Almas en transito. No hay balanza, no hay cielo ni infierno. Sólo hay que tomar una decisión (la duda: Bergman lo mostró como nadie en "El Séptimo Sello"), que será un ticket para la eternidad. ¿Cuál es el mejor recuerdo de tu vida? Un instante recobrado del cedazo del tiempo, un momento de felicidad, aquel detalle que hizo que valiera la pena. Pero un dilema trascendental, porque eso será lo único que te lleves al otro barrio: la gloria de la contemplación divina se limitará al ámbito de lo ya experimentado en vida: no se hallará mayor premio que el que se encontró un día cualquiera. La tragedia será encontrar a un difunto que desea olvidarlo todo, que no quiere acordarse de nada. Muertos en vida.
Fallecidos convocados a un plató cinematográfico para recrear un trozo de pasado que, probablemente, sea falso: nada es como lo recordamos: el recuerdo toma el lugar del hecho y la segunda vez que nos acordamos de aquello en realidad rememoramos un recuerdo: el pasado es el poso que queda cuando el olvido ha hecho su trabajo. El cine fabricará la impronta: el cielo es un equipo de rodaje: mensaje nítido, guiño cinéfilo.
Hirokazu Koreeda escenifica el trance con ternura y costumbrismo berlanguiano, con tono cómico y optimista (aunque la burocracia latente amenaza con hacer aparecer "El proceso" de Kafka en versión de Orson Welles), sello para otras obras futuras del director como "Still walking" o "Air doll". Los problemas existenciales del ser humano se prolongan aunque te vistan con el pijama de madera, nos dice: lo de descansar en paz es más un deseo que una constatación. Vaya eligiendo. O proponiendo.
sábado, junio 30, 2012
lunes, junio 25, 2012
Cortometraje. "Doll Face", de Andy Huang
Me lo enseñó esta mañana Belknap y me ha gustado mucho. A compartir.
Pinocho, Frankenstein, Roy Batty (nota: hoy se celebra el 30 aniversario del estreno de "Blade Runner": una efeméride a marcar en rojo: mejor en azul neón), Eduardo Manostijeras, el David de Spielberg en "I.A.". Todos viajando por el valle inquietante, preguntando a sus creadores por los incomprensibles defectos de su construcción. Todos ellos buscando la humanidad, un estereotipo que ni los propios seres humanos recuerdan: ¿cómo quieres que te explique lo que soy, lo que eres?
Este cortometraje resume esa trampa existencial, un dilema clásico de la ciencia ficción, y lo hace con maestría.
Pinocho, Frankenstein, Roy Batty (nota: hoy se celebra el 30 aniversario del estreno de "Blade Runner": una efeméride a marcar en rojo: mejor en azul neón), Eduardo Manostijeras, el David de Spielberg en "I.A.". Todos viajando por el valle inquietante, preguntando a sus creadores por los incomprensibles defectos de su construcción. Todos ellos buscando la humanidad, un estereotipo que ni los propios seres humanos recuerdan: ¿cómo quieres que te explique lo que soy, lo que eres?
Este cortometraje resume esa trampa existencial, un dilema clásico de la ciencia ficción, y lo hace con maestría.
domingo, junio 17, 2012
"Un dios salvaje", de Roman Polanski
Roman Polanski se ha caracterizado, durante toda su carrera, por arrancarle la máscara a los caracteres que aparecen en sus películas: la afable comunidad de vecinos en "El quimérico inquilino" o "La semilla del diablo"; una seductora belleza rubia en "Repulsión"; el líder político en "El escritor"; un amable doctor en "La muerte y la doncella". Parece ser que a Polanski le interesan las historias intensas en las que se desnuda la esencia de seres humanos de alma turbia.
Padres que visitan a otros padres (Kate Winslet y Christoph Waltz en un rincón, Jodie Foster y John C. Reilly en el otro: película de actores) para tratar conflictos de los hijos: un chaval le ha roto un diente a otro en un parque. Parejas civilizadas de civilizados occidentales que saben aparentar, sin el menor problema, lo civilizados que son: deudas de sangre que se pagan con perdón en vez de con venganza: no habrá diente por diente. Pero la llamada de la sangre, más aún si es sangre de tu sangre, es un alarido poderoso: un runrún insistente que se instala en el estómago y que no va a permitir que una fachada políticamente correcta ahogue el ansia de equilibrar la penosa situación: 'Soy un hijo de puta con muy mala leche', se sincera Mr. Longstreet.
"Un dios salvaje" está basada en una obra de teatro de Yasmina Reza, no sé si se parecerá mucho o poco al original. La película me recordó mucho a una novela que he leído recientemente, "La cena", de Herman Koch, cambiando el apartamento de Brooklyn (la cinta se rodó en París: Polanski no suele viajar a Estados Unidos, como todo el mundo sabe) por un caro restaurante holandés y a los dos matrimonios neoyorquinos por homólogos del otro lado del océano. En el libro de Koch el asunto a tratar era mucho más grave, un asesinato, y requería soluciones más contundentes: la caída del antifaz será necesariamente más traumática: a Polanski (a cualquier cineasta, en realidad) también le hubiera caído mejor una trama así: conflictos rotundos que superan la banalidad del abuso del teléfono móvil o la asfixia de la mediocridad: la infantilización del hombre moderno acomodado, del urbanita incapacitado para retornar al conocimiento puro de la caverna y encadenado sin remedio a la angustia del progreso (ver la entrada reciente de "Detour" de Edgar G. Ulmer). Pero el instinto sigue dentro, ese mencionado runrún que hay que dominar.
Si en "Un método peligroso" de David Cronenberg costaba un poco reconocer las señas de identidad del director canadiense, otro tanto parece suceder con "Un dios salvaje" y Roman Polanski. Precisamente cuando "Un dios salvaje" empieza a recordar al cine del polaco, cuando se ha logrado un ambiente en la película que parece capaz de devorar a sus personajes, en ese momento se acaba: apenas 80 minutos de verborrea incansable en la que la transición de la educación a la sinceridad sucede demasiado deprisa: décadas llevo con ganas de poner a alguno a caldo y aún no he alcanzado ese punto, mientras que a los Longstreet y a los Cowan, que se acaban de conocer, para pasar a la acción les ha bastado con un poco de café, algo de tarta, unos chupitos de whisky... y una buena vomitona.
Roman Polanski (o Yasmina Reza) y Herman Koch terminan diciendo lo mismo: el dios salvaje moderno son los hijos: no hay culto más exigente que ese.
Padres que visitan a otros padres (Kate Winslet y Christoph Waltz en un rincón, Jodie Foster y John C. Reilly en el otro: película de actores) para tratar conflictos de los hijos: un chaval le ha roto un diente a otro en un parque. Parejas civilizadas de civilizados occidentales que saben aparentar, sin el menor problema, lo civilizados que son: deudas de sangre que se pagan con perdón en vez de con venganza: no habrá diente por diente. Pero la llamada de la sangre, más aún si es sangre de tu sangre, es un alarido poderoso: un runrún insistente que se instala en el estómago y que no va a permitir que una fachada políticamente correcta ahogue el ansia de equilibrar la penosa situación: 'Soy un hijo de puta con muy mala leche', se sincera Mr. Longstreet.
"Un dios salvaje" está basada en una obra de teatro de Yasmina Reza, no sé si se parecerá mucho o poco al original. La película me recordó mucho a una novela que he leído recientemente, "La cena", de Herman Koch, cambiando el apartamento de Brooklyn (la cinta se rodó en París: Polanski no suele viajar a Estados Unidos, como todo el mundo sabe) por un caro restaurante holandés y a los dos matrimonios neoyorquinos por homólogos del otro lado del océano. En el libro de Koch el asunto a tratar era mucho más grave, un asesinato, y requería soluciones más contundentes: la caída del antifaz será necesariamente más traumática: a Polanski (a cualquier cineasta, en realidad) también le hubiera caído mejor una trama así: conflictos rotundos que superan la banalidad del abuso del teléfono móvil o la asfixia de la mediocridad: la infantilización del hombre moderno acomodado, del urbanita incapacitado para retornar al conocimiento puro de la caverna y encadenado sin remedio a la angustia del progreso (ver la entrada reciente de "Detour" de Edgar G. Ulmer). Pero el instinto sigue dentro, ese mencionado runrún que hay que dominar.
Si en "Un método peligroso" de David Cronenberg costaba un poco reconocer las señas de identidad del director canadiense, otro tanto parece suceder con "Un dios salvaje" y Roman Polanski. Precisamente cuando "Un dios salvaje" empieza a recordar al cine del polaco, cuando se ha logrado un ambiente en la película que parece capaz de devorar a sus personajes, en ese momento se acaba: apenas 80 minutos de verborrea incansable en la que la transición de la educación a la sinceridad sucede demasiado deprisa: décadas llevo con ganas de poner a alguno a caldo y aún no he alcanzado ese punto, mientras que a los Longstreet y a los Cowan, que se acaban de conocer, para pasar a la acción les ha bastado con un poco de café, algo de tarta, unos chupitos de whisky... y una buena vomitona.
Roman Polanski (o Yasmina Reza) y Herman Koch terminan diciendo lo mismo: el dios salvaje moderno son los hijos: no hay culto más exigente que ese.
jueves, junio 14, 2012
Cortometrajes. "5º Festival de cine corto de Salamanca"
Un bar lleno de gente, todos mirando atentamente una pantalla durante un par de horas. Y lo que se proyecta en ella no es un partido de fútbol, no, ni cualquier otro evento deportivo de masas, sino media docena de cortometrajes. Que algo así suceda en estos tiempos de invasión audiovisual absoluta (la competición deportiva como exaltación patriótica del más absurdo "nosotros contra ellos": esfuerzos y decepciones estériles), con las puertas de los bares empapeladas de banderas españolas y de los anuncios de los horarios de los encuentros (cantos de sirena para cuadrar la caja en tiempos de crisis), que un festival de cortos se realice en un bar, digo, seguro que es una buena noticia. Por suerte el festival (de momento) no ha coincidido con la Eurocopa.
