domingo, febrero 22, 2009

"The Wrestler", de Darren Aronofsky

No sé si cuando Darren Aronofsky escribía la historia de esta película, tenía otro protagonista en mente que no fuera Mickey Rourke: como anillo al dedo.
En "The Wrestler", un luchador que ha pasado toda su vida haciendo el bestia entre las doce cuerdas de un ring, practicando el tongo pactado y el amaño cotidiano de la lucha libre profesional, empieza a sentir los achaques de la edad. Victorias pactadas en los pabellones deportivos de los pueblos y ciudades de todo el país. El preferido del público, el rubio alto y fuerte (ario de bote: no sólo el pelo, el resto del cuerpo también se ha modelado a base de botes... de pastillas), el coloso norteamericano que le zumba la badana al punky, al moro, al negro: cada contrincante interpreta un rol primario para pulsar las fibras sensibles más básicas de un público sediento de sangre. Y aunque todo sea más falso que un duro de seis pesetas, hay ocasiones en las que los "actores" salen malheridos: no intenten hacer esto en sus casas.
El cuadrilátero como escenario de entremeses de odio y venganza resueltos en quince minutos. Y el "Carnero" siempre es el ganador. Pero el tiempo no perdona y nadie, excepto Brad Pitt, posee el reloj de Benjamin Button: lanzarse contra el suelo desde las cuerdas del ring no es apto para mayores de cincuenta años y The Ram/Rourke pasó esa barrera hace tiempo. La retirada. Las derrotas llegan una tras otras: tener un trabajo, tener una relación sentimental: tener una hija. "The Wrestler" se puede entender como una metáfora del éxito: la gloria de la vida pública esconde el fracaso del hombre corriente.
Mickey Rourke se mantuvo en la cresta de la ola durante los ochenta (un pasaje de la película evoca aquellos años dorados del actor). "Manhattan Sur", "Nueve semanas y media", "La ley de la calle", "El corazón del ángel", "Réquiem por los que van a morir", "Barfly". Éxito en las pantallas, icono sexual: el puto amo. Los años noventa y los infiernos personales del actor, se lo llevaron por delante. Ahora resurge (ya tuvo un buen papel interpretando a Marv en "Sin City", de Robert Rodríguez) interpretando/interpretándose, en la metáfora de su propia existencia.
Mickey Rourke, el último punk.
Y esta noche puede ganar el combate de su vida. ¡Tiembla Brad Pitt!


Para el que no lo haya visto, dejo aquí la versión manchega de "The Wrestler".
Chanante
y caldofrán.





O pinchando aqui

martes, febrero 17, 2009

"Juno", de Jason Reitman


Pero que superguay es eso de quedarse embarazada con dieciséis años ¿no? Dan ganas de probarlo después de ver esta película.
Vale, de acuerdo, seré un cerdo insensible, pero esta historia no tiene emoción, no tiene conflicto: ¡Hostias!, tiene un Oscar al mejor guión original. No tengo ni puta idea, lo reconozco.
Lo mejor de todo, cuando en la banda sonora han aparecido Belle&Sebastian (ese pequeño punto romántico que todos tenemos por ahí). En fin.
A propósito de problemas adolescentes, me viene a la mente una película llamada "Sweet Sixteen", de Ken Loach ...

domingo, febrero 15, 2009

"Camino", de Javier Fesser

Este año, entre los distintos papeles que interpretaban los actores masculinos que optaban a un premio Goya por sus interpretaciones, tres de ellos interpretaban el rol del cura: la sotana y el alzacuellos como vehículos directos a la gloria... cinematográfica. Pero han de ser curas malvados, que ya se sabe que el lucimiento del actor es mayor cuando se interpreta a un malo jugoso antes que a un héroe insípido.
Cine y religión, o mejor, cine español y catolicismo. De un tiempo a esta parte, la Iglesia suele quedar muy mal retratada en el celuloide: se retrata como un sistema jerarquizado opresor, contrario a la libertad individual y al conocimiento científico, dogmático e hipócrita, machista y sectario, retrógrado y manipulador. La cámara se adentra en los aspectos más negros de la institución y raramente se encontrarán ejemplos de sus labores piadosas o humanitarias, que también las hay, por supuesto. Pero pasan desapercibidas: se pasaron tantos años inculcándonos sus bondades, sus inmaculadas vidas, que ahora, en plena era de la información, las faltas que cometen son auténticas bombas mediáticas. Esta semana, sin ir más lejos, la prensa pone en titulares que el fundador de los Legionarios de Cristo, del que ya se sabía que era un cerdo pederasta, además tenía una amante y una hija, o que el propio Papa Ratzinger, que había coqueteado con el nazismo en su juventud, rehabilita a un obispo negacionista. Y esos titulares se acompañan de que la Iglesia ha aumentado en España sus ingresos del IRPF en el último año en casi un 40%: en plena crisis económica mundial y con un socialista en la Moncloa: para que luego digan que los milagros no existen.
"Camino" es una denuncia demoledora de la vida de las familias que pertenecen al Opus Dei. La religión es una enfermedad hereditaria: se transmite/impone de padres a hijos, pero el veneno está en la dosis y la mayoría de los cristianos no va a misa más que cuatro veces en su vida (bautizo, comunión, boda y funeral: además la primera y la última no cuentan porque se va obligado: bueno, a las otras dos puede que tampoco se vaya libremente). Secta es un término peyorativo, pertenecer a una no debe ser nada recomendable pero que le expliquen eso al que ya está dentro. Javier Fesser cuenta el drama de una niña gravemente enferma, asfixiada por una madre beata y meapilas (fantásticas actuaciones, merecidamente premiadas), que utiliza la imaginación y el amor platónico como válvula de escape. La película se fundamenta en el contraste entre las fantasías inocentes de la niña, sus ganas de vivir y de amar, y la sombría realidad que la rodea, mezquina y perversa, dispuesta incluso a la vil manipulación de su agonía a fin de conseguir llevar a la pequeña Camino a los altares. El contraste se exagera tanto que termina adentrándose en la caricatura: pierde la eficacia del ataque velado, de la insinuación sutil.
El ataque furibundo de la Obra, eso no se lo va a quitar nadie.

