. Gracietas fáciles de choque cultural (la alianza de civilizaciones trasportada a la "tercera fase" de la animación por ordenador), aderezadas de empacho cromático, incluido el colorido multiétnico, y de cosmopolitismo globalizador, que para eso hay compañías aéreas de bajo coste deseando vender billetes (a cualquier precio). Y de modo subliminal, o no tanto, un anuncio publicitario de principio a fin: el de la cantante Rihanna: omnipresente pop de ínfimo nivel a lo largo de todo el metraje, al que se le añade que la conocida (supongo) diva mezzosoprano (dice Wikipedia) de las pistas de baile, otorga su voz a la niña protagonista en la versión original de la película.
Si la banda sonora no tiene encaje racional en la trama, la trama a su vez no tiene por dónde cogerse. Uno de los peores vicios de las películas pensadas (demasiado suponer en este caso) para los niños, es tomar a estos por tontos y llenar los fotogramas de dosis desequilibradas de candor y pedorretas, como si el coeficiente intelectual de los menores de 12 años fuera digno de la sinapsis de las estrellas de mar (un saludo a Patricio Estrella, por cierto). Además la acción se desarrolla a toda castaña, de modo que el menor atisbo de comprensión del relato queda anulado por la avalancha de fotogramas: rodajes patrocinados por los fabricantes de Ritalín. La verdad es que dan ganas de que los marcianos nos invadan de verdad, y de que el ser humano, al fin, evolucione, empero retornando al estado primigenio y plácido de la ameba, ese humilde microorganismo que le da pinta a los Boov que salen en la película, una especie de allende las galaxias que está muy avanzada tecnológicamente y que sin embargo es imbécil. Dense un paseo por la calle y contemplen a sus conciudadanos mirando hipnotizados su smartphone. Ya están aquí.
Si la banda sonora no tiene encaje racional en la trama, la trama a su vez no tiene por dónde cogerse. Uno de los peores vicios de las películas pensadas (demasiado suponer en este caso) para los niños, es tomar a estos por tontos y llenar los fotogramas de dosis desequilibradas de candor y pedorretas, como si el coeficiente intelectual de los menores de 12 años fuera digno de la sinapsis de las estrellas de mar (un saludo a Patricio Estrella, por cierto). Además la acción se desarrolla a toda castaña, de modo que el menor atisbo de comprensión del relato queda anulado por la avalancha de fotogramas: rodajes patrocinados por los fabricantes de Ritalín. La verdad es que dan ganas de que los marcianos nos invadan de verdad, y de que el ser humano, al fin, evolucione, empero retornando al estado primigenio y plácido de la ameba, ese humilde microorganismo que le da pinta a los Boov que salen en la película, una especie de allende las galaxias que está muy avanzada tecnológicamente y que sin embargo es imbécil. Dense un paseo por la calle y contemplen a sus conciudadanos mirando hipnotizados su smartphone. Ya están aquí.
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