La productora CORTOSdeMENTES y el bar Granero de Salamanca (C/ Granero, junto a la Plaza del Oeste) organizan este festival que ya alcanza su quinta edición: convocatoria madura. Sobre más de 200 cortometrajes recibidos a concurso, se seleccionaron 30 que han sido proyectados, 6 cada día, todos los jueves del mes de Mayo a partir de las 22:00. Entre rondas y rondas de cervezas (no ha de ser mal negocio esto de proyectar cine en un bar), un público respetuoso disfruta del espectáculo con interés y atención y al final vota su preferido: de tres amigos que estábamos juntos, cada uno votó por un cortometraje distinto: otra gran noticia: calidad en lo visto.
Este próximo viernes día 15 a las 22:00 se realizará la proyección de los cortos finalistas en la Casa de las Conchas (dentro de la programación del Festival Internacional de las Artes de Castilla y León, FACYL) y a continuación la entrega de premios a los ganadores. Puede que a esa hora merezca la pena apagar el fútbol un rato.
La productora CORTOSdeMENTES y el bar Granero de Salamanca (C/ Granero, junto a la Plaza del Oeste) organizan este festival que ya alcanza su quinta edición: convocatoria madura. Sobre más de 200 cortometrajes recibidos a concurso, se seleccionaron 30 que han sido proyectados, 6 cada día, todos los jueves del mes de Mayo a partir de las 22:00. Entre rondas y rondas de cervezas (no ha de ser mal negocio esto de proyectar cine en un bar), un público respetuoso disfruta del espectáculo con interés y atención y al final vota su preferido: de tres amigos que estábamos juntos, cada uno votó por un cortometraje distinto: otra gran noticia: calidad en lo visto.
Este próximo viernes día 15 a las 22:00 se realizará la proyección de los cortos finalistas en la Casa de las Conchas (dentro de la programación del Festival Internacional de las Artes de Castilla y León, FACYL) y a continuación la entrega de premios a los ganadores. Puede que a esa hora merezca la pena apagar el fútbol un rato.
domingo, junio 10, 2012
"Un método peligroso", de David Cronenberg
Pocos directores se han adentrado tanto en la psique humana como David Cronenberg: siempre, eso sí, extrayendo al tema los tintes psicosangrientos que han dominado su carrera. Carne (Long live the new flesh!) y mente como una combinación eficaz para lograr algunas de las mejores producciones del cine fantástico de los años 80 y 90, como "Videodrome", "La mosca", "Inseparables", "El almuerzo desnudo", "Crash". En el siglo XXI parece que sus tramas dieron cierto giro hacía el género negro pero sin perder un ápice de brillantez y provocación: éxitos recientes como "Una historia de violencia" o "Promesas del Este", cintas donde el genial actor que es Viggo Mortensen se convierte en la cara reconocible, en el actor franquicia para el director canadiense.
Con esa filmografía, tan inclinada a comerse el tarro en busca de las fuentes de la locura y el homicidio, no es de extrañar que la primera incursión (creo) de David Cronenberg en cine histórico, en biografías de personajes conocidos (películas de esas que justo antes de poner el the end aparece un breve texto sobre fondo negro que te cuenta qué fue de ellos más adelante para ahorrarse así un montón de metraje más o menos necesario), se dedique a figuras fundamentales en el nacimiento y desarrollo del psicoanálisis, Sigmund Freud, Carl Jung y Sabina Spielrein: un austriaco, un suizo y una rusa: Europa a principios del siglo XX propiciaba el encuentro fértil de nacionalidades diversas para conseguir avances inéditos en el arte y en la ciencia: tras la Segunda Guerra Mundial todo eso quedaría extinguido sin remedio: Estados Unidos se quedaría con todo. El mencionado Mortensen hace de Freud y da lo mejor, como de costumbre. Para encarnar a la pareja turbia formada por el doctor Jung y su paciente/amante/colega Sabina Spielrein, los escogidos serán Michael Fassbender y Keira Knightley. La histeria desbocada y sobreactuada de ella contrastarán demasiado con la falta de apasionamiento y exceso de profesionalidad de él como para obtener una apariencia de enamoramiento que resulte convincente para el público: no hay química por ninguna parte. ¿Y la sangre? Apenas un corte en una mejilla.
Síndromes, complejos, pulsiones. Terapia e interpretación. Deseo y represión, necesidad y conducta. La película permite asomarse brevemente a la construcción de tesis novedosas que rompen con el dogma establecido y habilitan la posibilidad de situarse en un punto de vista alternativo y enriquecedor. Pioneros abriendo nuevos caminos y exponiéndose a su vez a los peligros de un terreno desconocido. Quizá sea el mayor valor de "Un método peligroso", mostrar cómo el gigante intelectual se arriesga a identificarse con el objeto de su estudio.
Fíjate que ha hecho películas raras. Pues ésta puede ser la más rara de Cronenberg. Tanto, que no parece una película de Cronenberg.
Con esa filmografía, tan inclinada a comerse el tarro en busca de las fuentes de la locura y el homicidio, no es de extrañar que la primera incursión (creo) de David Cronenberg en cine histórico, en biografías de personajes conocidos (películas de esas que justo antes de poner el the end aparece un breve texto sobre fondo negro que te cuenta qué fue de ellos más adelante para ahorrarse así un montón de metraje más o menos necesario), se dedique a figuras fundamentales en el nacimiento y desarrollo del psicoanálisis, Sigmund Freud, Carl Jung y Sabina Spielrein: un austriaco, un suizo y una rusa: Europa a principios del siglo XX propiciaba el encuentro fértil de nacionalidades diversas para conseguir avances inéditos en el arte y en la ciencia: tras la Segunda Guerra Mundial todo eso quedaría extinguido sin remedio: Estados Unidos se quedaría con todo. El mencionado Mortensen hace de Freud y da lo mejor, como de costumbre. Para encarnar a la pareja turbia formada por el doctor Jung y su paciente/amante/colega Sabina Spielrein, los escogidos serán Michael Fassbender y Keira Knightley. La histeria desbocada y sobreactuada de ella contrastarán demasiado con la falta de apasionamiento y exceso de profesionalidad de él como para obtener una apariencia de enamoramiento que resulte convincente para el público: no hay química por ninguna parte. ¿Y la sangre? Apenas un corte en una mejilla.
Síndromes, complejos, pulsiones. Terapia e interpretación. Deseo y represión, necesidad y conducta. La película permite asomarse brevemente a la construcción de tesis novedosas que rompen con el dogma establecido y habilitan la posibilidad de situarse en un punto de vista alternativo y enriquecedor. Pioneros abriendo nuevos caminos y exponiéndose a su vez a los peligros de un terreno desconocido. Quizá sea el mayor valor de "Un método peligroso", mostrar cómo el gigante intelectual se arriesga a identificarse con el objeto de su estudio.
Fíjate que ha hecho películas raras. Pues ésta puede ser la más rara de Cronenberg. Tanto, que no parece una película de Cronenberg.
jueves, mayo 31, 2012
"Detour", de Edgar G. Ulmer
Al (Tom Neal) es un pianista que quiere viajar haciendo autostop desde Nueva York a Los Angeles. Después de muchas jornadas de hacer dedo, de caminar por los arcenes, de subir y bajar de los coches de buenos samaritanos, un tipo se ofrece a llevarlo hasta su destino final: qué buena suerte. Y encima le invita a cenar, ¡mejor imposible! O no. Good luck... bad luck. Empieza la peor racha imaginable. El destino final no será el esperado.
Francisco Machuca me recordó en su excelente artículo que aún no había visto "Detour" y es un título de película que he visto aparecer bastantes veces como hito primordial del cine negro. Y así es. En esta cinta aparece una de las mayores "villanas" que nunca se vio en una pantalla, el personaje de Vera interpretado por Ann Savage y que es la actuación que verdaderamente hace merecer el precio de la entrada: mirada de caimana curtida a golpes, dureza de carácter adquirido dando tumbos, cayendo de mal en peor hasta abandonar el menor atisbo de piedad, hasta alcanzar el punto en el que ya no hay nada que perder: pobre Al, prisionero en la telaraña. Vera es digna de aparecer en cualquier pesadilla. No hay escapatoria, no hay salida.
"Detour" me recuerda mucho a una película de su misma cosecha, otra del año 1945, la magnifica "Perversidad" de Fritz Lang. En "Perversidad" Chris Cross (Edward G. Robinson), un honesto cajero, un aplicado pintor aficionado de fin de semana, se enamora perdidamente de Kitty (Joan Bennet), una vampiresa que se dispone, azuzada por el canalla de su novio Johnny (Dan Duryea), a desplumarlo vivo creyendo que el pobre señor Cross se trata en realidad de un artista millonario. El acabará convertido en un ladrón, en un mentiroso: despedido del trabajo, extinguido su matrimonio. Se juega todo a la carta de Kitty y pierde. Lo pierde todo
Al y Chris, el pianista y el cajero, terminarán sus días de la forma más insospechada, convertidos en criminales. Quién se lo podía imaginar: el hombre corriente, el borrego pacífico, con las manos manchadas de sangre. En "Mi tío de América", película de 1980, Alain Resnais quizás dará las respuestas oportunas confeccionando otra de sus sublimes rarezas cinematográficas: la angustia del ciudadano civilizado, el estrés y la depresión, conducen a la violencia y al daño, ya sea contra los demás, ya sea contra uno mismo. La civilización como fuente segura de barbarie.
Francisco Machuca me recordó en su excelente artículo que aún no había visto "Detour" y es un título de película que he visto aparecer bastantes veces como hito primordial del cine negro. Y así es. En esta cinta aparece una de las mayores "villanas" que nunca se vio en una pantalla, el personaje de Vera interpretado por Ann Savage y que es la actuación que verdaderamente hace merecer el precio de la entrada: mirada de caimana curtida a golpes, dureza de carácter adquirido dando tumbos, cayendo de mal en peor hasta abandonar el menor atisbo de piedad, hasta alcanzar el punto en el que ya no hay nada que perder: pobre Al, prisionero en la telaraña. Vera es digna de aparecer en cualquier pesadilla. No hay escapatoria, no hay salida.