miércoles, febrero 11, 2009

"Queridísimos verdugos", de Basilio Martín Patino

Más cornadas da el hambre.
Con ese epitafio se podría cerrar la proyección de este fantástico documental y el espectador moderno, escandalizado ante tanta barbarie, debería poner mucho cuidado antes de emitir sentencia.
Tres pobres desgraciados, hartos de hambre y de penalidades, veteranos en guerras civiles y en frentes rusos, en trileros de feria y estraperlistas de necesidad, en chivatazos y cuartelillos, aceptan un empleo siniestro: si no lo haces tu, ya lo hará otro. Administradores de justicia, se autoproclaman, poniendo el cargo junto al nombre en pulcras tarjetas de visita: después del juez, ellos.
El documental los junta en la bodega de un mesón desconchado, trasegando vino para desatar la garganta y que fluya su terrible anecdotario (la celebérrima película de Berlanga le puso el humor negro a la profesión: Martín Patino se lo borra de un plumazo). Jarabo, la envenenadora de Valencia, Monchito, el gitano de Almendralejo, Salvador Puig Antic. Crónica negra del siglo XX español congelada en portadas de "El caso" (resulta difícil pensar que el ya mítico periódico, que ojeábamos furtivamente en la niñez, colgara hoy día de los escaparates de los quioscos: fotos demasiado duras para los tiempos hipócritas del políticamente correcto) y en titulares rotundos que anunciaban Sentencia Cumplida, nombrando al ajusticiado y ocultando la identidad del encargado de girar la manivela del garrote vil: extensión de la mano del caudillo, la mano del dios que quita, del dios que da.
También aparecen las opiniones de los médicos y abogados que se vieron envueltos en el proceso de las ejecuciones. Inmensa diferencia entre las opiniones de estos (y en los entornos de unos y de otros; profesionales de éxito entrevistados en sus lujosos despachos: el contraste es brutal entre clases sociales y se hace patente en la cinta) que guardan recuerdos horribles de los momentos de la ejecución, y el pragmatismo estoico de los verdugos: un ajusticiamiento, bien o mal hecho, vale mil duros, dietas incluidas. La cruda realidad.
El documental supone, desde el presente, un vistazo intenso a la España de 1973, un viaje en el tiempo que, dejando de lado la faceta violenta de la sociedad que se quiere reflejar, se inunda de nostalgia al contemplarlo tantos años después. Mirada de niño que se reencuentra en determinadas imágenes, vetustas, sepias. Las ropas, las palabras, los coches, la gente: una magdalena proustiana tras otra.
Hasta el aire: todo cambió. Y la pena de muerte es un recuerdo lejano.

domingo, febrero 08, 2009

"Redacted", de Brian de Palma

Una noche. Un grupo de soldados estadounidenses destinados en Iraq salen a escondidas de su cuartel y violan y matan a una niña de quince años. Y matan a toda su familia. Y queman sus cadáveres. Y también su casa. Y luego se van a la cama, a descansar, que mañana habrá que madrugar para seguir protegiendo a la población civil y seguir esforzándose, día a día, en reconstruir este país liberado de sus opresores, pueblo aligerado del oprobio, disueltas sus cadenas. Hip, hip... hurra.
El horror de la guerra parece mayor cuando se contempla cómo lo ejercen soldados bien alimentados, bien vestidos, sanos y educados, aquellos de los que se dice que han gozado del bienestar de los países avanzados: no les queda la excusa del hambre y la miseria, de las guerras enquistadas durante décadas que sumen a los pueblos en economías de subsistencia básica: infancias sumidas en la violencia absoluta que generan violencia porque no han conocido otra cosa. ¿El asesino nace? ¿Se hace? El mismo soldado que en la película comete el asesinato de la niña, días antes acribilla a balazos un vehículo que no se ha parado en un punto de control, matando a una mujer embarazada que viajaba en su interior: otro acto criminal, igual de salvaje, pero que se trata de un error militar realizado en el ámbito del cumplimiento del deber. Pues menos mal. Ordenes son ordenes y la esquizofrenia militar permite levantar tenues fronteras entre héroes y villanos. Enseñados a matar, les dan un arma cargada. Y van y matan. Perro come perro.
El argumento es parecido al de otras películas de denuncia de estas malditas guerras del petroleo, como "La batalla de Hadiza", "Jarhead" o la serie "Generation Kill". Brian de Palma, sin embargo, construye su relato generando escenas con los diferentes medios, formatos, aparatos que la tecnología moderna ofrece. Cámaras de vídeo, webcam, cámaras de vigilancia, cámaras de reporteros de guerra. Medios informativos árabes, documentalistas franceses, agencias de noticias europeas. Blogueros y youtuberos. El ser humano moderno es una cámara con patas (¿quién no tiene una cámara de fotos digital o de vídeo o un teléfono móvil con ambas cosas? Baja la mano, mentiroso), un ojo que puede registrar la noticia in situ, sin prohibiciones ni cuestionamientos morales, y que la puede publicar al alcance de cualquier ciudadano del mundo (en realidad en algunas partes esa tarea sigue siendo igual de imposible que si todavía no se hubiera inventado la imprenta). A un click. El debate moderno sobre la independencia de los medios, de la ética periodística y la búsqueda de la verdad, en fin, ha ido de la mano de la oportunidad de que cualquiera pueda ser informador a la vez que testigo. Las noticias sobre la guerra más censurada de la historia se han colado por los senderos de una red sin barreras, universal y libre, enseña el director. A ver cuanto dura.

