lunes, marzo 27, 2017
"La teoría del todo", de James Marsh
En la entrada anterior, dedicada a "La llegada" de Denis Villeneuve, mencioné el nombre de Stephen Hawking, y me di cuenta de que aún no había visto la oscarizada película que fue dedicada a su reputada y reconocible figura en el año 2014. Sabía que la trama de aquella cinta se alimentaba de las memorias que escribió su primera esposa, Jane Wilde y, sin haber visto la película, intuía por dónde iban a ir los tiros. O los fotogramas. Y así ha sido: una historia centrada en su relación amorosa, extinguida por divorcio, pero sin duda un retrato amable. La escabrosidad de las relaciones del matrimonio Hawking, si es que alguna vez existió esa particularidad, no aparecerá aquí, y el panegírico, bien merecido, al más famoso físico teórico desde Albert Einstein, a su invencible cerebro y a su tremenda lucha contra la enfermedad, constituye el propósito de esta película.
El biopic científico moderno ha conseguido grandes reconocimientos cinematográficos, películas ganadoras en premios y en recaudaciones, como "Una mente maravillosa" de Ron Howard o "The Imitation Game (Descifrando Enigma)" de Morten Tyldu. Pero ni Russell Crowe como John Nash ni Benedict Cumberbatch como Alan Turing, consiguieron llevarse a casa la más preciada estatuilla de todas a pesar de que sus papeles estuvieron nominados a los Oscar. Eddie Redmayne sí supo culminar la oportunidad que su camaleónica interpretación de Stephen Hawking le brindaba: ya se sabe que a Hollywood le encantan las actuaciones que reconstruyen la discapacidad. Y tanto Redmayne como su compañera de reparto, Felicity Jones, han catapultado su fama hacia límites estratosféricos en sus últimos trabajos como protagonistas: él a la estela de Harry Potter en "Animales fantásticos y dónde encontrarlos" de David Yates y ella hereda a la princesa Leia en "Rogue One: una historia de Star Wars" de Gareth Edward. Eso debe ser la teoría del todo: del todo o nada
lunes, marzo 13, 2017
"La llegada", de Denis Villeneuve
¿Flashback o Flashforward? Películas puzzle, rompecabezas visuales en los que el espectador está invitado más a mirar que a participar, pues las preguntas que se formulan en la pantalla van a ser difíciles de resolver con las pistas que ofrece el celuloide. Y en este caso será tan complicado de descifrar como lo es el lenguaje de unos extraterrestres canónicos, dignos de aparecer en una de las portadas más bizarras de los antiguos Amazing Stories. ¿No dicen que los pulpos son los invertebrados más inteligentes? Y no me refiero a que sean capaces de acertar el equipo ganador de un encuentro de fútbol. Aunque, bien pensado...
Pero los alienígenas de esta historia, al menos en su aspecto, son lo de menos, esos heptápodos de Erasmus por el tercer planeta del Sistema Solar, lo que es importante es lo que han venido a decir: el contacto, otra vez. En "Encuentros en la tercera fase" de Steven Spielberg, cinco notas musicales insertadas para siempre en nuestro subconsciente cinéfilo, interpretadas por el mismísimo François Truffaut, rompían el hielo con un lenguaje, el de la música, que nos parecía tan adecuado como universal. Es éste un problema fundamental para "La llegada": cómo dialogar con el forastero en tierra extraña. Pocos años antes del estreno del clásico de Spielberg, en plena edad de oro de la ufología, se envió al espacio el famoso mensaje de Arecibo, desde el radiotelescopio del mismo nombre construido en Puerto Rico, tarjeta de visita de la civilización humana para posibles turistas intergalácticos y que se enmarcaba dentro del proyecto SETI (Search for ExtraTerrestrial Intelligence), un mensaje tan bonito en su forma como ilusionante en su propósito. Carl Sagan protagonizaba aquellas iniciativas, un científico que tuvo una popularidad enorme: su serie documental "Cosmos" se estrenó en RTVE en el año 1982 en horario de máxima audiencia, una cifra que, por entonces, país de dos canales, suponía muchos millones de espectadores.
Existen películas, no pocas, que invitan a profundizar en un tema: hincar los codos un poquito. Ya se sabe que incluir ecuaciones en un texto impreso merma considerablemente su éxito editorial. Es conocido el caso de "Breve historia del tiempo", escrita por el físico Stephen Hawking, bestseller del género de divulgación científica que incluía únicamente la icónica fórmula E=mc², ecuación cotidiana que se puede encontrar impresa en la camiseta de cualquier mercadillo: más fácil verla que resolverla. Así que la lectura de "La historia de tu vida", novela corta en la que se basa "La llegada" y escrita por el estadounidense Ted Chiang, y que ha recibido todos los premios posibles de la literatura de ciencia-ficción, será una lectura escasamente farragosa, pero que exigirá detenerse en el principio de Fermat.