"Detour" me recuerda mucho a una película de su misma cosecha, otra del año 1945, la magnifica "Perversidad" de Fritz Lang. En "Perversidad" Chris Cross (Edward G. Robinson), un honesto cajero, un aplicado pintor aficionado de fin de semana, se enamora perdidamente de Kitty (Joan Bennet), una vampiresa que se dispone, azuzada por el canalla de su novio Johnny (Dan Duryea), a desplumarlo vivo creyendo que el pobre señor Cross se trata en realidad de un artista millonario. El acabará convertido en un ladrón, en un mentiroso: despedido del trabajo, extinguido su matrimonio. Se juega todo a la carta de Kitty y pierde. Lo pierde todo
Al y Chris, el pianista y el cajero, terminarán sus días de la forma más insospechada, convertidos en criminales. Quién se lo podía imaginar: el hombre corriente, el borrego pacífico, con las manos manchadas de sangre. En "Mi tío de América", película de 1980, Alain Resnais quizás dará las respuestas oportunas confeccionando otra de sus sublimes rarezas cinematográficas: la angustia del ciudadano civilizado, el estrés y la depresión, conducen a la violencia y al daño, ya sea contra los demás, ya sea contra uno mismo. La civilización como fuente segura de barbarie.
domingo, mayo 27, 2012
"Drive", de Nicolas Winding Refn
Arrastro bastantes pendientes del curso anterior, de las del año 2011. Me tengo que poner al día: fatiga más lo pendiente que lo realizado. Y no es que uno no sea aplicado, no, es más bien un problema de disponibilidad: ocasiones contadas de acudir a una sala de cine: por fuerza mucho se tiene que quedar en el tintero, ay. Pero el cine tiene la virtud de conservarse sin mayor problema hasta la hora de ser consumido: no necesita frío, ni envolverlo en papel Albal: abrir y devorar. El cine te espera.
"Drive" era una de las expectativas que parecía que no se iba a malograr cuando al fin llegara el momento de verla, y así ha sido: excelente película. Un pavo que se dedica a conducir el buga que se queda en la calle esperando a que unos mendas terminen sus "asuntos", para después salir a escape. El cómplice obligatorio en cualquier atraco, butrón o palo a pecho descubierto que se precie. Un precedente claro a esta cinta se encuentra en "The driver" de Walter Hill, película de culto del año 1978 protagonizada por Ryan O'Neal, que tiene muchos puntos en común con "Drive", no sólo en el verbo del título, sino también en un guión dominado por la construcción de un personaje que se menciona siempre al final del grupo: y él os espera en la esquina con el coche en marcha.
Estética ochentera: esa chupa con escorpión dorado a la espalda que el protagonista no se quita ni para limpiarle la sangre, esos guantes sin dedos y cerilla en la boca como el cobretti (Sly en "Cobra" de George P. Cosmatos: la quintaesencia de la macarrada, que de puro abuso en el estilo resultaba cómica donde debía ser despiadada) más chulo de los billares. Sin embargo esa estética que "Drive" recupera será acertado emparentarla con el cine personal y serio de Michael Mann: tipos tranquilos y dispuestos a todo, casi inexpresivos ("Corrupción en Miami", por supuesto, pero también Robert DeNiro en "Heat", dominándolo todo, o Alain Delon en otra imprescindible, "El samurai" de Jean-Pierre Melville, y así hasta llegar al "Pickpocket" de Robert Bresson: el arquetipo), que se adentran veloces en planos abiertos de paisajes urbanos poblados de rascacielos, acompañados siempre por una banda sonora lounge que convierte fotogramas en videoclips: firma reconocible del gran Michael Mann, impronta indeleble para recuerdos de celuloide.
El protagonista de "Drive" encarna a un profesional en el que se puede confiar ciegamente, un témpano con nervios de acero que puede ser letal si se le traiciona: un perdona-vidas de vuelta de todo que ve pasar el último tren: mejor no cabrearle. El chico además se dedica a doble de acción (el stuntman, el daredevil), esos pirados que hacen dar vueltas de campana a los vehículos de los que se baja el costoso actor protagonista: apuntar otra reciente de un especialista en revival de calidad de cualquier género de acción cinematográfico, "Death Proof", de Quentin Tarantino. Todo va muy bien en los negocios del piloto (Ryan Gosling) hasta que una chica (Carey Mulligan; "Drive" no la vi en su día pero lo inmediatamente posterior que ha hecho esta pareja sí: "Los idus de marzo", de Georges Clooney, él, "Shame", de Steve McQueen, ella: buenos actores llamados a triunfar, a dominar la cartelera de prestigio venidera) se pone delante de su parachoques. Y aquí toca mencionar la última cult movie por hoy, "Carretera asfaltada en dos direcciones" de Monte Hellman: el amor por el coche de uno es un amor celoso que no admite distracciones.
A las películas de culto les gustan los coches rápidos, sí. Y los amores imposibles.
"Drive" era una de las expectativas que parecía que no se iba a malograr cuando al fin llegara el momento de verla, y así ha sido: excelente película. Un pavo que se dedica a conducir el buga que se queda en la calle esperando a que unos mendas terminen sus "asuntos", para después salir a escape. El cómplice obligatorio en cualquier atraco, butrón o palo a pecho descubierto que se precie. Un precedente claro a esta cinta se encuentra en "The driver" de Walter Hill, película de culto del año 1978 protagonizada por Ryan O'Neal, que tiene muchos puntos en común con "Drive", no sólo en el verbo del título, sino también en un guión dominado por la construcción de un personaje que se menciona siempre al final del grupo: y él os espera en la esquina con el coche en marcha.
Estética ochentera: esa chupa con escorpión dorado a la espalda que el protagonista no se quita ni para limpiarle la sangre, esos guantes sin dedos y cerilla en la boca como el cobretti (Sly en "Cobra" de George P. Cosmatos: la quintaesencia de la macarrada, que de puro abuso en el estilo resultaba cómica donde debía ser despiadada) más chulo de los billares. Sin embargo esa estética que "Drive" recupera será acertado emparentarla con el cine personal y serio de Michael Mann: tipos tranquilos y dispuestos a todo, casi inexpresivos ("Corrupción en Miami", por supuesto, pero también Robert DeNiro en "Heat", dominándolo todo, o Alain Delon en otra imprescindible, "El samurai" de Jean-Pierre Melville, y así hasta llegar al "Pickpocket" de Robert Bresson: el arquetipo), que se adentran veloces en planos abiertos de paisajes urbanos poblados de rascacielos, acompañados siempre por una banda sonora lounge que convierte fotogramas en videoclips: firma reconocible del gran Michael Mann, impronta indeleble para recuerdos de celuloide.
El protagonista de "Drive" encarna a un profesional en el que se puede confiar ciegamente, un témpano con nervios de acero que puede ser letal si se le traiciona: un perdona-vidas de vuelta de todo que ve pasar el último tren: mejor no cabrearle. El chico además se dedica a doble de acción (el stuntman, el daredevil), esos pirados que hacen dar vueltas de campana a los vehículos de los que se baja el costoso actor protagonista: apuntar otra reciente de un especialista en revival de calidad de cualquier género de acción cinematográfico, "Death Proof", de Quentin Tarantino. Todo va muy bien en los negocios del piloto (Ryan Gosling) hasta que una chica (Carey Mulligan; "Drive" no la vi en su día pero lo inmediatamente posterior que ha hecho esta pareja sí: "Los idus de marzo", de Georges Clooney, él, "Shame", de Steve McQueen, ella: buenos actores llamados a triunfar, a dominar la cartelera de prestigio venidera) se pone delante de su parachoques. Y aquí toca mencionar la última cult movie por hoy, "Carretera asfaltada en dos direcciones" de Monte Hellman: el amor por el coche de uno es un amor celoso que no admite distracciones.
A las películas de culto les gustan los coches rápidos, sí. Y los amores imposibles.
jueves, mayo 17, 2012
"Los Vengadores", de Joss Whedon
Como un enano.
Creo que la apreciación exacta es que, al fin, se han revivido en una pantalla de cine los momentos más grandiosos de las batallas de superhéroes contra supervillanos que leímos una y otra vez, tebeos desgastados, en las páginas publicadas por la editorial Marvel (aquí en España lo publicaba Vértice -La Masa, Patrulla X, Dan Defensor-, desde que yo recuerdo, luego Forum -Hulk, XMen, Daredevil: se perdió el espíritu españolizante en los nombres-, y ahora la editorial Panini se encarga de las nuevas sagas).
En el año 2000 "X-Men", de Bryan Singer (el director de "Sospechosos habituales", nada menos: no se puede decir que en su filmografía posterior haya logrado algo tan brillante como aquella maravilla de 1995), fue la que dio el pistoletazo de salida al resto de fotogramas marvelizados: se puede aparecer en una película con mallas y antifaz y salir airoso del trance: se descubrió la forma, el camino a seguir, la estética aconsejable. Un par de docenas de producciones posteriores que habrán hecho las delicias o habrán supuesto el aborrecimiento de los fan: cuestión de gustos y afinidades. En lo bueno se puede destacar "Spiderman" de Sam Raimi, "Hulk" de Ang Lee, "Iron Man" de Jon Favreau o "X-Men: Primera generación" de Matthew Vaughn. En lo olvidable, "Los 4 Fantásticos" de Tim Story, o "Daredevil" (ay, Ben Affleck) y "Ghost Rider" (ay, Nicolas Cage) de Mark Steven Johnson. Y después, mucha clase media entretenida. Mención aparte para "El protegido" de M. Night Shyamalan: no lleva el sello de la editorial, ni Stan Lee hace un cameo, ni la cinta está llena de efectos especiales, pero quizás sea la mejor de todas.