domingo, febrero 01, 2009

"Los crímenes de Oxford", de Alex de la Iglesia

Esta noche se entregan los Goya. Este tipo de premios, tan publicitados y cacareados durante este fin de semana, concentran la atención de los medios alrededor del cine y esto provoca, directamente, que al pueblo llano nos llegue alguna onda sobre el estado del arte del cine español o alguna chispa de interés por ver las películas que participan en el evento (mañana, en los descansos del café, se hablará del ranking de premios, siempre que la victoria de Rafa Nadal en el Open de Australia deje algún hueco para el tema). Criticar la cutre-gala de turno, esperar el nombre de los ganadores, ver la cara que se le queda a los perdedores: solamente la sorpresa del gol de última hora de "La soledad" de Jaime Rosales del año pasado, justifica el interés para ver varias ediciones. En la categoría de cortometrajes de ficción están nominados dos directores salmantinos, Isabel de Ocampo con "Miente" y Hatem Khraiche Ruíz-Zorrilla con "Machu Picchu" (he escuchado perplejo como algún medio castellano-leones ha ignorado por completo a este último director al listar los nominados locales: supongo que para el informativo regional de RNE, el nombre no es compatible con haber nacido a la orilla del Tormes) así que esperemos que la lotería pasé por aquí esta noche.
"Los crímenes de Oxford" opta a las categorías reinas, junto a "Camino", "Los girasoles ciegos" y "Solo quiero caminar". Mala cosecha, dicen, la de este año, como si se tratará de la añada de un vino: no me parece tan distinta a la del año anterior: quitando "La soledad", que fue la gran sorpresa, "El orfanato", "13 rosas" y "Siete mesas de billar francés" no destacan especialmente. Dos años atrás, "El laberinto del fauno", "Volver" y "Alatriste", sí que conformaron un grupo potente. Habrá que echar una mirada a la categoría de director novel, donde supongo que "El truco del manco" de Santiago A. Zannou (el verdadero truco del manco es estrenarla dos semanas antes de los premios) lleva todas las papeletas para ganar, aunque puede que "Los cronocrímenes" de Nacho Vigalondo (ojalá) dé una pequeña sorpresa.
La película de Alex de la Iglesia está muy bien realizada, pero la trama de los crímenes, tan matemática y tan pitagórica, no acaba de resolverse con claridad. Leí la novela de Guillermo Martínez, en que se basa el guión de la película (otra nominación goyesca) hace un par de años. No es el estilo de novela policíaca que más me guste: las deducciones milagrosas (elementales, querido Watson) son en la mayoría de los casos piezas socorridas para cerrar un puzle imposible: me gustan más aquellas historias en las que a los soplones les parten las piernas y las páginas destilan bourbon antes de encontrar al asesino: el método convencional. Pero lo que importa es el suspense, como diría Hitchcock, y la novela lo sabe mantener bien. Mejor que la película.
El reparto lo componen esa cara de no haber roto un plato en su vida que tiene Elijah Wood, el gentleman perfecto, torvo y enigmático, que interpreta John Hurt y ¿qué hace ahí Leonor Watling? No es lo mejor del director, especialista en héroes anómalos y humor negro ("Acción mutante", "El día de la bestia" y "La comunidad" representan los hitos extraordinarios de su carrera), pero tampoco defrauda (como sí lo hizo "Perdita Durango" u "800 balas": un fan decepcionado no perdona).
Seguramente "Los crimenes de Oxford", la película española más taquillera del 2008, no triunfará hoy. Tampoco le hace falta.

sábado, enero 24, 2009

"Nazarín", de Luis Buñuel

Sus vecinos no acaban de creerse que sea un cura: no están acostumbrados a un párroco tan desprendido. Estajanovista de la caridad, botín fácil para pícaros y holgazanes, tonto de tan bueno. Recuerda al fraile Junípero de "Francisco, juglar de Dios", de Roberto Rossellini, otro ultra de la piedad que solía regresar desnudo al convento después de haberle entregado sus escasas ropas a cualquier paisano, más pobre que él, con el que se cruzara por el camino.
Retrato de la caridad, una de las virtudes cristianas más preciadas, esa que suele ir acompañada del adjetivo "malentendida". Buñuel la va a pulverizar tomando como pretexto la novela de Benito Pérez Galdós. Nazarín yerrará en cada una de sus buenas acciones: todas ellas terminan provocando desgracias. El incendio del mesón provocado por la prostituta que él ha cobijado en su casa o el capataz asesinado por sus trabajadores después de que este haya accedido a darle trabajo a Nazarín a cambio, unicamente, de un poco de comida (el santo esquirol). Sin embargo otros serán sus fracasos más dolorosos: ni consigue el arrepentimiento del ladrón que le salva la vida (el malhechor acepta sin dramas su condición de alma condenada: cada uno a lo suyo), ni mucho menos el de la enferma de peste que, en el lecho de muerte, prefiere evocar el amor que deja en este mundo antes que aceptar la equívoca promesa de la salvación ultraterrena.
Después de tanta decepción acumulada, ¿qué puede significar la resistencia a aceptar la piña que le ofrecen tan caritativamente al final de la película? La duda, por supuesto. Esa duda que quebranta hasta la fe más ciega.