Ese principio afirma que la trayectoria real que sigue un rayo de luz entre dos puntos es aquella en la que emplea un tiempo mínimo en recorrerla. ¿La línea recta? Como se ve en la imagen, cuando la luz alcanza el agua, que tiene un índice de refracción diferente al del aire, cambia su dirección, va por la vía negra en vez de por la gris. La luz viaja más lentamente por el agua que por el aire, así que parece buscar un camino más largo en longitud pero menor en el tiempo. El tiempo. Las paradojas de la ciencia son un maná para las fantasías meditadas que los escritores sci-fi vuelcan en sus novelas. El principio de Fermat permite esos resquicios teóricos que dan lustre a un argumento. De la causalidad newtoniana a una restauración del modelo teleológico de Aristóteles, aquel en el que todo componente de la naturaleza tenía una finalidad intrínseca, un objetivo definido a priori: la luz, según el principio de Fermat, toma el camino mínimo sin ninguna vacilación, cambia su rumbo como si supiera, antes de salir del punto A, que el punto B se encuentra debajo del agua: sea porque tiene un GPS o el Libro del tiempo que menciona Ted Chiang, es capaz de anticipar su destino.
Puestos a terminar con la vocación lúdica de este blog, habrá que mencionar otro término que se ha puesto de moda con la película de Villeneuve, la hipótesis de Sapir-Whorf. Para compensar, si el principio de Fermat es "de ciencias" la hipótesis de Sapir-Whorf es "de letras", y viene a decir que la percepción y conceptualización de la realidad depende en gran medida del idioma que utilizamos: el lenguaje afecta al modo de pensar. Esta hipótesis parecerá más acertada cuanto más nos alejemos de los idiomas hablados por culturas similares a la nuestra (el caso del idioma navajo, indescifrable para el enemigo en "Windtalkers" de John Woo), llegando a lenguajes en los que no hay relación entre signos escritos y fonemas, o el ejemplo del lenguaje matemático, cuyo dominio permite el enfoque del pensamiento hacia abstracciones de conocimiento absoluto, una exigencia que es llevada al extremo al tener que derrumbar esquemas mentales adquiridos para construir otros completamente nuevos y, por fin, entender ese inaprensible heptápodo B, ese regalo.
Pero los alienígenas de esta historia, al menos en su aspecto, son lo de menos, esos heptápodos de Erasmus por el tercer planeta del Sistema Solar, lo que es importante es lo que han venido a decir: el contacto, otra vez. En "Encuentros en la tercera fase" de Steven Spielberg, cinco notas musicales insertadas para siempre en nuestro subconsciente cinéfilo, interpretadas por el mismísimo François Truffaut, rompían el hielo con un lenguaje, el de la música, que nos parecía tan adecuado como universal. Es éste un problema fundamental para "La llegada": cómo dialogar con el forastero en tierra extraña. Pocos años antes del estreno del clásico de Spielberg, en plena edad de oro de la ufología, se envió al espacio el famoso mensaje de Arecibo, desde el radiotelescopio del mismo nombre construido en Puerto Rico, tarjeta de visita de la civilización humana para posibles turistas intergalácticos y que se enmarcaba dentro del proyecto SETI (Search for ExtraTerrestrial Intelligence), un mensaje tan bonito en su forma como ilusionante en su propósito. Carl Sagan protagonizaba aquellas iniciativas, un científico que tuvo una popularidad enorme: su serie documental "Cosmos" se estrenó en RTVE en el año 1982 en horario de máxima audiencia, una cifra que, por entonces, país de dos canales, suponía muchos millones de espectadores.
Existen películas, no pocas, que invitan a profundizar en un tema: hincar los codos un poquito. Ya se sabe que incluir ecuaciones en un texto impreso merma considerablemente su éxito editorial. Es conocido el caso de "Breve historia del tiempo", escrita por el físico Stephen Hawking, bestseller del género de divulgación científica que incluía únicamente la icónica fórmula E=mc², ecuación cotidiana que se puede encontrar impresa en la camiseta de cualquier mercadillo: más fácil verla que resolverla. Así que la lectura de "La historia de tu vida", novela corta en la que se basa "La llegada" y escrita por el estadounidense Ted Chiang, y que ha recibido todos los premios posibles de la literatura de ciencia-ficción, será una lectura escasamente farragosa, pero que exigirá detenerse en el principio de Fermat.