En "Los Vengadores" un actor sobresale muchos escalones por encima del resto: Robert Downey Jr. interpretando el lado más irónico, descreído y extravagante del millonario Tony Stark. Contenido para no caer en la sobreactuación pero suficientemente hábil como para acaparar con total facilidad todos los planos que el resto de actores tiene la mala suerte de compartir con él. Stark es la nota de sentido de humor necesaria ante tanta trascendencia épica. Los Vengadores, el más alucinante grupo nunca reunido, una fachada de músculo y poder que oculta a unos pobres desgraciados llenos de problemas en su vida personal, repletos de dilemas morales y fragilidad sentimental. Ahí está el secreto del éxito de las tramas de los cómic, esa parte mundana del superhéroe: el médico cojo Donald Blake, el fugitivo Bruce Banner (¡La Masa odia a Banner!), el abuelo descongelado Steve Rogers, el enfermo del corazón Tony Stark. Unos cualquieras capaces de todo. Todos unos cualquieras menos Scarlett Johansson, por supuesto...
Para ver "Los Vengadores", si no se ha pasado la vista por muchas páginas del tema (¿a quién puede sorprenderle que el Helitransporte de Shield vuele?), conviene haber visto algunas de las últimas películas Marvel, sobre todo "Thor" de Kenneth Branagh (Kenneth Branagh, Bryan Singer, Ang Lee, Sam Raimi: el celuloide comiquero puede presumir de nombre en la firma, sin duda), que no es de las más recomendables del género pero que aporta gran parte del prólogo de "Los Vengadores". Loki, dios burlón, abriendo de nuevo las puertas de Midgard para conducir una invasión extraterrestre. Y... ¡qué batalla!¡La Masa a pleno rendimiento! No había visto nada igual desde que miraba aquellos tebeos en blanco y negro impresos en papel malo. Esta película logra acercarse bastante a aquello.
¡Vengadores reuníos!
sábado, mayo 05, 2012
Revista. La Caja de Pandora nº 4 "Made In Spain"
Un nuevo número de la revista cuatrimestral "La Caja de Pandora": un año desde que salió el primero: ¡Felicidades, Crowley, y enhorabuena una vez más por el resultado!
Made in Spain, producto nacional, un vistazo amplio al estado del arte patrio, del pasado y del presente: cine, literatura, cómic, música. Este pequeño Licantropunk contribuye con un par de artículos dedicados a sendas devociones: "El sol del membrillo" de Víctor Erice y "Los amantes del círculo polar" de Julio Medem. Pero hay mucho más y mucho mejor: aquí se puede examinar el sumario y acceder a la lectura y/o descarga de la revista. Gratis total. No se la pierdan:
http://issuu.com/cajadepandoramagazine/docs/la_caja_de_pandora_4_made_in_spain
Made in Spain, producto nacional, un vistazo amplio al estado del arte patrio, del pasado y del presente: cine, literatura, cómic, música. Este pequeño Licantropunk contribuye con un par de artículos dedicados a sendas devociones: "El sol del membrillo" de Víctor Erice y "Los amantes del círculo polar" de Julio Medem. Pero hay mucho más y mucho mejor: aquí se puede examinar el sumario y acceder a la lectura y/o descarga de la revista. Gratis total. No se la pierdan:
http://issuu.com/cajadepandoramagazine/docs/la_caja_de_pandora_4_made_in_spain
martes, mayo 01, 2012
"El hombre de mármol" y "El hombre de hierro", de Andrzej Wajda
Cine político, cine social. Buen programa doble para un 1º de Mayo. Tres décadas de repaso de la historia de Polonia, desde los años 50 a los años 80 del siglo XX. Desde el estajanovismo, como símbolo de superación heroica, impuesto por la cultura del trabajo del omnipresente régimen soviético de Stalin, hasta los movimientos huelguistas protagonizados por el sindicato Solidaridad, liderado por Lech Walesa, y que tuvieron como principal "campo de batalla" los astilleros de Gdansk. Del cierre a la apertura: de un bigotudo a otro.
La clase obrera siempre debajo, siempre defraudada. La gran marcha de la izquierda que se dirige, ingenuidad de la esperanza, hacia el mismo sitio donde empezó. Un ciclo sin fin, una rueda exhausta, una opresión constante. Los ciudadanos aúpan al poder a unos líderes políticos que, más pronto que tarde, se vuelven contra ellos, con una frialdad y una dureza sorprendentes: la perdida de la inocencia llega sin anunciarse. Cría cuervos. ¿Qué esperabas? No existen los salvadores de la patria, sólo los vendedores de la nación. Pero la gran marcha de la izquierda no termina, a pesar de todo. Esta mañana, en la manifestación del 1º de Mayo, otra vez más, otra vez en la calle: dejarse ver, dejarse oír.
Andrzej Wajda es el cronista imprescindible, para los cinéfilos foráneos, del último siglo de la historia de Polonia. "El hombre de mármol" y "El hombre de hierro" comparten actor protagonista, Jerzy Radziwilowicz: del albañil Mateusz Birkut, héroe del pueblo, instrumento de propaganda prosoviética, a su hijo Maciej, figura clave en el sindicato huelguista. En ambas películas la imagen y el cine tendrán un carácter trascendental, un actor más en la trama: como herramienta idónea para sacar la verdad a la luz o para encubrirla en la mayor de las tinieblas. En ese sentido Wajda se afirma en su posición de cineasta comprometido, dispuesto a apoyar incondicionalmente la posición de Walesa en contra del gobierno comunista de Jaruzelski, un sistema que, ceguera histórica, estaba al borde de la extinción. A Wajda, como a Kieslowski, se les asocia al llamado Cine de la Angustia Moral, un cine existencialista y subversivo. A mí, sin embargo, me parece que Wajda tiene mucho sentido del humor, no en los hechos que cuenta, más bien en cómo lo cuenta. Será la buena cara del mal tiempo. Será.
La clase obrera siempre debajo, siempre defraudada. La gran marcha de la izquierda que se dirige, ingenuidad de la esperanza, hacia el mismo sitio donde empezó. Un ciclo sin fin, una rueda exhausta, una opresión constante. Los ciudadanos aúpan al poder a unos líderes políticos que, más pronto que tarde, se vuelven contra ellos, con una frialdad y una dureza sorprendentes: la perdida de la inocencia llega sin anunciarse. Cría cuervos. ¿Qué esperabas? No existen los salvadores de la patria, sólo los vendedores de la nación. Pero la gran marcha de la izquierda no termina, a pesar de todo. Esta mañana, en la manifestación del 1º de Mayo, otra vez más, otra vez en la calle: dejarse ver, dejarse oír.
Andrzej Wajda es el cronista imprescindible, para los cinéfilos foráneos, del último siglo de la historia de Polonia. "El hombre de mármol" y "El hombre de hierro" comparten actor protagonista, Jerzy Radziwilowicz: del albañil Mateusz Birkut, héroe del pueblo, instrumento de propaganda prosoviética, a su hijo Maciej, figura clave en el sindicato huelguista. En ambas películas la imagen y el cine tendrán un carácter trascendental, un actor más en la trama: como herramienta idónea para sacar la verdad a la luz o para encubrirla en la mayor de las tinieblas. En ese sentido Wajda se afirma en su posición de cineasta comprometido, dispuesto a apoyar incondicionalmente la posición de Walesa en contra del gobierno comunista de Jaruzelski, un sistema que, ceguera histórica, estaba al borde de la extinción. A Wajda, como a Kieslowski, se les asocia al llamado Cine de la Angustia Moral, un cine existencialista y subversivo. A mí, sin embargo, me parece que Wajda tiene mucho sentido del humor, no en los hechos que cuenta, más bien en cómo lo cuenta. Será la buena cara del mal tiempo. Será.
domingo, abril 29, 2012
"Un tipo serio", de Joel Coen y Ethan Coen
"Un tipo serio" pasó bastante desapercibida para el gran público, situada discretamente entre aquellos dos campanazos de los hermanos Coen titulados "No es país para viejos" y "Valor de ley". También pasó desapercibida para mí en su día: la vi anoche, en DVD, y confieso que quedé algo perdido, comprendiendo el porqué de lo que había leído acerca de esta película pero, a la vez, convencido de que esta cinta, esta aparente comedia sobre la existencia cotidiana de un profesor de física judío, tiene poco de cómico y nada de cotidiano.
Los problemas existenciales de cualquier habitante del mundo moderno se atropellan en la sencilla vida de Larry Gopnik (Michael Stuhlbarg) y él, afligido y derrotado, se pregunta los motivos. Acude a la religión en busca de respuestas, porque desde su nacimiento le han educado/inculcado que su dios verdadero es el único responsable de todo. Tres rabinos: uno joven, uno mayor y uno anciano: el tercero ni siquiera querrá recibirle y los otros dos le esperan en los cerros de Úbeda. La Biblia, el Antiguo Testamento, es un compendio de documentos. Unos contienen las normas legales y los usos de convivencia ('El que se acueste con la mujer de su tío paterno...', 'No comeréis camello...', 'No tomarás a una mujer juntamente con su hermana...', en fin, todo eso tan gracioso que se cuenta en el Levítico) en vigor para tribus de pastores nómadas de hace tres milenios. Otros son interpretaciones del mundo y de la naturaleza, adecuadas al nivel científico de la época, y el resto lo forman multitud de relatos de una exactitud histórica "intachable". Con probabilidad todo ello no es más que el catálogo de la tradición, un certificado de autenticidad redactado para que los exiliados hebreos de la época babilónica pudieran reclamar sus derechos al retornar a la patria perdida. Así que, teniendo en cuenta esa finalidad, más vale validarlo por completo y no andar discutiendo si esto sí, si esto no: legitimidad absoluta de la A a la Z y el que ponga en duda el contenido de este libro a la hoguera. Un libro sin porqués, un libro infalible y que, de modo insólito, ha dirigido el rumbo de la humanidad. Y lo sigue haciendo. Pero el trasfondo de "Un tipo serio" no será una simple denuncia del dogma. Larry se gana la vida llenando pizarras de ecuaciones, difundiendo el poder de la ciencia, el genio del hombre dando respuesta a todo. ¿A todo? Heisenberg con su incertidumbre y Schrödinger con su gato, añadirán el azar necesario para inducir la duda, para justificar las decisiones arbitrarias de un ser superior: el Santo Job moderno no tiene escapatoria.