viernes, enero 09, 2009

"Resident Evil 3: Extinción", de Russell Mulcahy

Milla Jovovich tiene sobrados puntos para ser nombrada la heroína número uno del cine de acción heredado de los videojuegos: la saga Resident Evil da prueba de ello: le da mil vueltas a los lamentables Tomb Raider de Angelina Jolie. Arrojada al estrellato con su brillante papel en "El quinto elemento", de Luc Besson, su rostro da una acertada mezcla de inocencia infantil y dureza felina, aparte de un físico apto para las patadas voladoras. También me gustó como la protagonista de "Juana de Arco", del mismo Luc Besson (su marido por entonces) y en "El hotel del millón de dolares", de Wim Wenders, película está última que pasó por las pantallas con más pena que gloría y que a mi, no sabría explicar el motivo, me gustó mucho, incluida su banda sonora (o sobre todo). Y sin embargo en "Resident Evil 3", lo que más me ha llamado la atención de esta actriz es el extraño color de cara que tiene en los primeros planos: o exceso de maquillaje o exceso de PhotoShop. Lo segundo, supongo. Cuando filmaban a Sara Montiel, en su madurez y a falta de tecnología digital, le colocaban a la lente de la cámara una media dorada para disimular los surcos del tiempo, pero que a una actriz de 33 años le borren las arrugas, más aún en un personaje que se dedica a descabezar zombies en medio del desierto, me parece pasarse de la raya (tirando a enfermizo) y hace que te fijes en aspectos de la filmación que distraen innecesariamente.
¿La película? Pues como la primera y la segunda: escabechina de muertos vivientes trepidante y bien realizada (algunos videojuegos dan pingües beneficios, se nota), con mucha estética "Mad Max" en esta última entrega, y que se despacha en hora y media. Para que no de tiempo a aburrirse.

sábado, enero 03, 2009

"My blueberry nights", de Wong Kar Wai

En el fondo la película no cuenta nada más que una historia de amor optimista y amable (si exceptuamos el capítulo que transcurre en Memphis, de tono trágico: de lo mejor de la película, además). Cambias a Jude Law por Tom Hanks, a Norah Jones por Meg Ryan y a Wong Kar Wai por Nora Ephron (directora/guionista de "Algo para recordar" o "Tienes un e-mail") y obtienes la típica comedia romántica que ha arrasado la taquilla en más de una temporada navideña. Entonces, ¿cuál es la diferencia? La diferencia es la mirada. Una estética inconfundible, una inquietud palpable por lograr que cada plano, cada encuadre, cada fotograma pueda sacarse del celuloide, enmarcarse y colocarse en cualquier exposición de arte fotográfico de vanguardia. La saturación del color y el grano de la película, la cámara que se asoma por las ventanas y escudriña desde cada rincón de la habitación, logrando calidez y cercanía, haciendo partícipe al espectador de la atmósfera de cada escena. Los ambientes urbanos capturados por Wong Kar Wai, con querencia demostrada por los locales nocturnos, las camareras y las luces de neón, resultan cercanos, cotidianos, vividos: costumbrismo del siglo XXI. Despersonalización, deslocalización: cualquier ciudad, cualquier noche.
"My blueberry nights" es la primera ocasión en la que el director occidentaliza su reparto, lleno de buenos actores. David Strathairn (el que deseaba "Buenas noches y buena suerte" en la película de George Clooney) y Rachel Weisz se entregan a fondo en su papel de pareja rota: pasión dramática de días de vino y rosas. Incluso Natalie Portman parece abandonar su eterno rol de tierna lolita del barrio (así la llamaban, hace ya muchos años, en "Beautiful Girls" de Ted Demme) y domina sus escenas con aplomo. El director también saca a Norah Jones de los estudios de grabación y las salas de conciertos y la coloca delante de la cámara, con un resultado aceptable. Ese plantel de caras conocidas, de las que llevan público a la sala por el mero hecho de aparecer su nombre en el cartel, puede producir la sensación de que esta es la película más comercial del autor. Puede que sí. De cualquier modo supongo que a la mayoría de las estrellas les encanta rodar con directores de culto que aporten credibilidad y consistencia a sus bamboleantes carreras. ¿Qué actor no querría salir en una de Woody Allen o de Tarantino o de Kusturica? El día que Almodovar cruce el charco (si lo cruza) ¿quién saldrá en la pelicula? ¿Uma Thurman arrojando un contestador por la ventana? ¿Johnny Deep travestido cantando un bolero?

Con esta, 200 entradas van ya en este blog. Sin prisa, pero sin pausa.

viernes, enero 02, 2009

"Los cronocrímenes", de Nacho Vigalondo

Buena película para empezar el año. Ciencia-ficción, intriga de origen nacional. El primer largometraje del director, escritor, actor (hace las tres cosas en esta película) Nacho Vigalondo merece un sobresaliente, si bien poco puede aportar mi criterio a la hora de calificar a un realizador que rozó el Oscar con su cortometraje "7:35 de la mañana". No me gustaría deslizar en estas líneas detalles de la trama que pudieran perjudicar el efecto sorpresa de futuros espectadores. Mejor verla, como dicen los anuncios de ventas de casas.
Comentamos al final de la película que esta parece candidata a que alguna compañía hollywoodense compre la historia y realice una versión que seguramente resulte nefasta, como aquella "Vanilla sky" de infausto recuerdo, pálida copia de la excelente "Abre los ojos" de Alejandro Amenábar. Una rápida comprobación vía Google confirma que United Artist, la productora de Tom Cruise, ya ha realizado la adquisición (sí, el mismo de "Vanilla sky", el mero, mero: ya le estoy viendo con la cara envuelta de vendas ensangrentadas, ¡ntchs!).
El director toma el rol del doctor Frankenstein y crea un monstruo (compararlo en su aspecto con el que interpretó Robert De Niro en el "Frankenstein" de Kenneth Branagh, me parece que no es ninguna tontería). Y Karra Elejalde está sencillamente genial: hacía mucho tiempo que no le veía interpretar un papel tan bueno, probablemente desde "Los sin nombre" de Jaume Balagueró, y ya hace un par de lustros de aquello.
El cine fantástico español existe, otra cosa es que las distribuidoras estén interesadas en darle el apoyo que merece. Y en cuanto a guión y calidad de la producción, le da mil vueltas a mucho pestiño usamericano para adolescentes. Pienso.