Ese principio afirma que la trayectoria real que sigue un rayo de luz entre dos puntos es aquella en la que emplea un tiempo mínimo en recorrerla. ¿La línea recta? Como se ve en la imagen, cuando la luz alcanza el agua, que tiene un índice de refracción diferente al del aire, cambia su dirección, va por la vía negra en vez de por la gris. La luz viaja más lentamente por el agua que por el aire, así que parece buscar un camino más largo en longitud pero menor en el tiempo. El tiempo. Las paradojas de la ciencia son un maná para las fantasías meditadas que los escritores sci-fi vuelcan en sus novelas. El principio de Fermat permite esos resquicios teóricos que dan lustre a un argumento. De la causalidad newtoniana a una restauración del modelo teleológico de Aristóteles, aquel en el que todo componente de la naturaleza tenía una finalidad intrínseca, un objetivo definido a priori: la luz, según el principio de Fermat, toma el camino mínimo sin ninguna vacilación, cambia su rumbo como si supiera, antes de salir del punto A, que el punto B se encuentra debajo del agua: sea porque tiene un GPS o el Libro del tiempo que menciona Ted Chiang, es capaz de anticipar su destino.
Puestos a terminar con la vocación lúdica de este blog, habrá que mencionar otro término que se ha puesto de moda con la película de Villeneuve, la hipótesis de Sapir-Whorf. Para compensar, si el principio de Fermat es "de ciencias" la hipótesis de Sapir-Whorf es "de letras", y viene a decir que la percepción y conceptualización de la realidad depende en gran medida del idioma que utilizamos: el lenguaje afecta al modo de pensar. Esta hipótesis parecerá más acertada cuanto más nos alejemos de los idiomas hablados por culturas similares a la nuestra (el caso del idioma navajo, indescifrable para el enemigo en "Windtalkers" de John Woo), llegando a lenguajes en los que no hay relación entre signos escritos y fonemas, o el ejemplo del lenguaje matemático, cuyo dominio permite el enfoque del pensamiento hacia abstracciones de conocimiento absoluto, una exigencia que es llevada al extremo al tener que derrumbar esquemas mentales adquiridos para construir otros completamente nuevos y, por fin, entender ese inaprensible heptápodo B, ese regalo.
miércoles, marzo 01, 2017
"Comanchería", de David Mackenzie
Hell or High Water, en su título original, una expresión que se podría traducir por contra viento y marea, la determinación insobornable de llevar algo a cabo. Un par de desperados, al igual que aquellos forajidos que surgieron de la Gran Depresión de principios del siglo XX, en Estados Unidos, nombres míticos como el del cinéfilo John Dillinger o la no menos cinematográfica pareja formada por Bonnie Parker y Clyde Barrow. Bandoleros fugitivos que recabaron sin problemas el apoyo popular de su época hasta transformarse en héroes de la clase trabajadora: corre y despluma al banco que ha estado robándome durante tantos años.
Otra película de bank robbers, una que se podría clasificar simplemente como una más sino fuera por su poderoso trasfondo social. La cinta desvela dónde hay grandes posibilidades de encontrar la veta de descontento de la que se ha alimentado el actual inquilino de la Casa Blanca: la equis sobre el mapa: polvorienta tierra de oportunidades abandonada a su suerte: los blancos que echaron a los indios, los bancos que echaron a los blancos. Three tours in Iraq, but no bailout for people like us, reza una pintada sobre un muro desolado: dar todo, la propia vida, y recibir olvido como moneda de cambio.
John Sayles con "Lone Star" adornó el western fronterizo moderno de realismo mágico, la reciente "600 millas" de Gabriel Ripstein traspasó la frontera para destapar el lado más salvaje de la hipocresía estadounidense hacia su vecino del sur y los hermanos Coen dejaron a un lado su sentido del humor adaptando la literatura rotunda de Cormac McCarthy en "No es país para viejos". Ninguna de ellas contaba nada bueno: pocas esperanzas al sur del río Pecos. "Comanchería" no les llevará la contraria.
Otra película de bank robbers, una que se podría clasificar simplemente como una más sino fuera por su poderoso trasfondo social. La cinta desvela dónde hay grandes posibilidades de encontrar la veta de descontento de la que se ha alimentado el actual inquilino de la Casa Blanca: la equis sobre el mapa: polvorienta tierra de oportunidades abandonada a su suerte: los blancos que echaron a los indios, los bancos que echaron a los blancos. Three tours in Iraq, but no bailout for people like us, reza una pintada sobre un muro desolado: dar todo, la propia vida, y recibir olvido como moneda de cambio.
John Sayles con "Lone Star" adornó el western fronterizo moderno de realismo mágico, la reciente "600 millas" de Gabriel Ripstein traspasó la frontera para destapar el lado más salvaje de la hipocresía estadounidense hacia su vecino del sur y los hermanos Coen dejaron a un lado su sentido del humor adaptando la literatura rotunda de Cormac McCarthy en "No es país para viejos". Ninguna de ellas contaba nada bueno: pocas esperanzas al sur del río Pecos. "Comanchería" no les llevará la contraria.
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