Reparto de secundarios excelentes, llenos de matices, como es norma en las películas de los Coen. Para esta ocasión, caras que en su mayoría no son muy conocidas: no habrá esta vez un gran nombre en el cartel: retorno al espíritu independiente, al bajo presupuesto, a la libertad creativa (no estará desencaminado relacionar "Un tipo serio" con "Barton Fink", una de sus obras maestras: las desventuras de John Turturro cubriendo el terror a la perdida de la inspiración artística). No habrá moraleja, no se ataran los cabos y se dejará al espectador con un palmo de narices porque no puede haber final para este conflicto: esta película no terminará nunca.
Los problemas existenciales de cualquier habitante del mundo moderno se atropellan en la sencilla vida de Larry Gopnik (Michael Stuhlbarg) y él, afligido y derrotado, se pregunta los motivos. Acude a la religión en busca de respuestas, porque desde su nacimiento le han educado/inculcado que su dios verdadero es el único responsable de todo. Tres rabinos: uno joven, uno mayor y uno anciano: el tercero ni siquiera querrá recibirle y los otros dos le esperan en los cerros de Úbeda. La Biblia, el Antiguo Testamento, es un compendio de documentos. Unos contienen las normas legales y los usos de convivencia ('El que se acueste con la mujer de su tío paterno...', 'No comeréis camello...', 'No tomarás a una mujer juntamente con su hermana...', en fin, todo eso tan gracioso que se cuenta en el Levítico) en vigor para tribus de pastores nómadas de hace tres milenios. Otros son interpretaciones del mundo y de la naturaleza, adecuadas al nivel científico de la época, y el resto lo forman multitud de relatos de una exactitud histórica "intachable". Con probabilidad todo ello no es más que el catálogo de la tradición, un certificado de autenticidad redactado para que los exiliados hebreos de la época babilónica pudieran reclamar sus derechos al retornar a la patria perdida. Así que, teniendo en cuenta esa finalidad, más vale validarlo por completo y no andar discutiendo si esto sí, si esto no: legitimidad absoluta de la A a la Z y el que ponga en duda el contenido de este libro a la hoguera. Un libro sin porqués, un libro infalible y que, de modo insólito, ha dirigido el rumbo de la humanidad. Y lo sigue haciendo. Pero el trasfondo de "Un tipo serio" no será una simple denuncia del dogma. Larry se gana la vida llenando pizarras de ecuaciones, difundiendo el poder de la ciencia, el genio del hombre dando respuesta a todo. ¿A todo? Heisenberg con su incertidumbre y Schrödinger con su gato, añadirán el azar necesario para inducir la duda, para justificar las decisiones arbitrarias de un ser superior: el Santo Job moderno no tiene escapatoria.
Reparto de secundarios excelentes, llenos de matices, como es norma en las películas de los Coen. Para esta ocasión, caras que en su mayoría no son muy conocidas: no habrá esta vez un gran nombre en el cartel: retorno al espíritu independiente, al bajo presupuesto, a la libertad creativa (no estará desencaminado relacionar "Un tipo serio" con "Barton Fink", una de sus obras maestras: las desventuras de John Turturro cubriendo el terror a la perdida de la inspiración artística). No habrá moraleja, no se ataran los cabos y se dejará al espectador con un palmo de narices porque no puede haber final para este conflicto: esta película no terminará nunca.
domingo, abril 22, 2012
"Quiero la cabeza de Alfredo García", de Sam Peckinpah
¿Dónde se puede ambientar un western moderno? ¿Qué territorio reúne las condiciones necesarias para, en los años 70 del siglo XX, localizar una historia de venganza que se pueda resolver a tiros? La ley del más fuerte, la no ley. Habrá que cruzar la frontera: en el lejano oeste no queda nada, busca en el cercano sur.
La deshonra. Un terrateniente mexicano de porte feudal (el mismo malvado de "Grupo salvaje": el rostro azteca, rotundo, del actor Emilio Fernández), la nobleza sin título pero idéntico poder que en siglos anteriores, ofrece una recompensa de un millón de dolares a aquel que le traiga la cabeza del que ha dejado embarazada a su hija, la cabeza de Alfredo García. De nuevo el antihéroe, en esta ocasión Warren Oates, protagonismo absoluto para un actor que era el reconocible secundario (despreciable: al que odiabas nada más verlo) de carácter en otras cintas como la propia "Grupo salvaje" de Peckinpah, o la imprescindible (otra de culto, otra que hay que ver) "Carretera asfaltada en dos direcciones", de Monte Hellman. Un gringo fronterizo, un desertor del primer mundo que se adentra en México para vivir fuera de cualquier convención social: aporrear un piano en un garito, con una mano en el gollete de una botella de tequila y la otra en las cachas de una pistola. Del brazo, una flor de burdel (Isela Vega) que puede mostrar más cicatrices aún de las que él tendrá nunca. La herrumbre en el coche, la mugre en la ropa: arrugas en la piel que se tumba en destartalados cuartuchos de hostal a pasar la resaca: libertad plena. Los personajes de las películas de Peckinpah son fieros y dispuestos a todo: la madurez del que está de vuelta, del que ya lo vivió, del que no tiene nada que perder y que vislumbra el paso del último tren. Sobrevuela la autenticidad en una puesta en escena dura, poco dada a las concesiones. Y sin embargo la violencia de sus filmes lleva siempre una firma lírica, como la cámara lenta que hace que ninguna muerte sea rápida, fugaz, sino que sea un instante congelado para que perdure en la retina.
Recuerdo la muerte en otra de sus películas, "Pat Garrett and Billy the Kid": la muerte del sheriff Baker (Slim Pickens) que, moribundo tras un tiroteo, camina hasta la orilla del rio: la belleza sublime de aquella escena, al ocaso: las películas de Sam Peckinpah desconciertan al espectador porque son capaces de lo inesperado. "Quiero la cabeza de Alfredo Garcia" también concederá un buen puñado de esos instantes. Quizás sea una de las cintas menos populares, menos conocidas en la trayectoria del director californiano, uno de los títulos que está por descubrir y reivindicar. Una de sus mejores películas.
La deshonra. Un terrateniente mexicano de porte feudal (el mismo malvado de "Grupo salvaje": el rostro azteca, rotundo, del actor Emilio Fernández), la nobleza sin título pero idéntico poder que en siglos anteriores, ofrece una recompensa de un millón de dolares a aquel que le traiga la cabeza del que ha dejado embarazada a su hija, la cabeza de Alfredo García. De nuevo el antihéroe, en esta ocasión Warren Oates, protagonismo absoluto para un actor que era el reconocible secundario (despreciable: al que odiabas nada más verlo) de carácter en otras cintas como la propia "Grupo salvaje" de Peckinpah, o la imprescindible (otra de culto, otra que hay que ver) "Carretera asfaltada en dos direcciones", de Monte Hellman. Un gringo fronterizo, un desertor del primer mundo que se adentra en México para vivir fuera de cualquier convención social: aporrear un piano en un garito, con una mano en el gollete de una botella de tequila y la otra en las cachas de una pistola. Del brazo, una flor de burdel (Isela Vega) que puede mostrar más cicatrices aún de las que él tendrá nunca. La herrumbre en el coche, la mugre en la ropa: arrugas en la piel que se tumba en destartalados cuartuchos de hostal a pasar la resaca: libertad plena. Los personajes de las películas de Peckinpah son fieros y dispuestos a todo: la madurez del que está de vuelta, del que ya lo vivió, del que no tiene nada que perder y que vislumbra el paso del último tren. Sobrevuela la autenticidad en una puesta en escena dura, poco dada a las concesiones. Y sin embargo la violencia de sus filmes lleva siempre una firma lírica, como la cámara lenta que hace que ninguna muerte sea rápida, fugaz, sino que sea un instante congelado para que perdure en la retina.
Recuerdo la muerte en otra de sus películas, "Pat Garrett and Billy the Kid": la muerte del sheriff Baker (Slim Pickens) que, moribundo tras un tiroteo, camina hasta la orilla del rio: la belleza sublime de aquella escena, al ocaso: las películas de Sam Peckinpah desconciertan al espectador porque son capaces de lo inesperado. "Quiero la cabeza de Alfredo Garcia" también concederá un buen puñado de esos instantes. Quizás sea una de las cintas menos populares, menos conocidas en la trayectoria del director californiano, uno de los títulos que está por descubrir y reivindicar. Una de sus mejores películas.
sábado, abril 21, 2012
"Deliverance (Defensa)", de John Boorman
Esta película de 1972, de John Boorman, se puede considerar precursora (como otra suya, "A quemarropa"). Cuando se está viendo, hay un asalto continuo de referencias cinematográficas posteriores: "Rio salvaje" (1994) de Curtis Hanson, seguro. Pero también "El cazador" (1978) de Michael Cimino: la presa en el punto de mira: el perdón. O "El acorralado" (1982) de Ted Kotcheff: en "Deliverance" John Voight aparece como un Rambo asustado, con arco y todo. Y, por qué no, "Perros de paja" (1971) de Sam Peckinpah. Sí, la fecha de la de Peckinpah es anterior, casi contemporánea, pero esa escena de sodomización (squeal like a pig!), del turista o del extraño que es violado brutalmente en medio del bosque por un "indígena", del paleto humillando vilmente al urbanita, es la misma chispa de violencia que inducirá la tragedia posterior: el campo frente a la ciudad, un desprecio clasista mutuo, un odio eterno. Pero ese conflicto entre Atlanta, la capital de Georgia, y la zona rural de los Apalaches situada en el mismo estado, tendrá un ganador claro: un embalse que lo anegará todo: la naturaleza doblegada: la inundación de la América rural, profunda, territorio de endogamia, de aislamiento, de pobreza, de los parias red necks.