martes, diciembre 30, 2008

"Madagascar 2", de Eric Darnell y Tom McGrath

Continuación de las aventuras del león amante del baile y sus amigos el cebra, el jirafa y la hipopótama. Relaciones amistosas por vecindad de jaula de zoológico: otros abrazos le daría el león a sus amigos si la productora de la cinta fuera National Geographic. Pero la fabulación permite esas licencias. Las fábulas, relatos protagonizados habitualmente por animales personificados (o prosopopeyados, si se me admite el palabro) de los que suelen acabar con moraleja, aunque este no sea el caso. La única enseñanza moral posible en esta película reside en la pura subversión: un león desprovisto de fiereza que arregla sus problemas poniéndose a bailar; el jirafa y la hipopótama que inician una relación contra natura. ¡Pardiez! ¡Esto parece una clase de educación para la ciudadanía! ¡Nunca hay cerca una manifestación en defensa de la familia cuando de verdad hace falta! Esas tiernas mentes vírgenes de los infantes, tan indefensas las pobres.
La verdad es que esta segunda parte ha perdido la gracia de la primera entrega y se nota por la ausencia de carcajadas en una platea llena de niños. Igual es que todos la han visto ya una docena de veces gracias al eMule y se saben los chistes de memoria, de modo que el único propósito que les lleva a esta tarde de cine y palomitas sea el de desollar hasta el hueso los bolsillos de sus padres de la manera más estúpida: las largas tardes de las vacaciones navideñas, ay. Una cosa se salva y me parece una absoluta genialidad y es ese fantástico grupo de pingüinos (como tu ningüino) estajanovistas de las misiones imposibles y que provocan los momentos más ocurrentes de la cinta.
De cualquier forma será una película inolvidable: es la primera vez que Francisco va al cine.

viernes, diciembre 26, 2008

"La pianista", de Michael Haneke

Profesora de piano, virtuosa concertista, imparte clases por horas en academia de reconocido prestigio. Estricta y distante, esbelta esfinge hierática, amor platónico del aplicado alumno adolescente. Nadie sospecha que, tras el rictus de disciplina que se descuelga de las comisuras de sus finos labios prietos, se ocultan oscuras pulsiones sexuales: no hubo tiempo para aprender los secretos del oficio arremolinada en el asiento trasero de un coche y ahora se arrastran deseos furtivos, vaciados en ranuras de cabinas de peep show y ojeos voyeuristas de parejas en acción.
Audiciones, ensayos, exámenes. Horas gobernadas por el repaso infinito de cinco lineas paralelas salpicadas de genialidad. Se abre la tapa del piano y el instrumento sonríe con satisfacción caníbal: aquí serán devorados los días de tu juventud. Cuando te asomes al espejo, yerma y aburrida, contemplarás la decadencia de tu tiempo y el dolor punzante, sorprendido, que atravesará el pálido rostro de tu reflejo, no se verá recompensado por la cerrada ovación del auditorio. Le ganaste la partida a Schubert, pero a Schubert le importa un bledo. Miserable y rencorosa, jugarás vacilante la última moneda de tu faltriquera: el desastre de tu cara delata la cuantía del premio. Sola y vencida. Se alejan tus pasos.

martes, diciembre 23, 2008

"In this world", de Michael Winterbottom

El viaje terrible de dos jóvenes afganos desde un campo de refugiados en Pakistán hasta el paraíso londinense del trabajo esclavo. Una odisea moderna en donde en cada punto del camino hay una persona que debe acompañarte en el tránsito de la estación: la buena voluntad esperada, por bien pagada, que puede convertirse en un Polifemo devorador. Qatta, Teherán, Estambul, Trieste, París y, entre los ejes de un trailer, el Eurotúnel como pasadizo mágico final hacía el gran premio, la meta soñada que nunca es como se pensaba.
Michael Winterbottom logra una obra maestra del falso documental. A ratos es imposible discernir si lo que está sucediendo en la pantalla es la quinta toma de una escena difícil o la captura sutil de la realidad que se desenvuelve delante de la cámara. Este director demuestra una versatilidad tremenda: no hay genero que se le resista. Y cada película suya acrecienta la certeza de estar contemplando la obra de uno de los grandes. De los que dejarán huella.