Cuatro tipos (los protagonistas son Jon Voight, Burt Reynolds, Ned Beatty y Ronny Cox) abandonan por un día los palos de golf y deciden bajar en canoa por un rio para enfrentarse a unos rápidos que pronto ya no estarán allí. Unos pedantes llenos de suficiencia, unos payasos de ciudad a los que habrá que bajar los humos. La primera sorpresa se la llevarán en un famoso "duelo de banjos".
Gran película.
Cuatro tipos (los protagonistas son Jon Voight, Burt Reynolds, Ned Beatty y Ronny Cox) abandonan por un día los palos de golf y deciden bajar en canoa por un rio para enfrentarse a unos rápidos que pronto ya no estarán allí. Unos pedantes llenos de suficiencia, unos payasos de ciudad a los que habrá que bajar los humos. La primera sorpresa se la llevarán en un famoso "duelo de banjos".
Gran película.
viernes, abril 13, 2012
Enciclopedia. "1001 cómics que hay que leer antes de morir", de Paul Gravett (Ed.)
Este pequeño Licantropunk cumple hoy siete años: "The seven year itch", Mr. Wilder: la comezón del séptimo año: el ánimo de seguir habitando esta madriguera. La persona que sabe todas las fechas me trae de nuevo un regalo, y de nuevo un "1001 algo", como aquel del primer año. Entonces fue de películas, ahora es de tebeos: dos medios muy cercanos: del storyboard al celuloide
En el prefacio, Terry Guilliam, el Monty Phyton americano, que dio sus primeros pasos profesionales en el mundo de la historieta (suya es, entre muchas otras que realizó, la animación de figuras recortables, siluetas de grabados antiguos, que acompaña los créditos iniciales de "La vida de Brian"), argumenta la influencia decisiva que tuvieron los cómics que leyó en su adolescencia en su formación cultural y en su visión artística: caminos de libertad plena: la necesaria subversión de la mediocre realidad para cualquier chaval que viviera en los tiempos previos a las pantallitas. La libertad creativa de las tiras cómicas, su capacidad para sostener ideas de cualquier tipo y género (fantasía, humor, crítica social y política, épica, violencia, erotismo: si lo puedes imaginar lo puedes dibujar), siempre ha superado a la del cine. Los tebeos son un gran escuela de cineastas, no solo por la obviedad del encuadre, sino también por la forma del discurso narrativo, el juego de luces y sombras, la economía de medios, el gesto del personaje. Se puede concluir que la viñeta se encuentra un paso por delante del fotograma, aunque sería más acertado percibir que existe un proceso de realimentación entre uno y otro, un tráfico de influencias enriquecedor por necesidad.
Licantropunk es un nombre sacado de un cómic, de un álbum del dibujante Max del año 1987 perteneciente a la serie "Peter Pank": qué era aquel cuento infantil invadido por tribus urbanas; qué caminos terribles y fascinantes atravesaban el territorio underground; dónde era capaz de adentrarse la imaginación.
Ojeo la enciclopedia y veo que "El Licantropunk" no está, pero sí está Max con "Bardin el Superrealista" y también otros autores españoles como Francisco Ibáñez, Victor de la Fuente, Martí, Nazario, Carlos Giménez, Miguelanxo Prado, Kim, Juanjo Guarnido. Muchos cómics que ya he leído, pero tantos otros que hay que leer: puntos de partida para seguir explorando, para continuar sorprendiéndose, para no dejar de alucinar con el talento ajeno.
Estos regalos en realidad son una condena. Una dulce condena.
En el prefacio, Terry Guilliam, el Monty Phyton americano, que dio sus primeros pasos profesionales en el mundo de la historieta (suya es, entre muchas otras que realizó, la animación de figuras recortables, siluetas de grabados antiguos, que acompaña los créditos iniciales de "La vida de Brian"), argumenta la influencia decisiva que tuvieron los cómics que leyó en su adolescencia en su formación cultural y en su visión artística: caminos de libertad plena: la necesaria subversión de la mediocre realidad para cualquier chaval que viviera en los tiempos previos a las pantallitas. La libertad creativa de las tiras cómicas, su capacidad para sostener ideas de cualquier tipo y género (fantasía, humor, crítica social y política, épica, violencia, erotismo: si lo puedes imaginar lo puedes dibujar), siempre ha superado a la del cine. Los tebeos son un gran escuela de cineastas, no solo por la obviedad del encuadre, sino también por la forma del discurso narrativo, el juego de luces y sombras, la economía de medios, el gesto del personaje. Se puede concluir que la viñeta se encuentra un paso por delante del fotograma, aunque sería más acertado percibir que existe un proceso de realimentación entre uno y otro, un tráfico de influencias enriquecedor por necesidad.
Licantropunk es un nombre sacado de un cómic, de un álbum del dibujante Max del año 1987 perteneciente a la serie "Peter Pank": qué era aquel cuento infantil invadido por tribus urbanas; qué caminos terribles y fascinantes atravesaban el territorio underground; dónde era capaz de adentrarse la imaginación.
Ojeo la enciclopedia y veo que "El Licantropunk" no está, pero sí está Max con "Bardin el Superrealista" y también otros autores españoles como Francisco Ibáñez, Victor de la Fuente, Martí, Nazario, Carlos Giménez, Miguelanxo Prado, Kim, Juanjo Guarnido. Muchos cómics que ya he leído, pero tantos otros que hay que leer: puntos de partida para seguir explorando, para continuar sorprendiéndose, para no dejar de alucinar con el talento ajeno.
Estos regalos en realidad son una condena. Una dulce condena.
miércoles, abril 11, 2012
"La fría luz del día", de Mabrouk El Mechri
A este director ya la conocía por su anterior película, que me gustó bastante: desmontando a Van Damme: "JCVD". Ahora me ha gustado menos, un thriller de espías de guión plano, del montón. Pero en el cartel relucían dos nombres: Bruce Willis y Sigourney Weaver. A ese atractivo evidente, la excusa en la taquilla, luego se sumará una película bastante lograda en las escenas de acción, en la tensión de la puesta en escena, que consigue un ritmo frenético (como aquella de Polanski, "Frenético": me la ha recordado la trama: turista despistado abducido en una cuestión de vida o muerte). Pero por encima de todo se deja ver por las localizaciones del rodaje: la costa mediterránea española (creo que Altea) y la ciudad de Madrid, sobre todo esta última. Persecuciones y tiroteos, los clásicos del género, entre la CIA y el Mossad, con el telón de fondo de la plaza del Callao, el parque del Retiro, la plaza de toros de Las Ventas, la puerta de Alcalá, etc., hacen merecer el precio de la entrada. Si acaso...
sábado, marzo 31, 2012
Novela. "Puentes y Sombras", de Fernando de Cea
En la parte de atrás del libro figura una verdad esencial: El que no lee, sólo vive una vida. Y añadiría: el que no ve películas... lo mismo. Literatura y cine: una costumbre se convierte en una necesidad.
De cine sabe un montón Ethan, que desde el blog de Ethan lleva varios años sentando cátedra con sus críticas inteligentes a cintas de todas las épocas. También incluye secciones fijas que aparecen de cuando en cuando, como son sus disecciones certeras de secuencias cinematográficas, auténticas lecciones de técnica y estilo, en su Cine Fórum, o la mezcla gastro-cinéfila de Cine y Tapas o el detalle de adelantar las opciones más interesantes de la cartelera televisiva semanal en Cine en TV. Entre mis favoritas está el seguimiento anual, corresponsal de excepción, que realiza del Festival de Cine Europeo de Sevilla: qué hay que ver en los meses siguientes.
Resulta que Ethan también ha escrito una novela (al menos una, que yo sepa), una novela negra ambientada en Sevilla, titulada "Puentes y sombras" (Ed. Abec: cómo conseguirla: consulten a su librero de cabecera, en cualquier caso), y escrita bajo el seudónimo Fernando de Cea (es broma: para mí su autor se llama Ethan, claro: ese peliculero con sombrero de cowboy que se aleja hacia el ocaso: los autores de los blog son palabras que una vez reunidas arrojan una impresión que puede ser completamente falsa sobre quién está detrás o, todo lo contrario, reflejan la verdad esencial: así somos en realidad y el humano que me teclea es una máscara cotidiana). Que "Puentes y sombras" es muy buena lo alumbran el puñado de capítulos que he leído de ella en el propio blog de su autor y cualquiera puede acercarse por allí para comprobarlo: yo tendré que leerla hasta el final para certificar, como todo indica, que es una gran novela. Porque el libro, ese objeto mágico, ya está en mis manos.
Enhorabuena, Ethan.
domingo, marzo 25, 2012
"Los idus de marzo", de George Clooney
Cine político. Este fin de semana la causalidad (que no la casualidad) ha encadenado tres películas del género. A la que encabeza esta entrada, selección de la cartelera para una escapada al cine de sábado noche, hay que añadir "La pelota vasca" de Julio Medem y "El desafio: Frost contra Nixon" de Ron Howard, ambas desde el DVD. La de Clooney fue el colofón, cinta más relacionada, por supuesto, con la historia de presidentes estadounidenses de Ron Howard que con el vapuleado documental del no menos vapuleado director vasco, Medem (no lo había visto en su día, lo veo ahora para rematar la filmografia de Medem que me faltaba: no me extraña que lo lincharan: no me extraña no quiere decir que comparta o que entienda los motivos del linchamiento). Pero a Medem lo dejo para el siguiente número de "La caja de Pandora", ese "Made in Spain" que saldrá a la luz en el mes de mayo. Ahora toca EEUU, si bien la trama de "Los idus de marzo" sería fácilmente localizable en el proceso electoral de cualquier sistema democrático.
Le doy la razón a mi colega Deckard, patrón del estupendo blog "Tribulaciones de un replicante", cuando comparó "Los idus de marzo" con "El ala oeste de la Casa Blanca": comparar desde la inferioridad evidente de la última de George Clooney respecto de la fascinante serie creada por Aaron Sorkin. "Los idus de marzo" se queda en remedo de capítulo largo de aquella (tampoco tan largo: a mí me parece que "Los idus de marzo" termina antes de tiempo y de forma algo abrupta) pero con un empaque menor que el de cualquier guión (¡qué diálogos!) de cualquier entrega de las primeras temporadas del mandato presidencial-televisivo de Martin Sheen (Bartlet for America!). Del filme habrá que destacar su gran reparto: Ryan Goslin y George Clooney, claro: pero más aún y sobre el resto, Paul Giamatti y Philip Seymour Hoffman: tiburones de campaña electoral de vuelta de todo, de chaqueta arrugada con manchas de café y hálito de nicotina y que aportan credibilidad frente a los dones poco argumentados de Goslin y Clooney.
A Nixon Gerald Ford, su sucesor, su vicepresidente, le concedió el indulto total. Los muertos bien enterrados en el jardín: en política es muy difícil hacer justicia, proclama George Clooney en su película. Pero, por si acaso, abrígate, presidente, que todavía estamos en marzo.
Le doy la razón a mi colega Deckard, patrón del estupendo blog "Tribulaciones de un replicante", cuando comparó "Los idus de marzo" con "El ala oeste de la Casa Blanca": comparar desde la inferioridad evidente de la última de George Clooney respecto de la fascinante serie creada por Aaron Sorkin. "Los idus de marzo" se queda en remedo de capítulo largo de aquella (tampoco tan largo: a mí me parece que "Los idus de marzo" termina antes de tiempo y de forma algo abrupta) pero con un empaque menor que el de cualquier guión (¡qué diálogos!) de cualquier entrega de las primeras temporadas del mandato presidencial-televisivo de Martin Sheen (Bartlet for America!). Del filme habrá que destacar su gran reparto: Ryan Goslin y George Clooney, claro: pero más aún y sobre el resto, Paul Giamatti y Philip Seymour Hoffman: tiburones de campaña electoral de vuelta de todo, de chaqueta arrugada con manchas de café y hálito de nicotina y que aportan credibilidad frente a los dones poco argumentados de Goslin y Clooney.
En esta nación puedes invadir un país, puedes iniciar una guerra sin motivos, pero no puedes follarte a una becariaMe gustó mucho "El desafio: Frost contra Nixon". La dimisión forzada de Richard Nixon desmiente esa frase que se pronuncia en una escena de "Los idus de marzo". A él lo echaron por otros motivos, aunque lo echaron por motivos nimios (en el sentido de la frase) si los comparamos con algunos "logros" como, por ejemplo, el menos conocido de fulminar la sanidad pública en Estados Unidos (ver "Sicko", de Michael Moore). Nixon inició un proceso histórico de desconfianza hacía la clase política: una de sus mayores contribuciones fue conseguir que se le ponga el sufijo gate a cualquier escándalo político estadounidense. Tricky Dick: Dick el tramposo. El líder político es un trilero (pido perdón a los trileros), un tramposo dispuesto a todo con tal de alcanzar el poder. Un tramposo y por tanto un traidor, pero un traidor que, toda precaución es poca, exige lealtad absoluta de los que le rodean: ¿Tú también, Bruto?
A Nixon Gerald Ford, su sucesor, su vicepresidente, le concedió el indulto total. Los muertos bien enterrados en el jardín: en política es muy difícil hacer justicia, proclama George Clooney en su película. Pero, por si acaso, abrígate, presidente, que todavía estamos en marzo.
martes, marzo 20, 2012
"Melancolía", de Lars von Trier
Los cines Van Dyck de Salamanca programan durante estos días, del 5 al 22 de Marzo, el ciclo "30 Semana de Cine e Idiomas", una oportunidad única en la ciudad para disfrutar en pantalla grande de cine en versión original. Cine del bueno y a precio reducido, además: no sé como no hay tumultos en las taquillas. Merecería la pena haber visto el ciclo completo, por supuesto, pero, qué se le va a hacer, sólo ha habido oportunidad para una. Con una, sobre todo si es esta cinta y uno es de buen conformar, ya va bien: pequeñas alegrías.
Melancolía mortal: el apocalipsis según Lars Von Trier.
Dos hermanas imposibles, Justine y Claire, Kirsten Dunst y Charlotte Gainsbourg, la rubia y la morena: dos interpretaciones espectaculares. La primera de ellas se llevó el año pasado el premio de Cannes a la mejor interpretación femenina, el mismo premio que la segunda había conseguido con la anterior película del maestro danés, "Anticristo" (con Lars las actrices lo bordan: Emily Watson en "Rompiendo las olas", Björk en "Bailar en la oscuridad", Nicole Kidman en "Dogville"). A su lado Kiefer Sutherland, que tampoco está nada mal cuando tiene que colgar su placa de agente de la C.T.U. (Jack Bauer en "24"), y alejarse de los papeles de héroe de acción. Aparecen otros habituales del cine de Lars Von Trier como Udo Kier o Stellan Skarsgård (su hijo, Alexander Skarsgård, interpreta el papel del recién casado Michael: notable actor que ya dejó huella interpretando al sargento Colbert en la fantástica serie bélica "Generation Kill") y la nada desdeñable pareja formada por Charlotte Rampling y John Hurt: con padres como esos no me extraña que salgan así las hijas. Resumiendo, un reparto excelente y esforzado al máximo: una garantía.
Dos hermanas, dos historias y un prólogo fascinante, hipnótico, igual que en "Anticristo", y de nuevo indagar en la mente, hurgar en la angustia, en la depresión de la que ha sido víctima el director, ese loco. De nuevo determinar que la vida es un lugar terrible y que más valdría que apareciera un planeta asesino en el firmamento, un planeta que, en magnífico choque destructivo, colisionara con el nuestro y acabara con todo: la melancolía mata: la bilis negra que asfixia el impulso vital de levantarse y afrontar un nuevo día. La música de Wagner impregna la película de principio a fin, avasalladora, espectacular, inmensa: el sentimiento wagneriano, como cantaba Pablo Carbonell (aquellos días del estado volcánico: ¡ignición!, ¡magma!). Una música trascendente y épica: romanticismo megalómano. Si "El árbol de la vida" de Terrence Malick era el lado optimista, la cosmogonía creadora, el nacimiento, "Melancolía" es el contrapunto necesario para dar equilibrio al universo. Es curioso constatar las similitudes (en negativo: el reverso) entre ambas cintas, las dos del mismo año, posiblemente las mejores de la cosecha: dos directores, dos películas, dos genios.
Película creada para quitarle el aliento al espectador, para derrotar su ánimo exhibiendo una alegoría de destrucción absoluta: íntima y universal: primero la chica y después el mundo. El tópico dice que es un cine que no deja indiferente a nadie. Menos mal, porque en realidad es la única cualidad que hace que el cine avance, que el esfuerzo de realizar una película merezca la pena. Ya se verá después cuáles fueron obras maestras.
Melancolía mortal: el apocalipsis según Lars Von Trier.
Dos hermanas imposibles, Justine y Claire, Kirsten Dunst y Charlotte Gainsbourg, la rubia y la morena: dos interpretaciones espectaculares. La primera de ellas se llevó el año pasado el premio de Cannes a la mejor interpretación femenina, el mismo premio que la segunda había conseguido con la anterior película del maestro danés, "Anticristo" (con Lars las actrices lo bordan: Emily Watson en "Rompiendo las olas", Björk en "Bailar en la oscuridad", Nicole Kidman en "Dogville"). A su lado Kiefer Sutherland, que tampoco está nada mal cuando tiene que colgar su placa de agente de la C.T.U. (Jack Bauer en "24"), y alejarse de los papeles de héroe de acción. Aparecen otros habituales del cine de Lars Von Trier como Udo Kier o Stellan Skarsgård (su hijo, Alexander Skarsgård, interpreta el papel del recién casado Michael: notable actor que ya dejó huella interpretando al sargento Colbert en la fantástica serie bélica "Generation Kill") y la nada desdeñable pareja formada por Charlotte Rampling y John Hurt: con padres como esos no me extraña que salgan así las hijas. Resumiendo, un reparto excelente y esforzado al máximo: una garantía.
Dos hermanas, dos historias y un prólogo fascinante, hipnótico, igual que en "Anticristo", y de nuevo indagar en la mente, hurgar en la angustia, en la depresión de la que ha sido víctima el director, ese loco. De nuevo determinar que la vida es un lugar terrible y que más valdría que apareciera un planeta asesino en el firmamento, un planeta que, en magnífico choque destructivo, colisionara con el nuestro y acabara con todo: la melancolía mata: la bilis negra que asfixia el impulso vital de levantarse y afrontar un nuevo día. La música de Wagner impregna la película de principio a fin, avasalladora, espectacular, inmensa: el sentimiento wagneriano, como cantaba Pablo Carbonell (aquellos días del estado volcánico: ¡ignición!, ¡magma!). Una música trascendente y épica: romanticismo megalómano. Si "El árbol de la vida" de Terrence Malick era el lado optimista, la cosmogonía creadora, el nacimiento, "Melancolía" es el contrapunto necesario para dar equilibrio al universo. Es curioso constatar las similitudes (en negativo: el reverso) entre ambas cintas, las dos del mismo año, posiblemente las mejores de la cosecha: dos directores, dos películas, dos genios.
Película creada para quitarle el aliento al espectador, para derrotar su ánimo exhibiendo una alegoría de destrucción absoluta: íntima y universal: primero la chica y después el mundo. El tópico dice que es un cine que no deja indiferente a nadie. Menos mal, porque en realidad es la única cualidad que hace que el cine avance, que el esfuerzo de realizar una película merezca la pena. Ya se verá después cuáles fueron obras maestras.
domingo, marzo 11, 2012
"Blackthorn", de Mateo Gil
Cuatro premios Goya se llevó este notable western, premios de esos que llaman premios técnicos, como si fueran la deleznable morralla frente a los otros, a los artísticos. Pero la fotografía de este filme está ahí, premiada ante todas las demás, y la fotografía es el epicentro del arte cinematográfico: sin fotogramas de celuloide no eras nada, proyector amado, aunque ahora tengas un nieto digital. Los farallones de Arizona mudan en altiplano andino y el Llano Estacado ahora es el impresionante salar de Uyuni, de modo que la épica del paisaje avasallador del muy lejano oeste se hace presente una vez más, poderosa y rotunda: el territorio indómito, testigo mudo de la avaricia humana. Una vez más.