domingo, diciembre 21, 2008

"Volverás", de Antonio Chavarrías

Se me escapó. Se murió antes de que nos encontráramos. Inesperada, insolente, a deshora: muerte por sorpresa que irrumpe al final de cualquier anodino boletín radiofónico: sensación de haber perdido una oportunidad, de que una tarea quedó inacabada. Hace poco ocurrió con el suicidio de David Foster Wallace, si bien al autor neoyorquino le había leído (el relato "Señor blandito", pocas semanas antes: por los pelos) y me gustó mucho su estilo extremo, ultradetallista en las descripciones, deslumbrante en su complejidad. Con Francisco Casavella no ha pasado. Dejé pasar las ocasiones de adentrarme en una de sus novelas, que más de una vez pasaron por mis manos al repasar las estanterías de cualquier librería, cualquier tarde de las que dejan media hora libre para el ojeo literario. Un día se vino a casa Ian Rankin, otro día Chuck Palahniuk, otro día Erskine Caldwell, el propio Foster Wallace. Etc., etc. Oyes hablar de ellos, nombres repetidos muchas veces en la sección cultural de cualquier medio y con esos encargos vas a la compra. Casavella se quedó en el anaquel y no sé muy bien por qué. "El día del Watusi", "Un enano español se suicida en Las Vegas", "Lo que sé de los vampiros". Reconozco al tipo que las escribió, que se murió sin yo haberlo leído nunca. Al menos esto último tendrá arreglo.
"Volverás" está basada en la novela "Un enano español se suicida en Las Vegas". Historía de dos hermanos, hijos de un importante arquitecto. El hermano pequeño, el buen hijo. El hermano mayor, la bala perdida. Su reencuentro propiciará un interesante juego de intercambió de personalidades. Las vidas construidas desde el orden, desde el objetivo de una vida acomodada y el éxito profesional, sienten una irrestible atracción vertiginosa por el lado salvaje, por los que viven a salto de mata, apurando las tentaciones nocturnas y descansando en cualquier cama. Vida fuera del cauce, debes dejar esta vida, la mala vida pero quizá tambien, la fácil vida o la gran vida o la vida plena. Envidia de sabado noche metido en casa.
La cámara acompaña a los dos hermanos (Tristán Ulloa y Unax Ugalde: muy buenos actores pero que se parecen como un huevo a una castaña, lo que perjudica algunos pasajes basados en que al pequeño le parten la cara porque le ¿confunden? con el grande) por timbas y garitos de la noche barcelonesa y logra una buena película. Y que me arrepienta aún más de no haber leído nunca a Casavella.

domingo, diciembre 14, 2008

"La batalla de Hadiza", de Nick Broomfield

No sé si llamarlo terrorismo iraquí. El concepto moderno de terrorismo apunta hacia una ataque premeditado y por sorpresa, efectuado sobre población civil desarmada. También el ataque a militares o policías que van a tomarse un café al bar, a regular el tráfico de la autopista o a pasar la mañana en la oficina leyendo el periódico. El objetivo es infundir terror para preparar las condiciones de un chantaje, del tipo que sea, dirigido a un poder establecido. Pero cuando la acción violenta se produce contra un ejercito que ha invadido injustificadamente un país, parece más apropiado llamarlo resistencia: ratones contra leones. O un término mixto: dos terroristas de la resistencia iraquí cavan un hoyo junto a una carretera y sepultan una bomba para hacerla estallar al paso de un convoy de vehículos de los Marines. La acción represiva llevada a cabo acto seguido por miembros del ejercito usamericano, ejercida contra los habitantes de la ciudad de Hadiza que viven en los alrededores del punto de la explosión, será brutal y despiadada: 24 muertos entre hombres, mujeres y niños. Iraq: 1, USA: 24, como el tanteo abrumador de un encuentro desigual. U.S. and allies have prevailed in Iraq, proclamó el idiota americano saliente. La batalla de Hadiza será el eufemismo de una masacre. La masacre que justifica cualquier resistencia.
El famoso documentalista Nick Broomfield tiene sobrada fama de autor polémico. Entre su obra se encuentra el documental "¿Quién mató a Kurt Cobain?" sobre la muerte -suicidio- del cantante de Nirvana, donde se culpaba a Courtney Love del asesinato del, ya, mito, o "Aileen, una asesina en serie", documental sobre la vida de Aileen Wuornos, que murió ejecutada en Florida después de ser acusada de la muerte de siete hombres (en "Monster", de Patty Jenkins, Charlize Theron recibiría el Oscar por interpretar a la tristemente célebre psicópata homicida). Así que el director se ha granjeado cierta imagen de carroñero de desgracias ajenas. Además con un considerable afán de protagonismo (a lo Michael Moore). Sin embargo lo que he visto de su trayectoria cinematográfica no está nada mal (como pasa con Mr. Moore), incluido "La batalla de Hadiza". Actores desconocidos, filmación cámara en mano, escenas de acción bien realizadas, puesta en escena realista: aplica fríamente su despiadado escalpelo a la trama para remover, sin escapatoria posible, la conciencia anti-guerra-de-Iraq del espectador más belicista. Recibió la Concha de Plata al mejor director del festival de San Sebastián del año 2007. Eso ya me parece excesivo.

sábado, diciembre 06, 2008

"Gomorra", de Matteo Garrone

Un trailer del libro. Supongo que si la película no me hubiera pillado cuando voy por la página 151 de su edición de bolsillo (8 euros bien gastados), la sensación final que me hubiera quedado sería diferente. Pero estas son las circunstancias que, sin duda, nublarán mi juicio al escribir estas líneas.
En la película la trama avanza por cuatro cauces que se entrelazan sin tocarse, al libre albedrío del director: los dos aprendices de gánster que quieren emular a Tony Montana en "El precio del poder" (la celebre escena de un escuálido joven disparando una metralleta en calzoncillos); el joven repartidor que pretende cambiar las bolsas de plástico llenas de comestibles del supermercado por el calibre 9 mm de una beretta: aprender a morir soportando un disparo a quemarropa parapetado detrás de un chaleco antibalas; los contratistas de recogidas de basura que buscan agujeros tamaño estadio (la reducción de costes, esencial en cualquier actividad capitalista) para enterrar bidones de residuos peligrosos: Nápoles está hasta el cuello de mierda, no sólo por los miles de toneladas de basura abandonada en sus calles; el sastre Pascuale, genuino símbolo de la bonanza que se levanta sobre la economía sumergida, talleres clandestinos que visten el glamour astronómico de Hollywood: oxigeno para que las grandes firmas apuntalen sus beneficios sobre el trabajo esclavo: porcentajes inalcanzables cuando las cosas se hacen como deben. Tanto asunto atractivo, tanto tema interesante. Y sin embargo poco explicado, inacabado, insuficiente para que el espectador que no tenga el libro a mano alcance a entender la magnitud del problema.
Si alguna virtud tiene el libro de Roberto Saviano, en el que está basado la película, es lo bien que quedan reflejados en el los mecanismos del Sistema (ningún napolitano lo llama Camorra, al parecer, utilizándose este otro nombre: eufemismos). Sus negocios en el mercado textil, la estructura jerarquizada del narcotráfico, las inimaginables formas de extorsión y ajustes de cuentas y, lo más terrible, su mimetismo con la población local y su tejido productivo, de forma que se acaba pensando que la Camorra es su único medio de subsistencia, el motor de su sociedad. Al escritor le han condenado a muerte: algunas páginas del libro parecen un listín telefónico por la cantidad de nombres que figuran en el: por decir las verdades perdí las amistades, que dice el refrán. Así que Roberto Saviano se convertirá en un merecido símbolo de búsqueda de la verdad y de deseo de justicia. La pluma es más poderosa que la espada. O no.
La película funciona en su estética de arrabal, pero poco más o menos que cualquier documental de "Callejeros". Rodada en parte en Las Velas, esos edificios enormes como pirámides: vetustos y decrépitos como ellas, también. Siniestras madrigueras de criminales, vigiladas por pequeños palis que desde la infancia recibirán como única alternativa vital la violenta vida del clan mafioso. Denuncian que Garrone pactó con la Camorra para poder realizar el rodaje de la película. Será por eso que el autor de la "Gomorra" filmada no ha recibido la misma sentencia tajante que el de su hermana escrita. Con uno que se muera..., como decía el payaso.

domingo, noviembre 30, 2008

"El amigo americano", de Wim Wenders

Te queda poco tiempo de vida y recibes una oferta que no puedes rechazar. I'll make him an offer he can't refuse. Una gran suma de dinero a cambio de cometer un crimen: la oportunidad de arreglar la herencia de tus deudos. Qué más te da, si te quedan dos cortes de pelo. Pero ¿qué es más atractivo en la motivación de un hombre corriente a la hora de decidir la firma de ese contrato mefistotélico? ¿la recompensa o la posibilidad real de atravesar el límite, de rebasar la frontera que delimita al hombre honesto del delincuente? Atragantarse con el mordisco jugoso de la fruta prohibida. It's better to burn out than to fade away, como decía el Kurgan en "Los inmortales". Mejor quemarse que consumirse.
A Tom Ripley, el personaje creado por Patricia Highsmith lo han interpretado grandes actores: Alain Delon, John Malkovich, Dennis Hopper, Matt Damon. El papel de Dennis Hopper es el que más se aleja de la forma que le ha dado el resto. El menos elegante, atildado, seductor. El más alocado, colgado (eso seguro), salvaje. Con su mono de trabajo y su sombrero de cowboy. El que más me gusta.
Retrato de Europa en construcción, primera generación de posguerra. Las nuevas construcciones junto al Sena, flamantes y modernas, contrastan con la decrepitud del puerto de Hamburgo: vencedores y vencidos. El amigo americano, omnipresente en esa reconstrucción europea, es el invitado que lleva una semana acostándose en tu casa, en el sofá cama del cuarto de invitados y que te sonríe pícaramente con el conocimiento cierto de que en realidad la casa, el cuarto y el sofá cama son suyos. Europa vendida a los usamericanos, al amigo americano.
Las casas del puerto, resquebrajadas y ruinosas, llenan la atmósfera de colores desvaídos configurando una estética reconocible, llena de melancolía, marca de autor. Pero la cinta no aporta sólo metáforas históricas, también una intriga criminal plena de suspense y tensión. El anodino Zimmermann (gran Bruno Ganz) sale de su taller de enmarcar cuadros y se sumerge en su brutal destino y, de paso, hará un amigo.

domingo, noviembre 23, 2008

"Ararat", de Atom Egoyan

Las circunstancias del rodaje de una película histórica pondrán en relación el drama que se está filmando y las vidas de las personas que participan en la realización del mismo: armenios que se asoman, encaramados al odio de las historias que han escuchado desde la niñez, a la tragedia del origen de su exilio: la violenta matanza que desencadenó la diáspora de su pueblo. El genocidio armenio.
El propio director, descendiente de armenios, formará parte de su guión en el personaje de Edward Saroyan (interpretado por Charles Aznavour, francés de padres armenios: su canción Ils sont tombés evoca a los muertos del genocidio). Exorcizar los demonios familiares, los odios ancestrales que se incorporan al código genético durante generaciones. En la película cobra protagonismo la figura del pintor Arshile Gorky, que vivió los hechos y cuya obra "El artista y su madre" es símbolo del doloroso recuerdo. Las manos inacabadas o borradas. Manos de madre muerta de hambre, de sufrimiento: el detalle más lacerante.
Llamar o no genocidio a la muerte de más de un millón de armenios es cuestión de debate. Los agresores defienden que lo sucedido fue una acción de guerra; los agredidos piensan que fue un intento de exterminio: el intento premeditado de acabar con una etnia que había vivido durante milenios al este de Anatolia. Ambas partes tenían el mismo pasaporte (turcos todos ellos), pero distinta religión. El sempiterno leitmotiv de la más grandes barbaridades de la historia de la humanidad.
Durante la Primera Guerra Mundial, el Imperio Otomano está perdiendo su batalla en el frente oriental. Rusia, al otro lado de la frontera, promueve el nacionalismo armenio que lleva ya décadas enfrentado al poder central turco. Conseguir un aliado afín no tiene precio en tiempos de guerra. Así, la excusa de la amenaza de una quinta columna, será el detonante de la matanza. Primero la desmovilización de todos los soldados armenios del ejercito otomano; segundo la detención de las élites; tercero la deportación. Todos los pasos llevados a cabo con la mayor violencia posible, con el propósito de lograr una rebelión: la justificación del ataque implacable del ejercito, como si el genocidio con atenuante de defensa propia fuera menos genocidio. Campos de concentración, exilio masivo, torturas y violaciones. Desolación y muerte.
Alemania es la única nación que ha reconocido haber realizado un genocidio sobre su propio pueblo. Será porque fue derrotada hasta las cenizas. Turquía niega el suyo. Y España...