Crepuscular, por supuesto, tan crepuscular que se atreve a poner sobre su caballo al mítico Butch Cassidy, avejentado y oculto en Bolivia, que no murió en aquel tiroteo contra los soldados, no, en "Dos hombres y un destino" de George Roy Hill, y que ahora en vez de la cara del difunto Paul Newman tiene la de Sam Shepard, que borda su papel, motivo más que suficiente para ver "Blackthorn" (recuerdo "Elegidos para la gloría" de Philip Kaufman, epopéyica película del año 1983 en las que aparecen algunas de las que serían caras habituales del cine estadounidense posterior como el propio Shepard, pero más aún, Ed Harris, Dennis Quaid, Scott Glenn, Fred Ward, Lance Henriksen: una película generacional de grandes actores). Crepuscular y maniquea, pues ese es otro de los rasgos definitorios del género, buenos contra malos, aunque ya hace muchos años que descubrimos que los indios no eran los malos y que el héroe es políédrico: lo mostró Ethan Edwards como nadie: John Wayne en "Centauros del desierto" de John Ford: el héroe está sujeto a fuerzas que vapulean su destino: Ulises, ¿de dónde vienes?: hacer lo que se debe hacer es transitar por un lugar terrible.
Un western nominado a mejor película del año 2011. Casi seguro que en 25 años de historia del premio, es la primera vez que sucede, la primera vez que ese género alcanza tanto honor en España. Decía Santiago Segura en su genial intervención durante la ceremonia de entrega, que "Vente a ligar al oeste", de Pedro Lazaga, era la última que él recordaba. Francamente, yo no la recuerdo, seguro que aquella era una gran película. "Blackthorn", aunque no se trate de una obra maestra, perdurará en mi memoria.
Crepuscular, por supuesto, tan crepuscular que se atreve a poner sobre su caballo al mítico Butch Cassidy, avejentado y oculto en Bolivia, que no murió en aquel tiroteo contra los soldados, no, en "Dos hombres y un destino" de George Roy Hill, y que ahora en vez de la cara del difunto Paul Newman tiene la de Sam Shepard, que borda su papel, motivo más que suficiente para ver "Blackthorn" (recuerdo "Elegidos para la gloría" de Philip Kaufman, epopéyica película del año 1983 en las que aparecen algunas de las que serían caras habituales del cine estadounidense posterior como el propio Shepard, pero más aún, Ed Harris, Dennis Quaid, Scott Glenn, Fred Ward, Lance Henriksen: una película generacional de grandes actores). Crepuscular y maniquea, pues ese es otro de los rasgos definitorios del género, buenos contra malos, aunque ya hace muchos años que descubrimos que los indios no eran los malos y que el héroe es políédrico: lo mostró Ethan Edwards como nadie: John Wayne en "Centauros del desierto" de John Ford: el héroe está sujeto a fuerzas que vapulean su destino: Ulises, ¿de dónde vienes?: hacer lo que se debe hacer es transitar por un lugar terrible.
Un western nominado a mejor película del año 2011. Casi seguro que en 25 años de historia del premio, es la primera vez que sucede, la primera vez que ese género alcanza tanto honor en España. Decía Santiago Segura en su genial intervención durante la ceremonia de entrega, que "Vente a ligar al oeste", de Pedro Lazaga, era la última que él recordaba. Francamente, yo no la recuerdo, seguro que aquella era una gran película. "Blackthorn", aunque no se trate de una obra maestra, perdurará en mi memoria.
sábado, marzo 03, 2012
"Luces rojas", de Rodrigo Cortés
Pocas ocasiones como la de ayer, la ocasión de acudir a ver una película el día de su estreno, que además es la película de un paisano, de un vecino de tu misma ciudad. Aún más, vamos al cine deslumbrados todavía por aquella fantástica película de hace dos años, "Buried", la realización anterior de Rodrigo Cortés: un listón muy alto que no sabemos si el director será capaz de superar. Aquel gran éxito parece que le ha abierto las puertas a mayores presupuestos y grandes nombres en el reparto. La actuación más destacada es la de Cillian Murphy, cara que sonará de "Origen" de Christopher Nolan o de sus apariciones como el Espantapájaros en los dos Batman del propio Nolan, "Batman begins" o "El caballero oscuro". Sin embargo su nombre en el cartel quedará a la sombra de dos entradas destacadas de la enciclopedia universal del cine: Sigourney Weaver y Robert De Niro: no está nada mal para un director criado a este lado del rio Tormes. La estrella de ambos se ha apagado un tanto durante el siglo XXI, si bien parece que la veta actoral de De Niro está más agotada que la de Sigourney Weaver, cuya actuación resulta más convincente que la de su compañero de reparto (son de la misma generación de actores, más o menos, pero, por lo que pobremente recuerdo, me parece que es la primera vez que coinciden en una película: el que conozca lo contrario que me ilumine, por favor). A mí el aspecto de Robert De Niro en "Luces rojas", me recuerda a Ángel González Quesada, poeta salmantino muy ligado a la primera trayectoria artística de Rodrigo Cortés, cuando ambos actuaban en el "Café Teatro de La Vega". De hecho el poeta hace el personaje del presentador en "Concursante", el primer largometraje de Rodrigo Cortés, cinta protagonizada por Leonardo Sbaraglia, que también aparece en "Luces rojas". Resumiendo, "Luces rojas" me recuerda más a "Concursante" que a "Buried", sin duda alguna. Y si Ángel González Quesada hubiera hecho el papel del mentalista Simon Silver en "Luces rojas", nadie hubiera notada la diferencia salvo al mirar el D.N.I.
Cuando un escultor esculpe, por ejemplo, un conejo a partir de un bloque de piedra, el artista puede resumir su tarea argumentando que él sólo se ha dedicado a quitar de la piedra todo aquello que no se parece a un conejo, en concreto a la imagen de un conejo en particular, aquella que habita en su cabeza: el conejo siempre ha estado dentro de la piedra, diría el escultor, únicamente me he limitado a apartar estorbos de la mirada para que los demás también pudierais verlo. Por tanto el escultor juega con ventaja porque sabe qué figura surgirá al final mientras que el resto le vemos aporrear un pedrusco con una maza y un cincel. Si es un mal escultor, quizás en vez de un conejo aparezca una vaca y el escultor diga que eso era lo que él quería obtener, una vaca, y se quede tan tranquilo. Pero este no es el caso: el conejo siempre estuvo dentro de la chistera: ¿cómo esconder un mirlo blanco en una bandada de mirlos comunes? Pintándolo de negro, claro.
Película de detectives desarmados, de francotiradores de la lógica, de cazafantasmas (Sigourney Weaver aparecía, long time ago, en "Los cazafantasmas" de Ivan Reitman, aunque del otro lado de la línea de sal: las fuerzas oscuras), de fantasmas de los que arrastran cadenas por las noches y también de los otros, de los que pretenden ser más de lo que son. Destapar fraudes y engañabobos y entronizar a la diosa razón. El escultor juega con ventaja, decíamos. Rodrigo Cortés, guionista y director, coloca delante del espectador multitud de acertijos, de triquiñuelas, de juegos de manos, planteando constantemente la misma pregunta: ¿hay truco? ¿es verdad o es mentira? ¿dónde está la bolita? Imposible contestar: múltiples respuestas. El director se guarda el as en la manga pero eso tampoco se puede saber: no se ve la baraja, no se ve la manga. Película tramposa y no se entienda como peyorativo el adjetivo: las trampas son parte del juego planteado en esta cinta: la parapsicología es la ciencia del embuste. Dejarse llevar y que los cabos se aten solos o no, porque tampoco está tan mal salir del cine sin todas las respuestas.
Cuando un escultor esculpe, por ejemplo, un conejo a partir de un bloque de piedra, el artista puede resumir su tarea argumentando que él sólo se ha dedicado a quitar de la piedra todo aquello que no se parece a un conejo, en concreto a la imagen de un conejo en particular, aquella que habita en su cabeza: el conejo siempre ha estado dentro de la piedra, diría el escultor, únicamente me he limitado a apartar estorbos de la mirada para que los demás también pudierais verlo. Por tanto el escultor juega con ventaja porque sabe qué figura surgirá al final mientras que el resto le vemos aporrear un pedrusco con una maza y un cincel. Si es un mal escultor, quizás en vez de un conejo aparezca una vaca y el escultor diga que eso era lo que él quería obtener, una vaca, y se quede tan tranquilo. Pero este no es el caso: el conejo siempre estuvo dentro de la chistera: ¿cómo esconder un mirlo blanco en una bandada de mirlos comunes? Pintándolo de negro, claro.
Película de detectives desarmados, de francotiradores de la lógica, de cazafantasmas (Sigourney Weaver aparecía, long time ago, en "Los cazafantasmas" de Ivan Reitman, aunque del otro lado de la línea de sal: las fuerzas oscuras), de fantasmas de los que arrastran cadenas por las noches y también de los otros, de los que pretenden ser más de lo que son. Destapar fraudes y engañabobos y entronizar a la diosa razón. El escultor juega con ventaja, decíamos. Rodrigo Cortés, guionista y director, coloca delante del espectador multitud de acertijos, de triquiñuelas, de juegos de manos, planteando constantemente la misma pregunta: ¿hay truco? ¿es verdad o es mentira? ¿dónde está la bolita? Imposible contestar: múltiples respuestas. El director se guarda el as en la manga pero eso tampoco se puede saber: no se ve la baraja, no se ve la manga. Película tramposa y no se entienda como peyorativo el adjetivo: las trampas son parte del juego planteado en esta cinta: la parapsicología es la ciencia del embuste. Dejarse llevar y que los cabos se aten solos o no, porque tampoco está tan mal salir del cine sin todas las respuestas.
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