domingo, noviembre 16, 2008

"Calles de fuego", de Walter Hill

Una fábula de rock n' roll.
Leía "Chamamé", la espléndida novela del argentino Leonardo Oyola, una road novel salvaje y vertiginosa sobre dos delincuentes brutales y su suicida carrera sin redención. En un pasaje uno de ellos decide tatuarse una frase en el antebrazo: A ningún lado, ya, traducción certera de Nowhere Fast, el título de la canción que aparece al comienzo de "Calles de fuego". Encontrarme el homenaje a la película de Walter Hill me dejó sin aliento. Pensaba que yo era el único flipado de este mundo que situaba esa película en la propia lista de culto y no, resulta que Manuel "Perro" Ovejero, un delincuente homicida, terror del asfalto y amante del rock n' roll, tiene los mismos gustos que yo. Hay que ver. Supongo que la película también le gusta al escritor de la novela, ya que la menciona. Es fácil establecer paralelismos entre la novela y el film: el mencionado "Perro" encaja en el papel de Tom Cody y su amistad peligrosa, Noé "El Pastor" (ese sorete, como le llama continuamente: en Argentina se usa para calificar a una persona de baja moral, despreciable; bueno,también significa mierda), sería sin duda el psicopata Raven Shaddock. Y si para ver la película en idioma original pongo subtítulos, también me habrían hecho falta para leer la novela y entender con soltura su banda escrita (sí, el argentino es un idioma distinto del castellano; la novela da prueba de ello).
En "Calles de fuego" Raven Shaddock (Willem Dafoe) secuestra a la cantante Ellen Aim (impresionante Diane Lane de 19 años). Un mero capricho: dos semanas de amor loco y después a secuestrar a otra. El suceso provoca el retorno de Tom Cody (interpretado por Michael Paré, un notable actor que pasó a la historia, no así sus dos compañeros de reparto que han mantenido un gran nivel en su carrera), antiguo novio de la cantante, perfecto tipo duro: el héroe con mirada de cowboy que se enfrentará al enloquecido motero rocker. Estética cincuentera que domina al completo la puesta en escena: rockabilly, tupés, teddy girls, motos custom, hells angels, grupos motown. Mucha música, incluidos los acordes de la guitarra de Ry Cooder prolongando en un vacío de vértigo la vibración de la cuerda: el momento del reencuentro. Y por encima de todo un romance. A true romance.
Mítica.

Otro gran Nowhere Fast:

sábado, noviembre 08, 2008

"El sur", de Victor Erice

"El sur" termina con Estrella (Icíar Bollaín) introduciendo en una maleta sus objetos más queridos: el péndulo de su padre (Omero Antonutti), la caja de puros con las estampas andaluzas (el sur protagonista de la cinta: la nostalgia aniquiladora) y un enigmático recibo de una conferencia telefónica: la última llamada del suicida. Espera un taxi que la lleve a la estación de trenes y así iniciar un viaje al pasado de su padre, a la tierra de la juventud de éste, a los motivos que han hecho que se pegue un tiro. Un viaje hacia el sur. Y aquí llega el final de la proyección. Acompañando en su melancolía al difunto Agustín Arenas, el espectador, abatido a fotogramas, vencido por el buen cine, contempla satisfecho la aparición de los títulos de crédito. Obra maestra.
Sin embargo, en esta ocasión, al fin del programa le sucede una entrevista realizada a Víctor Erice. Relata el director, con cierta pena a pesar de los años pasados (25), que la película permanece inacabada. De los días planificados de rodaje, sólo se alcanzó la mitad de ellos. El productor, Elias Querejeta, se presenta en Santo Domingo de la Calzada (el rodaje tiene varias localizaciones: Zamora, Ezcaray, Estella, etc.) y le comunica al director que hay que dar por finalizado el rodaje con el material que se ha rodado hasta el momento. La puta pela. Eso sí, acuerdan montar una primera versión y más adelante finalizar la copia definitiva. La historia según la marca el guión: pacto de caballeros. Tras la participación en Cannes y el éxito de su estreno en España, el productor se desdice. Mejor no tocar, a ver si nos la vamos a cargar. El autor traicionado.
Cuenta Víctor Erice, en una maravillosa sucesión de spoilers de una proyección imaginaria, cómo era el deseado retorno al sur. La hija encontró bajo la almohada de su cama el péndulo de su padre como el encargo póstumo de realizar el viaje de retorno que él nunca se atrevió a llevar a cabo. En Carmona, tierra de su familia paterna, Estrella descubrirá a su oculto hermanastro Octavio, fruto del romance de su padre con la actriz Irene Ríos, y surgirá entre ambos un cierto amor incestuoso: el fin de "El sur" será un cierre de puertas entornadas, una atadura de cabos sueltos. El joven ha sido educado por un tío que iba a interpretar Fernando Fernán Gómez, en lo que se supone que sería otro gran papel del ya mítico actor. Suponer, porque la emoción que emplea el director al contar lo que no fue, es tan grande, tan buenas y meditadas sus explicaciones, que al espectador no le quedará más remedio que pensar, al final de la charla, que sí, que ha visto "El sur" acabado. El montaje del director que nunca fue rodado.
Genuino momento cinéfilo.